Thursday, September 17, 2015

TRUMP, EL EJECUTOR


Los columnistas y dirigentes políticos, acostumbrados a monopolizar la opinión pública, siguen molestos porque no se cumplen sus predicciones acerca del tránsito fugaz de Donald Trump en la campaña primaria del partido republicano para elegir al candidato presidencial para los comicios del 2016.
Tampoco están contentos con los consejos que han dado para que tanto los moderadores como los otros candidatos que participaron en el segundo debate realizado anoche por CNN TV, para que utilicen otras tácticas para ridiculizar al “payaso” Trump, quien sigue liderando con amplia ventaja en las encuestas en todos los lugares que visita. 
CNN, identificado con la izquierda progresista que respalda a Obama, fue anfitriona del debate y desde el inicio del larguísimo debate de casi 3 horas se dedicó, sobre todo en la primera parte, a animar a todos los oponentes de Trump a que “lo hagan pedazos” sobre los más diversos temas incluso triviales abordados por él en la campaña.
Fue inútil. A medianoche, a poco tiempo de concluído el espectáculo, que convocó a una teleaudiencia récord (como antes para FoxNewsTV), se hicieron públicas las primeras encuestas que asignaron, todas, el triunfo del debate a Donald Trump y todas con más del 50%. Hoy encuestadoras como las de la revista Time elevaban ese promedio al 67%.
¿Qué es lo que ve la mayoría de la gente en Trump que no ven los sabios analistas? La columnista Ann Coulter, que por excepción tiene otra visión de Donald, parece tener razón cuando titula su artículo de hoy: “Los únicos que quieren (a Trump)  son los votantes”. El respetable columnista Daniel Henninger, del The Wall Street Journal, en cambio llega a decir que Trump es tan desquiciado como Sanders.
Bernie Sanders es el candidato socialista que se opone a Hillary Clinton en las primarias del partido demócrata. Tanta es la falta de simpatía y carisma de Hillary y tantas las pruebas de su corrupción, que Bernie ha ascendido de modo meteórico en las encuestas, superando a su rival. Pero su agenda es utópica, comparable con la del nuevo líder laborista británico Jeremy Corby, jamás con Trump.
Trump, contrariamente a la opinión de los Henninger y de los dirigentes del GOP tradicionales, quiere revertir precisamente la tendencia socialista en la que Obama y los demócratas le tienen embarcado a los Estados Unidos, con grave pérdida de su liderazgo internacional, la quiebra de su economía y  la irradiación de la desesperanza en la nación.
Sanders es un mediocre legislador inserto por casi 20 años en Washington y que ha salido a la luz por la opacidad de Hillary. Trump es un empresario existoso que resolvió participar en la política por la primera vez, angustiado al constatar cómo los políticos de siempre han sido incapaces de frenar el deterioro de la República.
No busca socializarla más, como Sanders, ni contemporizar ni transar con lo que está dañado ni con el enemigo, sino aplicar la ley a plenitud y con el máximo rigor, sin concesiones a esa coartada de la izquierda de lo “políticamente correcto”. La primera prueba la dio al inciar su campaña al denunciar la farsa de Obama frente a la inmigración ilegal.
Y ha segudio dando más pruebas en todos los frentes: en el militar, en el económico, en el trato a los veteranos, en la reforma tributaria. Ha ofrecido esquemas sobre inmigración y lo hará pronto en impuestos. No son especificaciones sino grandes postulados de cambio, pero no de un cambio al estilo Obama, sino de reafirmación de los principios básicos y tradicionales de la nación.
Lo que la gente ve, lo que los potenciales votantes ven en él y no lo ven ciertos columnistas, es a un líder que no miente y que está dispuesto a traducir su voluntad y promesas en hechos. Trasunta ser más que un orador, un gran ejecutor. Dice lo que piensa sin rodeos y si promete reconstruir al país, a sus fuerzas armadas, a la economía y a recuperar la posición de fuerza del país en las contrataciones, la gente siente que lo hará y lo respalda.

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