Quienes no escatimaban elogios para el candidato presidencial Rafael Correa ni se contenían en demonizar a su rival Álvaro Noboa, comienzan ahora a preguntarse si el ahora presidente quizás no esté dando síntomas dictatoriales de preocupación.
Muchos de los panegiristas son columnistas de diarios importantes. Alguno de ellos, como Francisco Carrión, fue canciller y ha debutado como articulista en El Comercio. Hay otros conocidos como Grace Jaramillo, Rodrigo Fierro y más.
Están inquietos con el líder de su preferencia y le aconsejan, le ruegan, “que no sea malito” (según el ecuatorianismo), que no asuste y se comporte bien.
En algunos casos mencionan excesos en su conducta, tanto verbal como de acciones. Pero en general se refieren a su imparable egocentrismo, a su megalomanía que le ha llevado a romper ya 55 veces la Constitución, según un último recuento del ex presidente León Febres Cordero.
Sus fervientes pero hoy preocupados partidarios le sugieren que administre con mesura el enorme respaldo popular obtenido al ganar con el 82% de los votos su pedido de convocatoria a una asamblea constituyente, que ya está decidido se realizará en Montecristi, Manabí, en septiembre venidero.
Le reclaman también que no atropelle con garrote y verbo a quienes disienten con él, que tolere la discrepancia y trate de gobernar con la unión, no la desunión. Es actitud tardía e ingenua, es como pedir peras al olmo. O como pedir que Correa, por el solo pedido de tan reflexivos partidarios, deje de ser Correa de la noche a la mañana.
Si el coro de suplicantes tenía esperanzas de que cambie el gobernante, con seguridad se evaporaron del todo con las diatribas lanzadas por Correa hoy en su habitual catarata verbal de los sábados. Evidentemente nada ni nadie le hará cambiar, ni sus partidarios que terminarán arrepentidos, ni la Unidad Europea, ni la OEA ni peor, por cierto, los Estados Unidos.
Ha vuelto a arremeter contra la banca y el periodismo. A la banca le repite que hará “morder el polvo” como al Banco del Pichincha si no baja los intereses a su capricho. Economista con grado doctoral, se burla del mercado en ésta y otras instancias y quiere tasas y precios fijos para todo, fijados por él.
La banca, sin alternativa, tendrá probablemente que no excederse de un cierto límite de tasas. Pero a costa de la supresión de los créditos que de otro modo no podrá conceder. El perjudicado no será el rico, sino el menos rico.
Paralelamente dijo que insistirá en el juicio contra el Pichincha por haberlo incluido en una lista de morosos por una deuda de 136.98 dólares contra su tarjeta de crédito, que nunca la utilizó, dice, pues se hallaba ausente del país.
Es probable que hubo un error contable no infrecuente. Pero Correa, ya de Presidente, presiona contra el Banco para que le compense por el atentado contra su honor con 5 millones de dólares. ¿Qué es sino extorsión, no tan solo por la desproporción de sumas, sino por el hecho de que el demandante es jefe de Estado?
Con hipócrita generosidad pide a su “pueblo” consejos para mejor administrar esa considerable suma de dinero, aunque anticipa que primariamente tendrá que velar por el bienestar de su familia.
Una extorsión similar o abuso de poder es el que trata de ejercer sobre el Diario La Hora. Le demanda compensación por daños y perjuicios derivados, según él, de un editorial sobre su estilo de gobernar, que no le gustó. En gesto de clemencia dice que podría suspender el juicio si el director del diario se prosterna ante él y le pide perdón por el editorial que a él no le agradó.
Liga esta decisión y esta nueva amenaza y desprecio por los medios de expresión con la SIP y condena a esta organización interamericana de diarios sugiriendo que lo que digan y defiendan no tiene validez, porque representa a los empresarios, no a los periodistas.
Revela, una vez más, una obsesión contra la empresa, el mercado, el ahorro y la formación de capital. En suma, tiene un odio visceral contra el capitalismo y lo que le es consustancial a este sistema, la libertad económica y política.
El embajador de Alemania, en representación de la Unión Europea, le expresó al mandatario en forma verbal y directa, la preocupación que tenían por el manejo poco democrático de la crisis institucional del Ecuador. Correa se mofó de ello y les dio una lección de historia reciente de Europa: acuérdense, les dijo, lo que sucedió en ese continente con el repudio a los ataques del Eta y con la rebelión de 1968.
Ecuador está viviendo el mismo despertar, les explicó. ¿Qué quiso decir? ¿Qué vinculación existe entre el voto por la constituyente y los asesinatos terroristas de los extremistas vascos? ¿Qué entiende él acerca de lo sucedido en París y otros lugares en aquel año de 1968?
