Sunday, July 14, 2013

DE VEREDICTOS Y ESPIONAJE


Un tribunal de la Florida absolvió anoche de culpabilidad a un hispano que mató a un joven negro en defensa propia. La decisión de los jurados fue admirable, pues resistieron a la presión contraria del gobierno de Obama, las organizaciones racistas y los medios de comunicación prejuiciados. 
La policía floridana inicialmente no detuvo al autor de la muerte, George Zimmerman, pues era evidente que ese acción era en defensa propia. Pero líderes racistas negros como Al Sharpton, que tiene un programa en MSNBC, una TV radical, desató una campaña para acusar a George Zimmerman de asesinar un negro indefenso e inocente.
Sharpton no actuó así por propia iniciativa. Siguió la directiva del presidente Barack Hussein Obama, quien tan pronto se divulgó la noticia llamó a sus dóciles periodistas y les dijo que la muerte de Trayvon Martin, de 17 años, le había dolido tanto como si hubiese perdido al hijo varón que nunca tuvo. 
Con ello llamaba a la insurgencia de los negros “oprimidos”, en la creencia de que Zimmerman era un blanco reminiscente acaso del Ku Klux Klan. Pero ocurre que era hispano, hijo de peruana y con tez mestiza. Cuando ello se hizo evidente, los medios y los líderes negros lo tildaron entonces de “white hispanic”, o hispano blanco, para preservar la noción racista.
La presión para hallar a Zimmerman culpable de asesinato racista, nacida de la Casa Blanca, se prolongó por año y medio y pretendió continuar hasta la medianoche de ayer. Se comprobó que el gobierno, a través del Fiscal General Eric Holder, negro, financió el envío de expertos agitadores para la organización de tumultos racistas.
El jurado lo integraron seis damas, cinco de ellas madres, todas blancas y una hispana. Desde el inicio del juicio permanecieron en secuestro, aisladas del público y de los medios de comunicación, pero mucho se temía que pese a las precauciones, se hubiese filtrado algún tipo de amenaza para torcer su criterio en pro de la tesis racista oficial.
No sucedió así y hacia las 10 de la noche, luego de 16 horas de deliberaciones, el verdedicto de No Culpable finalmente se difundió. “Es una bofetada en el rostro” fue el primer comentario de Sharpton, que tiene título de reverendo aunque nadie le ha escuchado jamás dictar un sermón ni se ha conocido nunca que tuviese iglesia alguna.
Mas el “reverendo” esta vez tuvo razón. Fue una bofetada pero en el rostro del racismo que el pueblo norteamericano ingenuamente creyó se mitigaría al elegir a un negro (mulato) a la Casa Blanca. Para su gran desilusión, no solo no se debilitó el racismo, sino que arreció con Obama en el poder.
Fresca está la memoria del policía blanco de Boston que tuvo un altercado con un profesor universitario negro, a quien le pidió identificarse cuando fue visto en actitud incierta en una casa de apartamentos. El profesor reaccionó con violencia y fue apresado. Obama, al saberlo, llamó a sus periodistas y vilipendió al policía acusándolo de racista.
Más tarde se aclararon las cosas y se le dio la razón al policía en todo lo actuado. A poco Obama invitó a policía y profesor a una conciliación en los Jardines de la Casa Blanca, brindándoles un vaso de cerveza. Pero las alusiones racistas de Obama son constantes cuando están de por medio proyectos de ley o decisiones que hallan oposición en los republicanos. No razona: los acusa de obstrucción, porque él es negro.
Los abogados de la defensa fueron severos con los periodistas anoche en la rueda de prensa. Fueron acusados de tratar a Zimmerman como a un paciente en la sala de operaciones, al cual quisieron aplicar toda suerte de experimentos sin anestesia para probar que era racista.
Las televisoras manipularon y rehicieron las cintas magnéticas grabadas cuando Zimmerman habló con los policías a minutos del incidente y les explicó lo ocurrido, sin ayuda de abogados. Sus versiones no dejaron dudas, razón por la cual los policías no presentaron cargos en su contra. Pero luego fue capturado, en respuesta al clamor racista.  
Si Zimmerman hubiese sido negro, que mató a un negro en defensa propia, el asunto no trascendía. Es lo que se registra a diario en muchas ciudades de los Estados Unidos, sobre todo en Chicago donde las matanzas entre negros suceden cada día, varias veces al día. La central tática de operaciones políticas de Obama y su clan está en esa ciudad.
Dadas las circunstancias sombrías que afectan a este país en lo político, cultural y social desde que Obama está en el poder, el veredicto de la Florida adquiere trascendental importancia, máxime que la juez, que condujo el proceso, es demócrata y por ende obamista. ¿Se trata quizás de un presagio alentador de lo que adviene?
El país se encuentra en un despeñadero. La economía, con la reelección de Obama, sigue en recesión. El desempleo no se detiene y si la Bolsa de Nueva York no está en rojo, es por el espejismo especulativo de la emisión de moneda sin respaldo por parte de la Reserva Federal, que ha elevado la deuda pública a más de 17 trillones de dólares. 
En lo moral, Obama se ha convertido en el principal profusor, no solo del racismo, sino del homosexualismo, el uso masivo de anticonceptivos, el aborto y el matrimonio gay. Ello ha contagiado a las fuerzas armadas, a las escuelas, colegios y universidades. La unidad familiar declina y se multiplica el número de madres solteras y con ello la delincuencia juvenil y el consumo de drogas. 
Por cierto que Obama no es el único responsable. Pero es la cabeza principal de la hydra cuyos orígenes han de encontrarse en el decenio de 1960 y sucesivos, cuando las cómodas generaciones nacidas en la bonanza de posguerra buscaron eludir la conscripción militar y la vida fácil, de rápida autosatisfacción con drogas y sexo sin compromiso con anuencia de feministas adictas a cualquier tipo de anticonceptivos y al aborto.
La tasa de crecimiento vegetativo ha llegado al nivel más bajo y se ha vuelto negativa, es decir, menor a la necesaria para reponer la población actual. Igual que en Europa, como en Japón. En los Estados Unidos esa brecha se llena, por el momento, con inmigrantes de México y América Latina. Pero también con árabes, que hoy son la cuota principal en Europa.
La hydra, nacida en esa coyuntura, tiene sus cabezas incrustadas en la educación, en los mayores medios de comunicación, en la diplomacia y ha comenzado a infiltrarse en las fuerzas armadas. ¿Será el veredicto de anoche, acordado contra la feroz presión de la agenda oficial, una clarinada anunciadora del inicio del corte herculeano de las cabezas múltiples de la fátidica hydra?

