El nombramiento del juez Brett Kavanaugh, nominado por Donald Trump para llenar la vacante número nueve de la Corte Suprema de Justicia, está siendo obstruído por los demócratas con un proceso parecido al de los linchamientos que practicaban con los negros a través del Klu Klux Klan.
En aquella época, que se prolongó desde la terminación de la Guerra Civil en 1864 hasta entrado el siglo XX, los demócratas se opusieran a que los negros gozaran de los plenos derechos civiles a los que debían acceder con la abolición de la esclavitud, que se logró con el sacrificio de las vidas de 600 mil ciudadanos.
Bastaba que un blanco denunciara algo indeseable de un negro o negra, como una mirada y peor un supuesto intento de agresión sexual o robo, para que el acusado fuera apresado y sentenciado sin el debido proceso para que las víctimas casi siempre inocentes fueran linchadas por la multitud y colgadas y ahorcadas de un árbol en una plaza pública.
Kavanaugh, un jurista y juez de impecable trayectoria, ha sido acusado a última hora por una mujer de abuso sexual, pero en su testimonio ante el Comité del Senado no precisó ni la fecha del supuesto asalto, ni el sitio ni otros detalles. Citó nombres de testigos, los cuales han negado haber tenido conocimiento y participación.
La acusadora, Christine Blasey Ford, doctora en Sicología, afirma que el asalto se produjo en 1982 cuando ella tenía 15 años de edad y él 17. Kavanough jura no haberla conocido ni estado en ese supuesto lugar de los hechos y presentó un calendario de su adolescencia con anotaciones que prueban que estuvo para esa época ausente de la ciudad de los hechos denunciados.
Las audiencias del Comité del Senado para interrogar al nominado habían concluído satisfactoriamente cuando saltó la noticia de Ford. Se supo que había enviado una nota al respecto a la senadora demócrata Dianne Feinstein en julio pasado, pero ésta no la mencionó al nominado cuando dialogó con él privadamente ni en las audiencias públicas, acaso porque juzgó que la denuncia carecía de sustentación.
Pero el contenido de la carta se filtró a la prensa anti Trump, luego Ford dio un entrevista al The Washington Post y el escándalo saltó a última hora. Sin las evidencias y sin la lógica, el embate de los demócratas del Comité y de los medios de prensa y TV ha sido incansable para tratar de demoler a Brett a como de lugar, exactamente como en un linchamiento.
Cuando finalmente el Comité aprobó la nominacióm de Kavanaugh, para que la ratifique el Senado en pleno más tarde, surgió la zancadilla de un republicano traidor, Jeff Flake, que condicionó su voto ratificatorio a que el FBI haga una investigación de una semana sobre lo que ya se ha investigado suficientemente sobre el juez. Maniobra parecida a la de otro traidor, el senador John McCain, que con su voto impidió abolir el Obamacare.
Se trata de una nueva pérdida de tiempo, que es lo que buscan los demócratas para tratar de posponer la designación hasta las elecciones de noviembre próximo, cuando esperan retomar la mayoría en el Congreso para impedir la elección de otro juez republicano y, ultimadamente, buscar la interpelación y despido de Trump por la Legislatura.
El boicot de fondo es ése, terminar con Trump. Aún continúa la investigación sobre un supuesto entendimiento con Rusia para favorecerlo en los comicios del 2016, que no ha arrojado ninguna prueba concreta en casi dos años. Y aún continúa el boicot de altos funcionarios de Inteligencia que impiden que se hagan públicos documentos probatorios del complot para ecchar por tierra la Presidencia republicana.
Si Kavanaugh finalmente llega a la Suprema, como se espera que ocurra este viernes próximo, la Corte contará con una mayoría no demócrata de jueces que actuarán como tales y no como individuos al servicio del "progresismo" demócrata que menosprecia la Constitución y la división del poder popular en tres ramas que se autocontrolan.
Desde hace más de cincuenta años la CSJ, con la connivencia del Congreso, en violación de la Constitución ha legislado en cuanto al derecho a extinguir vidas humans mediante el aborto, a legalizar el matrimonio heterosexual y a aceptar la socialización de la medicina con el Obamacare y muchas otras medidas similares que han eliminado del Congresos su exclusividad para legislar.
A mediados del siglo pasado los demócratas prefirieron escindir a la nación y desatar una guerra civil que aceptar la eliminación de la esclavitad, que la Constitución condena. Asesinaron a Lincoln, el victorioso de la Guerra Civil y con ello quedó trunca la emancipación total de los esclavos y su admisión como ciudadanos con plenos derechos en la nación.
Emprendieron una tenaz resistencia contra la Restauración y la igualación de los derechos civiles con la Ley Crow, formando grupos de terror como el Klu Klux Klan y oponiéndose a toda reforma liberadora. Ahora pretenden aparecer como defensores de los negros y de los derechos de los desposeídos y de las minorías y de las mujeres, pero no pueden deshacerse de su DNA original que les induce al despotismo, la intolerancia y el desprecio por la vida de los más indefensos.
Ello se ha reflejado con claridad meridiana en sus actuales maniobras para bloquear la llegada a la Corte Suprema de Justicia de un hombre impecable, salvo el "pecado" de ser republicano y de querer seguir siendo lo que ha sido a lo largo de su carrera de más de 30 años como jurista y juez: un hombre de honestidad intachable, que juzgará según la Constitución y no acorde con los dictados partidistas de ninguna tendencia.
