Se suponía que en sociedades democráticas, el criterio predominante es el que define su orientación. En un sistema ideal, ese criterio tiene la opción de expresarse libremente mediante el voto para elegir delegados a las distintas funciones de gobierno locales, estatales y nacionales.
Pero esa concepción de la democracia se ha corrompido y aún cuando los sistemas aparentan ser democráticos, en el fondo han dejado de ser tales o están en proceso de dejar de serlos, porque se ha impuesto el criterio no de las mayorías, sino de minorías intolerantes.
El fenómeno es detectable no únicamente en el ejercicio del poder, sino en la transfiguración de los valores. Ésto, por cierto, es consecuencia de lo primero ya que cuando en la sociedad se impone una minoría intransigente cesa el diálogo y la tesis y los valores de unos pocos terminan por acallar los principios de los más.
En los Estados Unidos se está viviendo una transformación de valores sin precedentes, en el lapso mínimo de casi seis años de gobierno del presidente demócrata Barack Hussein Obama. Elegido en el 2009 y vuelto a elegir en el 2012, ha implantado un régimen radical de izquierda que ni de lejos refleja lo que piensa la mayoría estadounidense.
Obama y su círculo de amigos y asesores pertenece al reducido grupo de “liberals” de este país, término con el que se califica a aquellos que simpatizan con el marxismo/socialismo y que consideran a los Estados Unidos como una potencia imperialista, cuyo sistema capitalista origina su enriquecimiento a costa del empobrecimiento global.
Pero según las encuestas solo el 15% de la población dice ser “liberal” y solo un 6% “muy liberal”, para un total del 21%. En contraste, un 30% se considera conservador, un 10% muy conservador y un 35% moderado. Si se suman estos tres grupos, el total llega al 75%, frente a una minoría “liberal” del 21%.
¿Por qué, entonces, Obama fue elegido y, peor, por qué fue reelegido? La respuesta generalmente aceptada para la primera pegunta, es su calidad de negro y la necesidad de expiar el sentimiento de culpa que los votantes sentían por la esclavitud de la que se salió con la Guerra Civil. Obama, se ha aclarado, no tiene ningún antepasado esclavo.
La incógnita aún persiste en torno a por qué fue reelegido en el 2012. Unos atribuyen a la debilidad de su rival, Mitt Romney. Otros hablan incluso de fraude. Finalmente, hay que hallar la explicación en la influencia perniciosa de la mayoría de medios de comunicación en favor de Obama, que encubrieron sus defectos, como la masacre de Benghazi y abultaron los defectos del republicano.
Hay optimistas que piensan que Obama y su ideología sufrirán un revés en las elecciones de medio tiempo del próximo noviembre, en forma similar a lo que ocurrió en noviembre del 2010 y que ello facilitará el camino para una victoria republicana en los comicios presidenciales del 2016. Tras lo del 2010, sin embargo, vino la desconcertante reelección del 2012.
El problema radica en el ingenio táctico y estratégico de la izquierda para aprovechar las oportunidades que la misma democracia libre le brinda para manipular al sistema, maniatarlo y terminar asfixiándolo en sus propias contradicciones. Si surgen protestas por esa manipulación, las voces son acalladas porque ello es “políticamente incorrecto”.
La izquierda se ha apoderado de la educación en todo nivel y de allí han surgido los periodistas que a su vez se han adueñado de los mayores medios de comunicación audiovisual y escritos. Desde 1960, cuando la juventud se rebeló contra la autoridad civil y militar a raíz de la guerra de Vietnam, la cultura norteamericana comenzó a cambiar.
No fue un cambio para vigorizar la democracia, luego de las experiencias de la I y II Guerras Mundiales, sino para irla paulatinamente debilitando. Ideólogos como Saul Alinsky se convirtieron en profetas de la nueva generación que no quería ir a la guerra por los Estados Unidos y que quería sustitur al capitalismo por una nueva forma de Estado concentrador/socialista.
Uno de sus discípulos, que practicó la doctrina Alinsky como “community organizer” o agitador social es ahora el inquilino de la Casa Blanca. La doctrina la sigue practicando ya no en las calles de Chicago sino a lo largo y ancho de la nación. Otra discípula de Alinsky, Hillary Clinton, que escribió su tesis de grado sobre él, quiere sustiuir a Obama para continuar la “gran obra” en el 2016.
Las minorías han generado asaltos espectaculares en la historia para terminar imponiendo su doctrina o ideología, algo que habría parecido que no iría más allá de una conversación de taberna. En 1917, menos del 3% de los rusos era comunista. Pero Lenin y luego Stalin se tomaron el poder y se mantuvieron en él ocasionando no menos de 30 millones de muertes por hambre y fusilamientos.
