Tuesday, December 27, 2016

"PROGRESISTAS" AL DESCUBIERTO

La victoria de Donald Trump tuvo el efecto espectacular de confirmar lo que la mayoría de la población presentía: que esta nación estaba siendo conducida hacia el “progresismo” por una reducida  minoría adueñada del poder, de los medios de comunicación y de la educación.
“Progresismo”, desde luego, es el calificativo tras el cual se ocultan los que piensan que la sociedad tiene que ser gobernada y regulada por una elite de intelectuales y administradores no por la voluntad del pueblo expresada en las urnas en cada uno de los 50 Estados.  
Para ellos, los demócratas/liberals/izquierdistas/socialistas, la Constitución de los Estados Unidos de 1776, que estipula precisamente ese precepto, tiene que ser actualizada porque si se la sigue aplicando no será posible alcanzar el sueño de la “justicia social” y la “redistribución del ingreso” que ellos predican.
Por cierto la justicia no es ni social ni antisocial, es solo eso: justicia. Pero lo que en realidad quieren decir es que la sociedad democrático capitalista que ha surgido con la Constitución es injusta, porque hay pobres y porque hay una “injusta distribución de los ingresos”. Proponen, entonces, igualar los resultados, lo que no puede obtenerse sino por la fuerza.
Si se recurre a la fuerza, se suprimen las libertades. El “progresismo” por  ende, es una regresión histórica anterior a la Revolución Americana que independizó a las 13 Colonias de la monarquía británica de Joge III en 1776 e impuso un gobierno con un poder no nacido de la divinidad ni la conquista, sino de la voluntad popular.
En base a ese esquema, que considera a todos los ciudadanos con iguales derechos a la libertad sin importar raza ni credo para seleccionar las opciones que desee en búqueda de su felicidad, los Estados Unidos se han convertido en la potencia mayor de la Historia, con sujeción a las leyes inspiradas en la Constitución y la Declaración de la Independencia.
Pero el ilusionismo utópico de la igualación de resultados en sustitución de la necesidad de la igualación de oportunidades (que reduzca el número de pobres en lugar de reducir el número de ricos), comandado por la facción demócrata/progresista desde hace una centuria, ha hecho flaquear al sistema democrático, especialmente en los últimos decenios.
Barack Hussein Obama radicalizó la tendencia y estuvo seguro de que se perpetuaría con la elección de Hillary Clinton, cuya candidatura apoyó con todo el peso de la Casa Blanca y la cooperación anti profesional de casi todos los medios audivisuales y escritos de comunicación, encabezados por The New York Times, The Washington Post y cadenas de TV como ABC, MSNBC y otras.
Hasta último momento Obama, Hillary y sus seguidores, incluídos varios columnistas seudo independientes, vaticinaron que Trump sería derrotado por amplia mayoría. Dada la avalancha informativa en su contra, muy pocos analistas predijeron que los resultados serían otros.
Quienes no se perturbaron en lo más mínimo con la campaña anti Trump fueron sus partidarios, que lo eligieron por amplia mayoría de votos en la mayoría de Estados: Donald J. Trump obtuvo 306 Votos Electorales y Hillary Clinton 232.
Los resultados dejaron perplejos a Obama y los demócratas. No atinaron ni  atinan a explicarse las razones. Unos dicen, con razón, que Hillary no era una buena candidata. Obama acaba de declarar, con modestia muy propia de él, que si hubiese habido una tercera elección, habría barrido, echando al tacho de basura a Hillary.
Un grupo intentó “algo” al pedir un recuento de votos en tres Estados del Norte pero en los que se pudo verificar, Trump obtuvo votos adicionales y se anularon votos excesivos para Hillary. También se desató una campaña intensa para tratar de persuadir a los Electores a que el 19 de noviembre voten por Hillary y no por Trump, pero el fracaso fue rotundo.
Argüían que Hillary ganó más “votos populares” (unos 3 millones) que su rival y aunque perdió los Votos de los Electores, era la Presidenta legítima. Argumento sin sustento, pues en los Estados Unidos la Presidencia se gana en cada uno de los 50 Estados y en esos estados el voto es tan “popular” como en California, Texas o Nueva York donde Hillary sacó más sufragios.
