Wednesday, December 19, 2012

LA PANDEMIA DEL AUTORITARISMO


Por algún fenómeno telúrico misterioso, se está extendiendo por el mundo cada vez con mayor intensidad y proliferación una tendencia a volver al autoritarismo como forma de gobierno, que había sido superada en gran medida a raíz de la II Guerra Mundial.
¿Debido a qué? ¿Puede la gente llegar a fatigarse de disfrutar de libertad y renunciar a ella para acaso así evitarse la carga de adoptar decisiones sobre su propia vida con plena responsabilidad personal? ¿O es un deseo de ahorrar esfuerzos en espera del subsidio del Estado?
En todo caso, han proliferado los regímenes autócratas colectivistas a los cuales igual da calificarlos de socialistas o fascistas. A todos les es común un caudillo con el afán desaforado de absorber poder en desmedro de las libertades individuales para disentir, invertrir y comerciar.
El fenómeno se registra no solo en los países del tercer mundo y en los del mundo islámico, sino también en los desarrollados como los Estados Unidos y los de Europa. En unos y otros, el autoritarismo se va afianzando con manipulación de las propias leyes e instituciones democráticas.
En Cuba, Venezuela, Ecuador, Argentina, Nicaragua las autocracias no llegaron, como antaño, como fruto de golpes de Estado. Lo hicieron con el voto libre de la mayoría de los ciudadanos, pero fueron transformándose en dictaduras con la absorción de poderes por medios si no lícitos ni honestos, si pacíficos y con aceptación popular.
En las naciones latinoamericanas citadas, la línea divisoria de los  tres tradicionales poderes o funciones del Estado -para legislar, juzgar y gobernar con independencia- desapareció hace rato. Y los gobernantes, con tanto poder acumulado, fácilmente han logrado acomodar las normas legales para ser reelegidos indefinidamente y sin oposición.
La clave del éxito de este tipo de caudillos radica en persuadir a la gente que son los gobiernos fuertes los que pueden garantizar la felicidad y la justicia, mediante el control de las libertades individuales proclives al abuso y la extorsión. Reagan decía que los gobiernos no son parte de la solución a los problemas, son ellos el problema.
No lo creen así los gobernantes de la nueva ola autoritaria. Los controles sobre la conducta individual se acrecientan a medida que se difumina la resistencia colectiva. La mayoría se torna más dependiente y las minorías con capacidad económica se acomodan para no perderlo todo, al tiempo que la clase polìtica e intelectual se repliega, aplastada o atemorizada.
El esquema de los regímenes autoritarios, con variantes según las épocas y las geografías, es constante. Este esquema alega que los gobiernos fuertes son protectores de los pobres, los que los libran de los explotadores. Éstos dizque son los ricos, los que forjaron fortunas a costa de la miseria del proletariado o pueden ser los judíos, unidos para conspirar y perpetuar la explotación. Nazis, neonazis y musulmanes creen que a Israel y a los judíos hay por ello que exterminarlos.
En Europa y los Estados Unidos, la idea colectivista es básicamente la misma. Los beneficios sociales que se conceden en pensiones, sueldos, vacaciones y otros privielgios son ya de tal magnitud por el déficit entre egresos e ingresos, que al menos en Europa varias naciones están al borde de la quiebra. 
Lo penoso es que los Estados Unidos, con el actual presidente Barack Hussein Obama, del patido demócrata, está siguiendo el mismo camino regresivo hacia una forma de gobierno socialista/colectivista. La deuda pública se elevó en los cuatro años de su primera gestión en 5 trillones de dólares para un total de 16,4 trillones de dólares. Ha rebasado todo límite de cordura, 
(FISCAL CLIFF EXPLAINED TO SIMPLE MINDED PEOPLE…. ! !
This puts things into a much better perspective as to the present
economic situation.
 Lesson # 1:
* U.S. Tax revenue:         $ 2,170,000,000,000                                      
* Fed budget:                  $  3,820,000,000,000

* New debt:                     $  1,650,000,000,000

* National debt:              $ 14,271,000,000,000

* Recent budget cuts:    $        38,000,000,000

Let's now remove 8 zeros and pretend it's a household budget
and we can understand it ( do you understand 16 trillion$? , I do not !):
·      Annual family income:                                $  21,700.

Money the family spent:                             $  38,200
New debt on the credit card:                      $  16,500.

Outstanding balance on the credit card:       $142,710.
Total budget cuts so far:                               $         38.) 