En Alemania, los nazis también no excedían del 3% en 1924 y en los últimos comicios libres de 1933 no obtuvieron mayoría con solo el 43,9% de los votos. En las elecciones definitivas, presionaron para descalificar las opciones comunista y socialdemócrata, amedrentaron y ganaron. Hitler se convirtió en dictador y hace 75 años desató la II Guerra Mundial.
¿Fidel Castro habría tenido el respaldo que tuvo al derrotar a Batista si se declaraba comunista desde el comienzo? Probablemente no. Una vez en el poder, nadie pudo sacarlo y está allí por más de media centuria. The New York Times publica que Henry Kissinger sugirió deshacerse de Fidel cuando envió 3.000 soldados a Angola para respaldar la ocupación rusa en ese país. Lo dice con alarma, pero no por los rusos, sino por Kissinger...
En cuanto a valores, desde lo alto y por todos los medios de comunicación ha venido el diktat de aceptar como bueno y deseable el homosexualismo, el matrimonio gay y el aborto. El CDC cita que los homosexuales son una minoría, no del 3% como se divulgó hace poco, sino del 2%. Pero expresar un criterio discrepante de la exaltación al LSBGT o decir que el aborto es un holocauso que ha causado 57 millones de vidas, varias veces más que el holocausto nazi, es “politically incorrect” y el que protesta puede ser cancelado de su empleo o ir a la cárcel.
Cuando temas como el matrimonio gay o el aborto son sometidos a referendo y el las comunidades expresan su criterio contrario por clara votación popular, los jueces bloquean la decisión aduciendo que viola la Constitución. La mayoría de jueces es "liberal" y ha sido nombrada por presión de un Ejecutivo "liberal".
Cuando temas como el matrimonio gay o el aborto son sometidos a referendo y el las comunidades expresan su criterio contrario por clara votación popular, los jueces bloquean la decisión aduciendo que viola la Constitución. La mayoría de jueces es "liberal" y ha sido nombrada por presión de un Ejecutivo "liberal".
La nueva amenaza nazi es el terrorismo musulmán. Obama ha confesado públicamente su afecto por el Islam y solo últiamente ha arriesgado decir terrorista a un grupo islámico, el Isis/Isl, aunque previamente le ha negado la calidad de musulmán. Ha accedido a que se bombardee al Isis pero rechaza combatir al terrorismo islámico en su globalidad.
El Islam es una religión de la paz, no estamos ni estaremos en guerra con el Islam, lo dice repetitivamente. Pero no porque él lo diga, ni porque lo haya dicho en alguna ocasión el presidente George W Bush, esa sea la verdad. El Islam incita a la guerra contra los infieles. Si hay musulmanes que no creen en el Corán, entonces han dejado de ser musulmanes.
El Islam y el Corán son una ideología cuya meta es instaurar el califato global. No cabe para el Islam la convivencia pacífica con otras religiones, porque el Islam ordena la conversión forzosa de los infieles o la pena capital. Mas el cumplimiento irrestricto de la ley Sharia, que impone penas de muerte, mutilación, lapidación y latigazos a los infractores. (El mismo profeta Mahoma es ejemplo de guerrero. Y de pedofilia, por añadidura)
Si hay musulmanes en desacuerdo con la ley Sharia, es tiempo de que renuncian el Islam. No hacerlo equivaldría a que un católico quiera seguir siendo católico repudiando al mismo tiempo los 10 Mandamientos o pretendiendo revisar para “modernizar” la Biblia y los Evangelios. Sobre el tema de los moros, cabe una reflexión sobre minorías.
Las estadísticas dicen que hay en el mundo entre 1.200 y 1.500 millones de musulmanes. Si se elimina la mitad de mujeres y solo se toma en cuenta a los adultos de hasta 30 años, se tendría unos 300 millones de jihadistas, o 15% de terroristas. Aún si el 85% restante fuese realmente pasivo, que no lo es, la cifra es alarmante y suficiente para causar conmociones comparables con las que han causado las otras minorías.
Los árabes se aliaron a Hitler a comienzos de la II Guerra Mundial. ¿Acaso el Occidente, reputadamente mundo libre y judeocristiano, se ha puesto una venda en los ojos para no ver la realidad de la amenza del islamismo terrorista? Netanyahu piensa que Arabia Saudita puede aliarse en la lucha contra el terrorismo árabe. ¿Lo cree de verdad? Él mejor que nadie sabe que el jihadismo nació en las arenas sauditas.
De Obama nada puede esperarse contra el Islam, fuente del terrorismo. Para muchos, la religión se le prendió en el alma desde su más temprana edad, con su padrastro en Indonesia y en la madrasa a la que asistió. Si dice otra cosa, no hay que olvidar que uno de los mandamientos del Corán es la “taqiyya”, o licencia para mentir en defensa de la fe.
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