pero el pueblo lo reeligió para que gobierne igual por cuatro años más.
No ha variado un ápice en su misión de transformar a este país. En estos días disputa con la Cámara de Representantes su pedido de eliminar el techo de la deuda, lograr 110 billones más de dólares para subsidios, incluída la ayuda por el huracán en Nueva York y para gravar con más impuestos a los ricos que ganen más de 250.000 dólares. Todo ello, sin ningún compromiso formal de reducir el gasto fiscal, que es la verdadera causa del descalabro de la economía nacional.
Se niega a abordar la realidad de la quiebra inminente de los beneficios de Medicare y Medicaid, asi como de la seguridad social. Sin una reforma ahora, en 10 o 15 años no habrá dinero para esos fondos. Si no hay acuerdo hasta el 1 de enero, sobrevendrá una avalancha de impuestos por el Obamacare y por la no extensión de los tributos cuyo cobro fue suspendido por George W. Bush a raíz del 9/11 para estimular la economía.
Si tal ocurre, Obama reducirá el presupuesto de Defensa a niveles proporcionales de 1914, en momentos en que hay amenazas de ataques islmámicos con armas no solo convencionales sino químicas y nucleares en manos de Irán y Siria. ¿Que de dónde las obtuvo Siria? Hussein de Irak las envió a través del desierto en grandes camiones según se vió en las imágenes difundidas por TV mientras se discutía y organizaba la invasión norteamericana.
(Hussein aparentemente no alcanzó a producir armas nucleares, pero los equipos para elaborarlos llegaron a Siria. Este se propuso culminar el propósito pero Israel bombardeó las instalaciones en un operativo espectacular como el que realizaron en Entebbe, Uganda, en 1976. Las armas químicas, que Hussein utilizó con sus compatriotas, el monarca Assad de Sirira quiere hacer lo propio con los suyos y los lamentos de Hillary Clinton y Obama para que no lo haga, no servirán de nada).
El temperamento autoritario de Obama, que ocultan y estimulan los medios de comunicación de mayor audiencia, quedó al descubierto en la masacre de Benghazi, Libia, cuando por negligencia del Departamento de Estado fueron asesinados el embajador y tres altos funcionarios. Hillary, la cabeza del Departamento, está inmune. Ha rehuído toda discusión con los congressistas y periodistas y ahora no irá al comité del Congreso porque le sobrevino una infección estomacal y un fuerte dolor de cabeza.
Obama ordenó a la embajadora en las Naciones Unidas, Rice, que salga a las cámaras de TV a decir un cuento que nadie se tragó acerca de lo ocurrido en Benghazi, mientras Hillary estaba de viaje en las antípodas. Quiso nombrar a Rice sucesora de Hillary, pero tal fue su papelón que desistió a la nominación.
Ahora el escogido es John Kerry, el desertor de la guerra de Vietnam, el que dialogó con los enemigos norvietnamitas a escondidas en París, el que acusó de asesinos de civiles a los combatientes norteamericanos en Irak y Afganistán. Solo faltaría que Obama nombre a Jane Fonda para alguna alta función diplomática, en premio a su gestión de amistad con los vietcongs, en su propio territorio, en plena guerra contra la expansión comunista.
La tragedia de Newtown en Connecticut también ha estimulado el ansia de control de poder de Obama. Quiere que la enmienda constitucional que garantiza a los civiles calificados el portar armas para la defensa propia, desaparezca. Hay como 300 milllones de armas de todo tipo en manos de los ciudadanos, que algún demócrata sugiere que se confisquen con una orden ejecutiva. No lo conseguiría, ello podría desatar otra guerra civil.
La enmienda existe porque los fundadores consideraron que era necesario que la gente se defienda por si misma y en apoyo del ejército contra el enemigo (inglés). Pero también para que se defienda de asaltantes y de los gobiernos que olviden que el poder no está en ellos, sino en el pueblo y que su misión solo es temporal y puede ser suspendida si excede a esa específica misión.
Con la hipotética eliminación del uso de armas en este país recrudecería el crimen porque las armas, como las drogas, no dejarían de llegar a los criminales quienes podrían actuar con más impunidad en territorios y zonas sin armas. Si las maestras u otro personal de la escuela de Newtown hubieran tenido armas contra el asesino, es probable que el nùmero de víctimas habría sido menor. Los medios obamistas nunca citan, por ejemplo, las masacres colectivas que se evitaron en el Restaurant Shoney´s en Anniston, Alabama (1991), o la del colegio de Pearl, Mississipi (1997), la escuela de danza de Edinboro, Pennsilvania (1998) o en la Iglesia Nueva Vida de Colorado Springs, Colorado (2007), entre otras. En todas ellas civiles legalmente armados liquidaron a tiempo a los asesinos, muchos antes de que llegaron las fuerzas polliciales.
El recrudecimiento de estas masacres no va a reducirse con la prohibición que quieren los autoritarios. La raíz del mal está en la pérdida de los valores y principios morales. El respeto a la vida se ha degradado con la legalización (1973) de la muerte a capricho de los seres humanos aún en el vientre de sus madres.
Más de 57 millones de vidas se han cercenado con el aborto y las víctimas son en su mayor parte de la etnia negra. Obama se opuso como senador de Illinois a la ley que defendía la vida de quienes sobreviven un aborto. Es ferviente defensor del matrimonio gay, que no se forma para crear vida. Y aprueba la legalización de la mariguana, predecesora del uso de todas las drogas que causan la muerte.
También fomenta desde la Casa Blanca y a través del Obamacare la distribución gratuita de anticonceptivos anteriores y posteriores al acto sexual. En uno y otro caso, es otra negativa a la vida dentro de la Cultura de la Muerte a la que se refirió el Papa Juan Pablo II en marzo de 1995.
Es probable que el joven autor de la masacre del viernes, poco sabía de estos detalles. Pero la Cultura de la Muerte (o de la Mentira, con Clinton en el caso del sexo oral con Mónica Lewinsky) cuando es apoyada e inspirada desde la cima del poder, se riega hacia todas las capas de la sociedad y tiene efectos nefastos, como el que acaba de ocurrir con el inestable mental asesino de Connecticut.
Cultura de la Muerte más avance del autoritarismo, no son precismente augurios buenos para ninguna sociedad, peor para la de Estados Unidos que ha sido hasta el momento pionera de la libertad y defensora de la vida. Pero la tendencia es siniestra.
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