Rush Limbaugh, el más popular e influyente comentarista de radio en los Estados Unidos, está convencido de que el republicano Mitt Romney le ganará al demócrata Barack Hussein Obama por “landslide” en los comicios presidenciales de noviembre venidero.
El vocablo inglés se emplea cuando las victorias electorales son tan amplias que el cúmulo de votos del vencedor se comparan con un aluvión, por la enorme diferencia con su rival, como la que obtuvo Reagan para ser reelecto en 1984 derrotando a Walter Mondale en 49 de los 50 Estados de la Unión.
Rush dice ser infalible en un 99.6 % (“o más”) de las veces en sus opiniones y predicciones. Claro que lo dice con humor, pero en el fondo lo cree y trata de probarlo cada vez que se ofrece la ocasión. Esta vez fundamenta su optimismo no tanto en la capacidad de Romney, cuanto en la evidencia de que Obama es el peor líder que jamás haya tenido la Casa Blanca en toda su historia.
Si ello fuere verdad, restaría por constatar si el pueblo, pese a que se le demuestre una y otra vez las falencias del actual presidente, lo elige o no para otros cuatro años. Para reelegirse Obama utilizará (ya lo está haciendo), toda artimaña imaginable y la más grosera demagogia para revertir cualquier propósito de la oposición por hacerlo aparacer como es, un pésimo gobernante.
El propio Rush lo dijo y con razón. Por primera vez en la trayectoria de casi dos siglos y medio de este país un presidente busca ser reelecto basando su campaña en un ataque al capitalismo. Este sistema, basado en la libertad, el mercado abierto, la competencia, la inversión y el lucro, es la base de la grandeza de esta nación, por lo cual oponerse a él equivale a oponerse a los Estados Unidos.
Estados Unidos sin capitalismo no serían los Estados Unidos y declinaría hasta perder su condición de líder del mundo libre. Obama aborrece del sistema. Lo considera “unfair”, injusto, porque su motivación es la ganancia y no el bienestar colectivo. Para remediar la injusticia, reclama más intervención del Estado para redistribuir la riqueza concentrada en unos pocos.
Esa visión socialista/fascista la cultivó Obama desde la infancia. La lleva en sus genes, heredados de su padre kenyano que nunca perdonó al Reino Unido “capitalista e imperialista” por la colonización de su país nativo. Barack Hussein fue madurando ese criterio como estudiante en colegios y universidades y con mentores como el reverendo Jeremiah Wright, a quien escuchó sus prédicas anti USA por más de 20 años, o activistas de extrema como Bill Ayers, terrorista confeso.
Poco se ha filtrado de la vida de Obama hasta que saltó del anonimato de “community organizer” (agitador) en Chicago a senador por el Estado de Illinois y luego a senador federal. Pero si se sabe que en su juventud intimó solo con pakistaníes e indonesios, acosado por una crisis de identidad. De madre blanca norteamericana y padre negro de Kenya, se inclinó sin embargo por la negritud sin ocultar su resentimiento contra el blanco “opresor”. Actitud que la ha explotado hasta hoy para afianzar su meteórica carrera política.
Los ciudadanos de la raza negra votaron casi por unanimidad por él en el 2008 y volverán a hacerlo este noviembre. Obama es su hombre, pese a su dualidad de mulato y pese a que no tiene ningún ancestro esclavo ni de minoría oprimida, pues jamás padeció hambre y siempre accedió a los mejores y más caros centros de educación en todo nivel.
Nadie reclama transparencia sobre el pasado de Obama, por temor a ser acusado de racista. Tampoco hay quien aclare que la esclavitud no fue ni mucho menos “invento” de los gringos, sino que se la practicó (y practica) en la misma África desde tiempos remotos. Por unas pocas baratijas, un negro podía comprar a otro negro o negra y hacerlo esclavo.
Eso lo sabían los mercaderes de las tres Américas. En su barcos de oprobio acoderaban en las costas africanas y esperaban. No iban ellos a la “caza” de negros: era tarea de otros negros con experiencia en el negocio. Los árabes se dedicaban a asaltar barcos en el Mediterráneo para capturar prisioneros y venderlos como esclavos al mejor postor. Thomas Jefferson tuvo que enviar naves militares para proteger a navíos comerciales de USA.
Obama pretende ser el redentor de la raza negra que los blancos esclavizaron. Cuando un profesor universitario fue apresado por sospechoso en un condominio, antes de toda prueba salió él a la TV para decir que el policía (blanco) actuó por prejuicio racial. Luego se comprobó que el policía tuvo la razón y Obama pretendió enmendar el error con una invitación a ambos a tomar cerveza en los jardines de la Casa Blanca.
Recientemente, un vigilante voluntario mató a un joven negro sospechoso y Obama nuevamente saltó a la TV para decir que este nuevo acto racista le dolía como si la víctima hubiese sido el hijo que no tuvo (tiene dos niñas). Las pruebas demuestraron que el acusado Zimmerman actuó en legítima defensa del negro que lo agredió, quien tenía antecedentes peligrosos y en cuya sangre se encontró vestigios de marihuana. Obama aún no se excusa. Para colmo de bochorno para Obama, Zimmerman resultó ser hispano, de madre peruana con ancestro negro.
