El presidente Rafael Correa y quienes sumisamente le siguen podrán idear cualquier pirueta retórica para justificar lo que están haciendo con el Ecuador, pero jamás convencerán que la vía escogida es democrática.
“La Asamblea Constituyente ratifica y garantiza la existencia del Estado de Derecho” dice un documento oficial del organismo que acaba de instalarse en Montecristi, un pueblito cercano al puerto de Manta, en Manabí, célebre por la manufactura artesanal de sombreros de paja toquilla.
A su vez el Vicepresidente de la Asamblea, Fernando Cordero, a poco de anunciarse las primeras resoluciones del cónclave, ha declarado: “estamos fortaleciendo la democracia con más democracia”.
Las resoluciones se refieren a la clausura del Congreso Nacional, cuyos miembros fueron electos por sufragio popular. No hablan de clausura sino de receso, ni mencionan un lapso de reapertura del Congreso, porque no la habrá. Y dejan sin sueldos a diputados y empleados.
La Asamblea, convocada para introducir reformas a la Constitución, se ha autodeclarado omnímoda. Podrá dictar cualquier resolución, sobre cualquier tema, que nadie podrá cuestionarla, peor revocarla. Podría especularse que tan amplias facultades están por sobre las que supuestamente tiene el jefe de Estado. Pero no hay motivo para ese tipo de digresión: la Asamblea es Correa.
Correa se propuso acabar con el Congreso desde el momento primero de su campaña para convertirse en Presidente. No ha engañado y en su objetivo ha obtenido el respaldo d el 80% de los votos libremente consignados para cualquiera de las convocatorias en que se ponía en juego su autoridad.
¿Convalida ese respaldo de votos su condición de demócrata? Por cierto que no. La democracia es un sistema político y cultural por el cual los ciudadanos convienen en sujetarse sin excepción a leyes y regulaciones que impliquen respeto a la disensión, al libre albedrío, al derecho a la propiedad y credo religioso.
Los actos de Correa y la Asamblea no son democráticos. El oficialismo tiene 80 de 130 diputados y las primeras resoluciones que ha adoptado sin objeción son dictatoriales: la misma proclama de asumir poderes totales, la terminación del Congreso, la supresión de salarios de sus integrantes.
Correa no ha necesitado este extremo burlesco de instalar una asamblea sumisa en la tierra de Alfaro para actuar como dictador. Lo hizo al forzar la salida de una mayoría hostil en el Congreso para sustituirla por otra de fácil manipulación. Cuando este Congreso rehecho intentó contradecir su voluntad, desoyó sus decisiones y ahora simplemente lo clausura.
Intervino en instituciones como el Banco Central, la Superintendencia de Bancos, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Tribunal Supremo Electoral y quitó y puso a sus funcionarios a su antojo. La Asamblea completó la “limpieza” de una plumada, con otras destituciones y nombramientos pedidos por Carondelet.
Muchas han sido las demostraciones autocráticas previas de Correa. Violó los contratos petroleros libremente celebrados por las partes y decidió unilateralmente incrementar la participación del Estado en los excedentes de los precios del crudo en el 99%. Anuncia ahora que desconocerá el Derecho Internacional en los litigios con esas y otras empresas petroleras.
Cuando la caravana motorizada lo movilizaba por las calles de Quito en un día cualquiera, vio o quiso ver a un ciudadano que hacía gestos que le disgustaron. Lo mandó apresar. Cuando la protesta popular subió de punto, ordenó su libertad.
Cuando un asesor norteamericano colaboró (por contrato legal con el Estado) en la denuncia de la pesca artesanal ilícita de aletas de tiburón, que él autorizó que se la realice sin penalidades, montó en cólera y ordenó deportar al “gringo” de inmediato. Surgió la protesta y se supo, entre otros detalles, que estaba casado con ecuatoriana. Alzó el dedo, como César y perdonó su extradición.
Correa tiene mucha prisa por envolver a los ecuatorianos en la felicidad a la que no accedieron por “la larga noche del neoliberalismo”. Para ello no necesitó esperar a la Asamblea y comenzó a gobernar por decretos leyes de emergencia, para no rendir cuentas ni llamar a concursos para obras y servicios que se financien con recursos fiscales. El Congreso, por mandato de la ley, quiso poner freno a estos abusos pero Correa se burló de tal pretensión.
El mandatario ecuatoriano ha respaldado acciones y demandas contra las empresas petroleras extranjeras por parte de habitantes de la Amazonía. Pero no tolera que alguien ose cuestionar a Petroecuador, como lo han hecho los habitantes de Orellana en demanda de obras por parte de ese ente estatal. Los rebeldes forzaron al cierre de algunos pozos y la producción cayó en 30.000 barriles por día, con pérdida de ingresos de 3 millones de dólares diarios.
Petroecuador requiere con urgencia convalecer o desaparecer. Se cita que en 10 años la inversión del ente fue de 967 millones de dólares, en tanto que la del sector privado petrolero, pese a las dificultades, fue de 4.600 millones de dólares. El organismo estatal retiene el 80% de las áreas petrolera potencialmente productivas en contraste con el 20% consignadas a la empresa privada.
Para superar la crisis, Correa impuso un nuevo decreto de emergencia y canceló al presidente Pareja de Petroecuador. Lo ha reemplazado con un militar en servicio activo, el capitán de navío o almirante Fernando Zurita, hecho que solo ocurría con las dictaduras militares. ¿La misión principal que se le encomienda? No la búsqueda de mayor eficiencia en ese “agujero negro” burocrático, sino la represión a los habitantes de la Amazonía. Junto con el anterior presidente de Petroecuador, cayó la cabeza también del ministro de gobierno Gustavo Larrea. (¿Qué comentarán ahora él y su padre, Hugo Larrea Benalcázar, a quien también le “renunció” como ministro de gobierno su jefe José M. Velasco Ibarra?)
Correa, por lo visto, no tiene lealtad con nadie, salvo talvez con el superministro Patiño, a quien le creó el cargo ficticio de ministro del Litoral cuando fracasó como ministro de Finanzas. El presidente no guarda lealtad ni para con su cónyuge belga, a quien le ha prohibido ejercer la función tradicional y obvia de “primera dama”, que quiere decir simplemente ser esposa del líder principal y, por ende, acreedora al respeto, aprecio y figuración en la comunidad.
Cuando Correa y sus áulicos de la Asamblea Constituyente hablan de respetar el Estado de Derecho y fortalecer la democracia con más democracia, lo que están diciendo y haciendo es lo contrario. La historia comprueba la imposibilidad de fortalecer una democracia, quebrándola. Todas las revoluciones más y menos cruentas hechas para “redimir” al hombre, han concluido en muerte, sangre, supresión de libertades y colapso final.
El Papa Benedicto XVI ha hecho pública una encíclica sobre estos temas, precisamente hoy. Ha condenado revoluciones como la rusa o la francesa, cuyos cabecillas pretendieron implantar la igualdad a costa de las libertades. Los iluminados que quieren jugar a dioses se estrellan contra la realidad de las falencias humanas. Quien o quienes intentan la utopía del paraíso terrenal con la imposición de regímenes autocráticos está condenado a fracasar. No hay excepciones.
La meta de un líder con sentido común no es aspirar a utopías. La condición humana, con las implícitas y eternas contradicciones y conflictos entre el bien y el mal, no desparecerán el por capricho de ningún mitómano. La frágil condición humana es inherente a su naturaleza. Lo único razonable en un líder preocupado por la suerte de sus semejantes será propiciar un sistema de convivencia humana pacífica que procure atenuar las contradicciones y conflictos y que por lo mismo se sustente en la oferta real y libre de oportunidades para que la mayoría ciudadana progrese económica, síquica, física y anímicamente según sus facultades.
Esa búsqueda de la felicidad no debe coartarse con la supresión de libertades. Cuando el mitómano pretende la felicidad colectiva mediante la igualación de resultados está conminada a suprimir las alternativas de la libertad. Y sin libertad no hay democracia. Sin democracia se obstruye la opción, que esta si debería ser igual para todos, de buscar la felicidad. El irrespeto a las leyes y a las instituciones democráticas, no es democrático: es dictatorial.
