Cuando Donald Trump anunció en junio del año pasado que optaría por la candidatura del partido republicano para la presidencia de la República, los sabios de la política estallaron en carcajadas. Ese millonario, al que se le conocía como “payaso” en la TV, no duraría en las primarias ni un par de semanas predijeron.
A los dos o tres meses, su mensaje claro y directo hondo caló en el pueblo, pero los mismos genios de la opinión vaticinaron que su popularidad no pasaría del nivel percentual del 15% o 20%, hasta ser superado por sus opositores que sumaban 16, entre ellos senadores y ex gobernadores.
El “payaso”, autor de varios libros best sellers y creador de un imperio de bienes raíces que se extiende por los Estados Unidos y otras partes del mundo, continuó en su ascenso y paulatinamente sus rivales del GOP comenzaron a retirarse. Pero la inquina contra Trump no disminuyó.
Cuando era evidentre su ventaja y victoria en las primarias, auguraron que no alcanzaría el mínimo de 1237 delegados para la Convención del partido necesarias para ratificar su nominación y quisieron manipular los resultados para elegir a un sustituto. Pero en la primera votación Trump obtuvo más de 1.700 delegados, más allá de toda predicción.
De todos modos Trump enfrenta una impresionante muralla de oposición, proveniente no solo de su rival demócrata Hillary Clinton, sino de casi todos los medios de comunicación audiovisual que la respaldan y de altos líderes de su propio partido, incluídos algunos de los precandidatos de la primaria que prometieron respaldar a cualquiera que resultase nominado.
La táctica de la oposición a Trump, orquestada por el establishment GOP y demócrata con la resonancia de los medios, es dejar en la sombra a Hillary y concentrar la atención en Trump, combatiendo no sus ideas y principios ni propuestas, sino las supuestas debilidades de su carácter que lo harían, como lo dijo Obama, incapaz de ejercer la Presidencia.
Por cierto Trump ha cometido errores que han alimentado la sevicia de los medios, como por ejemplo el caso del abogado pakistano Khizr Khan, cuyo hijo Humayun, capitán del ejército norteamericano, murió en combate en la guerra en Irak y recibió una condecoración. Khan insultó a Trump en la Convención demócrata y Trump, en lugar de ignorarlo, le respondió.
No debió hacerlo. Le faltó tacto político para entender que se trataba de una trampa tendida por Obama/Hillary para defender la invasión islámica. Khan es agente activo de la Hermandad Musulmana (su objetivo: imponer la ley Sharia en el mundo), ente terrorista abolido en Egipto. Khan se valió de la ocasión para defender su causa.
Que es la causa que Obama (y Hillary como su Secretaria de Estado y hoy como su potencial sucesora) ha protegido desde que se posesionó en el 2009. El ISIS nació y se fortaleció cuando ordenó el retiro de tropas del Irak y dejó el armamento en armas de los insurgentes. El Primer Califato del Siglo XXI se instaló allí y ahora se extiende a Libia, quizás a Turquía y tiene su aliado en Irán, al que ha favorecido Obama.
Si es criticable que Trump no haya eludido la trampa Khan, es mucho más censurable que haya republicanos como Paul Ryan y John McCain y otros de relevancia, así como acaudalados republicanos donantes, que aparte repudiar lo dicho por Trump, anuncien (algunos) que abanadonarán las normas del GOP y votarán por Hillary y la financiarán.
Se quejan de que Trump no es lo suficientemente conservador o que no es lo suficientemente republicano. Lo han dicho desde el comienzo de las primarias, pese a la promesa constante del candidato de recuperar la vigencia plena de la Constitución, que consagra como algo inequívoco la división de poderes y el gobierno oor consenso popular.
Obama es la quintaesencia del “progresismo”, que considera obsoleta la Constitución de 1778, por lo cual creen que hay que “modernizarla” de conformidad con los tiempos siempre cambiantes y el criterio de quienes conforman el “gobierno administrativo” con sabios y mejores intépretes de lo que pueda pensar la mayoría de la población.
Ese “progresismo” es en realidad una regresión al autoritarismo que los Fundadores de esta nación se porpusieron evitar hace 240 años. Obama ha dado muestras claras de cómo ejercer la autoridad ejecutiva, más allá de la potestad legslativa del Congreso y maniupulando el sistema judicial, de suerte que no se limite a juzgar sino también a legislar.
Los republicanos e independientes que no simpatizan con Trump, por cualquier razón que fuere, deberían abstenerse de votar en los comicios del próximo 8 de noviembre. Porque votar por Hillary Clinton es votar por Obama y eso no solo no es republicano, es una traición al partido. Pese a la muralla informativa, el pueblo lo entenderá así y los repudiará.
Por su parte Trump tiene que evitar batallar con cualquier patán que se le cruce en las calles. Si eso le irrita, delegue a un subalterno para que responda. Concéntrese y profundice en Obama y Hillary y su traición a la Patria en operativos como el rescatar a rehenes de Irán por 400 millones de dólares cash en moneda extranjera, aéreo transportados sigilosamente como si fuera agente de un cartel, según lo dijo el senador Coton.
O enfatizar en el otro rescate de un soldado desertor de Afganistán a cambio de cinco de los peores asesinos talibanes de Guantánamo. Y la liberación de otros presos de esa cárcel, pese a que la guerra del Islam no ha terminado. O el oprobioso tratado secreto con el estado terrorista de Irán, parte del cual fue el envío del rescate.
Aparte, por cierto, del ominoso manejo de la economía que ha elevado la deduda a casi 20 trillones de dólares, ha dejado en el desempleo a 93 millones de personas, ha reducido el ritmo de crecimiento al 1.2%, uno de los más bajos desde 1949 y ha multiplicado la pobreza entre los negros y otras minorías, mientras se frena la inflación artificiosamente reteniendo en 0 las tasas de interés.
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