Monday, December 5, 2016

CHINA, TAIWAN, TRUMP

Ya no es novedad que cada vez que el Presidente electo Donald Trump hace o dice algo no convencional, pero cierto, los medios y los políticos que no terminan por comprenderlo lo acosen de inepto e irresponsable.
Lo último se refiere a Taiwan. Trump recibió una llamada telefónica de la presidenta electa de la Isla para congratularlo por su victoria y él reciprocó el gesto felicitándola también por el triunfo que ella alcanzó en límpidas elecciones democráticas a comienzos de este año.
Algunos dijeron que la “imprudencia” o “desliz” del futuro Comandante en Jefe podría desatar la III Guerrra Mundial, porque evidentemente no había consultado previamente para establecer ese diálogo ni con Beijing ni con los expertos del Departamento de Estado.
A Donald Trump se lo eligió precisamente por su promesa de romper con las ataduras del “establishment” de Washington, orientado a disminuir la preeminencia de los Estados Unidos en el ámbito internacional y a ceder en su perjuicio en lo militar y con la suscripción de tratados comerciales negativos.
¿Por qué había que consultar con China para hablar con la légitima líder de una nación democrática de 23 millones de habitantes? El establishment nada dijo, eso si, cuando Obama buscó al dictador Fidel Castro para apoyar a su languideciente y sangrienta dictadura de casi 60 años.
¿Y con los expertos del Departamento de Estado? Casi la totalidad está integrada por demócratas que siguen la línea anti USA y que concuerdan con Beijing en considerar a Taiwan un territorio rebelde que hay que anexar a la China roja, aún al costo de una guerra.
Con el nuevo régimen estos expertos del Departamento de Estado tendrán que ser fumigados y reemplazados por personal pro USA. En cuanto a China, el miedo y lo puramente mercantil, deberán también ceder paso a otro enfoque que impida que inversores y consumidores de los Estados Unidos sigan apuntalando a un sistema totalitario.
El gran error táctico nació con el general George Marshall, que en el curso de la II Guerra Mundial presionó para que los Estados Unidos retire su apoyo al general Chiang Kai-shek en la guerra civil que se libraba en China con Mao Zedong. Mao operaba bajo total control y subsidios de Stalin y se alió furtivamente con los invasores japoneses para debilitar a su rival. 
Por razones tácticas, Marshal prefirió a Mao sobre Chiang, pese a que éste era autónomo y pro occidental y Japón, obviamente, era parte del Eje. En tales circunstancias, Chiang Kai-Shec se vió superado por Mao por el apoyo bélico y financiero soviético y tuvo que refugiarse en la isla de Taiwan, donde con el paso de los años floreció una democracia estable, comparable con la británica Hong Kong que luego fue anexada a Beijing. 
Mao, una vez con los poderes absolutos, impuso una de las tiranías más atroces para generar genocidios, hambrunas, prisiones, terror, muertes incluso a nonatos, por cientos de millones. Para los interesados en la verdad, se recomienda la biografía de los autores Jung Chang y Jon Hallday, fácilmente obtenible en Amazon (2005).
Los errores frente a Mao continuaron. Richard Nixon, aunque Mao no lo pidió, buscó apaciguarse con el tirano y restableció relaciones diplomáticas con Beijing, asesorado por el germano norteamericano Henry Kissinger, que aún vive con 93 años de edad. Se capituló ante Mao, se expulsó a Chiang de las Naciones Unidas y se lo reemplazó por un chino rojo.
Stalin y Mao se unieron en el propósito de expandir el comunismo por el globo luego de la II Guerra Mundial. Lo hicieron por la vía armada, la infiltración y la ayuda a insurgentes. Es lo que ocurrió en la península de Corea donde fueron repelidos inicialmente por tropas de Naciones Unidas al mando del General Douglas MacArthur. 
Pero cuando MacArthur quiso dar la estocada final a los invasores que se batían en retirada, Truman capituló, destituyó al general y optó por el arministicio que dividió a la península. Al norte, una Corea hambrada por el comunismo absolutista pero con armas nucleares a la sombra de China y al sur, una Corea democrática que se ha industralizado y es próspera.
La dupleta sino/soviética se aventuró luego en Vietnam y a la postre salió aventajada porque los Estados Unidos pefirió no asirse de la victoria, como en Corea y optó por fugar, en vergonzosa derrota. La historia luego da otro giro favorable a China, con la avalancha de capitales y tecnología norteamericanos, que transformaron su economía.
La economía cambió, pero no su sistema político. Grandes corporaciones de Estados Unidos (y algunos países industrializados) comienzan a invertir en China donde la mano de obra es eficiente y barata y donde todo está bajo control del Estado. El negocio es pingüe, pues en los Estados Unidos los impuestos a las corporaciones suben al 35%, se multiplican viralmente las regulaciones restricttvas y los producrtos terminados en China ingresan al mercado norteamericano sin impuestos.
La periferia de China ebulle con rascacielos, autopistas, espectáculos que deslumbran. Pero no hay libertades políticas ni religiosas y en las zonas marginales la miseria continua como en los tiempos de Mao, cuya efigie se venera todavía en el papel moneda. Muchos de los planes diseñados fracasan por irreales, crece el despilafarro, la deuda pública es inmensa y la manipulación cambiaria es algo de todos los días. 
La disidencia no se tolera. Liu Xiabo intentó divulgar una protesta contra el régimen con su publicación Charter 2008. Fue confinado y luego condenado a once años de pirisión por “incitar a la subversión”. En el 2010  recibió el Premio Nobel de la Paz. Su mujer está cinco años bajo arresto domiciliario, con guardia permanente en su domicilio.
Cuando el ex-presidente ecuatoriano Rodrigo Borja visitó a China, dijo a su regreso que estaba muy impresionado porque a su entender ese era el sistema hacia el cual debía marchar la humanidad: porque lo que encontró era el justo equilibrio entre el capitalismo y el comunismo.
Ahora acaba de recordar lo que supuestamente le había contestado a Fidel Castro, cuándo éste le preguntó : ¿y tu, muchacho, por qué no te haces marxista? No lo soy, respondió, porque el marxismo no es para ángeles. Extraña distorsión de una cita de James Madison en Federalista 51, cuando se debatía la Constitución de los Estados Unidos de 1776/78.
Lo que Madison (quien con Alexander Hamilton fueron principales artífices de esos maravillosos ensayos de Ciencia Política) quería decir es que en una democracia, si los hombres fueran ángeles los gobiernos no serían necesarios. El marxismo no es democracia. Es privación de libertades para lograr igualación de resultados. Es abolición del  hombre como lo vaticinó C.S. Lewis y Aldous Huxley en su Brave New World.

Lo que hace Donald Trump en es tratar de poner un alto a las mentiras históricas de esta y otras especies. La verdad terminará por aflorar. Obama ha favorecido a las tiranías de Irán, Cuba y ha soslayado la realidad del problema China/Taiwan. Y Trump no quiere ser “políticamente correcto” como los del establuishment, los medios y la burocracia del Departamento de Estado. Para eso y por eso se lo eligió. 

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