El presidente ecuatoriano Rafael Corre continúa utilizando los más fétidos adjetivos para atacar a los medios de comunicación del país y éstos, en su mayoría, reaccionan impasibles, salvo la loable excepción de algunos de sus columnistas.
Pero no existe aún un pronunciamiento formal y frontal para oponer resistencia a esta ofensiva del mandatario, cuyo objetivo evidentemente es eliminar toda opinión divergente a la suya, tal como en estos mismos instantes está ocurriendo en Venezuela.
Correa no entiende a la democracia. Malgastó el dinero que invirtieron en él sus becarios (nadie informa quiénes son) para estudiar durante cuatro años en una universidad norteamericana prestigiosa, pero evidencia que no asimiló para nada la cultura política de este país ni las enseñanzas de Economía recibidas.
Pretende dar lecciones a los propios Estados Unidos acerca de cómo ha de entenderse el principio de la libre expresión de pensamiento, sin la cual no es dable la práctica de la democracia. A mi me importa un bledo lo que la Casa Blanca diga y aconseje al respecto, vociferó ayer en su cadena de radio: lo que me importa es lo que piense el pueblo ecuatoriano.
Es una falsía, porque lo que él implícitamente está insinuando es que solo él es el autorizado para interpretar lo que el pueblo ecuatoriano quiere, no los medios de comunicación impresos y audiovisuales, a los que califica de modo reiterativo de “mediocres”, mentirosos y “corruptos”.
No entiende, o miente y manipula, que la democracia (la occidental, si, la que nació y se robusteció primordialmente en los Estados Unidos) es un modelo de gobierno orientado a bloquear los excesos del gobernante (sea rey, emperador, jeque, chávez o correa) mediante un equilibrio y constante balance entre las ramas ejecutiva, legislativa y judicial.
Idealmente, el Ejecutivo gobierna para hacer cumplir las leyes emanadas de la función legislaltiva, las cuales se supone se crean para lograr la armonía en las relaciones sociales evitando abusos. La dinamia de la sociedad, en este sistema, se asienta en los individuos, no en los gobiernos. Éstos se han de limitar a arbitrar esa dinamia, no a inteferir, porque cuando ello se da, esa dinamia se debilitars con peligro de extinguirse.
La libertad individual, pues, junto con el derecho a la propiedad, es básica para la prosperidad común. En caso de conflictos, que perennemente han de darse en toda sociedad, no es el ejecutivo el que juzga y sanciona, es la función judicial independiente. Correa no lo cree así y como Chávez o los Castro de Cuba, considera que lo que le conviene a los ecuatorianos es la desfragmentación del sistema democrático para unificar los tres poderes en uno solo: en él.
Dentro de ese esquema, la prensa libre le incomoda. Habla de un mal uso de la libertad de expresión porque a su juicio Teleamazonas o el diario El Universo publicaron informaciones y opiniones que no se ajustan a sus parámetros de pensamiento y agenda. Y dice que él también quiere ejercer ese derecho a expresar libremente su opinión contrario, vejándolos y amenazándolos con sancionarlos y clausurarlos.
No es así como funciona la democracia. El gobernante tiene que limitarse a bien gobernar y a permitir transparencia total de sus acciones al pueblo. ¿Cómo? No a través de cadenas radiales forzadas y teatristas ni medios bajo su control, sino a través de los medios de comunicación impresos y audiovisuales privados, porque solo asi se garantiza su independencia del régimen.
Por cierto que en determinadas circunstancias habrá medios que yerren de buena o mala fé en una información, análisis o comentario. Y es obvio que ello afecte no solo a los gobiernos sino a personas o corporaciones. Pero la reacción a estos errores no es la invectiva y menos la amenza abusiva del gobernante. Hay la opción de la rectificación oblogatoria y gratuita en el medio involucrado o el juicio por libelo en los tribunales.
Miente Correa al decir que en Estados Unidos, donde recuerda que vivió cuatro años, los medios que dijeran “barbaridades” semejantes a las que dicen los medios ecuatorianos estarían sancionados con multas millonarias o cerrados. En este país no se ha registrado nada de lo que Correa afirma.
En los tiempos mismos de la campaña de la Guerra Americana y luego como gobernante, George Washington (la figura más venerada en este país) fue víctima de injurias calumniosas de innumerables panfletarios. Nunca utilizó la verborrea vitriólica de Correa para condenarlos. Igual ocurrió con otra de las mayores personalidades nacionales, Abraham Lincoln.
The New York Times fue uno de los más furibundos enemigos de George W Bush. En su campaña anti, divulgó documentos secretos de la guerra contra el terrorismo en cuanto a sistemas de intercepción para detectar llamadas de los enlaces en el exterior y para rastrear depósitos en sus cuentas bancarias. Eso infligió daño mayúsculo no a Bush sino a la seguridad nacional. Pero Bush jamás insinuó sanciones ni clausura contra el NYT.