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Algunos países de Europa y América Latina han pedido “explicaciones” a los Estados Unidos por las acciones de espionaje denunciadas por el desertor de la CIA Edward Snowden, todavía en el limbo en un aeropuerto de Moscú.
¿Explicaciones de qué? Obviamente los dignatarios de esos países no están contentos al saber que los servicios de inteligencia norteamericanos acumulan información para procesarla y clasificarla y determinar si son o no útiles a sus intereses de defensa nacional, no solo militar sino de otra índole, industrial incluída. 
¿Qué explicación cabe? No solo los Estados Unidos, sino todos los países del mundo y a través de toda la historia se han dedicado al espionaje. No por hobby o por defecto o mala costumbre, sino por necesidad. Desde tiempos de Grecia y Roma, China o la India e inclusive en las sociedades más primitivas, las comunidades han debido cuidar de su supervivencia frente a actitudes potencialmente agresivas de comunidades rivales.
¿Cómo? Acumulando información de sus actividades, de sus planes, del estado de sus ejércitos, de sus tácticas, armas y reservas. En muchos casos el espionaje se hace indispensable no solo para prevenir ataques sino para originar los ataques de conquista.
Es pueril suponer que los Estados Unidos pida autorización o perdón por espiar, solo porque un desertor haya hecho públicos los procedimientos y parte de la información acumulada, como ya se produjo con otro delator, el militar que dio la información a Wikileaks. El espionaje puede disgustar pero  no desaparecerá. Lo censurable es la traición.
La traición no es nueva. La hubo aquí durante la Revolución Americana por la Independencia, en la Guerra Civil, en las dos guerras mundiales, en las guerras menores entre países. No se puede luchar con ventaja si no se conocen las características del enemigo. Y enemigos los habrá siempre.
Lo reprochable es que entre los que protestan por el espionaje develado por Snowden esté Rafael Correa, presidente del Ecuador que ya protege a Julian Assange, jefe y creador de Wikileaks. Lo tiene encerrado en la embajada en Londres, prófugo de la justicia británica.
La policía inglesa lo reclama para deportarlo a Suecia, donde es reclamado por abuso sexual contra dos mujeres, no por difundir información de inteligencia de Estados Unidos. Está allí ya más de un año. Correa dice que lo protege porque es campeón de la libertad de expresión, algo que él ha coartado en el Ecuador.
A un primer impulso, Correa también quiso poner a Snowden bajo su ala, pero se arrepintió, sin razonar el por qué de su inconsistencia ya que su caso es similar al de Assange. Pero en todo caso, los dos son espías. A uno lo protege por espía y al otro “casi” lo protegió, pues su cónsul en Londres le concedió una que luego revocó.
¿Cuál es la lógica de Correa para reclamar en esas circunstancia a los Estados Unidos por el espionaje denunciado por sus protegidos?.
De los incidentes, hay que apartar lo relativo al espionaje interno denunciado por Snowden. Si Obama espía a los ciudadanos de los Estados Unidos dentro de los Estados Unidos, sin autorización judicial, ello es violatorio de la Constitución y hay que sancionar al culpable, previa la investigación correspondiente.
Pero mientras haya países y naciones, nunca faltarán conflictos ni guerras, ni hostilidades y para enfrentarlos, habrá que estar prevenidos. Uno de los instrumentos para ello son los servicios de inteligencia. Tan necesarios son como las inmunizaciones en el cuerpo humano para prevenir enfermedades.      

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