Eso es lo que están haciendo en el Ecuador Rafael Correa y “su” Asamblea Constituyente. Los hechos están allí, son elocuentes por si mismos y cualquier palabrería en contrario no los altera.
Friday, November 30, 2007
Saturday, November 24, 2007
DE CAPITALISMO, MERCADO Y CAPITAL
Líderes autoritarios de todas las edades han absorbido poder político con la justificación de que la democracia del momento era demasiado débil para conservarla. Por lo que han resuelto adoptar la vía violenta para “redimirla”.
Las repúblicas griega y romana se hundieron en la tiranía transitando por la misma vía de la demagogia de quienes buscaron doblegar a la oposición por sobre las leyes para erigirse en dictadores. El corolario fue la devastación de los imperios.
El concepto de democracia es, sin duda, amplio y difuso y se presta por ello a torcidas interpretaciones. Pero existe un línea tenue y sutil, que muchos ven y otros no pero la presienten, que separa lo que ha de entenderse y respetarse como democrático y lo contrario.
Los líderes son seres distintos que emergen en un grupo social por sus dotes de conducción, de gestores de ideas, cambios, reformas y acción. Los hay en todas las áreas de actividad humana, pero quienes lo son en política se destacan por su influjo potencial en la organización social.
Los líderes políticos están dotados de talento distinto y superior para convocar y persuadir a la gente. No necesitan precisamente de un alto nivel cultural para entender lo que es una democracia y lo que es dable hacer y no hacer para preservarla. Si la contravienen, es porque lo hacen deliberadamente.
En tiempos de Sócrates se decía que todo es dable dentro de una democracia: disentir, cuestionar, oponerse y alternarse en los mandos de gobierno. Lo que no es permisible en democracia, es socavarla hasta extinguirla.
Y es eso lo que están haciendo ahora líderes como Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en el Ecuador. Sus acciones y afirmaciones orientadas a reafirmar la democracia, la están en realidad socavando. Ninguno de ellos convencerá a nadie que se pueda fortalecer la democracia destruyéndola.
En el Ecuador los artífices del engendro político que se vive ya y se avecina son Correa y el rebaño de 80 constituyentes comandado por Alberto Acosta. Las señales son inequívocas en cuanto a la ruptura de esa línea sutil que distingue y separa lo democrático de lo antidemocrático.
En el caso de Correa hubo el antecedente de su promesa avasallar al Congreso aún antes de ser electo Presidente. Ya posesionado, lo desintegró, lo rehizo, lo ridiculizó, lo ignoró, lo humilló. Igual actuó en contra de instituciones como los tribunales de Garantías, Electoral y la misma rama de justicia. Estas acciones son, sin defensa, anti democráticas.
La asamblea constituyente, a instalarse el próximo jueves, es todo menos democrático. El reglamento lo hicieron entre Acosta y Correa. Decidieron que la asamblea adopte cualquier resolución, sin opción a veto ni revisión de nadie. Las resoluciones las dictará desde Palacio Correa y las ejecutará en la asamblea su emisario Acosta. Dirigencia y comisiones han sido designadas y de ellas estarán expresamente excluidos los delegados de la oposición.
“¿Cómo vamos a incluir a la oposición?” ha dicho un portavoz oficialista. No cabe que traten de obstruir el avance de la revolución ciudadana, añaden para justificar lo injustificable. En cuanto al referéndum, Acosta ha aclarado que ello regirá solo para las reformas a la Constitución de la Asamblea, no para sus resoluciones.
La nueva Constitución será votada con un simple Si o No, sin lugar a discusión. Respecto al Congreso, ha dicho que si sus integrantes no se auto disuelven, él los obligará con la suspensión del pago de sus remuneraciones. Equivale a sitiar al palacio del Congreso y condenar al hambre a quienes en él se escuden para desafiar al poder dictatorial. Como en el Medioevo.
La asamblea fue convocada exclusivamente para discutir y aprobar reformas a la Constitución, que ulteriormente deberán ser aprobadas o negadas con el voto popular. No se mencionó a los poderes omnímodos de los que hoy hablan al unísono Correa, Acosta y sus áulicos.
Llámenlo como deseen, estos actos no son democráticos, sino lo contrario. Es una manipulación mañosa y perversa de los recursos que se emplean en un sistema democrático. No para buscar robustecer al sistema, sino para execrarlo.
El objetivo del dúo Correa/Acosta es la absorción sin freno del poder político para llevar al país al “socialismo del siglo XXI”. Ni ellos ni Chávez han logrado crear una cartilla, un librito rojo que lo explique. Afirman que es “un proyecto en construcción” o, como dijera el poeta, “es un camino que se hace al andar”.
Pero los esfuerzos de definición sobran, porque los actos de los jefes de Estado lo están diciendo todo. No es nuevo para la historia de esos países, ni para la historia latinoamericana ni, en suma, para la historia de la humanidad. Se trata de la formación, una vez más, de autocracias basadas en la comedia del supuesto respeto a las leyes y a la democracia.
¿Qué pretenden con la suma de poderes políticos? Correa dijo en Beijing que anhela “empezar a generar pensamiento y teorías que respondan a nuestra realidad”. Como ejemplo, citó lo que ha dicho en oportunidades pasadas: hay que buscar “la supremacía del trabajo humano sobre el capital… para generar valores de uso antes que valores de cambio”.
El mandatario ecuatoriano es académico, doctorado en Economía en reputadas universidades de los Estados Unidos y Bélgica. Desalienta, por tanto, que lance en China tal galimatías sobre temas que debía dominar y comprender. Lo que insinúa es luchar contra el sistema capitalista, sustento del sistema democrático y liberal. Y confunde conceptos, acaso con la intención a su vez de confundir.
Cuando dice que el trabajo humano debe prevalecer sobre el capital dice disparates. ¿No le enseñaron que el capital es un bien intangible? Hernando de Soto acaba de dar una conferencia en el Ecuador. Seguramente se refirió a éste y otros temas. Correa no estuvo allí, ni leyó reseñas, si las hubo. No le interesa, tiene ideas fijas para hacer la felicidad de los ecuatorianos. Y son “sencillas”: captar o raptar el “capital” de manos de la empresa privada y trasladarlo al manejo del Estado.
El capital, como enseñan no solo Soto sino Marx, es inmaterial por naturaleza puesto que la materia no es capital, sino el valor de la materia. El valor, por tanto, no tiene nada corpóreo en si mismo. Probablemente Correa esté pensando en los ricos, en el dinero que tienen los ricos y a eso llama capital. Pero el capital no es dinero, el dinero no es sino solo una de las formas en que se manifiesta el capital. La moneda, dicen los tratadistas, es la gran rueda de circulación, pero no es el capital pues el valor no puede residir en unas piezas de metal (Adam Smith). La moneda lo que hace es facilitar las transacciones, permitiéndonos comprar bienes y servicios, pero no agregan por si mismo valor de producción.
El capital, que tanta irrita a Correa, es un valor permanente que se multiplica y nunca perece. Es un valor que se desprende del producto que crea, se vuelve ente metafísico siempre en posesión de quien lo produce, por lo cual este valor puede adoptar formas distintas. Es como los caminos y carreteras: permiten movilizar bienes, pero no los produce.
Consecuentemente, el capital es un valor latente en espera de activarse con el ingenio y trabajo del hombre. De nada sirven los yacimientos petrolíferos bajo tierra si alguien no tiene el ingenio y recursos para extraerlo, transportarlo y procesarlo. O un lago en las montañas, cuyas aguas están inmóviles hasta que alguien las conduce a generadores, cuya electricidad tendrá un efecto productivo multiplicador, como en el caso el petróleo procesado.
El capitalismo es un sistema caracterizado por la propiedad privada individual o corporativa de bienes de capital, mediante inversiones que se determinan por decisiones privadas y por los precios, la producción y distribución de bienes que a su vez se determinan principalmente por la competencia en un mercado libre.
El mercado es simplemente un acuerdo social que permite a compradores y a vendedores hallar información y concretar un intercambio voluntario de bienes y servicios. Es una de las instituciones clave que forman el comercio junto con el derecho a la propiedad.
De ahí que el momento en que Correa habla de acabar con el capitalismo y el capital y contra “la larga noche del neoliberalismo”, está hablando de acabar con una entelequia, con algo inasible como una quimera. Lo que quiere es acabar con los “ricos” y trasladar su riqueza a los “pobres” a través de impuestos y/o confiscaciones.
