Son tantos los deslices del presidente ecuatoriano Rafael Correa, ya en el poder por más de un año y medio, que si así continúa así hasta su relevo a lo menos que podría aspirar en su retiro es a armar algún programa de radio bufonesco.
En su último “show” radial del sábado, amenazó a la Unión Europea con no continuar las negociaciones comerciales y de otro tipo, si sus países miembros no revocan una ley que aprobaron días atrás para regular conjuntamente la permanencia ilegal de inmigrantes en esa región,
Previamente, Correa anunció que liderará una cruzada para movilizar a toda América Latina contra los europeos, por pretender aplicar ley tan inhumana y tan feroz, que incluye el apresamiento en recintos especiales a los indocumentados hasta por 18 meses, previa a su deportación si su situación jurídica no cambia.
La actitud lacrimosa del mandatario ecuatoriano puede conmover a algunos, pero lo que ocurre es que la Unión Europea se ha cansado de tolerar a tanto inmigrante, no solo de América Latina y África sino de otras regiones, que insiste en residir clandestinamente en territorios de la Unión.
Al mandatario ecuatoriano le irrita que en otras naciones los gobernantes se preocupen por respetar y hacer respetar las leyes. En el Ecuador, él ha dado muestras repetidamente de lo contrario y tanto que para evitar reclamos o sanciones eliminó la división de poderes del Estado con su clásico chequeo y balance entre sí para evitar excesos.
En Europa, como en Estados Unidos, es falso que la xenofobia haya impulsado crear la ley de prohibición y castigo a los inmigrantes. Lo que se rechaza y se repudia es el ingreso impune de extranjeros que no se sujetan a las normas y regulaciones de ingreso. Quienes se han sujetado a la ley son hoy inmigrantes legales y gozan de derechos como los europeos de nacimiento.
Lo que puede variar entre Europa y la UE sobre el tema es cómo solucionar el problema ya preexistente de la presencia de indocumentados. En USA el presidente GWBush quiso modificar la ley para conceder a los ilegales un plazo razonable para convertirse en ciudadanos y un trámite pragmático para otorgar visas de trabajo temporales a quienes deseen ingresar por tiempo limitado para tareas estaciónales.
Ni en Europa ni en los Estados Unidos se desconoce el valor del flujo migratorio en las dos vías para el fortalecimiento de las economías y culturas. Pero en los últimos años, por negligencia y debilidad en aplicar las reglas, la inmigración ilegal se ha multiplicado a niveles intolerables, lo que ha forzado a revisar esta situación anómala.
La UE lo ha resuelto ya con la ley que indigna a Correa. En los Estados Unidos el asunto se aplazó y deberá ser resuelto por el nuevo gobierno aposesionarse el 20 de enero del 2009. La propuesta Bush, que es compartida por el candidato republicano John McCain, luce como la opción más humana y objetiva.
Como si hubiese previsto que la UE estaba próxima a adoptar resolución tan severa para terminar con el problema de los ilegales, Correa ordenó que se elimine de la legislación ecuatoriana la exigencia de antecedentes penales previa a la concesión de visas de turismo. En adelante cualquier ciudadano de cualquier país que alegue visitar al Ecuador como turista recibirá una visa sin más trámite por 90 días, no se sabe si prorrogable por igual lapso.
El régimen dice que el deseo es fomentar el turismo. Pero el resultado será la creación de un santuario para los delincuentes, incluidos los terroristas y narcotraficantes, o la combinación de las dos “profesiones” que tanto Correa como la Asamblea Constituyente se niegan a calificar como criminales.
Con anterioridad, los narcoterroristas cruzaban la frontera con cierto disimulo. Ahora lo harán con desparpajo y ya con visas legales de turismo. Se dice que en Venezuela pululan árabes e iraníes terroristas. Con la “revolucionaria” reforma de Correa, esos “turistas” comenzarán también a infestar campos y ciudades en el Ecuador.
Correa, frente a la ley inmigratoria de la UE, debió más bien emprender en una gran cruzada para unir esfuerzos regionales para mejorar las condiciones de vida en la zona, para ASÍ desalentar a sus ciudadanos a aventurarse a ir a otras tierras y culturas hallar empleo y un medio más humano.
Lo que están haciendo quienes más protestan contra Estados Unidos y la UE por sus políticas de inmigración (Correa, Chávez, Morales, Ortega, Castro), es lo opuesto a ese objetivo. Con sus regímenes cada vez más concentradores del poder, han frenado el crecimiento por la falta de inversión interna y externa al tiempo de asfixiar las libertades y el derecho a la protesta.
