El presidente colombiano Álvaro Uribe, con su demoledor ataque al campamento de Angostura asentado en territorio ecuatoriano, asestó un golpe mortal no solo a Raúl Reyes y a la veintena de sus secuaces que allí lo acompañaban, sino a la tesis de que es preferible dialogar y transar con el terrorismo que derrotarlo por las armas.
La acción militar se complementó, por supuesto, con el hallazgo de documentos de varias computadoras portátiles en poder de los terroristas, que prueban de modo inequívoco que las FARC recibían protección y respaldo de varios jefes de gobierno, sobre todo del presidente venezolano Hugo Chávez.
En la danza de apoyo a los “revolucionarios” de las FARC, que pretendían y aún pretenden ampliar su influjo a varios países de Latinoamérica figuran también, según los documentos, Rafael Correa, Evo Morales e incluso Daniel Ortega, de Nicaragua.
La sola muerte de Reyes fue fatal para las FARC. El impacto se agravó con el fallecimiento de Manuel Marulanda Tiro Fijo, líder principal del movimiento. Hay presunciones, aún sin confirmarse, de que Marulanda murió por los bombardeos de los militares colombianos y no por un paro cardíaco como han divulgado sus seguidores.
En todo caso, hay evidencias de que los terroristas de las FARC, que con los del movimiento menor ELN han perturbado la paz en Colombia por casi media centuria, está siendo doblegada por Uribe, llegado al poder por el voto popular y que mantiene un respaldo del 80% del pueblo debido a sus gestiones vigorosas y eficientes para enfrentar y derrotar al enemigo.
Las deserciones terroristas aumentan, al tiempo que se debilita su acción de intimidación, muerte, corrupción y secuestros. Nadie desestima que lo que resta de las FARC es aún temible e impredecible, pues se espera lo mismo que cabe esperarse de una bestia feroz, malherida y muy próxima a morir.
Antes de Uribe, mandatarios como Pastrana y Samper cedieron y optaron por dialogar y delegar soberanía territorial y poder a los terroristas. Se llegó al extremo de asignarles un territorio libre de la extensión de Suiza, para que allí aplicaran su propia ley. A cambio se iniciaron diálogos que no condujeron a la paz, sino al robustecimiento y chantaje del terrorismo.
Uribe resolvió dar por terminado ese juego inútil de cesión de autoridad para enfrentar al terrorismo todo el peso de la fuerza pública, convencido de que ese es el único lenguaje que entienden. La paz, parecía que lo advirtiera, se negocia con el enemigo solo tras derrotarlo.
Es lo que está registrándose tras la operación Angostura. Chávez, una vez delatado por las computadoras, se ha replegado y cambiado de discurso. Ahora es contrario a la revolucionaria armada y dice que ese es un recurso ya no aplicable en la época actual. Exhortó a sus protegidos de las FARC a liberar a los 700 u 800 rehenes que aún tienen en prisión, a cambio de nada. En suma, el Chávez revolucionario y bolivariano, exaltador de Reyes y Marulanda, ahora les pide entregar las armas y reincorporarse a la vida civil.
¿Qué ha ocurrido? Nada espectacular, nada fuera del sentido común. Solo que los terroristas, que buscan sustituir al sistema democrático mediante la violencia y en asociación con el narcotráfico, han sido superados militarmente por las fuerzas del orden y ahora al parecer están en vías de extinción.
Rafael Correa, un repetidor de Chávez, también casi en los mismos términos se ha expresado por la necesidad de que las FARC dejen las armas y se disuelvan. Y ha anunciado que, en adelante, cualquier terrorista colombiano que cruce las fronteras al Ecuador será reprimido por la fuerza militar ecuatoriana.
Actitud muy distinta a la que tuvo con Reyes y su asentamiento en territorio ecuatoriano, de cuya existencia él y los militares ecuatorianos tenían sin duda conocimiento. Su ministro de Seguridad, Rafael Larrea, tuvo varios contactos con Reyes allí para adelantar negociaciones con las FARC para la liberación de rehenes clave para la propaganda terrorista.