Correa era muy joven, niño talvez, en esa época. Pero fue estudiante universitario y se graduó y debió leer historia pasada y reciente, por lo cual es imperdonable que pretenda aleccionar a los diplomáticos de la Vieja Europa con menciones tan descabelladas. 1968 fue al año de Vietnam, del Che Guevara, del amor y el sexo libres, de la rebeldía contra las exigencias educativas. Los estudiantes se amotinaron por ello, no por ningún ideal más elevado, ni menos comparable con la actitud del electorado ecuatoriano por la constituyente.
De Gaulle cayó, si, como efecto de las revueltas, pero las revueltas fueron sofocadas con el aporte de los mismos partidos de extrema izquierda y los gremios de trabajadores hartos de tanto desorden estudiantil. A poco hubo nuevas elecciones y el gaullismo no solo que no perdió ni fue sepultado sino que salió vigorizado. Y tanto que ha durado hasta estos días con Chirac.
Sarkozi es ahora el victorioso. Promete superar los estragos nefastos de las revueltas de 1968, de los populismos dictatoriales de De Gaulle y de las perniciosas propuestas izquierdistas que van contra la corriente del sentido común en cuanto manejar la economía basada en la apertura hacia el mercado y la libre competencia interna e internacional.
Francia, Alemania, Australia, Canadá, el Reino Unido están en esa ruta al igual que las naciones cada vez más prosperas del sudeste asiático como Corea del Sur, Singapur o de la misma Europa de naciones ex soviéticas o de Irlanda o la India y algunos de Centro y Sudamérica.
Correa va contra corriente, acaso porque no entiende ni quiere entender lo que sucede en el mundo. A él lo que le preocupa es la concentración del poder en si mismo. Ha arrasado con el Congreso, el Tribunal Supremo Electoral y ahora el Tribunal de Garantías Constitucionales. No le importa un bledo la protesta del Human Rights Watch que condena su intrusión en este último organismo. Ni de nadie sobra nada.
En su emisión o polución radial sabatina, ha ratificado que militarizará a Petroecuador. Este ente estatal es ejemplo de cómo no se debe manejar una industria vital para la economía nacional por parte del Estado. Como antes lo fueron los ferrocarriles.
Petroecuador, dicen sus técnicos, es un caos productivo debido a los incendios, paros, robos y gestión nula. Su producción se ha reducido a 165.000 barriles diarios, tiene una deuda de 122 millones de dólares, no ha habido reinversión, la producción de gasolinas ha bajado del 60% al 41% y la de gas ha caído al 20%. El monto de robos de productos y tuberías llega a 40 millones de dólares.
La solución no será militarizar las instalaciones ni las operaciones. Los militares no fueron adiestrados para ello, como no lo fueron para controlar y administrar las aduanas, ni para construir caminos de uso civil. La solución es otra, abrir la inversión y la competencia a las empresas privadas internacionales cuando faltan los recursos internos, algo imposible para este régimen.
“Detesto el libre comercio”, le dijo Correa a Negroponte, el representante del Departamento de Estado que acaba de visitarlo. Lo cual pone punto final a toda esperanza de llegar a una posible fórmula de arreglo para que el Ecuador firme un tratado de libre comercio como el que firmarán Perú y Colombia. Justamente cuando en el Congreso federal de USA se llega a un acuerdo partidista para dar paso a la aprobación de tales acuerdos.
Ecuador quedará aislado, por voluntad de Correa. Aislado del mundo libre, no de Venezuela, Boivia, Nicaragua e Irán. Con ellos formará otro banco para pelear contra el Banco Mundial, la CAF, el Fondo Monetario Internacional, la ALALC, el FLAR y otra cadena de siglas de organismos para la integración bolivariana, que no ha servido para nada, salvo para la retórica vacua.
Rodrigo Borja viene como anillo al dedo a los sueños disparatados de Correa y los suyos. Anuncia que presidirá ese nuevo ente de Unión del Sur contra el Norte, desde un edificio que construirá en el Mitad del Mundo el arquitecto brasileño Niemeyer.
Como parece que Borja conoce también de arquitectura, ha dicho a los periodistas que el edifico se construirá de abajo hacia arriba, como su gobierno. Y como lo hará en su nueva misión yendo de lo nacional a lo subregional y de allí a lo regional. Lo más probable es que la Unión del Sur Contra el Norte ni siquiera pase de los cimientos con líderes tan mágicos como Correa, Borja, Chávez, Ortega, Morales y, allá hacia lo lejos, el inmortal Fidel.
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