De esa manera el capital sufrirá una traslación de manos privadas al Estado. No desaparecerá, se reducirá. El combate a la pobreza no viene con la eliminación de la riqueza, sino propiciando vías para acrecentarla. El dinero no es capital y lo que hace Chávez con los abundantes petrodólares es arruinar la economía de Venezuela con despilfarro, subsidios y obstrucciones a la formación del capital en las áreas agrícola, ganadera e industrial.
Con los subsidios, los precios fijados por el Estado y el estímulo a las granjas colectivas, en Venezuela la inflación se ha disparado y escasean la leche, la carne y los huevos. Correa lo imita multiplicando los subsidios y bonos a la pobreza con recursos fiscales. Eso no es crear capital, es fomentar el statu quo de la miseria.
Correa ha alabado el sistema chino y como antes lo hiciera el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, manifiesta que es la posición ideal entre el capitalismo y el comunismo. “China tiene una forma singular de aplicar el socialismo en función de su gente”, acaba de decir en Beijing, dando a entender que quisiera imitarlo para el Ecuador.
Es falso desde varios ángulos de apreciación. El régimen chino es autocrático y su espectacular crecimiento se ha basado en la ingente inversión de capitales y tecnología extranjeros, principalmente de los Estados Unidos. Correa repudia al capital extranjero, sobre todo de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la economía en China no está favoreciendo a las “masas”.
El sistema en China no es un sistema capitalista comparable al de la Unión Europea y menos al de Estados Unidos. Es absolutamente rígido y centralizado en cuanto al manejo de las decisiones de inversiones fuera de las áreas en las que el capital extranjero es bienvenido, ubicadas en la periferia costera del vasto territorio chino.
Allí no existe libre mercado, libre competencia, derechos de autor y de propiedad privada. Es una peligrosa burbuja que podría estallar en cualquier instante, sea por conmoción popular frente a las inequidades o por alguna catastrófica decisión de inversión dictada por el politburó dueño de vidas y haciendas en esa superpoblada nación.
Japón, mucho más liberal, estuvo al punto de la quiebra a fines del siglo pasado y su sistema bancario y financiero hubiera colapsado de no haber recibido apoyo de Occidente para recuperarse. Ahora el sistema es más estable porque es más abierto al libre juego del mercado.
El capital y el mercado no desaparecerán porque lo quiera y decida Correa. Lo que ocurrirá con su “socialismo del siglo XXI” será que capital y mercado serán controlados más firme y corruptamente que hasta ahora y los resultados serán los mismos que registra la historia en casos similares: pérdida de la libertad y empeoramiento en las condiciones de la vida de los ciudadanos.
La reducción y asfixia de la democracia conllevan el ahogamiento de libertades políticas, económicas e intelectuales. No hay ejemplo alguno de prosperidad en sociedades así clasificadas. China está excluida de tal lista. En cambio las naciones que han florecido con sistemas libres y abiertos se multiplican en la era actual, encabezadas por la más potente y estable: los Estados Unidos, país que coincidentemente es el que Correa más detesta.
x.x.x.x
P.S.: Noticias de última hora indican que Rafael Correa reclama derechos de autor por la iniciativa de que la OPEP cambie el dólar por el euro al comerciar su petróleo. Agradece la “gentileza” que Chávez y Ahmadinejad han trenido con él al acoger su idea. Añadió otra hipótesis absurda: que las fuerzas de la Coalición derrocaron a Hussein porque este propuso el cambio al euro. También, en tono de gañán, insistió que establecerá relaciones comerciales con la nación “árabe” de Irán aún si surge oposición, porque hay buenas perspectivas de mercado y, sobre todo, “porque a él le da la gana”. Irán ha sido dos veces sancionado por las Naciones Unidas por violar los derechos humanos, por diseminar y financiar el terrorismo internacional y por negarse a detener su carrera nuclear. Que se sepa, Estados Unidos no es las Naciones Unidas y el Ecuador no ha dejado de ser miembro de esta organización ni ha repudiado la resolución del Consejo de Seguridad. ¿Contra quién pelea Correa? Si adopta en el Ecuador el euro en lugar del dólar, el país tendrá que cambiar la dolarización por la “euroización”. La OPEP, integrada en su mayoría por naciones árabes aliadas a USA, está muy lejos de acatar las fantochadas de Chávez/Correa/Ahmadinejad. ¿Insistiría en ese caso Correa en seguir “jugándose la vida” por el euro, como acaba de decirlo cantinflescamente en China?
Las repúblicas griega y romana se hundieron en la tiranía transitando por la misma vía de la demagogia de quienes buscaron doblegar a la oposición por sobre las leyes para erigirse en dictadores. El corolario fue la devastación de los imperios.
El concepto de democracia es, sin duda, amplio y difuso y se presta por ello a torcidas interpretaciones. Pero existe un línea tenue y sutil, que muchos ven y otros no pero la presienten, que separa lo que ha de entenderse y respetarse como democrático y lo contrario.
Los líderes son seres distintos que emergen en un grupo social por sus dotes de conducción, de gestores de ideas, cambios, reformas y acción. Los hay en todas las áreas de actividad humana, pero quienes lo son en política se destacan por su influjo potencial en la organización social.
Los líderes políticos están dotados de talento distinto y superior para convocar y persuadir a la gente. No necesitan precisamente de un alto nivel cultural para entender lo que es una democracia y lo que es dable hacer y no hacer para preservarla. Si la contravienen, es porque lo hacen deliberadamente.
En tiempos de Sócrates se decía que todo es dable dentro de una democracia: disentir, cuestionar, oponerse y alternarse en los mandos de gobierno. Lo que no es permisible en democracia, es socavarla hasta extinguirla.
Y es eso lo que están haciendo ahora líderes como Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en el Ecuador. Sus acciones y afirmaciones orientadas a reafirmar la democracia, la están en realidad socavando. Ninguno de ellos convencerá a nadie que se pueda fortalecer la democracia destruyéndola.
En el Ecuador los artífices del engendro político que se vive ya y se avecina son Correa y el rebaño de 80 constituyentes comandado por Alberto Acosta. Las señales son inequívocas en cuanto a la ruptura de esa línea sutil que distingue y separa lo democrático de lo antidemocrático.
En el caso de Correa hubo el antecedente de su promesa avasallar al Congreso aún antes de ser electo Presidente. Ya posesionado, lo desintegró, lo rehizo, lo ridiculizó, lo ignoró, lo humilló. Igual actuó en contra de instituciones como los tribunales de Garantías, Electoral y la misma rama de justicia. Estas acciones son, sin defensa, anti democráticas.
La asamblea constituyente, a instalarse el próximo jueves, es todo menos democrático. El reglamento lo hicieron entre Acosta y Correa. Decidieron que la asamblea adopte cualquier resolución, sin opción a veto ni revisión de nadie. Las resoluciones las dictará desde Palacio Correa y las ejecutará en la asamblea su emisario Acosta. Dirigencia y comisiones han sido designadas y de ellas estarán expresamente excluidos los delegados de la oposición.
“¿Cómo vamos a incluir a la oposición?” ha dicho un portavoz oficialista. No cabe que traten de obstruir el avance de la revolución ciudadana, añaden para justificar lo injustificable. En cuanto al referéndum, Acosta ha aclarado que ello regirá solo para las reformas a la Constitución de la Asamblea, no para sus resoluciones.
La nueva Constitución será votada con un simple Si o No, sin lugar a discusión. Respecto al Congreso, ha dicho que si sus integrantes no se auto disuelven, él los obligará con la suspensión del pago de sus remuneraciones. Equivale a sitiar al palacio del Congreso y condenar al hambre a quienes en él se escuden para desafiar al poder dictatorial. Como en el Medioevo.
La asamblea fue convocada exclusivamente para discutir y aprobar reformas a la Constitución, que ulteriormente deberán ser aprobadas o negadas con el voto popular. No se mencionó a los poderes omnímodos de los que hoy hablan al unísono Correa, Acosta y sus áulicos.
