Donald Trump hizo lo que tenía que hacer en el debate de anoche con Hillary Clinton y que no lo hizo en el primer encuentro de la semana, lo que dejó pacialmente frustrados a sus partidarios: atacar sin misericordia a su rival.
Los resultados han sido los esperados y eran los que trataban a todo trance de evitar los izquierdistas/progresistas, más los manipuladoers del “establishment” de los dos partidos, demócrata y republicano. Hillary fue desnudada en el debate en toda su contextura moral, ética y política "deplorable".
Los consejeros anti Trump y aún quienes aparentaban respaldarlo pedían que se abstuviese de referirise a los “pecadillos” de Bill Clinton, aduciendo que él no era el candidato y que no personalizara los ataques a la Hillary, para orientar más bien el debate “hacia cosas más serias”.
Por fortuna Trump dio muestras una vez más de no tener un pelo de tonto y si bien profundizó en asuntos referentes a economía, seguridad nacional, política externa, inmigración y similares, no por ello dejó de responder a su rival como debía cuando tocó el tema del diálogo con alusiones sexuales que se había divulgado horas antes.
Ese diálogo, grabado secretamente y difundido por un miembro del clan Bush, contiene lenguaje crudo dicho por Trump hace once años que él ha lamentado y pedido excusas a su familia y al público, haciendo notar que fueron palabras y no hechos como los cometidos por Bill Clinton contra Monica Lewinski en la Oficina Oval y contra otras mujeres, incluso con violación.
Si bien Bill Clinton no tercia en la campaña presidencial, está su cónyuge Hillary y Trump denunció una vez más que ella no solo se amoldó a sus adulterios sino que organizó campañas para desacreditar y amedrentar a las víctimas de su lujuria, cuatro de las cuales esuvieron presentes anoche en el auditorio de TV.
No muy distantes de ellas estaban sentados Bill y su hija Chelsea. Trump dijo en el debate anterior, poco antes de que concluyera, que prefería no mencionar el asunto de la conducta moral de los Clinton por respeto a la presencia de Chelsea, amiga de su hija Ivanka. Esta vez rompió la barrera de cortesía y la consecuencia fue demoledora.
Hillary no contestó a la alusión de Trump y los moderadores, alineados con ella, optaron por cambiar de tema. A presión de Trump se insistió en hablar de los emails y del crimen que significa que haya destruído 33.000 correos luego de ordenarse una investigación al FBI por uso ilegal de un servidor privado en el domicilio para transmitir información oficial y confidencial.
Al posesionarse como Secretaria de Estado de Obama, Hillary juró cumplir con la ley de seguridad en el manejo de comunicaciones. El instalar un servidor privado en su domicilio no fue equivocación, como ella sostiene, sino un acto deliberado para eludir la vigilancia en sus contactos para lucrar en pro de la Fundación Clinton con donaciones ilícitas de corporaciones y países extranjeros.
Si llego a la Presidencia, le advirtió Trump, ordenaré que un fiscal especial instaure un juicio para investigar lo relacionado con el escándalo de los emails, sobre el cual, añadió, tantas mentiras han sido forjadas por Hillary y tanta colusión para defenderla ha sido evidente de parte del FBI y el Departamento de Justicia a órdenes de Obama.
En algún momento del debate, Hillary dijo que sería desastroso para el país que Trump sea Presidente encargado de hacer cumplir la Ley. De súbito, Trump le interrumpió: “...porque estarías en la cárcel...” En las múltiples concentraciones convocadas por Trump, cuando éste alude a Hillary el público canta: “lock her up, lock her up”, esto es, “enciérrenla” o “a la cárcel”.
La mayoría de medios de comunicación escritos y audiovisuales están desconcertados por lo de anoche. Algunos admiten que Trump “superó las expectativas”, pero no quieren aceptar la derrota de Hillary, la candidata que pensaban sería coronada sin obstáculo de nadie en noviembre y luego formalmente en enero.
Igual les ocurre a los anti Trump del establishment republicano, que siguen creyendo que el nominado no es buen republicano, que ellos saben más que el pueblo que lo nominó y que urge idear algo para reemplazarlo por alguien u olvidarse de él para votar abiertamente por Hilarry, como ya lo han prometido algunos.
Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes de mayoría republicana y que por tal razón es el líder de más alto rango en el GOP, acaba de anunciar que no hará campaña en favor de Trump, insinuando que Hillary será la ganadora en los próximos comicios. La actitud de Ryan es traición al partido, que le traerá consecuencias en su carrera política.
Cuando se fundó esta nación tras la Declaración de la Independencia en 1776 y se la estructuró con la Constitución de 1778, se estatuyó con claridad inequívoca que el poder reside en el pueblo. Ese pueblo está ahora en proceso de elegir al sucesor de Obama el 8 de noviembre, entre la opción demócrata de Hillary y la republicana de Trump.
Trump fue escogido por los republicanos entre 17 precandidatos, con una mayoría jamás antes alcanzada. Ningún manipulador del establishment ni ningún columnista puede poner en duda esa decisión popular y mucho menos a pocos días de la votación final. Obstrucciones como las de Ryan y las de otros líderes desertores del GOP, son execrables.
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