Monday, October 16, 2017

UN "FASCISTA" LEGALISTA

Los demócratas progresistas y los republicanos que les hacen el juego se están quedando sin argumentos para tratar de justificar sus ataques contra el Presidentre Trump, en sus vanos intentos por torpedear su gestión.
La cada vez más debilitada acusación de que ganó la Casa Blanca con apoyo del Presidente ruso Vladimir Putin ha cedido paso a la violencia de los grupos autodenominados antifascistas y anti supremacistas, que han querido identificar a Trump como neo nazi.
El tema se exacerbó con el incidente de Charlotteville, Virginia, cuando hubo enfrentamientos entre grupos antifascistas y otros que se oponían a la destrucción de un monumento al general Robert E. Lee, que comandó las fuerzas sureñas en la Guerra Civil.
La gresca dejó un muerto. Trump criticó, con razón, que la violencia vino de las dos partes y que ambos eran igualmente condenables. Fue criticado incluso por gente de su partido, por no haber cargado toda la culpa a la facción que se identificaba con del general Lee.
Los manifestantes argüían que el monumento es Historia, sin defender la posición esclavista del Sur, dominada por los demócratas. Ellos tenían permiso para expresar su protesta, que no la tenían grupos como Antifa (antifascista), que enmasacarados blandían garrotes para castigar a sus opositores.
En el caso de Charlotteville, como en tantos otros Trump, se alineó con la ley. Los grupos supuestamente antifascistas originaron la violencia en el campo y debieron haber sido frenados a tiempo por la policía por carecer de  autorización y por estar embozados, lo que es ilegal.
Igual está ocurriendo en el plano internacional. Corea del Norte ha evadido el cumplimiento de los acuerdos con Naciones Unidas y ha desarrollado un armamento militar que amenaza con convertirse en nuclear, con la venia e incluso la ayuda de los anteriores presidentes norteamericanos y aliados.
Esa complicidad Trump ha resuelto terminarla con una efectiva diplomacia que ha logrado el respaldo unánime no solo del Consejo de Seguridad sino prácticamente de todas las naciones, para cercar al tirano y obligarlo a terminar con su amenazante programa nuclear.
Parecida estrategia está aplicando con Irán y el acuerdo que firmó con Obama para desarrollar en secreto su poder nuclear en diez años, con la ayuda financiera de 1.500 billones de dólares, incluído un embarque aéreo con dinero cash. El acuerdo debió pasar por el Senado, pero Obama lo esquivó con la complicidad del senador republicano Bob Corker.
El acuerdo no fue ratificado por Trump, quien lo puso en manos del Congreso para que lo estudie y se pronuncie, como manda la Constitución. Corker buscaba la reelección en Tennessee, pero la retiró luego de que el Presidente le negó su respaldo por su paticipación en el Acuerdo con Irán. Ahora Corker, que renunció a la reelección, es anti Trump.
Siempre en búsqueda de aplicar la ley, Trump confiaba en que el Congreso anularía el Obamacare ipso facto, por quebrado y por inconstitucional y porque los republicanos en ambas Cámaras, en las que son mayoría, habían hecho promesa unánime de anularla durante la campaña electoral (y que votaron 61 veces en contra durante siete años). No fue así, debido a la traición especialmente del senador John McCain.
Dado que el proceso de anulación quedó aplazado para el próximo año, el  mandatario tuvo que decidir qué hacer con la quiebra de la ley causada por la falta de asociados al Obamacare, por impago, por alzas en primas y otras causas. Obama mintió al decir que los costos se reducirían: ocurrió lo contrario.
No hubo suficiente número de jóvenes afiliados, que prefirieron pagar o no  la multa, lo que desfinanció la ley obligatoria. Durante su mandato, Obama optó por subsidiar a las aseguradoras, con fondos asignados sin autorización del Congreso, violando la Constitución. (Como se la violó con la obligatoriedad de adquirir pólizas).
¿Qué es lo que hizo Trump? Ordenó cancelar el pago de esos subsidios, por inconstitucional. Es lo mismo que hizo al no prolongar la protección de Obama a los “dreamers” (que llegaron de niños a este país junto con sus padres por la vía ilegal). En ambos casos, subisidio para el Obamacare y “dreamers”, será el Congreso el que se pronuncie.
Mientras tanto, el Presidente abre las fronteras para la libre competencia entre aseguradoras de salud, para que la gente opte por los mejores precios del mercado nacional. Para ello puede asociarse y reducir costos. En concordancia, se levanta la obligatoriedad para la adquisición de pólizas y se elimina la pena de multas.
El objetivo de Obama (y el de Hillary Clinton y Bernie Sanders y demás demoprogresistas)  era la socialización de los servicios de salud, con un solo proveedor, el Estado. El paso dado por Trump es en la dirección contraria, el fortalecimiento del sistema de competencia de mercado como mecanismo óptimo de mejora de servicios y precios. 
Ciertamente el debate en el Congreso no debió centrarse en “abolir y reemplazar” al Obamacare, sino simplemente en “abolir” ese instrumento  encubierto orientado a destruir el sistema preexistente de libre mercado, que ha probado ser el más eficiente del mundo. Con deficiencias y vacíos que había y hay que superar, pero  para perfeccionarlo, no para destruirlo. 

Extraño fascista, neonazi, supremacista, misoginista este señor Trump que no  deja de decir que su preocupación máxima es cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, mandato que su antecesor ignoró. Y que ha propuesto como jefe de seguridad de la nación, Homeland Security, nada menos que a una mujer: Kirstjen Nielsen.

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