Llámenlo como deseen, estos actos no son democráticos, sino lo contrario. Es una manipulación mañosa y perversa de los recursos que se emplean en un sistema democrático. No para buscar robustecer al sistema, sino para execrarlo.
El objetivo del dúo Correa/Acosta es la absorción sin freno del poder político para llevar al país al “socialismo del siglo XXI”. Ni ellos ni Chávez han logrado crear una cartilla, un librito rojo que lo explique. Afirman que es “un proyecto en construcción” o, como dijera el poeta, “es un camino que se hace al andar”.
Pero los esfuerzos de definición sobran, porque los actos de los jefes de Estado lo están diciendo todo. No es nuevo para la historia de esos países, ni para la historia latinoamericana ni, en suma, para la historia de la humanidad. Se trata de la formación, una vez más, de autocracias basadas en la comedia del supuesto respeto a las leyes y a la democracia.
¿Qué pretenden con la suma de poderes políticos? Correa dijo en Beijing que anhela “empezar a generar pensamiento y teorías que respondan a nuestra realidad”. Como ejemplo, citó lo que ha dicho en oportunidades pasadas: hay que buscar “la supremacía del trabajo humano sobre el capital… para generar valores de uso antes que valores de cambio”.
El mandatario ecuatoriano es académico, doctorado en Economía en reputadas universidades de los Estados Unidos y Bélgica. Desalienta, por tanto, que lance en China tal galimatías sobre temas que debía dominar y comprender. Lo que insinúa es luchar contra el sistema capitalista, sustento del sistema democrático y liberal. Y confunde conceptos, acaso con la intención a su vez de confundir.
Cuando dice que el trabajo humano debe prevalecer sobre el capital dice disparates. ¿No le enseñaron que el capital es un bien intangible? Hernando de Soto acaba de dar una conferencia en el Ecuador. Seguramente se refirió a éste y otros temas. Correa no estuvo allí, ni leyó reseñas, si las hubo. No le interesa, tiene ideas fijas para hacer la felicidad de los ecuatorianos. Y son “sencillas”: captar o raptar el “capital” de manos de la empresa privada y trasladarlo al manejo del Estado.
El capital, como enseñan no solo Soto sino Marx, es inmaterial por naturaleza puesto que la materia no es capital, sino el valor de la materia. El valor, por tanto, no tiene nada corpóreo en si mismo. Probablemente Correa esté pensando en los ricos, en el dinero que tienen los ricos y a eso llama capital. Pero el capital no es dinero, el dinero no es sino solo una de las formas en que se manifiesta el capital. La moneda, dicen los tratadistas, es la gran rueda de circulación, pero no es el capital pues el valor no puede residir en unas piezas de metal (Adam Smith). La moneda lo que hace es facilitar las transacciones, permitiéndonos comprar bienes y servicios, pero no agregan por si mismo valor de producción.
El capital, que tanta irrita a Correa, es un valor permanente que se multiplica y nunca perece. Es un valor que se desprende del producto que crea, se vuelve ente metafísico siempre en posesión de quien lo produce, por lo cual este valor puede adoptar formas distintas. Es como los caminos y carreteras: permiten movilizar bienes, pero no los produce.
Consecuentemente, el capital es un valor latente en espera de activarse con el ingenio y trabajo del hombre. De nada sirven los yacimientos petrolíferos bajo tierra si alguien no tiene el ingenio y recursos para extraerlo, transportarlo y procesarlo. O un lago en las montañas, cuyas aguas están inmóviles hasta que alguien las conduce a generadores, cuya electricidad tendrá un efecto productivo multiplicador, como en el caso el petróleo procesado.
El capitalismo es un sistema caracterizado por la propiedad privada individual o corporativa de bienes de capital, mediante inversiones que se determinan por decisiones privadas y por los precios, la producción y distribución de bienes que a su vez se determinan principalmente por la competencia en un mercado libre.
El mercado es simplemente un acuerdo social que permite a compradores y a vendedores hallar información y concretar un intercambio voluntario de bienes y servicios. Es una de las instituciones clave que forman el comercio junto con el derecho a la propiedad.
De ahí que el momento en que Correa habla de acabar con el capitalismo y el capital y contra “la larga noche del neoliberalismo”, está hablando de acabar con una entelequia, con algo inasible como una quimera. Lo que quiere es acabar con los “ricos” y trasladar su riqueza a los “pobres” a través de impuestos y/o confiscaciones.
De esa manera el capital sufrirá una traslación de manos privadas al Estado. No desaparecerá, se reducirá. El combate a la pobreza no viene con la eliminación de la riqueza, sino propiciando vías para acrecentarla. El dinero no es capital y lo que hace Chávez con los abundantes petrodólares es arruinar la economía de Venezuela con despilfarro, subsidios y obstrucciones a la formación del capital en las áreas agrícola, ganadera e industrial.
Con los subsidios, los precios fijados por el Estado y el estímulo a las granjas colectivas, en Venezuela la inflación se ha disparado y escasean la leche, la carne y los huevos. Correa lo imita multiplicando los subsidios y bonos a la pobreza con recursos fiscales. Eso no es crear capital, es fomentar el statu quo de la miseria.
Correa ha alabado el sistema chino y como antes lo hiciera el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, manifiesta que es la posición ideal entre el capitalismo y el comunismo. “China tiene una forma singular de aplicar el socialismo en función de su gente”, acaba de decir en Beijing, dando a entender que quisiera imitarlo para el Ecuador.
Es falso desde varios ángulos de apreciación. El régimen chino es autocrático y su espectacular crecimiento se ha basado en la ingente inversión de capitales y tecnología extranjeros, principalmente de los Estados Unidos. Correa repudia al capital extranjero, sobre todo de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la economía en China no está favoreciendo a las “masas”.
El sistema en China no es un sistema capitalista comparable al de la Unión Europea y menos al de Estados Unidos. Es absolutamente rígido y centralizado en cuanto al manejo de las decisiones de inversiones fuera de las áreas en las que el capital extranjero es bienvenido, ubicadas en la periferia costera del vasto territorio chino.
Allí no existe libre mercado, libre competencia, derechos de autor y de propiedad privada. Es una peligrosa burbuja que podría estallar en cualquier instante, sea por conmoción popular frente a las inequidades o por alguna catastrófica decisión de inversión dictada por el politburó dueño de vidas y haciendas en esa superpoblada nación.
Japón, mucho más liberal, estuvo al punto de la quiebra a fines del siglo pasado y su sistema bancario y financiero hubiera colapsado de no haber recibido apoyo de Occidente para recuperarse. Ahora el sistema es más estable porque es más abierto al libre juego del mercado.
El capital y el mercado no desaparecerán porque lo quiera y decida Correa. Lo que ocurrirá con su “socialismo del siglo XXI” será que capital y mercado serán controlados más firme y corruptamente que hasta ahora y los resultados serán los mismos que registra la historia en casos similares: pérdida de la libertad y empeoramiento en las condiciones de la vida de los ciudadanos.
La reducción y asfixia de la democracia conllevan el ahogamiento de libertades políticas, económicas e intelectuales. No hay ejemplo alguno de prosperidad en sociedades así clasificadas. China está excluida de tal lista. En cambio las naciones que han florecido con sistemas libres y abiertos se multiplican en la era actual, encabezadas por la más potente y estable: los Estados Unidos, país que coincidentemente es el que Correa más detesta.
x.x.x.x
P.S.: Noticias de última hora indican que Rafael Correa reclama derechos de autor por la iniciativa de que la OPEP cambie el dólar por el euro al comerciar su petróleo. Agradece la “gentileza” que Chávez y Ahmadinejad han trenido con él al acoger su idea. Añadió otra hipótesis absurda: que las fuerzas de la Coalición derrocaron a Hussein porque este propuso el cambio al euro. También, en tono de gañán, insistió que establecerá relaciones comerciales con la nación “árabe” de Irán aún si surge oposición, porque hay buenas perspectivas de mercado y, sobre todo, “porque a él le da la gana”. Irán ha sido dos veces sancionado por las Naciones Unidas por violar los derechos humanos, por diseminar y financiar el terrorismo internacional y por negarse a detener su carrera nuclear. Que se sepa, Estados Unidos no es las Naciones Unidas y el Ecuador no ha dejado de ser miembro de esta organización ni ha repudiado la resolución del Consejo de Seguridad. ¿Contra quién pelea Correa? Si adopta en el Ecuador el euro en lugar del dólar, el país tendrá que cambiar la dolarización por la “euroización”. La OPEP, integrada en su mayoría por naciones árabes aliadas a USA, está muy lejos de acatar las fantochadas de Chávez/Correa/Ahmadinejad. ¿Insistiría en ese caso Correa en seguir “jugándose la vida” por el euro, como acaba de decirlo cantinflescamente en China?