En aquella época, que se prolongó desde la terminación de la Guerra Civil en 1864 hasta entrado el siglo XX, los demócratas se opusieran a que los negros gozaran de los plenos derechos civiles a los que debían acceder con la abolición de la esclavitud, que se logró con el sacrificio de las vidas de 600 mil ciudadanos.
Bastaba que un blanco denunciara algo indeseable de un negro o negra, como una mirada y peor un supuesto intento de agresión sexual o robo, para que el acusado fuera apresado y sentenciado sin el debido proceso para que las víctimas casi siempre inocentes fueran linchadas por la multitud y colgadas y ahorcadas de un árbol en una plaza pública.
Kavanaugh, un jurista y juez de impecable trayectoria, ha sido acusado a última hora por una mujer de abuso sexual, pero en su testimonio ante el Comité del Senado no precisó ni la fecha del supuesto asalto, ni el sitio ni otros detalles. Citó nombres de testigos, los cuales han negado haber tenido conocimiento y participación.
La acusadora, Christine Blasey Ford, doctora en Sicología, afirma que el asalto se produjo en 1982 cuando ella tenía 15 años de edad y él 17. Kavanough jura no haberla conocido ni estado en ese supuesto lugar de los hechos y presentó un calendario de su adolescencia con anotaciones que prueban que estuvo para esa época ausente de la ciudad de los hechos denunciados.
Las audiencias del Comité del Senado para interrogar al nominado habían concluído satisfactoriamente cuando saltó la noticia de Ford. Se supo que había enviado una nota al respecto a la senadora demócrata Dianne Feinstein en julio pasado, pero ésta no la mencionó al nominado cuando dialogó con él privadamente ni en las audiencias públicas, acaso porque juzgó que la denuncia carecía de sustentación.
Pero el contenido de la carta se filtró a la prensa anti Trump, luego Ford dio un entrevista al The Washington Post y el escándalo saltó a última hora. Sin las evidencias y sin la lógica, el embate de los demócratas del Comité y de los medios de prensa y TV ha sido incansable para tratar de demoler a Brett a como de lugar, exactamente como en un linchamiento.
Cuando finalmente el Comité aprobó la nominacióm de Kavanaugh, para que la ratifique el Senado en pleno más tarde, surgió la zancadilla de un republicano traidor, Jeff Flake, que condicionó su voto ratificatorio a que el FBI haga una investigación de una semana sobre lo que ya se ha investigado suficientemente sobre el juez. Maniobra parecida a la de otro traidor, el senador John McCain, que con su voto impidió abolir el Obamacare.
Se trata de una nueva pérdida de tiempo, que es lo que buscan los demócratas para tratar de posponer la designación hasta las elecciones de noviembre próximo, cuando esperan retomar la mayoría en el Congreso para impedir la elección de otro juez republicano y, ultimadamente, buscar la interpelación y despido de Trump por la Legislatura.
El boicot de fondo es ése, terminar con Trump. Aún continúa la investigación sobre un supuesto entendimiento con Rusia para favorecerlo en los comicios del 2016, que no ha arrojado ninguna prueba concreta en casi dos años. Y aún continúa el boicot de altos funcionarios de Inteligencia que impiden que se hagan públicos documentos probatorios del complot para ecchar por tierra la Presidencia republicana.
Si Kavanaugh finalmente llega a la Suprema, como se espera que ocurra este viernes próximo, la Corte contará con una mayoría no demócrata de jueces que actuarán como tales y no como individuos al servicio del "progresismo" demócrata que menosprecia la Constitución y la división del poder popular en tres ramas que se autocontrolan.
Desde hace más de cincuenta años la CSJ, con la connivencia del Congreso, en violación de la Constitución ha legislado en cuanto al derecho a extinguir vidas humans mediante el aborto, a legalizar el matrimonio heterosexual y a aceptar la socialización de la medicina con el Obamacare y muchas otras medidas similares que han eliminado del Congresos su exclusividad para legislar.
A mediados del siglo pasado los demócratas prefirieron escindir a la nación y desatar una guerra civil que aceptar la eliminación de la esclavitad, que la Constitución condena. Asesinaron a Lincoln, el victorioso de la Guerra Civil y con ello quedó trunca la emancipación total de los esclavos y su admisión como ciudadanos con plenos derechos en la nación.
Emprendieron una tenaz resistencia contra la Restauración y la igualación de los derechos civiles con la Ley Crow, formando grupos de terror como el Klu Klux Klan y oponiéndose a toda reforma liberadora. Ahora pretenden aparecer como defensores de los negros y de los derechos de los desposeídos y de las minorías y de las mujeres, pero no pueden deshacerse de su DNA original que les induce al despotismo, la intolerancia y el desprecio por la vida de los más indefensos.
Ello se ha reflejado con claridad meridiana en sus actuales maniobras para bloquear la llegada a la Corte Suprema de Justicia de un hombre impecable, salvo el "pecado" de ser republicano y de querer seguir siendo lo que ha sido a lo largo de su carrera de más de 30 años como jurista y juez: un hombre de honestidad intachable, que juzgará según la Constitución y no acorde con los dictados partidistas de ninguna tendencia.