pero el pueblo lo reeligió para que gobierne igual por cuatro años más.
No ha variado un ápice en su misión de transformar a este país. En estos días disputa con la Cámara de Representantes su pedido de eliminar el techo de la deuda, lograr 110 billones más de dólares para subsidios, incluída la ayuda por el huracán en Nueva York y para gravar con más impuestos a los ricos que ganen más de 250.000 dólares. Todo ello, sin ningún compromiso formal de reducir el gasto fiscal, que es la verdadera causa del descalabro de la economía nacional.
Se niega a abordar la realidad de la quiebra inminente de los beneficios de Medicare y Medicaid, asi como de la seguridad social. Sin una reforma ahora, en 10 o 15 años no habrá dinero para esos fondos. Si no hay acuerdo hasta el 1 de enero, sobrevendrá una avalancha de impuestos por el Obamacare y por la no extensión de los tributos cuyo cobro fue suspendido por George W. Bush a raíz del 9/11 para estimular la economía.
Si tal ocurre, Obama reducirá el presupuesto de Defensa a niveles proporcionales de 1914, en momentos en que hay amenazas de ataques islmámicos con armas no solo convencionales sino químicas y nucleares en manos de Irán y Siria. ¿Que de dónde las obtuvo Siria? Hussein de Irak las envió a través del desierto en grandes camiones según se vió en las imágenes difundidas por TV mientras se discutía y organizaba la invasión norteamericana.  
(Hussein aparentemente no alcanzó a producir armas nucleares, pero los equipos para elaborarlos llegaron a Siria. Este se propuso culminar el propósito pero Israel bombardeó las instalaciones en un operativo espectacular como el que realizaron en Entebbe, Uganda, en  1976. Las armas químicas, que Hussein utilizó con sus compatriotas, el monarca Assad de Sirira quiere hacer lo propio con los suyos y los lamentos de Hillary Clinton y Obama para que no lo haga, no servirán de nada).
El temperamento autoritario de Obama, que ocultan y estimulan los medios de comunicación de mayor audiencia, quedó al descubierto en la masacre de Benghazi, Libia, cuando por negligencia del Departamento de Estado fueron asesinados el embajador y tres altos funcionarios. Hillary, la cabeza del Departamento, está inmune. Ha rehuído toda discusión con los congressistas y periodistas y ahora no irá al comité del Congreso porque le sobrevino una infección estomacal y un fuerte dolor de cabeza.
Obama ordenó a la embajadora en las Naciones Unidas, Rice, que salga a las cámaras de TV a decir un cuento que nadie se tragó acerca de lo ocurrido en Benghazi, mientras Hillary estaba de viaje en las antípodas. Quiso nombrar a Rice sucesora de Hillary, pero tal fue su papelón que desistió a la nominación. 
Ahora el escogido es John Kerry, el desertor de la guerra de Vietnam, el que dialogó con los enemigos norvietnamitas a escondidas en París, el que acusó de asesinos de civiles a los combatientes norteamericanos en Irak y Afganistán. Solo faltaría que Obama nombre a Jane Fonda para alguna alta función diplomática, en premio a su gestión de amistad con los vietcongs, en su propio territorio, en plena guerra contra la expansión comunista.
La tragedia de Newtown en Connecticut también ha estimulado el ansia de control de poder de Obama. Quiere que la enmienda constitucional que garantiza a los civiles calificados el portar armas para la defensa propia, desaparezca. Hay como 300 milllones de armas de todo tipo en manos de los ciudadanos, que algún demócrata sugiere que se confisquen con una orden ejecutiva. No lo conseguiría, ello podría desatar otra guerra civil. 
La enmienda existe porque los fundadores consideraron que era necesario que la gente se defienda por si misma y en apoyo del ejército contra el enemigo (inglés). Pero también para que se defienda de asaltantes y de los gobiernos que olviden que el poder no está en ellos, sino en el pueblo y que su misión solo es temporal y puede ser suspendida si excede a esa específica misión.
Con la hipotética eliminación del uso de armas en este país recrudecería el crimen porque las armas, como las drogas, no dejarían de llegar a los criminales quienes podrían actuar con más impunidad en territorios y zonas sin armas. Si las maestras u otro personal de la escuela de Newtown hubieran tenido armas contra el asesino, es probable que el nùmero de víctimas habría sido menor. Los medios obamistas nunca citan, por ejemplo, las masacres colectivas que se evitaron en el Restaurant Shoney´s en Anniston, Alabama (1991), o la del colegio de Pearl, Mississipi (1997), la escuela de danza de Edinboro, Pennsilvania (1998) o en la Iglesia Nueva Vida de Colorado Springs, Colorado (2007), entre otras. En todas ellas civiles legalmente armados liquidaron a tiempo a los asesinos, muchos antes de que llegaron las fuerzas polliciales.
El recrudecimiento de estas masacres no va a reducirse con la prohibición que quieren los autoritarios. La raíz del mal está en la pérdida de los valores y principios morales. El respeto a la vida se ha degradado con la legalización (1973) de la muerte a capricho de los seres humanos aún en el vientre de sus madres.
Más de 57 millones de vidas se han cercenado con el aborto y las víctimas son en su mayor parte de la etnia negra. Obama se opuso como senador de Illinois a la ley que defendía la vida de quienes sobreviven un aborto. Es ferviente defensor del matrimonio gay, que no se forma para crear vida. Y aprueba la legalización de la mariguana, predecesora del uso de todas las drogas que causan la muerte.
También fomenta desde la Casa Blanca y a través del Obamacare la distribución gratuita de anticonceptivos anteriores y posteriores al acto sexual. En uno y otro caso, es otra negativa a la vida dentro de la Cultura de la Muerte a la que se refirió el Papa Juan Pablo II en marzo de 1995.
Es probable que el joven autor de la masacre del viernes, poco sabía de estos detalles. Pero la Cultura de la Muerte (o de la Mentira, con Clinton en el caso del sexo oral con Mónica Lewinsky) cuando es apoyada e inspirada desde la cima del poder, se riega hacia todas las capas de la sociedad y tiene efectos nefastos, como el que acaba de ocurrir con el inestable mental asesino de Connecticut.
Cultura de la Muerte más avance del autoritarismo, no son precismente augurios buenos para ninguna sociedad, peor para la de Estados Unidos que ha sido hasta el momento pionera de la libertad y defensora de la vida. Pero la tendencia es siniestra.

