La genuflexión colectiva de los ecuatorianos ante el presidente autócrata Rafael Correa recuerda la anécdota que solía mencionarse hace algunos años acerca de la cultura o idiosincrasia de los indios casi siervos de ese país, especialmente de la serranía.
Cuando alguien intentaba interponerse para evitar la paliza que el indio macho daba a su cónyuge, con o sin alcohol en sus venas y generalmente sin ningún motivo, la hembra salía al paso para repeler al intruso. “Deja, marido es, carajo…!
Es probable que a esta fecha y debido al avance de la vida urbana y su influjo, esta actitud atávica de los indígenas se ha atenuado o desparecido. Pero para el caso de la actual política ecuatoriana de subyugación, es válida la analogía.
Líderes políticos como Osvaldo Hurtado y un elogioso grupo de columnistas ecuatorianos han tratado de prevenir a los votantes acerca de los peligros de votar por el SI, o sea en pro de la convocatoria a la asamblea constituyente que quiere Correa.
Los razonamientos de la oposición al SI eran y son irrefutables. Pero el pueblo desoyó los consejos, la lógica y el sentido común y prefirió inclinarse en forma abrumadoramente mayoritaria a favor de los objetivos del mandatario. Ello equivale exactamente a la postura de arcaica sumisión femenina al macho del cuento.
Lo insólito es que quienes favorecieron a Correa y su asamblea, pretendan ahora predicar que lo que el pueblo quiso y quiere es mayor “democracia”. Al contrario. La votación prueba que lo que la mayoría desea es un macho, un mayordomo, un mandón que les de pensando a cambio acaso de un mendrugo cualquiera como compensación.
Es paradójico, tras las votaciones del domingo pasado, que el Congreso Nacional continúe funcionando. No sirve para nada, que no sea para seguir alimentado a una burocracia de esbirros. Bien haría Correa, que ahora todo lo sabe y todo lo puede, en clausurar el Congreso y contar así con unos pocos dólares más para su misión de Robin Hood.
Aún si el Congreso siguiere de parásito no podría pasar ninguna ley o disposición que no sea del agrado de Correa. Ya éste ni siquiera tendría que recurrir a los artilugios seudo legalistas para que el Tribunal Supremo Electoral o cualquier otro organismo equivalente “le den interpretando la ley” como él lo desea para imponer su voluntad.
La última prueba de la postura dictatorial de Correa es la supresión de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores que fue creada para asesorar a los gobiernos en política internacional. Hasta hace poco estaba integrada por personalidades salientes de la comunidad, pero al parecer ha degenerado su calidad por lo cual su desaparición no va a ser muy lamentada.
(Figuraban en la Comisión directores respetables de Diarios respetable, no columnistas de segunda como Grace Jaramillo; ex cancilleres de valía y prestigio; intelectuales, rectores, gente en definitiva cuya valía dudaba. Ahora Correa no necesitará de la venia de ninguna Comisión para continuar en su política “hacia el socialismo chavista del siglo XXI” ni para nombrar embajadores a aventureros como Nicolás Issa, Fausto Cordovez, Efrén Cocíos u oportunistas como Francisco Borja y acaso otros más cuyos nombres aún no se conocen).
La denominada “partidocracia” ha quedado demolida. Pero no el sistema de partidos, porque sin ellos no cabe gobernar. La diferencia está en que ahora el ramillete de partidos débiles se ha reducido a un solo partido fuerte y omnímodo, el del correismo, calcomanía del chavismo de Venezuela.
El estilo rampante de administrar de Correa no se atenuará, se intensificará. No necesitará más decretos de emergencia para seguir repartiendo contratos a su antojo y sin licitaciones. Lo hará directamente, como lo está haciendo Chávez en su país. Solo que en el Ecuador Correa no ha necesitado ni siquiera de la farsa de la autorización de un congreso servil para actuar.
La independencia socialista del gobierno ya ha comenzado a perfilarse. Alberto Acosta por fin habló: ha dicho que las reservas petroleras del Ecuador de menos de 5.000 millones de barriles se habrán consumido en 25 años. Por lo cual, para garantizar la independencia energética del país, habrá que aliarse a Venezuela que cuenta con una cifra “abismal” de reservas de 360.000 millones de barriles.
