Y las ratas han comenzado a ponerse a buen recaudo. Una de ellas, Leon Panetta, ex director por dos años de la CIA y ex ministro de Obama por otros dos años, ha optado por salir de la nave pero henchido de dólares con la venta de un libro en que denuncia políticas fallidas de su ex jefe.
Igual hizo su predecesor Robert Gates, con el agravante de que éste era republicano y acababa de servir en esa función al presidente George W Bush. En ambos libros, de gran venta ya que los editores tienen espacios asegurados de propaganda en todas las estaciones de TV, las críticas a Obama son severas.
Otra colaboradora del mandatario, Hillary Clinton, Secretaria de Estado (equivalente a Canciller), escribió otro líbro crítico contra su ex jefe y ex rival en la campaña presidencial. También los impresores lograron una profusa propaganda pero no se vendió el número de ejemplares esperados y la autora trastabilló con su escaso talento político.
Un mayor impacto lo está consiguiendo Panetta. En su libro y entrevistas confirma lo que ya todo el mundo sabía o intuía. Por ejemplo, que Obama fue informado por su ministro Panetta, la CIA y los militares que el ataque al Consulado en Benghazi, Libia, fue perpetrado por terroristas. Murieron el embajador y tres funcionarios, pero Obama ordenó ocultar la verdad.
El suceso ocurrió en septiembre del 2012 y las votaciones para reelegirlo eran el 4 de noviembre. Dispuso que Susan Rice, embajadora ante las Naciones Unidas, vaya a los canales de TV a decir en los talk shows matinales del domingo que el ataque al consulado no era terrorista sino reacción a un video que nadie vio y que supuestamente hería al Islam. (Obama quería evitar que se desmintiera lo que dijo a raíz de la muerte de Osama Bin Laden: que Al Qaeda había sido finalmente liquidado por él)
A Panetta lo entrevistó Bill O’Really en FoxNews. Lo acorraló como a rata con sus preguntas. No pudo eludir la referente a Benghazi, como tampoco la alusiva al hecho de que Obama está llevando al país hacia una declinación de liderazgo en el mundo libre. Los enemigos y los aliados han dejado de temer y admirar a los Estados Unidos, insinuó el entrevistador, con tácito asentimiento del entrevistado.
Las declaraciones de Panetta coinciden con las noticias del avance de los terroristas en el Medio Oriente y el Norte de África. Obama se reunió ayer con la cúpula militar de las Fuerzas Armadas en el Pentágon y allí, ante los generales y almirantes, les espetó que no acepta sus consejos sobre estrategia militar, reiterando que no autorizará enviar tropas de combate en tierra.
Todo militar en servicio o en retiro ha opinado que ello es un absurdo. El Isis/Isil, con 50.000 soldados y moderno equipo militar confiscado a los militares norteamericanos, está a punto de tomarse Kobani en la frontera sirio/turca y hay indicios de que su próximo objetivo será la bíblica Aleppo. Muy pronto vendrá Bagdad, luego acaso Jordania. Libia ya cayó en manos terroristas.
Obama no quiere tropas en tierra para que no haya heridos ni muertos. Pero manda más soldados a Liberia y Africa Occidental para que luchen contra el ébola. ¿Y si se contagian y mueren? Si no quiere que los soldados se enfrenten a la muerte cierre West Point y Annapolis? Eso le complacería a su mentor e inspirador Saul Alinsky. Si los soldados no se preparan para combatir ¿para qué tenerlos?
En una sociedad capitalista como la que rige aún en los Estados Unidos, cualquier individuo con cualidades para escribir puede hacerlo y si lo hace con acierto, vender muchos libros y hacer dinero. Está muy bien, merece elogios y felicitaciones, solo es de mezquinos la envidia. No obstante, en el caso de los tres autores de esta nota, saltan dudas sobre su sentido de integridad y lealtad.
Si alguien acepta un cargo, más si es de alta responsabililidad, en el sector privado o público, es porque comparte el pensamiento y doctrina u orientación del empleador. Robert Gates sustituyó a Donald Rumsfeld y acompañó a Bush en sus dos años últimos de gobierno. Cuando aceptó ser ministro de Obama sabía de las diferencias profundas entre los dos mandatarios.
No era una aventura. Por dos años estuvo junto a Obama y diseñó con él (y con Hillary Clinton) la política exterior en el campo de la defensa. Con Obama y Panetta desde el 2011 se fraguó la “colosal” metedura de pata (como la calificó O’Reilly) de retirar las tropas de Iraq, sin las cuales el Premier Maliki fue impotente para frenar al futuro Isis/Isil, promotor del actual Califato del siglo XXI en Siria/Irak.
Panetta es un demócrata a tiempo completo, considerado como un ícono del partido. Debió por ello haber demostrado mayor lealtad hacia Obama, quien en el 2008/2009 se convirtió en el “mesías” que transformaría al país en el nuevo paraíso terrenal. Como director de la CIA y luego ministro de Defensa, siempre estuvo en contacto íntimo con el líder y cualquier crítica al régimen, es crítica a si mismo.
Al menos era de esperarse que dentro de la perspectiva del sentido de lealtad, que parece escasea entre los demócratas, los autores hubiesen esperado a que Obama deje el poder en el 2017 para escribir sus ensayos y comenzar a llenar sus alcancías con la venta de los libros. De otro modo las denuncias, aunque espectaculares, dejan sin contestar una pregunta: si estaban en desacuerdo con Obama ¿por qué no dimitieron a tiempo?
Muchos aplauden a Panetta por su valor y entereza. Ha demostrado con las denuncias, dicen civiles y militares (en retiro), que supo anteponer su amor al país a la lealtad al partido y al líder. ¿No habría sido patriótico y honesto, más bien, que lo hubiera hecho en el momento mismo en que se producía el desacuerdo con el líder?
Hipotéticamente, por ejemplo, Panetta hubiera prestado un gran servicio a la Patria (y a la verdad) si renunciaba en protesta por las mentiras de Obama en lo relativo a Benghazi, antes de la reelección. O al momento en que se discutía y aprobaba el retiro de tropas de Irak, quizás el factor clave del caos del Medio Oriente en el momento actual
No comments:
Post a Comment