Friday, November 16, 2007
LA LARGA NOCHE NEOLIBERAL
Los ciudadanos con vocación de servicio tienen la opción de involucrarse en la política. La política por tanto no es intrínsicamente mala sino todo lo contrario. Pues frente a las imperfecciones de la vida en comunidad, siempre quedará abierto el camino a los cambios hacia la perfectibilidad, que es por cierto una quimera inalcanzable.
Esa realidad social es tan vieja como la humanidad. En todo conglomerado social ha habido y habrá personas insatisfechas, idealistas y generosas que no se conforman con una situación imperfecta, con la injusticia, el abuso o la corrupción. Y se inclinan por discutir, participar y plantear soluciones y cambios para in tentar enderezar entuertos en beneficio de la colectividad.
La gente tiene desde luego diferencias en cuanto a perspectivas y propuestas. Las personas que piensan igual se agrupan y así surgen los partidos políticos. En consecuencia, ni la política ni los partidos son perversos en sí. Muy al contrario, sirven a los más altos fines de la comunidad.
Los problemas de convivencia entre partidos brotan primeramente de los métodos. Para los más impacientes, la vía rápida de solución es la violenta y mesiánica. La finalidad es destruir lo existente, sus instituciones y principios, no rectificar los errores que han determinado una operación ineficiente o censurable.
Por lo general la vía violenta viene apoyada por el uso de las armas. Corren ríos de sangre y a la postre se instauran regímenes autocráticos que duran poco y causan daños, descomunales en comparación con los pocos cambios positivos que pudiesen generar. Son los casos de tantas revoluciones como las de Francia, Rusia, Cuba y en el mismo Ecuador.
En muy pocas ocasiones la violencia se ha instituido sin el uso de las armas, basada en la manipulación de las mismas leyes e instituciones del sistema que líderes carismáticos pretenden suplantar. Es lo que está sucediendo en Venezuela y Ecuador y corre peligro de fracasar en Bolivia. Si bien no han corrido ríos de sangre, igual están fundiéndose los cimientos de un sistema democrático que aunque débil, fue y es preferible a cualquier autocracia.
¿Por qué los sistemas democráticos de Ecuador y Venezuela se han debilitado al extremo de facilitar el advenimiento de tiranuelos como Hugo Chávez y Rafael Correa? Si la política y los políticos son, en principio, buenos y necesarios para la salud y la renovación e innovación de las sociedades ¿por qué la crisis en esas y otras naciones de cultura similar?
Y cabe una interrogante de contraste: ¿por qué países como los Estados Unidos tienen tanta estabilidad política pese a las conmociones internas y externas, incluso asesinatos a jefes de Estado? ¿Hay alguna razón genética o cultural que explique la razón de estas diferencias?
Si se descarta a los políticos violentos como Chávez y Correa, que destruyen partidos políticos para borrar la oposición y también a los revolucionarios y terroristas, habría que analizar la suerte de los otros partidos que buscan el cambio por la vía pacífica a través de elecciones y respeto a la institucionalidad, pero fracasan. ¿En qué se parecen y en qué son distintos estos partidos?
En países como el Ecuador, la línea doctrinaria de los partidos ha sido y es tenue, casi inexistente. Antaño el conflicto era menor cuando había tres partidos más o menos bien definidos: liberal, conservador y socialista. Con José María Velasco Ibarra advino el elemento de la confusión del que no se ha desprendido el país: el populismo.
Velasco Ibarra desvaneció las frágiles diferencias entre los partidos y confundió a todos. Su corazón comenzó a bambolearse entre la izquierda y la derecha y terminó por no estar en ninguna parte. Escogió como colaboradores a gente de cualquier tendencia y partido y con la misma facilidad que los nombró, los decapitó.
Decenios más tarde, los maltrechos partidos no han convalecido. Han sucumbido hoy sin ofrecer resistencia alguna al populista de nuevo cuño, que igual que Velasco Ibarra ha formado su propio partido o legión de seguidores, el “correista”, que acabará en el mismo tacho basura de la historia que el velasquismo.
Con el rotundo fracaso del quinto velasquismo sobrevino una dictadura militar más y una serie de gobiernos civiles que han durado uno o dos años en ejercicio, hasta la llegada de Correa que aunque por el momento habla de no imitar a Chávez en cuanto a la reelección indefinida, es probable que termine por aceptarla.
En ese largo lapso los partidos políticos no han podido plantear con claridad una doctrina y ello explica la falta de respaldo popular y la eficiencia en el ejercicio del poder que les ha tocado desempeñar cuando han accedido por votaciones populares. ¿Cuál es el peor escollo doctrinario que les mantiene humillados y perdidos?
Probablemente sea la percepción clara o borrosa que los partidos y sus líderes tengan del papel que el gobierno deba tener en la solución de los problemas de la sociedad y de la nación. Aún cuando haya retórica y líneas en la Constitución a medias en vigencia, los partidos políticos no han declarado con suficiente convicción qué papel le asignan al Gobierno en la vida social.
Tradicionalmente en el Ecuador se ha impuesto una consciencia estatista, en el sentido de que es el Ejecutivo fuerte e interventor, como el patrón y sus mayordomos en las haciendas feudales de la época colonial, el que debe trazar pautas de conducta a los ciudadanos, en todos los campos: no solo en la seguridad interna y externa del país sino en todos los ámbitos de la educación, la salud, la economía.
Esa obstinación perdura y es el principal origen del retraso cultural, político y económico de la nación. Lejos de sugerir y proponer una transformación, esta si revolucionaria, en la concepción del papel que el gobierno debe tener en la comunidad, la tendencia ha llegado al extremo opuesto con el actual presidente Rafael Correa.
En lugar de plantear menos gobierno interventor y más libertad para crear, comerciar, invertir, el mandatario populista pide darle más protagonismo al Estado para acabar con la pobreza, la injusticia y la corrupción. Según sus palabras, ha sido “la larga noche neoliberal” la causante de las actuales desgracias del país.
Cuando habla de neoliberalismo, Correa quiere decir un sistema libre y abierto para el manejo sobre todo de la economía que supuestamente se ha aplicado en el país a partir del decenio de 1990, por presión del “imperio” (USA). Y al hacerlo yerra como ha errado en tantas otras de sus apreciaciones sobre política y economía.
En el Ecuador no se aplicó ninguna política liberal, sino lo contrario. El Estado, en ese lapso, incrementó su intervencionismo. Ya hizo un análisis en ese sentido el economista Franklin López en un artículo que se publicó en este BLOG. Ahora la tesis se confirma con datos frescos y oficiales, en la columna de Gabriela Calderón aparecida en el Diario El Universo.
En la supuesta “larga noche neoliberal” los impuestos en el Ecuador se duplicaron y el sector público acaparó el 48% de la economía total o PIB. En otras palabras, el Estado no liberó fuerza ninguna de los ciudadanos, constriñó más su capacidad de invertir en libertad y generar riqueza y empleo. Correa no quiere alterar esa tendencia sino acentuarla y ha arremetido ahora contra la inversión extranjera en campos clave como la minería y el petróleo, principales fuentes de acopio de recursos fiscales.
Los partidos políticos deberían profundizar en el estudio de esta realidad y probar que la redención del país no está en más intervencionismo del Estado, sino en lo contrario. La absorción de poderes por parte del Estado, en un solo hombre, desemboca en la quiebra financiera y el caos.
Grecia y Roma iniciaron su declinación cuando las repúblicas, en las que el poder se fraccionaba para blindarlas de la tiranía, gradualmente cedieron a ella. En Francia la revolución acabó con la monarquía pero degeneró en el terrorismo jacobino y ulteriormente en esa otra versión del absolutismo con Napoleón.
