Asombra la propaganda con que se rodeó al fallido intento de las FARC para liberar a 3 de los 3.143 rehenes que mantiene desde hace muchos años en algún sitio o sitios de la jungla colombiana.
La propaganda fue promovida, por supuesto, por el presidente venezolano Hugo Chávez y sus seguidores, entre ellos Rafael Correa de Ecuador. Chávez quería aparecer como el gran humanista y líder del socialismo del siglo XXI, que intercedió con éxito para liberar a los secuestrados.
El presidente Álvaro Uribe se ha mostrado siempre renuente a negociar con los narcoterroristas (que asesinaron a su padre), en la convicción de que hacerlo sería subyugarse ante un grupo fuera de la ley. Pero tuvo que ceder debido a la presión internacional y de los familiares de las víctimas.
Aceptó que Chávez, con ideología afín a la de la FARC (que busca, como él, implantar en América Latina su socialismo siglo XXI), mantenga un diálogo con los jefes de la entidad terrorista para obtener la libertad de algunos rehenes clave.
Uribe fijó reglas soberanas. Entre ellas, que las consultas sobre el avance del diálogo de Chávez se hicieran exclusivamente con él y no con terceros. Chávez incumplió al hablar directamente no con él sino con jefes militares de Colombia.
Ante ello, Uribe dio por terminado el intento. La maquinaria propagandística acusó al mandatario colombiano de haber buscado deliberadamente el fracaso. Se lo calificó de inhumano, de siervo del imperialismo yanqui y demás epítetos izquierdistas.
Nuevamente hubo presión y Uribe aceptó que se reanude el diálogo liderado por Chávez. Esta vez, la maquinaria propagandística cantó victoria y para solemnizar la ceremonia de entrega de los 3 secuestrados en algún lugar de la selva colombiana, se invitó a devotos del caudillo venezolano, inclusive el ex presidente de Argentina, aún en el poder a través de su mujer.
Y, por cierto, a delegados de los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Por este país concurrió Gustavo Larrea, el ministro de gobierno al que Correa canceló por inepto en el manejo de las protestas en la zona oriental de Dayuma, que culminó con el aplastamiento militar ordenado dictatorialmente por el gobernante ecuatoriano.
Pero toda la tragicomedia se frustró a última hora, justo cuando los apologistas de Chávez se aprestaban a abordar los helicópteros para asistir a gran ceremonia final de la entrega de rehenes. ¿La causa? Una mentira más de la FARC, esta vez motivada por un niño, el ahora célebre Emanuel.
El niño era uno de los 3 rehenes a ser liberados por el acuerdo con Chávez. Pero resulta que el niño, nacido de Clara Rojas y un terrorista, había sido devuelto por la guerrilla tiempo atrás debido a que las FARC no quieren tener a los niños fruto de las relaciones voluntarias o no de su gente.
Los niños incomodan. La FARC no los quiere, a menos que sean rehenes y puedan rendir ganancias pingües con los pagos por sus rescates. Para evitar nacimientos, exigen la toma de anticonceptivos a niñas tan tiernas como de 12 años. Si el embarazo se produce, la madre debe abortar o morir. Si de todos modos hay el nacimiento de una criatura, un consejo decide si mantenerlo con vida o no. Si sobrevive, es expulsado. Tal fue el caso de Emanuel. Si el niño regresa a ver a sus padres, se lo ejecuta.
La intentona de Chávez ha fracasado, una vez que las autoridades colombianos probaron con exámenes DNA que el niño era realmente Emanuel. La FARC admitió el hecho, aún cuando ha declarado que Emanuel no fue liberado sino “secuestrado” por el gobierno de Uribe.
Si la mediación de Chávez culminaba con la liberación de los rehenes, la propaganda chavista la habría magnificado como otra gran conquista del filósofo del socialismo del siglo XXI y como una derrota para el gobierno pro yanqui de Uribe. Pero ¿de qué tenían o hubieran tenido que ufanarse Chávez y sus “fans”?
Según datos oficiales que publica el diario The Miami Herald, las FARC han apresado solo desde 1996 a 23.401 personas. De éstas, 12.981 han quedado libres previo el pago del rescate y otras 3.143 aún permanecen detenidas. El 79.7% es masculino, con edades entre 30 y 65 años.
Hay otras cifras: aunque se desconoce la ocupación del 28%, se sabe que el 11.8% tenía pequeños negocios o tiendas, el 10.9% es de niños y el 6.4$ es de gente que vivía de salarios. Además, hay un 4.5% de empleados públicos y 4.1% de hacendados.
En otras palabras, estos bandoleros que dicen luchar por mejorar la condición de la vida de los colombianos, en realidad los atormentan: apresan, matan y extorsionan a gente común. Para aumentar sus ingresos se han aliado a los narcotraficantes y juntos cometen crímenes de terror desde hace ya 50 años, casi tantos como los que tiene Fidel Castro en Cuba.
Rafael Correa jamás ha condenado a las FARC. Inclusive anunció que no los llamaría por su nombre, narcoterroristas, sino como luchadores por la libertad. Hubo una sola y breve discrepancia, cuando acusó a la FARC por los disturbios de Dayuma. Pero fue efímera, pues no vaciló en enviar a Larrea para que se sume al coro apologético de Chávez en Colombia.
Las fuerzas armadas en el Ecuador nada han dicho sobre el tema. Están sometidas en todo a Correa y sus no ocultos propósitos de conducir al país al socialismo del siglo XXI. ¿Estarán preparados para cuando llegue el socialismo y se conviertan en el nuevo Ejército Rojo como instrumento clave para la Revolución?
Correa sigue arrasando con toda oposición. De modo muy sagaz, adula a los militares con la entrega de las obras públicas viales y el control de Petroecuador. Iguales acciones de adulo se observan con la Policía. El Congreso ya dejó de existir y en su lugar tiene una asamblea por completo dócil a sus deseos.
Ahora se propone el imposible ir más allá y eliminar el libre mercado en el comercio, la industria, la banca y la agricultura. Quiere que los precios no se auto regulen por efecto de la oferta y la demanda, sino por decreto. La inflación queda prohibida. Pero cuando el imposible se haga evidente, recurrirá a la represión para frenar el descontento y para ello cree que la fuerza pública lo ayudará sin chistar.
Pero pretender matar al mercado o ceñirlo a regulaciones fijas del Ejecutivo es un disparate. Pronto crecerán los precios como consecuencia de la falta de abastecimiento y la represión no conseguirá evitarlo. Pero si azuzará el malestar y la rebelión populares. No es especular con hipótesis, es una previsión basada en la historia.
Como pronosticando esta fatalidad, Correa ya habla de una conspiración contra él para desestabilizar al régimen. ¿Será una conspiración de los Estados Unidos, concretamente de GW Bush, como en Venezuela lo dice Chávez? Porque si él lo controla todo ¿quién conspira contra él? Ya liquidó a los partidos políticos. Desparecidos los partidos, ahora dice que la prensa es la que buscará sustituirlos para hacerle la oposición. Es otra de sus majaderías que no resiste el menor análisis.
Correa y su pandilla (¿no es de pandilleros colocar en uno y otro sitio a los protegidos, como lo ha hecho con Patiño, Larrea y otros ministros?) se verán pronto acorralados por los errores de sus acciones revanchistas contrarias al sentido común. Sobrevendrá más tarde o más temprano la crisis, el caos, la violencia y se repetirá la triste historia tantas veces vivida en Ecuador y otros países de la América Lastina que no logran madurar políticamente.
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