Thursday, December 13, 2012

¿SON PROGRESISTAS LOS DEMÓCRATAS?


A los que pertenecen al partido demócrata de los Estados Unidos y sus simpatizantes se les ha dado por llamar aquí “progresistas” o “liberales”, en un esfuerzo no muy feliz por definir su posición política radical.
Para quien no esté debidamente informado, ese membrete podría inducir a la falsa idea creencia de  que un demócrata (o simpatizante) es alguien que quiere cambiar la sociedad para mejorarla, para elevar el nivel de vida de los débiles en un ambiente de libertad.
Pero los hechos demuestran que el partido demócrata, sobre todo el que hoy gobierna al país con Barack Hussein Obama, es en ese sentido todo menos progresista y liberal. En sus primeros cuatro años este gobierno ha generado un proceso de regresión y constricción de las libertades, que solo se acenturá en el segundo mandato.
En lugar de avanzar y progresar en las relaciones étnicas, como se suponía ocurriría al elegirse al primer presidente negro (mulato), el racismo está en su peor recrudecencia. Obama lo ha instigado desde la Casa Blanca, como cuando atacó injustamente al policía que arrestó a un catedrático universitario, ciñéndose a la ley.
Aunque luego se excusó e invitó a los dos actores del incidente a beber un vaso de cerveza en los jardines de la Casa Blanca, el daño quedó hecho. La población negra que lo apoya ciegamente, vio confirmada con Obama que los blancos siguen persiguiendo y hostigando a los negros, como en los tiempos de la esclavitud.
Más tarde, en la Florida, un latino se defendió de un negro atacante y lo mató de un balazo en defensa propia. La radio y a TV, incondicionales a Obama, divulgaron que el victimario era un blanco. Salió Obama a los micrófonos a denunciar la agresión racista y a decir que a la víctima la veía con ternura, como a su propio hijo varón que nunca tuvo. (La víctima estaba prontuariada).
De nuevo y como en otros casos similares, el daño moral se acentuó y atizó el odio hacia los blancos. No solo los negros, sino demos no negros afirman a diario que toda crítica a Obama tiene un móvil racista. El mismo argumento se esgrime contra quienes objetan la posible nominación de Rice, embajadora negra ante la ONU, para suceder a Hillary Clinton.
El hecho de que haya mentido sobre la bochornosa negligencia del régimen en la masacre de Bengazhi, Libia, cuando murieron el embajador y tres funcionarios por inacción del Pentágono y el Departamento de Estado, no tienen validez. Los republicanos la ataca, dicen, porque es negra, aunque su récord demuestre que también fue negligente en el manejo diplomático frente a dictaduras del África.
Los demos se auto consideran campeones de la causa negra, cuando la historia revela lo contrario. La Guerra Civil, que cegó la vida de 600.000 ciudadanos, se desencadenó porque los demócratas preferían ir a la secesión antes que ceder el derecho de posesión sobre los negros, que eran la base de su extraordinaria riqueza en las plantaciones del Sur.
Se precisó del liderazgo de un Lincoln para conducir la guerra hasta la victoria, consistente en la preservación de la Unión y la abolición de la esclavitud. Luchó no solo contra lo rebeldes esclavistas y secesionistras, sino contra los abolicionistas que buscaban la eliminación violenta e inmediata de la esclavitud, lo que habría impedido lograr los dos objetivos finalmente alcanzado en 1864.
Los demócratas de hoy se mofan de los republicanos de hoy diciendo que con ellos, Lincoln no habría conseguido la abolición. Se refieren a la magnífica película Lincoln que se exhibe en estos días, del liberal Spielberg y en la que con honestidad histórica revive los esfuerzos del líder por persuadir a los demócratas (no a los republicanos) el apoyo para ratificar en el Congreso la Proclamación de Manumisiónde los Esclavos.
El asesinato de Lincoln dejó trunca su tarea para consolidar la reconciliación de la nación dividida. Los radicales anti esclavistas anti demócratas se negaron a cooperar en la reconstrucción, en el auxilio para hallazgo de cadáveres y heridos del frente derrotado y se valieron de recursos abusivos para explotar y humillar a los vencidos.
El sentimiento anti yanqui con los regímenes de Andrew Jackson y Ulysses S Grant perduró. Los demócratas inclusive crearon organizaciones extremas como el KuKluxKlan para hacerse justicia por sus manos en contra de los negros, a los que lincharon y colgaron de los árboles como escarmiento. Fueron ellos, los demócratas, los que propugnaron que se elimine el derecho de los civiles a portar armas. Pero no por los principios que alegan hoy, sino para impedir que los negros se armen.
El legislador que más tiempo ha permanecido en el Congreso fue Robert Byrd: representante de 1953 a 1959 y senador desde 1959 al 2010. Desde 1940 fue un ardiente miembro y promotor del KKK y en 1964, cuando los demos comenzaban a cambiar su actitud frente a los negros, boicoteó (pirateó según la jerga legislativa) el proyecto de Acta de los Derechos Civiles que finalmente fue aprobada con apoyo republicano y convertida en ley en 1968 por el demócrata Lyndon B Johnson.