Los peregrinos de Europa llegaron a América del Norte para alejarse del absolutismo de monárquico y la intolerancia religiosa. Con el correr de los años formaron una sociedad de libre empresa y libre pensamiento y religión. En la Filadelfia de Benjamín Franklin judíos, católicos y protestantes convivían pacíficamente en sus callejuelas principales, según se revive con las imágenes animadas de la época que se exhibe en museos.
La historia de los partidos políticos en los Estados Unidos, con altibajos, podría decirse que no es enmarañada. Está dominada por dos partidos, unidos en el respeto inalterado a la Constitución pero con una diferencia básica: los republicanos abogan por una ingerencia menor en los asuntos ciudadanos, mientras los demócratas pugnan por un gobierno de creciente ayuda social con más impuestos.
Las diferencias entre los dos partidos han subido de grado por momentos y originaron incluso una guerra civil. Los republicanos, liderados por Abraham Lincoln, propiciaban el fin de la esclavitud, los demócratas sureños la defendían al extremo de promover la división de la República. Tras casi medio millón de muertes, Lincoln y la Unión prevalecieron pero el reconocimiento de los derechos civiles de los negros tardó más de una centuria en traducirse en ley, por oposición demócrata.
Los partidos políticos en el Ecuador deberían renacer y pronunciarse ante la Asamblea y ante el público en contra de las pretensiones proteccionistas de Correa con el pretexto falso de que la “larga noche neoliberal” es el origen de los males del país. Y trazarse una agenda concisa y clara de qué medidas sugieren adoptar para que el tamaño del gobierno se reduzca para estimular exponencialmente las libertades ciudadanas.
Los países que así lo han hecho, son los que más han prosperado. No hay ejemplo de prosperidad en ninguna nación con regímenes autárquicos, como lo anota Calderón en su comentario. Si los partidos no se definen en asunto tan trascendental, la parálisis y la agonía de los partidos políticos en el Ecuador continuarán.
Esa realidad social es tan vieja como la humanidad. En todo conglomerado social ha habido y habrá personas insatisfechas, idealistas y generosas que no se conforman con una situación imperfecta, con la injusticia, el abuso o la corrupción. Y se inclinan por discutir, participar y plantear soluciones y cambios para in tentar enderezar entuertos en beneficio de la colectividad.
La gente tiene desde luego diferencias en cuanto a perspectivas y propuestas. Las personas que piensan igual se agrupan y así surgen los partidos políticos. En consecuencia, ni la política ni los partidos son perversos en sí. Muy al contrario, sirven a los más altos fines de la comunidad.
Los problemas de convivencia entre partidos brotan primeramente de los métodos. Para los más impacientes, la vía rápida de solución es la violenta y mesiánica. La finalidad es destruir lo existente, sus instituciones y principios, no rectificar los errores que han determinado una operación ineficiente o censurable.
Por lo general la vía violenta viene apoyada por el uso de las armas. Corren ríos de sangre y a la postre se instauran regímenes autocráticos que duran poco y causan daños, descomunales en comparación con los pocos cambios positivos que pudiesen generar. Son los casos de tantas revoluciones como las de Francia, Rusia, Cuba y en el mismo Ecuador.
En muy pocas ocasiones la violencia se ha instituido sin el uso de las armas, basada en la manipulación de las mismas leyes e instituciones del sistema que líderes carismáticos pretenden suplantar. Es lo que está sucediendo en Venezuela y Ecuador y corre peligro de fracasar en Bolivia. Si bien no han corrido ríos de sangre, igual están fundiéndose los cimientos de un sistema democrático que aunque débil, fue y es preferible a cualquier autocracia.
¿Por qué los sistemas democráticos de Ecuador y Venezuela se han debilitado al extremo de facilitar el advenimiento de tiranuelos como Hugo Chávez y Rafael Correa? Si la política y los políticos son, en principio, buenos y necesarios para la salud y la renovación e innovación de las sociedades ¿por qué la crisis en esas y otras naciones de cultura similar?
Y cabe una interrogante de contraste: ¿por qué países como los Estados Unidos tienen tanta estabilidad política pese a las conmociones internas y externas, incluso asesinatos a jefes de Estado? ¿Hay alguna razón genética o cultural que explique la razón de estas diferencias?
Si se descarta a los políticos violentos como Chávez y Correa, que destruyen partidos políticos para borrar la oposición y también a los revolucionarios y terroristas, habría que analizar la suerte de los otros partidos que buscan el cambio por la vía pacífica a través de elecciones y respeto a la institucionalidad, pero fracasan. ¿En qué se parecen y en qué son distintos estos partidos?
En países como el Ecuador, la línea doctrinaria de los partidos ha sido y es tenue, casi inexistente. Antaño el conflicto era menor cuando había tres partidos más o menos bien definidos: liberal, conservador y socialista. Con José María Velasco Ibarra advino el elemento de la confusión del que no se ha desprendido el país: el populismo.
Velasco Ibarra desvaneció las frágiles diferencias entre los partidos y confundió a todos. Su corazón comenzó a bambolearse entre la izquierda y la derecha y terminó por no estar en ninguna parte. Escogió como colaboradores a gente de cualquier tendencia y partido y con la misma facilidad que los nombró, los decapitó.
Decenios más tarde, los maltrechos partidos no han convalecido. Han sucumbido hoy sin ofrecer resistencia alguna al populista de nuevo cuño, que igual que Velasco Ibarra ha formado su propio partido o legión de seguidores, el “correista”, que acabará en el mismo tacho basura de la historia que el velasquismo.
Con el rotundo fracaso del quinto velasquismo sobrevino una dictadura militar más y una serie de gobiernos civiles que han durado uno o dos años en ejercicio, hasta la llegada de Correa que aunque por el momento habla de no imitar a Chávez en cuanto a la reelección indefinida, es probable que termine por aceptarla.
En ese largo lapso los partidos políticos no han podido plantear con claridad una doctrina y ello explica la falta de respaldo popular y la eficiencia en el ejercicio del poder que les ha tocado desempeñar cuando han accedido por votaciones populares. ¿Cuál es el peor escollo doctrinario que les mantiene humillados y perdidos?
Probablemente sea la percepción clara o borrosa que los partidos y sus líderes tengan del papel que el gobierno deba tener en la solución de los problemas de la sociedad y de la nación. Aún cuando haya retórica y líneas en la Constitución a medias en vigencia, los partidos políticos no han declarado con suficiente convicción qué papel le asignan al Gobierno en la vida social.
Tradicionalmente en el Ecuador se ha impuesto una consciencia estatista, en el sentido de que es el Ejecutivo fuerte e interventor, como el patrón y sus mayordomos en las haciendas feudales de la época colonial, el que debe trazar pautas de conducta a los ciudadanos, en todos los campos: no solo en la seguridad interna y externa del país sino en todos los ámbitos de la educación, la salud, la economía.
Esa obstinación perdura y es el principal origen del retraso cultural, político y económico de la nación. Lejos de sugerir y proponer una transformación, esta si revolucionaria, en la concepción del papel que el gobierno debe tener en la comunidad, la tendencia ha llegado al extremo opuesto con el actual presidente Rafael Correa.
En lugar de plantear menos gobierno interventor y más libertad para crear, comerciar, invertir, el mandatario populista pide darle más protagonismo al Estado para acabar con la pobreza, la injusticia y la corrupción. Según sus palabras, ha sido “la larga noche neoliberal” la causante de las actuales desgracias del país.
Cuando habla de neoliberalismo, Correa quiere decir un sistema libre y abierto para el manejo sobre todo de la economía que supuestamente se ha aplicado en el país a partir del decenio de 1990, por presión del “imperio” (USA). Y al hacerlo yerra como ha errado en tantas otras de sus apreciaciones sobre política y economía.
En el Ecuador no se aplicó ninguna política liberal, sino lo contrario. El Estado, en ese lapso, incrementó su intervencionismo. Ya hizo un análisis en ese sentido el economista Franklin López en un artículo que se publicó en este BLOG. Ahora la tesis se confirma con datos frescos y oficiales, en la columna de Gabriela Calderón aparecida en el Diario El Universo.
