A comienzos de este año, el tema favorito del partido demócrata para denostar al gobierno de GWBush era el “fracaso” de la intervención militar de los Estados Unidos en el Irak y la necesidad de fijar un plazo límite para el retiro de todas las tropas, prácticamente sin condiciones.
Bush consideró que ello equivaldría a capitular ante el enemigo, como ocurrió ya antes con Vietnam. Por tanto no solo que rechazó fijar plazos para la retirada sino que ordenó incrementar 30.000 hombres a las fuerzas asignadas al Irak y cambiar de tácticas al mando del general David Petraeus.
La nueva táctica, en suma, implicó una campaña de persuasión al pueblo para que identifique al enemigo y se adhiera a las fuerzas militares comandadas por los Estados Unidos, pero integradas por misiones de una veintena de países con el aval de las Naciones Unidos.
Los frutos fueron impresionantes. Los terroristas musulmanes, auspiciados por la dirigencia iraní, siria y de otros países con regímenes extremistas, iniciaron un repliegue y el apoyo que hallaban en insurgentes de las tres facciones de Irak comenzó a debilitarse y desaparecer.
El incremento de tropas y la táctica habían dado resultados. La victoria aún no es completa ya que el gobierno iraquí libremente elegido por el pueblo precisa todavía del apoyo militar y táctico de las fuerzas de Naciones Unidas para garantizar por completo la seguridad interna y externa del país. Pero la paz y armonía se han restablecido en Bagdad y otras ciudades clave y la economía prospera y expande.
El tema principal de batalla para la campaña electoral que culminará en Estados Unidos en un mes ha perdido fuerza entre los demócratas y pacifistas de variada especie. El pacifismo que abogan es el mismo de los años sesenta: capitulación, diálogo con el enemigo, cesión de posiciones, renuncia a defender el sistema de vida norteamericano basado en la libertad.
Barak Hussein Obama es el candidato presidencial demócrata y su contrincante es John McCain. El contraste, desde el punto de vista de la seguridad nacional, no admite discusión. McCain, héroe de Vietnam donde estuvo preso por casi 6 años, es un militar de ancestro y no admite otra opción que terminar la guerra contra el extremismo musulmán con la victoria. Fue él quien pugnó porque sean enviadas más tropas al Irak con ese objetivo.
Obama votó desde un comienzo contra la intervención en Irak y ha votado por la fijación de un plazo máximo de 16 meses para el retiro de las tropas, negándose también a la asignación de más fondos para la defensa sin la inclusión del plazo.
Él y su candidato a la vicepresidencia, Joe Biden, han reafirmado en la campaña que la alternativa es dialogar con enemigos como Ahjmadinejad, Hugo Chávez o líderes del terrorismo Hamas y similares, sin opción de guerra en ningún caso.
La reacción popular, expresada en las continuas encuestas, indica que McCain goza de un respaldo de 3 a 1 como potencial comandante en jefe de las fuerzas armadas para defender al país. Los estrategas de la campaña de Barak Hussein Obama estaban en un callejón sin salida si el tema Irak hubiera continuado siendo el primordial en la contienda electoral.
Brotó entonces, casi por ensalmo para ellos, el problema de la economía. Y de él se asieron como de un salvavidas y lo siguen asiendo y manipulando día a día para acortar las diferencias. Lo han hecho bien hasta el momento ya que Obama ha repuntado y lleva una delantera de 5, 6 u 8 puntos en las encuestas.
McCain no ha clarificado aún los orígenes reales de la crisis de manera tal que la ventaja se revierta en su favor y a favor de los republicanos. Si no lo hace en las siguientes horas de un modo contundente, sobre todo en el segundo debate con Obama el próximo martes en la noche, podría pensarse que para él y para su magnífica selección de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia, la perspectiva de triunfar se difuminará.
Obama insiste en sostener que la crisis bancaria y financiera es consecuencia de la política de 8 años de Bush de levantar las regulaciones y dejar que todas las actividades del área sean resueltas por las fuerzas del mercado. Es falso. Lo opuesto es exactamente lo que desencadenó la catástrofe.
El mal radica en esa actitud del partido demócrata de pretender favorecer a los desprotegidos de la sociedad con más intervención del Estado. Acaso sea por el intento de borrar la historia de su partido, que se opuso a que Lincoln terminara con la esclavitud de los negros y luego se opuso al programa de la Restauración para ayudar a gente de esa raza a integrarse a la sociedad.
Lo irónico es que la mayoría de negros en los Estados Unidos es demócrata y en las próximas elecciones votará por Obama solo porque es negro. Los demócratas, con apoyo republicano, forzaron en la época de Johnson a aprobar la ley conocida como Affirmative Action, que fija cuotas mínimas de admisión de negros y otras minorías en las universidades, so pena de perder apoyo financiero estatal.
