Tuesday, February 18, 2014

OBAMA EL INTOCABLE



Ahora resulta que el presidente Barack Hussein Obama no puede ser interpelado por sus constantes violaciones a la Constitución, simplemente porque el color de su piel es negro.
Así lo admiten incluso líderes del partido republicano de oposición, que sin embargo no cesa de señalar los múltiples yerros cometidos desde hace cinco años por este gobernante, cuya etnia en realidad es mixta (mulata).
Las violaciones a la Constitución son múltiples, pero las más notorias de los últimos días es la aplicación selectiva del Obamacare, ley cuya meta final es sustituir la actual oferta de servicios de salud privada por una única estatal.
La ley se aprobó sin un solo voto republicano y debe aplicarse a partir del 1 de enero de este año en su totalidad y no por partes al antojo y conveniencias políticas del Presidente, lo que prohibe la Constitución.
Desde que la ley comenzó a tratar de captar asociados por Internet en octubre del año pasado, fue evidente que era un desastre, no solo por la deficiente tecnología utilizada, sino por el fondo de la propuesta. Cerca de seis millones de ciudadanos con seguro privado qudaron sin él.
Según la nueva ley, si los seguros de esas personas no tenían los mínimos requeridos, tenían que ir al mercado a negociar los nuevos seguros. Entre los absurdos exigidos, figuran cobertura obligatoria de anticonceptivos para hombres y mujeres, ginecología para hombres, gerontología para jóvenes.
Los casi seis millones afectados están en el limbo, pues no tienen opción a un buen sustitutivo. Igual conflicto enfrentan las empresas obligadas según el número de empleados a concederles nuevos seguros o pagar multas. La mayoría prefirió transformar la nómina de tiempo compleo a medio tiempo, para evitar las multas.
Los enrolados en el Obamacar no llegan ni a tres millones y de éstos en su mayoría son candidatos al Medicaid, subsidiado por el Estado. La meta de tener por lo menos siete millones de nuevos afiliados hasta el próximo mes y en su mayoría jóvenes sin siguro, será inalcanzable. 
En tales condiciones la estrategia demócrata es recurrir al subsidio con el objetivo final de implantar el seguro estatal obligatorio para todos, lo que eliminaría el mercado privado de servicios médicos que ha sido el motor de las innovaciones y de la calidad sobresaliente del sistema en este país.
Mientras en otros países, sobre todo europeos, se introducen reformas para corregir los graves defectos del seguro estatal unificado, ampliando las oportunidades al sector privado, Obama y los suyos, que se califican a si mismos como revolucionarios, quieren forzar al país a un retroceso en una materia en la que USA ha descollado sin rivales.
Dadas las falencias de la aplicación del Obamacare, su autor ha resuelto por propia iniciativa, sin consulta previa con el Congreso, introducir 17 modificaciones a la ley, para, entre otras cosas, aplazar hasta el 2016  a grandes y medianas empresas la obligatoriedad de cumplirla o pagar multas. 
Se trata de otra maniobra política tendiente a evitar el castigo en las urnas durante las próximas elecciones de noviembre (legisladores, gobernadores) y del 2016, cuando el pueblo decidará si apoya o no la inspiración demócrata en la conducción de este país. 
Si el sentimiento de rechazo que a estas alturas tiene la mayoría de electores se mantiene o aumenta para el día de los votos, el esfuerzo maniobrero de Obama y los suyos será inútil. Según las últimas encuestas el 71% de los que votaron dos veces por Obama (para elegirlo y reelegirlo en el 2012), se arrepiente de haberlo hecho.
Integrantes del establishment del GOP y algunos del Tea Party se asustan de actitudes como las del senador Ted Cruz, frontalmente opuestas a todo lo mal de este régimen. Creen que esa posición puede interpretarse como “racista”, dado el color de la “víctima”, lo que ahuyentaría más a los negros y a los “independientes”.
Ese análisis es falso. A Obama hay que exponerlo y criticarlo por lo que hace y lo que dice, sin importar su raza. No hacerlo es racismo al revés. Obama seguirá contando con los votos de los negros, diga lo que diga y haga lo que haga, según han confesado. Y con el voto de los que se resisten a ver la realidad.
Ronald Reagan, ahora ensalzado casi unánimemente, ganó y fue reelecto por amplias mayorías de votos no por adoptar tácticas esquivas para seducir a los “independientes”, sino por predicar en todo momento la verdad, dicha en forma persuasiva, elegante e ingeniosa. Todo republicano votó por él y a ellos se sumaron innumerables demócratas e independientes honestos.