En la supuesta “larga noche neoliberal” los impuestos en el Ecuador se duplicaron y el sector público acaparó el 48% de la economía total o PIB. En otras palabras, el Estado no liberó fuerza ninguna de los ciudadanos, constriñó más su capacidad de invertir en libertad y generar riqueza y empleo. Correa no quiere alterar esa tendencia sino acentuarla y ha arremetido ahora contra la inversión extranjera en campos clave como la minería y el petróleo, principales fuentes de acopio de recursos fiscales.
Los partidos políticos deberían profundizar en el estudio de esta realidad y probar que la redención del país no está en más intervencionismo del Estado, sino en lo contrario. La absorción de poderes por parte del Estado, en un solo hombre, desemboca en la quiebra financiera y el caos.
Grecia y Roma iniciaron su declinación cuando las repúblicas, en las que el poder se fraccionaba para blindarlas de la tiranía, gradualmente cedieron a ella. En Francia la revolución acabó con la monarquía pero degeneró en el terrorismo jacobino y ulteriormente en esa otra versión del absolutismo con Napoleón.
Los peregrinos de Europa llegaron a América del Norte para alejarse del absolutismo de monárquico y la intolerancia religiosa. Con el correr de los años formaron una sociedad de libre empresa y libre pensamiento y religión. En la Filadelfia de Benjamín Franklin judíos, católicos y protestantes convivían pacíficamente en sus callejuelas principales, según se revive con las imágenes animadas de la época que se exhibe en museos.
La historia de los partidos políticos en los Estados Unidos, con altibajos, podría decirse que no es enmarañada. Está dominada por dos partidos, unidos en el respeto inalterado a la Constitución pero con una diferencia básica: los republicanos abogan por una ingerencia menor en los asuntos ciudadanos, mientras los demócratas pugnan por un gobierno de creciente ayuda social con más impuestos.
Las diferencias entre los dos partidos han subido de grado por momentos y originaron incluso una guerra civil. Los republicanos, liderados por Abraham Lincoln, propiciaban el fin de la esclavitud, los demócratas sureños la defendían al extremo de promover la división de la República. Tras casi medio millón de muertes, Lincoln y la Unión prevalecieron pero el reconocimiento de los derechos civiles de los negros tardó más de una centuria en traducirse en ley, por oposición demócrata.
Los partidos políticos en el Ecuador deberían renacer y pronunciarse ante la Asamblea y ante el público en contra de las pretensiones proteccionistas de Correa con el pretexto falso de que la “larga noche neoliberal” es el origen de los males del país. Y trazarse una agenda concisa y clara de qué medidas sugieren adoptar para que el tamaño del gobierno se reduzca para estimular exponencialmente las libertades ciudadanas.
Los países que así lo han hecho, son los que más han prosperado. No hay ejemplo de prosperidad en ninguna nación con regímenes autárquicos, como lo anota Calderón en su comentario. Si los partidos no se definen en asunto tan trascendental, la parálisis y la agonía de los partidos políticos en el Ecuador continuarán.
Sunday, November 11, 2007
CÓMO SE FORMA UNA CONSTITUCIÓN
El presidente ecuatoriano Rafael Correa se ufana en decir que “su” Asamblea Constituyente no tendrá los tropiezos que tiene la de Bolivia porque él fue muy listo y para evitarlo decidió que las resoluciones sean adoptadas no los dos tercios de votos de los delegados, como en el Altiplano, sino por simple mayoría.
Es una viveza que satisface a sus panegiristas, como el columnista Rodrigo Fierro del Diario El Comercio, pero que repugna a quienes tiene otro sentido de la historia y sobre todo de la democracia. Disponer que una nueva Constitución se elabore y apruebe si no por consenso, al menos con los 2/3 de los votos, es todo menos democrático.
Pero el correismo ha hecho presa de la Asamblea no solo por el influjo directo del jefe de Estado en todos los niveles, sino porque allá ha llegado triunfante una colección de incondicionales abrumadoramente mayoritaria: 80 de los 130 delegados son fieles a Correa. (Y el prestigio del presidente va por el 72% según las encuestas, lo que le coloca como el más popular de América Latina)
Entre Correa y Alberto Acosta, nombrado éste presidente de la Asamblea aún antes de que la asamblea se reúna, decidirán qué curso darle al país. No solo con el documento constitucional que lo tienen redactado y definido, sino además en torno a quienes serán los elegidos para ocupar las funciones en los organismos del Estado que han declarado vacantes.
Si el sistema democrático que precedió a Correa era imperfecto y débil, era susceptible sin embargo de ser perfeccionado y corregido. El que ahora está instaurando la pareja no busca fortalecer la democracia, sino sustituirla por una autocracia.
Correa y Acosta detestan a los Estados Unidos. Ambos son economistas y una de las razones de su aborrecimiento es el capitalismo, sistema que ha fortalecido a este país y que sigue fortaleciendo a todos las naciones que siguen por ese camino, encuadrado eso si dentro del marco de libertad, democracia y respeto a la ley.
Sarkozy, el presidente de Francia, habló ante el pleno del Congreso de los Estados Unidos y, en contraste con los que repudian a esta nación, expresó su admiración sustentada en hechos históricos. Dijo que el pueblo francés admira a USA no por su grandeza material sino por la validez eterna de sus principios que Francia los comparte.
Esos principios son la defensa de la libertad, el respeto a las ideas ajenas y a discrepar, libre albedrío religioso y respeto a la propiedad privada, material e intelectual. Estas ideas y principios tienen que sujetarse por cierto a un ordenamiento, a evitar el abuso, a la sujeción general por la ley.
Cuando las 13 Colonias se unieron para lograr su Independencia de la Gran Bretaña, el vínculo legal que las enlazó fue un puñado de normas y regulaciones conocido como los Artículos de la Confederación. Conquistada la independencia, los “padres de la Patria” observaron que esos Artículos eran insuficientes para garantizar un desenvolvimiento normal del gobierno para las Colonias.
Los Artículos, a la postre, se transformaron en la Constitución. La aprobaron 39 de los 55 delegados de la Convención Constitucional de Filadelfia, el 9 de septiembre de 1787. Benjamín Franklin exhortó a que la Constitución se ratifique por consenso pero prevaleció el criterio de que sea aprobada al menos por 9 de las 13 Colonias.
La Colonia número 9 fue New Hempshire, que la ratificó el 21 de junio de 1788. La “carta magna” entró en vigencia a partir del 4 de marzo del año siguiente, 1789.
El proceso de formación de la Constitución norteamericana fue largo, complejo y los mejores cerebros de la época se enfrascaron en hondas discusiones y a puerta cerrada en Filadelfia. Sigue vigente, con 27 enmiendas introducidas luego de procesos igualmente prolongados y exigentes.
Aunque la Constitución prevé reformas mediante convenciones constitucionales, la forma que se ha empleado tradicionalmente es a través de la discusión y aprobación de proyectos de enmienda con los 2/3 de los votos de las dos cámaras del Congreso Federal, la de Representantes y el Senado. Si la aprobación se da entonces la enmienda tiene que ser discutida y aprobada siguiendo las mismas normas por los congresos de los 50 Estados. Solamente cuando hay la aprobación de los 3/4 partes de los Estados, la enmienda finalmente se incluye en la Constitución.
En todo este proceso el presidente de la República no tiene ninguna participación. No está facultado ni para aprobar ni para rechazar las enmiendas y solo puede opinar. Por ello la enmienda aprobada como queda descrito es mandataria para él y para el pueblo de los Estados Unidos, sin más opción. El trámite en algunos casos demoró mucho, por lo que se aceptó fijar un límite máximo de 7 años al proceso, o suspenderlo.
Hay que resaltar el contraste entre el sistema democrático constitucional de USA y el sistema que está aplicando Correa en el Ecuador, aún con el consenso del pueblo. En el Ecuador la nueva Constitución no será del pueblo, será de Correa. Si Correa y sus seguidores se hubiesen inspirado en algo en la democracia yanqui, la situación hubiera podido marchar mejor en el Ecuador. Pero Correa ha preferido imitar el modelo seguido por Chávez en materia de enmiendas constitucionales y nada puede ser peor.
x.x.x.x.x
Rafael Correa dijo en Chile que no comparte con Chávez la idea de la indefinida reelección presidencial, pero anunció que buscará él mismo la reelección por una sola vez. Si tiene presentada su renuncia ante la Asamblea Constituyente y ésta la rechaza, como es seguro, pasaría entonces a ejercer con ello su segunda presidencia. Una tercera, luego de 4 o más años (depende de lo que diga la nueva Constitución sobre duración de períodos) debería quedar descartada.