La decisión de emigrar, en la mayoría de casos y especialmente para la gente más modesta, tiene connotaciones de hondo traumatismo. Si el destino es otro que el de España, tienen la barrera del idioma y el discrimen que ello genera en y, en todos los casos, la confrontación con culturas diferentes y un largo lapso de soledad.
Pero lo hacen porque la situación en sus países de origen se ha hecho, para ellos, insostenible. Y seguirán emigrando porque la recuperación de los estragos de los actuales autócratas demandará años para superarlos, si no se perpetúan como en Cuba. Más si insisten en ingresar ilegalmente ahora saben con certeza que serán apresados y en último término deportados si son sorprendidos sin papeles.
La amenaza de Correa en este teman no tendrá eco. Como no han tenido eco otras de sus bravatas bufonescas como el intentar lograr respaldo en la América Latina y en Europa contra del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, por el asalto y destrucción del campamento de narcoterroristas y la divulgación sobre todo de los documentos allí encontrados que prueban su vinculación y la de Chávez con las FARC.
En este tema, Correa vuelve a arremeter contra Uribe en su show radial al decir que el ecuatoriano muerto en el campamento de Angostura fue por culatazos y que otros tres fueron ajusticiados con tiros en la nuca. En la guerra “asimétrica” contra el terrorismo, esos métodos de muerte reprobable parecen válidos para Correa si los perpetran los “luchadores por la libertad” como califica o calificaba a los terroristas, pues nunca los ha condenado. Si lo hacen los militares en un acto militar de guerra (y el gobierno colombiano lo ha negado) entonces la condena sale a flote.
También vuelve con el sonsonete de que Colombia impulsa a los terroristas a refugiarse en el Ecuador, en una estrategia para involucrar a este país en la lucha contra el terrorismo internacional. Aparte de ser falso, hay que entender que ningún gobernante necesita de otro estímulo que la detección de acciones guerrilleras en su territorio para combatirlas.
Correa sabía de la presencia de terroristas en Angostura y los toleró. Autorizó la reunión de la conferencia de las FARC en Quito, auspiciada por Chávez, luego de la cual varios delegados viajaron al campamento para dialogar con el jefe Raúl Reyes. Varios murieron, otros fueron curados en Quito y luego obtuvieron el salvoconducto para ir a Nicaragua, en lugar ir a la prisión.
La situación ha variado tras la revelación de las computadoras y el cambio también de Chávez. Ahora los militares ecuatorianos descubren y destruyen casi a diario campamentos de narcoterroristas colombianos en varias zonas cercanas a la frontera. En un último operativo, apresaron por fin a un ecuatoriano y dos colombianos y capturaron documentos. En una incursión anterior el campamento estaba vacío pero hallaron dos computadoras portátiles. Nadie ha averiguado dónde están ni qué contienen.
Correa habla de una “estrategia del yunque” ideada por Uribe para forzar al Ecuador a aliarse en el combate antiterrorista. El narcoterrorismo no es problema del Ecuador sino de Colombia, dice hasta el cansancio. Pero los hechos no de ahora sino de hace mucho tiempo demuestran lo contrario: el Ecuador es por igual víctima del narcoterrorismo y de sus consecuencias laterales de lavado de narcodólares y la contaminación de drogas a la juventud.
Pero para Correa el tráfico de drogas no es problema si la cantidad que se transporta y negocia no es mayor (no se especifican cifras). Por ello ordenó que se liberen a los apresados por esos delitos y que de la ley se borre este delito. La ley, para él, en esta línea como tantas otras, es detalle insignificante.
El cúmulo de errores de Correa hace vislumbrar a varios analistas la posibilidad de que el No triunfe en el referendo de septiembre próximo. Éste teóricamente se limitará a aprobar o no la nueva Constitución. Pero en realidad el tema central será rechazar o no a Correa.
Algún articulista se aventura a decir que Correa, consciente de que el No podrá imponerse, ha iniciado una estrategia para desligarse de “su” Asamblea y decir que sus frutos no son los que él y “su” pueblo esperaba. Y ha comenzado a distanciarse del presidente del organismo, Alberto Acosta, azuzándolo para que queme etapas y concluya como quiera la Constitución nueva.
No importa cómo termine ese documento. Es un adefesio de fondo y forma y la convocatoria misma a la Asamblea y peor en Montecristi, fue una equivocación monumental. En la convocatoria de septiembre el pueblo tendrá que salir a las urnas para decirle NO al autor de tanto descalabro. En Venezuela, Argentina, Nicaragua y Bolivia, el pueblo se está rebelando contra los autócratas. ¿Por qué no en el Ecuador?
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