El próximo mes comenzará la selección de candidatos a las elecciones de medio tiempo. Si en el GOP prevalece el criterio escapista de los últimos años, no es difícil que se repitan las derrotas, pese a las ventajas obvias que al parecer tienen los republicanos sobre los demócratas y su doctrina de regresión al pasado.
Mitt Romney y antes John McCain se abstuvieron de atacar directamente a Obama en todas sus falencias y perdieron. En contraste, el líder negro que fue ungido por el clan de Chicago, abusó de su condición racial y se dedicó en las tres campañas a lanzar los más burdos ataques contra sus rivales,  en la mayoría sin fundamento.
Obama no es un rival cualquiera, no se parece a ningún otro en la historia de este país. No por el color de su piel, sino por su pasado oscuro, por su ineptitud, por su falsía constante en predicar una cosa en la campaña y hacer otra muy distinta como Presidente. 
Su especialidad no es la de abogado constitucionalista, sino la de agitador comunitario. Como tal, quiere promover desde la Casa Blanca la agitación para transformar al país en una sociedad socialista en la que los derechos individuales se esfumen, para dar paso al autoritarismo de Estado.
Hace pocos días, en las “propias barbas” de los legisladores reunidos en Pleno les dijo que si no aprobaban leyes como él las quería, gobernaría sin ellos y con decretos ejecutivos. Lo está haciendo con el Obamacare. Y seguirá haciéndolo armado “de un teléfono y un lápiz” como gráficamente lo dijo en una entrevista.
Cuando acompañó a su coideario Hollande, presidente francés, a visitar el museo Monticello de Jefferson, Obama dejó escapar algo que refleja muy bien sus sentimientos y egolatría. Al desobedecer alguna inocente regla del guía, dijo: “Es lo que me encanta de ser Presidente, puedo hacer lo que me da la gana...”
Es lo mismo que piensan, hacen y a veces dicen también jefes autoritarios de naciones especialmente tercermundistas como Correa en Ecuador o Maduro en Venezuela. Pero en los Estados Unidos la situación es otra, por lo menos hasta hoy: un jefe de Estado no puede ni debe hacer lo que le da la gana, sino ceñirse a lo que la Constitución le permite hacer.
No está en su capacidad ni juzgar ni legislar, sino específicamente cumplir y hacer cumplir las leyes provistas por un Congreso cuyos integrantes son elegidos por voto popular. Tampoco es su facultad interpretar las leyes ni menos aplicarlas selectivamente. La tarea de juzgar es exclusiva de jueces y juzgados, supuestamente independientes.
Dado el desastre del Obamacare, ahora los demócratas intentan desviar la atención hacia la necesidad de acabar con la desigualdad de los ingresos. Es otra falacia socialista/fascista. No hablan de igualdad de oportunidades, sino de igualdad de resultados. Y para ello buscan redistribuir los ingresos para enriquecer a los pobres y empobrecer a los ricos.
Es una de las más perversas utopías de esa facción, ahora en el poder. Nada en el planeta tierra es igual. Todos los seres humanos son distintos e inclusive todo es distinto en cada ser. Nunca firmamos igual, cada diente es diferente, cada cerebro piensa con su individualidad. Igual en el reino de animales y vegetales, en las olas del mar, en los bosques.
Una humanidad homogénea, como Orwell visualizaba ficticiamente, es un imposible. Y nada mejor que sea así, pues la falta de contrastes haría la vida insufriblemente aburrida. Lo que si es deplorable y condenable es que existan barreras que obstruyan a los seres humanos, sin importar su género, raza e idiosincracia, el aprovechamiento al máximo de sus cualidades en una libre búsqueda de la felicidad.
No sería aventurado sostener que la “lucha eterna” de la humanidad es la de alcanzar un sistema ideal de convivencia que permita desarrollar con libertad esas virtudes inmersas en cada individuo. Hasta la fecha, el sistema más próximo a ese ideal es el democrático.
Cuando Obama quiebra la Constitución y amenaza con “hacer lo que le da la gana”, no actúa como demócrata. Hay que frenarlo. Y no como aconseja el establishment del GOP, sino de manera frontal, a la Reagan cuanto más que, como lo dice Obama, los republicanos no son sus adversarios sino sus enemigos.
Obama está enfrascado, pues, en una guerra para liquidar a su enemigo. No es una simple campaña política más entre ciudadanos de distinta ideología. A un enemigo de esta calaña, que ha prometido “transformar” a este país de modo radical, no se lo derrotará con almíbar, ni circunloquios, ni eufemismos. Se lo va a derrotar con la verdad simple y desnuda.

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