Con a esa Acta los negros comenzaron a gozar de plenos derechos para votar y utilizar servicios que les eran negados y discriminados por los más tarde llamados progresistas y liberales demócratas. Una centuria había de transcurrir desde la Guerra Civil para que los negros sean considerados por los demócratas, tan humanos como los demás.
Pero ese sentimiento racista no se ha extinguido del todo. Los siguen considerando seres de segunda clase, a los que hay que ayudar no con las mismas oportunidades que se abren o deben abrir para todos, sino con trato preferencial. Es la esencia de la Affirmative Action, que obliga a las universidades a admitir de modo ogligatorio una cuota de estudiantes negros, aún con estándares de ingreso bajos. 
Con ello se ha conseguido aislar a los negros en los centros educativos y degradar la calidad de la educación académica. El sentimiento proteccionista y culposo se manifiesta también en el otorgamiento de dádivas del Estado mediante subisidios de food stamps, pago indefinido por desempleo, cargas infantiles en madres solteras.
Hay negros brillantes que ha sobresalido en política, el deporte, la ciencia. No son bien vistos por los demoliberales, que prefieren tenerlos como dependientes del gobierno y con ello con sus votos asegurados. El extremo se da si alguna celebridad negra es republicana, se la considera traidora de la etnia (“Uncle Tom”) y se la abruma de agravios.
Jefferson, Monroe y otros líderes esclavistas creían sinceramente que el negro era inferior, como en el fondo lo creían hasta última hora gobernantes como LBJ e incluso Bill Clinton (“Obama no sirve ni para pasarnos un café”, dijo en la campaña en que Obama y su cónyuge Hillary se disputaban la nominación demócrata). Para ellos, la solución final  en el siglo XVIII al problema negro fue reexportarlos a Liberia, como así se hizo sin éxito total.
Otra solución era detener el crecimiento de la población negra. Se crearon instituciones como Planned Parenthood para impedir que los negros se reproduzcan, con el uso de anticonceptivos y promoción del aborto gratuito. Esta entidad es ahora próspera, cuenta con el respaldo total de Obama y los demos y se extiende a toda la población. Desde que el aborto es legal en 1973, más de 57 millones de niños, una tercera parte  negros, han sido sacrificados con el visto bueno de negros y demos.
Los demócratas juzgan que apoyar, como lo hacen, al aborto es un signo de progreso. Pero el ritmo de crecimiento de la población de los Estados Unidos,por el aborto y los anticonceptivos, es de los más bajos en los países industrializados, 0.9% anual, muy por debajo del 2.3% mínimo para mantener la armonía entre muertes y vidas nuevas.
También los demócratas quieren aparecer defensoras de las mujeres. No lo fueron por decenios y la aprobación del voto a la mujer en 1916 se logró a pesar de ellos. Ahora dicen apoyarlas con el derecho al libre aborto y al matrimonio gay, factores que han influído también para el aumento del número de madres solteras que han perdido atractivo ante el macho desde la revolución del libre sexo de los años de1960.
Aborto, homosexualismo y anticonceptivos son todos elementos de muerte al bloquear la más noble y natural inclinación de la humanidad: la unión perdurable de un hombre con una mujer para procrear, educar hijos y consolidar la familia como núcelo esencial de la comunidad. La prédica liberal contraria podría generar placeres efímeros, quizás, pero está destrzando a la sociedad.
Los propulsores de esa destrucción de valores son una minoría. Pero han captado los mecanismos de educación, comunicación y persuasión de tal manera que la mayoría que piensa de otro modo está silenciosa. Con cinismo típico de los demócratas, Robert Kennedy Jr acaba de admitir que la nación está dividida, pero la culpa la echa a los medios radicales de “derecha” que según él, “son mayoría”.
Los más grandes rotativos (The NYTimes, Washington Post, Los Angeles Times), las principales revistas, las grandes cadenas de TV (NBC, CBS, CNN, ABC) están todas etregadas a la causa liberal, al igual que en la academia. En TV la excepción es FOX, que curiosamente es la de mayor sintonía. En la radio todo intento liberal ha fracasado y es campo, ese si, de dominio absoluto de la derecha.
Las políticas “progresistas” y “liberales” de Obama y los demócratas están generando retroceso y recesión, no solo en lo económico sino en lo ético y moral. Hay desazón, pérdida de fé, desunión y envidia. Harry Belafonte, un cantante negro inmigrante de mucho éxito, pide a Obama que encarcele a la oposición como si si se tratase de un dictador.
Los demos no quieren el diálogo ni la armonía. Su obsesión es el control absoluto del poder y de sus ideas. Belafonte ama a Hugo Chávez, Obama se estrechó con él, el actor demo Penn pide orar por el dictador. Intentar romper el esquema de los fundadores del USA, como lo tiene prometido Obama y caer en dictadura no es progreso: es regresión, es, aún más, una traición. 