Todo eso se frustró con el ataque a Angostura y las computadoras. El tono de matón de barrio de Correa contra Uribe se ha esfumado e igual su retórica de que el problema de las FARC no tiene una solución militar. Solo le faltaría pedir disculpas a Uribe y prometerle que se unirá a sus esfuerzos de lucha contra el narcoterrorismo internacional, cooperando con información de inteligencia y aporte militar.
Lo que ha sucedido en Colombia no es nuevo en la historia de la violencia. Con el surgimiento del poderío nazi hubo quienes pensaban igual: con Hitler había que dialogar y ceder (cederle Checoeslovaquia, por ejemplo). Así se hizo con el británico Chamberlain en Munich y a su retorno a Londres fue vitoreado por lo mucho que había hecho para sellar la paz europea.
Las consecuencias no tardaron y para doblegar a Hitler fue necesaria una Segunda Guerra Mundial con millones y millones de muertos y destrucción. Algo similar siguió a la victoria aliada con el auge y expansión de la URSS y su deseo de imponer su estilo de gobierno fascista. Cuando se quiso frenar esa expansión en la península coreana, primeramente y más tarde en Vietnam, hubo protestas de gente que se oponía y abogaba por la opción del diálogo pacifista.
El presidente John F Kennedy, dentro de esa línea, fue débil frente a Jrushov. Prefirió dar marcha atrás en el acuerdo para derrocar a Fidel Castro y de ese modo afianzó su estabilidad en el poder a 50 millas de la Florida. Fidel aún sobrevive y domina en Cuba, el país más empobrecido de América Latina junto a Haití, pese a haber tenido en la región uno de los índices de vida más altos antes de la “revolución”. Jrushov, envalentonado con la debilidad de Kennedy se decidió a instalar bases de cohetería nuclear en la isla, para así amedrentar aún más “imperio”. USA finalmente reaccionó y las bases fueron desmanteladas, pero a costa de una nueva cesión: el retiro de bases de contención en varias partes del globo clave y el juramento de no tocar a Fidel.
La expansión comunista se acrecentó en Europa, África, Asia, América Latina. Toda maniobra para oponerse a ese designio era interpretado por los “pacifistas” alineados con Moscú como una táctica imperial, militarista e intervencionista. Fue menester la llegada de un líder de firmes convicciones morales y políticas para detener de una vez el avance rojo: Ronald Reagan.
Sin vacilaciones, respondió al desafío y frente a las instalaciones de cohetería soviética en las fronteras con Europa Occidental puso las baterías made in USA. Paralelamente, volcó el esfuerzo nacional para modernizar y rearmar a las fuerzas armadas, desoyendo la cantinela de timoratos y los pacifistas. A poco tiempo, fue el imperio comunista, no el supuesto “imperio” capitalista, el que capituló y sobrevino la caída del Muro de Berlín.
El peligro rojo ha tomado otras formas con el terrorismo de los grupos árabes extremistas. Como en tiempos de la URSS, el principal objetivo es desarticular al “imperio” yanqui y su sistema de vida basado en la democracia, la tolerancia y la libertad. Ese terrorismo ha perpetrado atentados en el interior de Estados Unidos y también en Europa, Asia, África y América Latina.
Ese terrorismo, con el denominador común del odio a USA y la cultura occidental tiene seguidores y adeptos en varias regiones del mundo, que se alían abierta o encubiertamente entre sí. Entre ellos figuran Hugo Chávez y Rafael Correa. Repudian todo lo que sea “yanqui” e intercambian embajadas con Irán. Juzgan que GWBush y su cruzada contra el terrorismo son actos genocidas y exaltan a Ahmadinejad y a cualquier otro líder que hable mal de los Estados Unidos. El icono, ni qué decirlo, es en Latinoamérica Fidel Castro.
Pero en el Irak y Afganistán los Estados Unidos y las fuerzas aliadas, bajo el mandato de Naciones Unidas, están derrotando al terrorismo de Al Qaeda que respaldan Irán y Siria y está cercano el día en que sea finalmente derrotado. Más tarde se hablará de condiciones para la paz, en proceso similar al que se está viviendo en Colombia.