Sugestiva manera de entender la independencia. Antes de la “revolución socialista” ratificada el domingo se hubiera sugerido más bien una mayor inversión para hallar y explotar más petróleo en el Ecuador antes que prosternarse por anticipado ante dictador vitalicio de Venezuela. La inversión tendría que ser extranjera, dado el fracaso de la quebrada Petroecuador, pero ese tema es tabú para el régimen.
El diario Expreso cita cifras oficiales de lo que ha rendido el petróleo en 40 años, desde que se inició la exportación en 1967: 60.000 millones de dólares…o sea mucho más del doble de los 28.000 millones de dólares que se invirtieron en la Europa arrasada por la segunda guerra mundial a través del Plan Marshall.
En el sector petrolero solo las empresas de inversión privada extranjera funcionan aceptablemente. Petroecuador tiene saldo en rojo y está asfixiada por una burocracia corrupta e ineficiente.
Según el mismo diario, las exportaciones del crudo generaron el 60% del total de los ingresos por exportaciones el año pasado y no como fruto de un incremento de la producción (que más bien se redujo), sino por la escalada de los precios en el mercado internacional.
Pero inclusive vaticinando que las reservas declinarán, Acosta anuncia que se construirá una “mega refinería” en Manabí. Se entiende que para procesar el crudo de Venezuela. Los refinados que no consuma el Ecuador ¿a quién los venderá? ¿A Irán, a Venezuela?
Quién sabe, al ritmo que marcha la industria petrolera en esos países nada raro sería que colapse y tengan que importar derivados. Irán ya lo hace, Ecuador también y desde hace tiempo, gracias a la eficiencia del ente estatal en manos de Petroecuador.
¿Por qué una refinería en Manabí? Porque así lo quiere Correa y nadie puede contradecirlo. Por las mismas razones, quizás, por las que ha dispuesto que la constituyente se reúna en Montecristi, donde nació Alfaro. Montecristi es un pueblito contiguo a Manta, cordial y hospitalario. El museo con algunas muestras de historia, es insignificante y primitivo. Hay sombreros de paja toquilla en la aldea pero no hay agua potable ni electricidad ni ningún edificio medianamente amplio para albergar a 130 asambleístas y su rebaño de burócratas.
¿Cuánto demorará construir un edificio para satisfacer el capricho del hombre que todo lo sabe y que todo lo puede? ¿Llevarán agua embotellada y plantas a gasolina y diesel para generar electricidad? Pensar en obras de infraestructura para esos servicios demoraría años, aún sin el requisito de ese anticuado sistema “obstructivo” de las licitaciones.
Pero quizás a estas alturas lo que menos interese al déspota y su pueblo fiel es una fecha para que se reúna la asamblea o para que apruebe y dicte algo. Basta con el alto porcentaje de aprobación del jefe de hacienda erigido dictador por voto de las “masas” para que continúe gobernando como la da la gana.
Que expulse a funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Suena a circo muy del agrado de las masas. Para Correa y para Patiño, son organismos que representan al “diablo” Bush. Hay que castigarlos, hay que “darles duro a los gringos” No importa por lo mismo que termine las relaciones con esos organismos creados tras la II Guerra Mundial o que el ministro “sienta vergüenza” que el Ecuador haya sido socio. ¿Son, entonces, “sinvergüenzas” los 183 restantes países miembros que pertenecen a las dos instituciones?
Las “masas” estarán igualmente dichosas por el nombramiento de Rodrigo Borja hecha por Correa para que presida UNASUR, siglas que corresponden a Unión de Naciones Suramericanas. Nadie más indicado que Borja para ese puesto de un ente al que solamente habría que agregar la frase Unión Suramericana…para luchar contra los Estados Unidos…junto a Chávez, Fidel y Ahmadinejad!
Que la felicidad llueva imparable en la República Socialista del Siglo XXI, guiada por su luminoso presidente Correa y la luminosa inspiración de Hugo Chávez, Fidel Castro y Simón Bolívar.
Para sosiego colectivo no hay que olvidar lo que dijo Bolívar en Lima el 26 de mayo de 1826, con singular clarividencia: “El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua”. (Huelga aclarar que el presidente perpetuo al que se refería era él mismo. ¿Si se recuerda cómo y dónde terminó Bolívar su existencia?)
No comments:
Post a Comment