Tuesday, December 11, 2012

UNA CULTURA DE ENVIDIA Y ODIO


La gente votó mayoritariamente por Barack Hussein Obama en el 2008 para presidente de los Estados Unidos, en gran medida por su condición étnica. En el subconsciente, esa mayoría, al elegirlo a él, como que quería dejar atrás el sentimiento de culpa por el pasado esclavista  de este país.
Por ello no solo los demócratas e independientes “liberales” no negros votaron por él. Hubo republicanos que también lo hicieron, no solo por insatisfacción del candidato John McCain sino por el atractivo de contribuir, con Obama, a enterrar la memoria de ignominia del tráfico de esclavos.
Pero con el primer presidente negro (en realidad mulato), lo que esta nación ha conseguido es precisamente lo contrario: un agudizamiento del racismo promovido desde la Casa Blanca, junto con un exacerbamiento de  la envidia y odio de clases.
La población se percató de la frustración y en las elecciones de medio tiempo del 2010 expresó nítidamene su rechazo al gobernante. La oposición republicana recuperó la mayoría en la Cámara de Representantes, logró más senadores y conquistó más de la mitad de las 50 gobernaciones, clave en un sistema federal.
Con este antecedente se esperaba bloquear la reelección de Obama en noviembre pasado. Para sorpresa de muchos, no fue así, ya que el republicano Mitt Romney fue derrotada con el 51% de los votos. Esa realidad se la aceptó de inmediato, pero surgen dudas que probablementre nunca se esclarezcan.
Según encuestas posteriores a la reelección, la popularidad de Obama sigue baja, con menos del 49% y el Obamacare, su máxima conquista, es rechazado por el 54% de la población. Con estos indicadores (y otros de igual significdo) desconciertan los resultados electorales. ¿Acaso la mafia de Chicago que lo promueve, promovió también el fraude?
En muchos recintos de Florida, Ohio y otros lugares donde se investigó, se comprobó que el número de votos donde ganó Obama era del 140% con respecto a los inscritos. En otros muchos recintos las ganancias de Obama eran totales, sin siquiera un voto por Romney o nulo, lo que resulta inverosímil. El coronel Allan West, negro, del sur de la Florida y candidato republicano al Senado federal, quiso iniciar una investigación por fraude pero el GOP le negó respaldo.
Por cierto, cualquier acción revisionista es tardía y el hecho es que Obama seguirá en la Casa Blanca por cuatro años más, empeñado en continuar su misión de transformar el modelo capitalista democrático de los Estados Unidos, en algo similar al colectivismo marxista o al socialismo europeo que han demostrado ser ruinosos para sus pueblos.
Obama no cambió en nada su modo de gobernar tras los resultados del  2010. Con la reelección más bien su posición de dureza, intemperancia y autoritarismo se han agravado, ahondano la división entre los que están con él y los que lo cuestionan. El partido republicano, con la derrota, está despedazado y Obama quiere masacrarlo.
Una de las decisiones clave que debe afrontar en estos días se relaciona con el presupuesto y la crisis fiscal. La deuda pública creció en cuatro años de su primer gobierno en 5 trillones de dólares, para saltar a 16.3 trillones de dólares y el desempleo sigue bordeando el 8% anual, cifras con las cuales jamás en el pasado un presidente en este país habría aspirado a la reelección.
El 31 de diciembre vencerá la exención tributaria dispuesta hace diez años por George W Bush, para estimular la economía afectada por los ataques del 9/11 y las guerras retaliatorias en Afganistán e Irak. Obama quiere extender la exención solo a los que tienen ingresos hasta por 250.000 dólares al año. Pero no a los “ricos” que ganen más. (En realidad, la pequeña empresa, clave en la economía naciona y la mayor creadora de empleo, está en el nivel de los 250.000).
La oposición le ha probado hasta la saciedad que ello ahondaría la crisis fiscal, por  el aumento de la deuda pública y la baja de inversiones. Que el problema susantivo es el endeudamiento y no falta de ingresos por lo que la única alternativa es reducir el gasto y no caer en una crisis tipo europeo.