Mientras tanto, Trump se ha dedicado a armar su equipo de expertos con los cuales emprenderá la tarea de rectificar el rumbo por el cual este país estaba erróneamente encaminándose. Los elegidos son de calidad óptima en su especialidad, al punto que se lo ha calificado como el “dream team” de Trump, al igual que el equipo de basket que barrió en España en la Olimpiada de Barcelona de 1992.
La tarea será ardua pero fascinante y con resonancia mundial, tanto en lo interno como en lo externo. Deberá anular los decretos ejecutivos de Obama que crearon leyes con presciendencia del Congreso para obstruir la inversión privada y la libre competencia. Tendrá que enviar proyectos de leyes al Congreso para reducir impuestos y estimular la inversión.
Otro asunto prioritario en lo externo será deshacer el daño hecho por Obama en contra de Israel, en su confrontación con la Palestina terrorista. La resolución del Consejo de Seguridad, no vetada por Estados Unidos, da la oportunidad a Trump de concluir con la idea de crear un estado paralelo palestino junto a Israel.
La idea implicaba nuevas cesiones de tierra por parte de Israel, pero ahora la resolución afirma que los asentamientos al Este de Jerusalem, en Gaza y Golan, son ilegales. Por tanto, Israel no tendría territorios para negociar. Pero fundamentalmente Palestina no quiere negociar, pues su meta y la de sus mentores como Irán, es que Israel desaparezca.
Israel es parte del conflicto de Medio Oriente, que Obama deja agravado, como era su propósito aún antes de posesionarse en el 2008. En uno de sus discursos de campaña se lamentó del desequilibrio de fuerzas en la región en favor de Israel (con arsenal nuclear) y prometió rectificarlo si llegaba a la presidencia.
Así lo hizo. Logró, sin oposición del Congreso, levantar las sanciones contra Irán para que continúe el desarrollo de su industria bélica y nuclear y le restituyó 1.700 millones de dólares retenidos por sanciones de Naciones Unidos, 400 millones de los cuales fueron entregados en dinero contante.
Hay quienes afirman que Obama nunca ha dejado de ser musulmán, credo adquirido en Indonesia hasta su adolescencia y juventud. Aunque ahora pasa por cristiano, los hechos prueban su afinidad con el Islam. Tiene asesores de la Hermandad Musulmana, ha autorizado el ingreso ilimitado de musulmanes durante todo su gobierno, se niega a hablar del radicalismo islámico, libera a los más peligrosos asesinos talibanes de Guantánamo...
¿Oculta Obama deliberadamente su verdadera religión? Hay otros detalles de su vida que ha ocultado, como los relativos a su partida de nacimiento, sus récords en colegios y universidades, sus pasaportes, su certificado de seguro social. Quizás algún día se sepa la verdad. Pero lo que si se conoce es que el Islam autoriza la mentira cuando ello favorece a la causa del Islam.
¿Es el Islam una religión de paz? Así lo dijo George W. Bush luego del ataque del 9/11. Pero cabe preguntarse ¿por qué el Islam no tiene misioneros como lo tienen los católicos y los cristianos en general? Ellos, los misioneros, buscan persuadir. El Islam, comenzando por el Profeta, lo que tiene es guerreros para conquistar y convertir por la fuerza al infiel, no por la persuasión.
Ahora los guerreros están camuflados de refugiados, a los que acogen los musulmanes camuflados o no, como Angela Merkel. La conquista de Europa por los musulmanes es casi un hecho, a menos que el Brexit florezca y sea imitado por otros países europeos. La toma de los Estados Unidos la inició Obama, pero la victoria de Donald Trump se ha interpuesto para ponerle freno, al igual que al globalismo y al progresismo en general.




1 comment:

FABBY'S LIVING said...

Que mravilloso y brillante y a su ves sencillo analisis de lo que estaba sucediendo en EEUU con Obama el Musulman, progresista de la orden mundial; el cual a mi en particular, nunca me convencio de otra cosa. Le felicito, yo soy una ferviente Republicana, Americana-Ecuatoriana y con tristeza vi de lejos lo que le psaba a mi querido y maravilloso pais. Viva Donald J. Trump ! Que Dios lo bendiga.
Fabiola Alba de Crespo