Con seguridad habrá muchos ecuatorianos que hayan accedido a las informaciones que estos días están difundiendo los medios audiovisuales y escritos acerca de lo que ocurre en Kiev (Ucrania) y en Venezuela.
¿Cuántos de ellos, especialmente jóvenes, sentirán rubor al comparar la reacción que en esos paíeses han generado los actos despóticos de los respectivos gobernantes, al punto que el pueblo se ha lanzado a las calles a exigir rectificaciones?
En Kiev la protesta es contra un líder que ha coartado las libertades individuales, complaciendo a Putin y frustrando el deseo de la mayoría por cimentar la independencia de Ucrania y su inclinación a vincularse más con Europa que con Moscú. Tal inclinación fue reprimida durante la URSS.
La rebelión popular se inició hace varias semanas, no obstante que en esa región se iban a realizar y se están realizando los juegos olímpicos de invierno, para lo cual Putin invirtió 50 mil millones de dólares para crear una imagen favorable a su régimen, en remedo al Hitler de 1936.
Las protestas en calles y plazas fueron duramente castigadas por las fuerzas policiales y militares, no obstante lo cual no amainaron. Ahora se anuncia que el autócrata ha cedido, que adelantará las elecciones para ser sustituído a fines de año y que se convocará a una reforma constitucional para impedir a futuro más acciones despóticas.
En Venezuela la rebelión popular contra Maduro, el títere insufrible puesto por Chávez, continúa y al parecer solo terminará con la expulsión de quien ha pervertido la función presidencial en esa nación. Venezuela está en ruinas en lo económico, político y de dignidad nacional. La degeneración la inició Chávez, pero Maduro la pudrió.
La rebelión, en los casos de Ucrania y Venezuela, la iniciaron los jóvenes y particualrmente en Caracas los estudiantes. Pese a la represión, también en el caso venezolano se vislumbra una resistencia que podría echar abajo a un régimen corrupto, sobre todo si se consolida el liderazgo de Leopoldo López, quien acaba de entregarse voluntariamente a los gendarmes de Maduro.
López, graduado en Harvard y que ha ocupado la alcaldía más importante de Caracas, hasta que el régimen le prohibió terciar en más elecciones de votación popular, luce mucho más brillante, resuelto y convincente que Henrique Capriles, quien no obstante tuvo un papel loable de oposición a Chávez y Maduro.
Cuando los ecuatorianos lean lo que está sucediendo en estos dos puntos de rebeldía ¿podrán contener su vergüenza al comparar lo que por allá ocurre con lo que ha pasado en el Ecuador en los últimos siete años de Rafael Correa? En el Ecuador no solo que no ha habido una reacción popular relevante: el 80% de la población lo respalda.
Correa no necesitó de armas para dar un golpe de Estado que transforme a la nación y le conceda todos los poderes. Le bastó su verborrea de arrabal y un hábil manejo de hombres sin espina dorsal para imponerse. Al inicio de su primer mandato disolvió el Congreso, convocó a uno dócil a sus designios y obligó a que expedan una nueva Constitución ad-hoc.
Como Chávez, Correa podría gobernar hasta cuando le plazca, a menos que le ataque un cáncer o se estrelle en otro vuelo en el nuevo helicóptero presidencial. Le basta con desearlo y armar la trama para ser reelegido en cualquier instante de farsa electoral.
Ahora está preocupado porque podría perder la Alcaldía de Quito. Allí quiere ser reelegido un sumiso a Correa quien se ha lanzado en forma repugnante a apoyarlo, inclusive con la audacia de dejar de gobernar con licencia -que nadie se ha atrevido a objetar. Pero su campaña noi se limitó a Quito, sino que se extendió a todo el país.
Los comicios se realizarán el próximo domingo. Por lógica y dignidad, la mayoría de votantes debería expresar su rechazo a la presión obscena de Correa, no reeligiendo al alcalde Barrera. Pero si tal ocurre, nada extraño sería que haya manipulación en el conteo de votos, sobre todo en lo concerniente a nulos y blancos, cuyas regulaciones son confusas.
Mas si las encuestas son verosímiles, el pronóstico debería favorecer a Barrera y así le ahorrarían maniobras a Correa. El gobernante seguiría campante, feliz de que las armas hayan sido sustituidas por votos para confirmarle en el poder omnímodo, por tiempo virtualmente indefinido.
Para cumplir sin tropiezos en esa misión ha logrado anular todo vestigio de oposición de los partidos políticos y del periodismo. Las pocas voces rebeldes han sido acalladas con decisiones seudo legalistas que implican multas, rectificaciones humillantes y que, en muchos casos, han culminado con separación la de los medios e incluso el exilio de los columnistas atrevidos.
Para garantizar el silencio de los medios, dispuso además que se cree una ley que regule el ejercicio de la libertad de expresión. La ley por cierto no regula la libertad: la suprime. Ya ha sido aplicada en dos o tres ocasiones y lo más probable es que no haya más litigios, debido a que el miedo ha impuesto una preventiva auto censura.
Un autoritarismo sin dinero no perdura. En el caso venezolano, Chávez y su monigote contaban con el petróleo a manos llenas. Lo han dilapidado y ahora la economía está en crisis debido al gasto irresponsable y al deterioro de la producción del sector privado. En el Ecuador Correa también se ha respaldado en el petróleo.
Claro que los ingresos petroleros son en el Ecuador diez veces menores pero de todas maneras, los aumentos del precio del crudo en el mercado mundial le han permitido a Correa dilapidar también esos recursos en burocracia, gastos onerosos, obra pública sin licitaciones, subsidios injustificados. Los fondos se agostan pero él se las ha ingeniado para compensar el déficit: China.
La deuda con ese país ha crecido en miles de millones (¿6 mil, 8 mil?, sin que se sepa la cifra exacta, pagaderos a futuro y fundamentalmente con petróleo. Eso explica, por ejemplo, que la inicial retórica populista/izquierdista/ambientalista de Correa haya cambiado por una “pragmática”. El “santuario” Yasuní ya no vale la pena defenderlo, hay que pedirle a China que lo explote.
¿Hay protestas juveniles, sindicales o empresariales contra tanto abuso y mentira? No: hay respaldo. Correa es íntimo de Viktor Yanukovych, el presidente de Ucrania e íntimo de Maduro. A lo sumo ha dicho que los conflictos en esos países deden resolverse dentro de esos mismos países, sin intervención ni consejo de nadie. Habla como Obama.
En Kiev y en Caracas hay esperanzas de cambio. En el Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua no se vislumbra ninguna.
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