La oposición ha presentado alternativas, pero Obama se niega a dialogar con el Congreso. Prefiere continuar en campaña y pedir respaldo a sus “fans” en varios pueblos y ciudades, para castigar a los ricos y hacerles pagar la cuota “justa”. Es el 2% al que constantemente se refiere en tono despectivo y que no obstante cubre el 75% del ingreso fiscal por tributos.
Desvía la conversación sobre el gasto e insinúa que la causa de la deuda es la exención tributaria a los ricos. Pero esta exención llega apenas a unos 80.000 millones de dólares, cifra ínfima frente a los 16.3 trillones de dóalares de la deuda y no serviría para financiar ni una o dos semanas de gobierno.
El propósito es atizar el odio de clases, como ya lo ha hecho con el racismo, su respaldo al aborto y la exaltación a lo gay en todas sus expresiones. Para Obama el empresario que  invierte y se impone en el mercado es un explotador al que hay que castigar con impuestos para que el gobierno redistribuya la riqueza entre los pobres. Quien piense lo contrario, es un racista.
Obama está en la elite del 2%, por la fortuna hecha con la venta de sus libros evidentemente escritos por uno de sus mentores de la izquierda radical. Siete de los diez más acaudalados senadores son demócratas. Los republicanos superan 3 a 1 a los demócratas en donaciones caitativas y sin embargo, son los demócratas los que buscan aparecer como defensores de los pobres.
El alza constante de impuestos nunca deviene en un mejoramiento de los pobres. La supuesta redistribución vía gobierno se diluye en corrupción, despilfarro e incremento de la deuda. El plan de Lyndon B Johnson de mediados de 1960 contra la pobreza ha consumido trillones de dólares fiscales y la pobreza no ha disminuído, ha aumentado.
El propio Obama obtuvo 890.000 millones de dólares para subsidios en el 2009 y el desempleo creció, las inversiones disminuyeron, la deuda llegó a 16.3 trillones de dólares. Ahora pide 50.000 millones de dólares más para subsidios y con el avance de la aplicación del Obamacare y el fin de las exenciones tributarias el 31 de diciembre, sobrevendrá una avalancha de impuestos que afectará a toda la nación, pero sobre todo a los pobres.
Casi el 50% de los pobres no paga impuesto a la renta y muchos reciben food stamps y otros subsidios sin justificación. Son los ciegos seguidores de Obama (aparte de los negros que lo siguen por prejuicio racial) y que no reflexionan sobre la prédica de “castigar a los ricos”. Si la economía no crece -y no crecerá con la doctrina Obama- las dádivas del gobierno no podrán continuar por mucho tiempo.
Tampoco los beneficios excesivos por pensiones y salarios de los empleados de gobierno (ha creado 101 empleos públicos por día), incluídos los sindicatos de profesores y de industrias nacionalizadas, como la GM. La razón es muy simple: la deuda no puede crecer ad-infinitum, porque prestamistas como China o Japón dejarán de comprar bonos incobrables.
Obama podrá continuar en su campaña de fomentar el odio a los ricos, el odio al sistema capitalista, el odio a los valores tradicionales de la religión judeo cristiana y conseguir votos. Pero no logrará evadir una realidad obvia: si los gastos continúan en ese vértigo de supear a los ingresos, el colapso de la economía será inevitable.
Quedará de por medio en el camino una sociedad desunida y rencorosa, debilitado ese factor cohesionante de la cultura judeo cristiana que se basa en la tolerancia, el respeto a la vida y por sobre todo en la libertad. Obama no quiere ni l diálogo ni compromiso, sino la imposición de su ideología que implica un gobierno autoritario y dispendioso.
No es improbable que termine por triunfar en sus propósitos, dada la división del país, lo vapuleado de la oposición y el ejército de dependientes que lo apoya. Pero no será por mucho tiempo. La historia demuestra de manera inequívoca que la concentración de poder en un gobierno y la pérdida de las libertades individuales conducen a la corrupción y la miseria. 
Sobre las ruinas que deje el obamismo, si se impone, habrá que volver a construir una nación estructurada e inspirada en los misimos principios de los que fundaron los Estados Unidos en 1776. No hay otra alternativa para la prosperidad.