Las universidades, cuya mayoría de dirigentes y profesores es demócrata, se vieron en el caso de admitir a miembros de las minorías sin la debida preparación para cumplir con las cuotas mínimas. Y para superar el desnivel entre éstos y los blancos que fueron admitidos con las normas usuales, optaron por bajar el nivel académico general, con tremendas consecuencias para la academia.
Pero inclusive con esa aberración, los negros no se han integrado ni en las universidades (donde formaron ghettos) ni en la sociedad, como erradamente se pretendía con las medidas. Algo parecido ha ocurrido con la banca y el sistema financiero que han colapsado y han tenido que recurrir al astronómico susidio fiscal de 700.000 millones de dólares.
Con Clinton, el gobierno decidió que los pobres tenían derecho a tener su casa propia. No puso en marcha para ello un programa con fondos públicos, como sugieren los demócratas para ampliar la cobertura de salud a todos, sino que impuso estímulos y protecciones para que la banca privada otorgue préstamos hipotecarios a todo el que lo solicite, sin los debidos respaldos.
La banca vio negocio en ello, pues las hipotecas de riesgo las vendió a una institución creada esta si con la garantía del gobierno, Fannie Mae y Freddie Mac. Los bancos y sus abogados ganaban con la transacción y la carga quedaba transferida a esa corporación, que a su vez se dedicó a comprar créditos por debajo de la tasa vigente, para inversiones y reinversiones que a su vez generaron una cadena de aseguraciones y re aseguraciones que terminaron por involucrar a todos: prestamistas, prestatarios, garantes, es decir, hay que repetirlo, todos.
Fannie Mae y Freddie Mac siempre ha estado manejado por negros demócratas que además tuvieron el “ingenio” de hacer “lobbying” ante los congresistas para que evitaran cualquier auditoría o examen sobre la marcha de sus operaciones. Bush y John McCain lo advirtieron del peligro latente, el primero a poco de posesionarse en el 2001 y el segundo en el 2005 cuando propuso una resolución para impedir que continúe el caos en el manejo hipotecario.
Los líderes demócratas Barney Frank, en el Cámara de Representantes y Chris Dodd en el Senado y otros de la misma ideología bloquearon todo examen y declararon que Freddy Mae y Freddie Mac marchaban de maravilla y que los republicanos lo único que querían era acabar con un programa para los “pobres”. Los cabilderos pagaron mucho dinero a las campañas de los congresistas, sobre todo a los demócratas.
Ex dirigentes de las dos corporaciones son ahora asesores económicos de Obama (el mayor beneficiario después de Dodd de cuantiosas donaciones). La hecatombe financiera está siendo contrarrestada con una medida de subsidio opuesta al pensamiento republicano, que hubiera preferido que sea el propio mercado el que se recupere de todas las contradicciones que se cometieron por no sujetarse a uno de sus más básicos principios: el sentido común.
¿No es de sentido común no prestar a alguien que no te garantiza el pago en un tiempo y en condiciones concertadas por las dos partes? Si prestas a un amigo o a un pariente convencido tú de que dado el bajo nivel de sus ingresos jamás recuperarás lo prestado, entonces lo que estás otorgando no es un préstamo sino una donación, un regalo.
Clinton y los demócratas tienen esa doctrina. Pretenden crear bienestar y riqueza desde el gobierno y fracasan. El “New Deal” de Franklin D Roosevelt, que reflejaba esa ideología para salir de la Depresión, no mejoró la situación en los Estados Unidos: solo aplazó y agravó la crisis. Lo que le salvó a los Estados Unidos fue la Segunda Guerra Mundial y la movilización social y popular para incrementar la producción agroindustrial para derrotar a las fuerza del Eje.
Algunos opinan que la actual crisis ha terminado con el American Dream y la noción del mercado como fuerza motora de las economías. Es todo lo contrario. La crisis demuestra que cuando hay interferencias indebidas en el mercado, sobreviene el colapso. Ahora Bush y McCain se han unido pese a sus ideologías contrarias al intervencionismo para salvar al país de la negativa interferencia de los demócratas, pero son éstos quienes pretenden lucrar políticamente de esta situación.
Si McCain no explica con énfasis la realidad de lo ocurrido, Obama continuará ganando puntos en ruta hacia la victoria. Si tal ocurre, por primera vez accedería a la Casa Blanca un candidato que no cree ni siente que Estados Unidos sea la sociedad ideal, ni que sus sacrificios por defenderla en dos guerras mundiales y en la actual contra el terrorismo, tengan sentido.
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