(En el mismo Ecuador el caso del Presidente Galo Plaza es clásico. El semanario Combate, cefepista, dejó de circular por falta de papel. Plaza ordenó que se les provea de bobinas de papel del Registro Oficial para que sigan con la publicación...con los usuales, atroces y falsos insultos contra él y su gobierno)
En contraste, anticiparse a divulgar noticias sobre un temblor como lo hizo Globovisión en Caracas o decir que un taladro de exploración petrolera en la isla Puná podría afectar la pesca en el lugar, no constituyen amenaza o instigación a la conmoción social, como risiblemente dicen Chávez y su pupilo Correa: son cantinfladas para camuflar su vocación dictatorial.
La mejor ley de prensa es la que no existe. No la hay en los Estados Unidos, ni la hay en Gran Bretaña. En los países de endeble o inexistente democracia como en Venezuela y Ecuador, existe la tendencia a multiplicar leyes y regulaciones para enmarañarlo todo y justificar los abuso de poder del Ejecutivo en contra de la libre expresión del pensamiento.
La mejor regulación para moderar los yerros y equivocaciones de un medio la dan no los gobiernos sino los consumidores. Si el consumidor observa que un medio es “mentiroso, mediocre y corrupto” como sostiene Correa, simplemente deja de comprarlo. Si la auditoría y lectoría disminuyen, el que paga anuncios deja de hacerlo en ese medio porque es mal negocio y busca otros. Son las leyes del mercado las que rigen para éste y otros productos, así materiales como intelectuales.
La regla, por cierto, no se aplica a los medios bajo control estatal. Allí no importan los resultados gerenciales sobre lectoría y anunciantes. El diario El Universo publica hoy un excelente artículo que revela que Correa controla directamente 15 medios: 5 televisoras, 4 radios, 2 periódicos y 4 revistas. Ninguno es rentable. El Telégrafo se reparte gratis y no tiene avisos. ¿Cómo se financia y subsiste? Con el dinero de los contribuyentes. La última inyección será de 16,1 millones de dólares y sobre su uso nadie será responsable de nada ante nadie.
Los diarios que aún no caen bajo el dominio estatal podrían estarlo pronto si persisten en su actitud temerosa salvo si han resuelto no incomodar y adular al gobernante. ¿Será una primera muestra de ello el editorial que el diario El Comercio publicó ayer elogiando a Correa por su “victoria” en la negociación del segmento de la deuda externa que él mismo calificó de “ilícita”?
(Correa dijo que esa deuda de alrededor de 3.000 millones de dólares no la pagaría por ilícita. Habló de iniciar un juicio para probarlo, sin decir cómo ni en qué tribunales. Luego guardó silencio para de pronto decidir que la compraría para “beneficiar” al país. Pagó 900 millones de dólares por el total, menos un 9% de acreedores que rechazaron la propuesta. El asunto es simple: Correa actuó como un tramposo, primero al calificar esa deuda de ilícita y decidir no pagarla. Los acreedores le creyeron y cuando luego propuso pagar aunque sea una mínima parte prefirieron esa opción a la de no cobrarla nunca o entrar en un largo y engorroso litigio con un tramposo. Nadie ha explicado de dónde salieron los 900 millones de dólares ¿talvez del fondo de los afiliados al IESS? En todo caso lo hecho por Correa es otra maniobra inmoral como la perpetrada antes por Patiño en complicidad con el gobierno venezolano)
Jorge Mantilla Ortega siempre se opuso a que El Comercio se sume a la AEDEP (Asociación de Editores de Periódicos). Decía (y yo lo escuché de sus labios en alguno de los diálogos que sostenía al frente a su escritorio de Director) que a El Comercio no le intresaba sumarse a otros para decir su verdad. La diría siempre y en voz clara y alta cuando se justificare. Si otros coincidían con esa verdad, eran bienvenidos a sumarse, no al revés.. (Años atrás dio ejemplo de su verticalidad frente al embate de JM Velasco Ibarra, lo que le valió una prisión y la clausura del Diario. Su entereza fue saludada internacionalmente y le valieron premios y admiración de todos.
Ahora la AEDEP está silente. Peligra Teleamazonas, peligra El Universo, peligra el país. ¿No hay nadie que reaccione? Muy oportunos los artículos que sobre el tema publican dos articulistas de El Comercio en su edición de hoy, Gonzalo Maldonado y Diego Pérez. El primero alude a la Rusia del siglo XIX y comienzos del XX. Habría que añadir la Alemania de 1930.
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