Wednesday, December 5, 2012

OTRA GENIALIDAD DE CORREA


El presidente ecuatoriano Rafael Correa viajó a Mar del Plata para recibir una extraña presea relacionada con el periodismo, concedida nada menos que por una universidad plagada de “juventudes peronistas”, extraña especie política que equivaldría a decir que en el Ecuador hay “juventudes velasquistas”.
El premio le otorgan por defeder lo que ellos llaman “el derecho popular a la libre información”. ¿Que ha hecho Correa en favor de esa causa? Un permanente acoso al libre ejercicio del periodismo, el asedio a medios y periodistas renuentes, su enjuiciamiento y multas por descomunales sumas, la confiscación y control de varios diarios y emisoras.
Para agradecer y complacer a las “juventudes peronistas”, Correa les endilgó una verborrea “sabatina” de más de una hora, bajo un calor inclemente y guiándose de teleprompters cuyo uso ha imitado a Obama, el presidente demócrata de Estados Unidos con el cual comparte  mucho de  su cosmovisión socialista/fascistoide.
En su arenga Correa planteó ante un auditorio internacional la tesis, según él original, de que los medios de comunicación escritos y adiovisuales no deben continuar en manos de los empresarios privados, sino del Estado. La información, dijo, es un bien público que no debe ser manipulado por el capital y los caprichos del mercado, sino ser operada como cualquiera otra función estatal.
Comparó a la información con la administración de justicia y preguntó a su auditorio: ¿pueden imaginarse ustedes una justicia administrada por los empresarios privados? Por cierto que no, sería un absurdo, se contestó a si mismo. Pues igual consideración debe regir en torno al flujo de la información, para evitar -son sus palabras-, que distorsionen la democracia movidos por un insaciable afán de lucro.
Lanzo esta idea audaz y revolucionaria, añadió Correa, para que se la discuta y se llegue a un consenso universal sobre la necesidad de evitar el  peligro de seguir dejando en libertad a los empresarios y al mercado en el manejo del bien preciado de la información y sus consecuentes análisis y artículos de opinión.
Con seguridad Correa cree que su planteamiento es original y con fuerza suficiente para que se lo discuta y eventualmente culmine con sus recomendaciones. Puesto que él está rodeado solo de esbirros, nadie en su círculo le hará reflexionar que bloquear la libre divulgación de informaciones y opiniones  no es nuevo, pues siempre ha habido y habrá déspotas empeñados en acallar a la oposición.
El caudillo ecuatoriano, como todos los de su estirpe, parte del concepto de que el derecho a la libertad (incluída la de expresión) es una dádiva concedida graciosamente por los gobernantes. Acaso lo fue y sigue siendo en regímenes autárquicos, pero no en las democracias liberales que han sustituído a monarquías y dictaduras fascistas/socialistas.
En una democracia liberal, la libertad no nace de los gobiernos, reside en el pueblo. Cuando ese pueblo elige a gobernantes, el primer mandato que reciben es garantizar la vigencia de esa libertad, lo que no siempre ocurre por debilidad propia de la condición humana. De ahí que el mandato es transitorio y sujeto al examen de las otras fuentes de poder, la legislativa y judicial.
Los mandatarios son responsables ante su mandante, el pueblo. En todo instante deben sujetarse al escrutinio, indagación y pesquisa de sus actos por parte de quienes los eligieron. Unas veces a través de organismos de control como el Congreso. Otras, las más, a través de la constante vigilancia de los medios de comunicación.
Caudillos como Correa no tienen prerrogativa alguna para evadir al examen crítico de los periodistas, ni para ordenar que hagan lo propio otros funcionarios del Ejecutivo. La acción de los mandatarios es y debe ser de transparencia cristalina, diaria y permanente. Y si hay excesos en la presentación o análisis de las informaciones, son las leyes y no los gobernantes los que pueden regularlo y evitarlo.
El periodismo, en esencia, no hace sino reflejar lo que la gente piensa de sus gobernantes. Lo fue así en tiempos remotos, en Grecia, en Roma, en el Medievo,  en los tiempos coloniales de las Américas y sigue siéndolo en las cuatro puntos cardinales. Es ese su objetivo central y todo lo adicional en materia de entretenimiento, no es sino complementario.
El periodismo hace mucho que dejó de ser artesanal. En época de la Revolución Americana The Federalist Papers se imprimían manualmente y se difundían “a pie”, algo que también le ocurrió a Espejo con sus Primicias de la Cultura de Quito. Ahora la situación es distinta y se requiere no solo de habilidad para escribir (o perorar como Correa), sino del montaje de una industria compleja para elaborar y divulgar los mensajes.
Ello implica dinero, inversión de capital e ingenio empresarial para imponerse en el mercado. Capital, mercado, conceptos que aborrece Correa, “economista” que parece desconocer su significado, pero sin los cuales las sociedades actuales dejarían de funcionar. En Mar del Plata el presidente se expresó despectivamente del mercado, sugiriendo que dejaría de ser malo si es controlado por el Estado.
El mercado es la conjunción del que demanda un bien o un servicio y el que está en capacidad de ofrecerlo. Mientras mayor sea la multiplicación de los dos actores, mayor y más rica será la diversidad de la producción. Esa deseable multiplicación, que a todos beneficia, se la logra a plenitud si existe un ambiente de libertad, lo cual no es ausencia de responsabilidad, ya que esta se halla regulada por las leyes para evitar abusos y distorsiones de ese mercado.
Si un grupo empresarial ha levantado recursos para formar una empresa periodística escrita o audiovisual, es obvio que aspire a recuperar el capital y obtener lucro por sus inversiones. Es lógico y sano en un sistema democrático y capitalista. El lucro deviene de la venta de ejemplares en el caso de medios escritos, de avisos en todos ellos. No de la manipulación de la información, como mentes enfermas como la de Correa lo creen.
Una radio, TV, diario o revista logra afincarse en el mercado si el producto es atractivo y el mensaje periodístico que divulgan es confiable. Como de toda obra humana se espera, habrá fallas intencionales o no que pueden y deben rectificarse espontáneamente o con aplicación de la ley. Si esos errores persisten, el propio mercado determinará su extinción.
A Correa le exasperan las críticas. No las tolera y no desperdicia ocasión para referirse en tono ofensivo a las empresas “capitalistas” que “manipulan” la información, como acaba de hacerlo en Mar del Plata. Al igual que cualquier dictador, sugiere estatizar dichas empresas como en Cuba, la Alemania nazi, la antigua Unión Soviética, Corea del Norte o el Irán que tanto admira.
En el Ecuador hay ya como 15 medios de comunicación bajo total control del gobierno. Se supone que allí se está aplicando su receta de información popular para el buen vivir de los ecuatorianos. ¿Han prosperado esos medios? ¿Los lectores se lanzan a las calles a comprarlos? ¿Se autofinancian o sobreviven con el subsidio estatal, esto es impuestos gravados inclusive a quienes no quieren leer ni escuchar tales medios cautivos? 
En el Ecuador existen gremios de periodistas y asociaciones de propietarios de medios de comunicación. ¿Han protestado ya por esta nueva declaratoria de guerra contra la profesión y las libertades, dicha por  el caudillo esta vez ante un foro internacional?

Tuesday, December 4, 2012

¿OBAMA COMO CHÁVEZ, COMO CORREA?