Ante las evidencias, Chávez y Correa titubean acerca de cómo evitar un colapso no solo en lo internacional sino en el ambiente interno. Chávez ha dado traspiés y ha promulgado y cancelado leyes represivas absurdas. Correa, por su parte, quiere ahora por ejemplo que las compañías petroleras no se vayan, prorroga plazos y según parece ya no repite que si se quieren ir, pues “que les vaya bonito”. Seis petroleras le han planteado juicio en cortes internacionales por sus reformas unilaterales a contratos de producción.
La Constitución que va a aprobar “su” Constituyente es un paso hacia atrás en la historia y desafía al sentido común. Lo único que cabe es votar por el NO en el próximo plebiscito de septiembre. Parecería que el NO triunfará con abrumadora mayoría. Pero hay que persuadir a la gente para que lo haga y no se perfila aún una campaña de persuasión efectiva.
No hay indicios, solo voces aisladas, de que se esté forjando un movimiento en tal sentido. En contraste, el diario El Universo informa que Correa despliega una intensa campaña por el SI, aplicando estrategias chavistas y fidelistas y con los vastos fondos fiscales a su alcance, que nadie controla ni revisa.
Si la situación no se altera en pro de un NO masivo, es probable que Correa se anote una nueva victoria electoral, la sexta. Con ello, él podría sentirse y con razón con renovadas fuerzas por continuar aplicando su estilo autoritario de gobierno sin obstáculos que está precipitando al país hacia una cloaca.
La inflación llegará a los 2 dígitos, quizás al 15% en los próximos meses (en Venezuela está casi en el 30%). Y aunque lleguen magos de Argentina para cambiar las estadísticas, los precios seguirán en alza. Hay que aspirar a que la popularidad de Correa siga a la baja, aunque se castigue con prisión a las encuestadoras como Informe Confidencial, ya amenazada, que así lo refleja.
Si la oposición no se organiza, si no se estructura una campaña técnicamente ideada para contrarrestar la que ya ha emprendido Correa por el SI, el castigo a la indiferencia será muy rudo. Y si por algún milagro termina por imponerse el NO, acaso ello podría atribuirse más bien al cúmulo aplastante de los errores del mismísimo Correa, que no a conquistas de una invisible oposición.
4 comments:
USTED SEÑOR DEBERIA DEJAR DE AUTONOMBRARSE ECUATORIANO, QUIEN DEFIENDE DE UNA MANERA TAN ABERRANTE UNA INCURSION ARMADA SOBRE TERRITORIO ECUATORIANO ES UN TRAIDOR, NO MERECE EL HONROSO TITULO DE PERIODISTA Y MUCHISIMO MENOS EL DE ECUATORIANO, ESCRIBA COMO LO QUE ES.
SI DE SEGURO EL "ILUSTRE PERIODISTA ECUATORIANO" APROBARA COMENTARIOS EN SU CONTRA, ESPERO QUE AL MENOS DEJE DE LLAMARSE ECUATORIANO Y DEFIENDA A URIBE COMO LO QUE ES SU AMIGO NARCOTERRORISTA.
Su artículo “Pacifistas vs Terroristas” es un análisis objetivo y contundente. Los criterios de los 2 comentaristas anónimos que me anteceden reflejan la nueva realidad de nuestro país: la intolerancia, el maniqueísmo y la grosería. Como usted ve, Sr. Jervis, para ser ecuatoriano hay que estar de acuerdo con Correa. Si usted tiene la audacia de estar en desacuerdo, usted es antiecuatoriano y traidor. La Patria ya es de todos (por supuesto, de todos los que están de acuerdo con Correa). Siga, Sr. Jervis, valientemente escribiendo lo que usted piensa, guiando e interpretando los sentimientos de quienes amamos a nuestro país y creemos en la libertad.
Su artículo refleja el pensamiento de muchísimos ciudadanos ecuatorianos amantes de la libertad que rechazamos cualquier forma de dictadura, abierta o encubierta, como la que sufre ahora nuestro país, y que somos lo suficientemente independientes y pensantes para no permitir que con la palabrería barata nos traten de vender un falso patriotismo, que no es sino un simple engaño para alinearnos con los designios de Chávez y las FARC.
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