Romney es un candidato gris, no entusiasma, ni inspira con ideas nuevas, ni ingenio. Si gana en noviembre, aunque no fuere por el “landslide” que quiere Rush, es probable que lo logre más que por sus méritos por los deméritos de su rival. Pues si prima el sentido común, bastaría a Romney decir que no hará lo que ha hecho y prometido seguir haciendo Obama, para vencer.
Si el capitalismo es malo, según Obama y sus seguidores ¿cuál la opción alternativa? No otra que un mayor dirigismo de Estado con matices socialistas al estilo europeo o abiertamente autoritarios como en Cuba, Corea del Norte, Ecuador, Venezuela, China o Irán. Los resultados de estos regímenes y de todos los similares en la historia, son negativos sin discusión.
La esperanza de Rush es que el votante reflexione sobre la gravedad de la alternativa y se decida por Mitt. Nadie osa decir que el capitalismo democrático es un sistema perfecto, pero sí que es el que más se ajusta a la realidad de la condición humana. El ser humano, por derecho natural, aspira a la libertad y en uso de ella, a escoger su destino. Prefiere un juego de libre competencia regulado eso si para impedir abusos y en el cual la motivación sea el lucro, el premio al esfuerzo, al riesgo, al talento. La igualdad de oportunidades deber estar garantizada, no así la igualdad de resultados.
Obama quiere la igualación universal. Repudia el concepto de excepcional que se da a los Estados Unidos por su defensa de la libertad y por sus logros económicos y culturales. Ha pedido perdón al mundo por esta presunción y ha prometido que esta nación será como cualquier otra de las Naciones Unidas.
Pero incluso en un rebaño hay un líder. Si se destruye el liderazgo internacional de USA, acaso los árabes, los chinos o Irán lo suplantarán. ¿Es eso lo que quiere Obama? Lo que ha hecho en Egipto, lo que no hace con Irán, su desprecio por Israel, dan para pensar que si, que esa es la meta de Obama y sus adláteres.
La utopía de la igualación no es sino eso, una utopía. Pero aparte de inalcanzable, sería tenebrosa. ¿Alguien imagina una multitud nacional y universal de seres anónimos e incoloros, abúlicos e indeferenciables, que actúen al son lo que dicten unos pocos autodesignados de la nomenklatura?
¿O es preferible una sociedad de contrastes, como la que idearon en un momento como de epifanía los Padres de la Patria para crear los Estados Unidos en 1789? Ellos juzgaron al hombre como lo que es: un ser con un cúmulo de atributos malos y buenos, al que hay que comprender para estimular todo lo bueno y minizar las consecuencias de lo malo. Pero siempre con la garantía de la libertad para elegir.
Sin ese sentido de libre competencia y aspiración de lucro, o sea de premio al talento y al esfuerzo, los Estados Unidos no habrían estado en capacidad de ofrecer a este país y a toda la especie humana el beneficio de tantas invenciones que han prolongado la vida y la han hecho mejor. La lista de estos frutos sería inacabable.
¿Qué han creado las sociedades asfixiadas por regímenes socialistas y auotárquicos? ¿El Muro de Berlín? ¿Los campos nazis de exterminio? ¿El éxodo masivo del paraíso cubano? ¿La cárcel de hambre de Corea del Norte? ¿La crisis existencial de Europa, ahora de bruces contra el muro de la utopía socialista?
La demagogia de Obama condena la cultura del lucro. Nadie le recuerda que dos de sus libros que alguien le escribió, le han permitido poner en la Bolsa 10 millones de dólares de utilidades, para seguir lucrando. Afirma que hay que castigar a los ricos y seguir favoreciendo a los pobres, con más impuestos a los ricos. ¿Hasta qué límite?
Frente al desempleo y la pobreza, sigue empeñado en seguir gastando más dinero del fisco. Pero si se reduce la riqueza, el fisco dejará de recaudar. El dilema para él se resuelve con más deuda, con más dinero impreso como lo que acaba de aconsejar a los líderes europeos. Sin convencer a todos, al menos no a la líder clave, Angela Merkel, de Alemania.
La Comunidad Europea caminó bien mientras favoreció la integración de las economías, en cuanto a suprimir aranceles y favorecer la libre invesión. Pero comenzó a resquebrajarse con la Unión Europea, que busca la unidad política y monetaria, un imposible en ese continente de identidades de tan compleja diversidad histórica y cultural.
Alemania, dentro de ese esquema, es la unidad más productiva. No puede ni quiere seguir subsidiando a los menos productivos e indisciplinados, como Grecia, España, Italia. Grecia está a punto de desprenderse de la Unión y poco faltará para que lo político con el supergobierno de Bruselas comience a desbaratarse.
Si se produce un cambio de gobierno en los Estados Unidos en noviembre, la crisis europea le puede favorecer, lo cual automáticamente podría también favorecerle a Europa para que emerja del espejismo utopista, como emergió de la tragedia nazi fascista tras la II Guerra Mundial. Pero si el norteamericano común le favorece a Obama en los comicios, una tragedia griega aún no escrita podría sobrevenir a todos sin remedio.
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