En su afán obsesivo de arremeter contra los “ricos” con más impuestos, el presidente Barack Hussein Obama parece estar dispuesto a seguir tácticas propias de caudillos tercermundistas como Chávez de Venezuela o Correa del Ecuador para conseguir su objetivo.
Se ha demostrado hasta la saciedad que más gravámenes en tiempos de crisis económica como la que viven los Estados Unidos tras los cuatro primeros años de Obama, no harían sino agudizar la crisis al reducir la inversión y aumentar el desempleo y la deuda pública.
Pero Obama y sus huestes siguen impertérritos en su propósito, que ya lo proclamaron en la campaña electoral que culminó con la reelección del presidente. Obama les ha recordado a los opositores que las elecciones tienen consecuencias, que para él implica la anulación de la oposición.
En términos democráticos, a los que es tan poco adepto el actual inquilino de la Casa Blanca, su afirmación es falsa. El candidato demócrata ganó, es verdad, pero por estrecho margen y la voz de los derrotados tiene que ser respetada pues su influjo es clave para la toma de decisiones. En un sistema democrático, la facción ganadora negocia con la oposición.
Obama, como cualquiera de los líderes autoriatarios citados, no quiere negociar como lo han hecho sus predecesores de ambos partidos. Busca imponer su criterio. Eso lo demostró con el Obamacare que nacionaliza los servicios de salud y que se transformó en ley pese a la total negativa de los republicanos y de la opinión mayoritaria del país.
Igual ha ocurrido con las proformas presupuestarias de Obama. Por tres años consecutivos el Congreso las ha negado por inaplicables, inclusive con cero votos de apoyo de los demócratas. El país se ha gobernado sin la guía ni el marco regulador de un presupuesto desde que se inició el régimen en el 2009, absurdo no observado ni en Macondo.
En los comicios del mes pasado, los republicanos pudieron conservar la mayoría en la Cámara de Representantes, que es la sala donde se originan los impuestos. Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia con Mitt Romney, es quien preside la comisión de presupuesto de la Cámara y junto con sus colegas de partido han reiterado a Obama que no tolerarán más impuestos.
A raíz del ataque del 9/11 en el 2001, la economía se deterioró, más aún con las acciones militares en Aganistán e Irak. Para superar los escollos, el entonces presidente George W Bush, republicano, persuadió al Congreso para que se decrete una suspensión del pago de impuestos a todos los contribuyentes, sin discriminación de ingresos.
Los resultados positivos fueron inmediatos y la economía, lejos de entrar en receso, se expandió y creció casi al 4.7% con una tasa de desempleo que no llegaba al 6%. Los benéficos resultados convencieron a republicanos y demócratas a prorrogar el corte de impuestos años tras año, inclusive con Obama en la Casa Blanca.
El año pasado Obama admitió que no prorrogar el corte, o sea, el volver a más impuestos, era desaconsejado cuando el desempleo era de más del 9% y la deuda bordeaba los 16 trilllones de dólares. Apoyó la prórroga pero advino la campaña y su argumento favorito contra Romney, multimillonario confeso, era que esta vez había que obligarles a los “ricos” a pagar.
Surgía un obstáculo. La suspensión de aumentos de Bush era para todos. Y Obama quería y quiere aparecer solo como enemigo de los ricos, no de los “pobres” de la clase media. Planteó entonces que el Congreso elimine el corte a los ricos pero mantenga la suspensión para todos aquellos cuyos ingresos no pasen de 250.000 dólares anuales.
Los republicanos han probado que el problema fiscal no es por falta de recursos, sino por exceso de gasto y endeudamiento. Si se captara la riqueza de todos los ricos, se llegaría a unos 83.000 millones de dólares que no servirían para aceitar la maquinaria estatal ni por un par de semanas. La deuda, en cambio, aumenta y ha llegado a los 16.3 trillones de dólares, que excede con mucho a la riqueza nacional.
Si no se reduce el gasto en el área de los beneficios sociales como food stamps, subsidios sin límite al desempleo, pensiones de retiro desfinanciadas, burocracia innecesariamente abultada y con salarios más altos que en el sector pivado y si no se adoptan medidas para evitar la quiebra a corto plazo del seguro social, Medicare y Medicaid, el descalabro económico será inevitable y total.
La oposición republicana objeta la prórroga de la suspensión tributaria con discrimen para los “ricos”, no por defensa de los “ricos” como arguyen Obama y los suyos, sino porque la solución al problema está en el gasto, lo que demanda una drástica reducción y paralelamente facilitar el ahorro, la inversión y la consiguiente creación de empleo.
Castigar a los “ricos” es un castigo al sentido común, pues si se ahuyenta al capital, bajan las tributaciones y sube el desempleo. La crisis no mejora, empeora. La reflexión no es ilusoria: se la está viviendo en Europa, donde los regímenes  de bienestar social sin  respaldo  financiero han fracasado. El dinero para la pensiones y subisidios generosos no brota de milagro e imprimirlo sin respaldo, tiene un límite real.
Obama ofrece al Congreso hacer recortes del gasto a futuro, sin precisarlos, pero pide al mismo tiempo que se le autorice más gastos extraordinarios por 50.000 millones de dólares para educación e infraestructura. Al inicio de su régimen manejó un subisidio por 850.000 millones de dólares, que no hicieron sino agravar la crisis y la deuda.
Lo que propone el presidente es demostración de que no quiere negociar con el Congreso. Si no se llega a un acuerdo, como se vaticina, el 1 de enero próximo la suspensión de los impuestos no se prorrogará y ello implicaría una cascada de impuestos para todos, a los que se suman los del Obamacare, que encarece y deteriora todos los servicios de salud.
Nada difícil que Obama sorprenda con algún decreto ejecutivo para gravar a los “ricos”, con prescindencia del Congreso  y exonerar a los que ganen menos de 250.000 dólares. Aparecería como un baluarte de la clase media y justiciero con los explotadores. El frenesí del gasto y el aumento de la deuda continuarían...hasta el estallido probablemente caótico de la farsa.
En todo caso, si Obama y su ideología persisten, el sistema democrático y capitaslista de los Estados Unidos se quebrantaría. Es eso lo que quieren él y la rama radical que controla el partido demócrata. La juez de la Corte Suprema Ruth Ginsburg ya lo dijo: la Constitución de este país es obsoleta y no es recomendable que traten de imitarla países que buscan la democracia, como Egipto.
Ellos querrían una Constitución como las de Venezuela y Ecuador. Allí la clásica fragmentación del poder en tres ramas se ha desvanecido: el jefe del Ejecutivo lo controla todo. Correa todavía fue mas allá cuando dijo que esos conceptos de división son falsos: porque es el gobernante (uno como él) quien realmente preside todas las funciones del Estado.