También en Chile dijo que su socialismo del siglo XXI no fomentará la lucha de clases. Si así fuere, su socialismo no sería socialismo sino cualquier otra cosa. Pero en realidad Correa incesantemente estimula la lucha de clases al pretender que “pueblo” es solo el pueblo correista y no los “pelucones” y en general los de clase media alta y alta, a los que quiere despojar de su dinero para dar a los pobres.
Correa detesta a la clase de los “ricos”, pero no deja de hacer todo lo que esté a su alcance para acaparar la mayor suma de ingresos para el Estado. De ahí su arremetida contra las petroleras, contra los municipios de Quito y Guayaquil, contra los bancos, los medios de comunicación fuertes, todos los que detentan algún poder económico.
Su idea como economista de despojar a los ricos para dar a los pobres es falsa, pues esa doctrina “robin hood” no funciona. El Estado puede engrosar sus arcas, pero ello no generará riqueza, sino despilfarro y corrupción. El ejemplo está cercano geográfica e históricamente en Venezuela. El Estado existe para garantizar la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley, no para interferir en la vida de los ciudadanos y obstruirla. Eso conduce a la miseria económica y política, como se observa en Cuba o Corea del Norte.
x-x-x-x-x
El déficit presupuestario suma ahora 484 millones de dólares y se proyecta a 855 millones de dólares para el año próximo, según estadísticas y proyecciones oficiales. El déficit comercial se duplicó de 1.775 millones de dólares en el 2004 a 2.842 millones de dólares en el 2007, también según cifras oficiales. Huelgan comentarios.
En Chile Correa confesó con orgullo propio de un discípulo aprovechado frente a su maestro que fue él quien convenció a Hugo Chávez para que disuelva el Banco Central. Dijo que ese organismo es una patraña del imperialismo yanqui que hay que acabar en los dos países. El maestro aceptó el consejo y el Central desaparecerá en Venezuela. La abolición en el Ecuador del Banco es un retroceso al caos que prevalecía en el con anterioridad a la visita al país de la Misión Kemerer, a comienzos del siglo XX. El objetivo es claro: acumulación de poder y dinero por parte del Estado, sin control alguno.
La “revolución ciudadana” de Correa ya deshizo también las relaciones con el Banco Mundial. Ahora amenaza con demandar a esta institución por supuestos daños y perjuicios contra el Ecuador en el campo de la minería. ¿Las razones? No que mineros embozados, con cascos BM, hayan venido subrepticiamente a llevarse oro y petróleo de las entrañas del subsuelo ecuatoriano, sino por una ley. Supuestamente el Banco ha “obligado” al Ecuador, acaso metralleta en mano, a que apruebe una ley minera que a Correa no le ha gustado para nada.
Es una viveza que satisface a sus panegiristas, como el columnista Rodrigo Fierro del Diario El Comercio, pero que repugna a quienes tiene otro sentido de la historia y sobre todo de la democracia. Disponer que una nueva Constitución se elabore y apruebe si no por consenso, al menos con los 2/3 de los votos, es todo menos democrático.
Pero el correismo ha hecho presa de la Asamblea no solo por el influjo directo del jefe de Estado en todos los niveles, sino porque allá ha llegado triunfante una colección de incondicionales abrumadoramente mayoritaria: 80 de los 130 delegados son fieles a Correa. (Y el prestigio del presidente va por el 72% según las encuestas, lo que le coloca como el más popular de América Latina)
Entre Correa y Alberto Acosta, nombrado éste presidente de la Asamblea aún antes de que la asamblea se reúna, decidirán qué curso darle al país. No solo con el documento constitucional que lo tienen redactado y definido, sino además en torno a quienes serán los elegidos para ocupar las funciones en los organismos del Estado que han declarado vacantes.
Si el sistema democrático que precedió a Correa era imperfecto y débil, era susceptible sin embargo de ser perfeccionado y corregido. El que ahora está instaurando la pareja no busca fortalecer la democracia, sino sustituirla por una autocracia.
Correa y Acosta detestan a los Estados Unidos. Ambos son economistas y una de las razones de su aborrecimiento es el capitalismo, sistema que ha fortalecido a este país y que sigue fortaleciendo a todos las naciones que siguen por ese camino, encuadrado eso si dentro del marco de libertad, democracia y respeto a la ley.
Sarkozy, el presidente de Francia, habló ante el pleno del Congreso de los Estados Unidos y, en contraste con los que repudian a esta nación, expresó su admiración sustentada en hechos históricos. Dijo que el pueblo francés admira a USA no por su grandeza material sino por la validez eterna de sus principios que Francia los comparte.
Esos principios son la defensa de la libertad, el respeto a las ideas ajenas y a discrepar, libre albedrío religioso y respeto a la propiedad privada, material e intelectual. Estas ideas y principios tienen que sujetarse por cierto a un ordenamiento, a evitar el abuso, a la sujeción general por la ley.
Cuando las 13 Colonias se unieron para lograr su Independencia de la Gran Bretaña, el vínculo legal que las enlazó fue un puñado de normas y regulaciones conocido como los Artículos de la Confederación. Conquistada la independencia, los “padres de la Patria” observaron que esos Artículos eran insuficientes para garantizar un desenvolvimiento normal del gobierno para las Colonias.
Los Artículos, a la postre, se transformaron en la Constitución. La aprobaron 39 de los 55 delegados de la Convención Constitucional de Filadelfia, el 9 de septiembre de 1787. Benjamín Franklin exhortó a que la Constitución se ratifique por consenso pero prevaleció el criterio de que sea aprobada al menos por 9 de las 13 Colonias.
La Colonia número 9 fue New Hempshire, que la ratificó el 21 de junio de 1788. La “carta magna” entró en vigencia a partir del 4 de marzo del año siguiente, 1789.
El proceso de formación de la Constitución norteamericana fue largo, complejo y los mejores cerebros de la época se enfrascaron en hondas discusiones y a puerta cerrada en Filadelfia. Sigue vigente, con 27 enmiendas introducidas luego de procesos igualmente prolongados y exigentes.
Aunque la Constitución prevé reformas mediante convenciones constitucionales, la forma que se ha empleado tradicionalmente es a través de la discusión y aprobación de proyectos de enmienda con los 2/3 de los votos de las dos cámaras del Congreso Federal, la de Representantes y el Senado. Si la aprobación se da entonces la enmienda tiene que ser discutida y aprobada siguiendo las mismas normas por los congresos de los 50 Estados. Solamente cuando hay la aprobación de los 3/4 partes de los Estados, la enmienda finalmente se incluye en la Constitución.
En todo este proceso el presidente de la República no tiene ninguna participación. No está facultado ni para aprobar ni para rechazar las enmiendas y solo puede opinar. Por ello la enmienda aprobada como queda descrito es mandataria para él y para el pueblo de los Estados Unidos, sin más opción. El trámite en algunos casos demoró mucho, por lo que se aceptó fijar un límite máximo de 7 años al proceso, o suspenderlo.
Hay que resaltar el contraste entre el sistema democrático constitucional de USA y el sistema que está aplicando Correa en el Ecuador, aún con el consenso del pueblo. En el Ecuador la nueva Constitución no será del pueblo, será de Correa. Si Correa y sus seguidores se hubiesen inspirado en algo en la democracia yanqui, la situación hubiera podido marchar mejor en el Ecuador. Pero Correa ha preferido imitar el modelo seguido por Chávez en materia de enmiendas constitucionales y nada puede ser peor.
x.x.x.x.x
Rafael Correa dijo en Chile que no comparte con Chávez la idea de la indefinida reelección presidencial, pero anunció que buscará él mismo la reelección por una sola vez. Si tiene presentada su renuncia ante la Asamblea Constituyente y ésta la rechaza, como es seguro, pasaría entonces a ejercer con ello su segunda presidencia. Una tercera, luego de 4 o más años (depende de lo que diga la nueva Constitución sobre duración de períodos) debería quedar descartada.
También en Chile dijo que su socialismo del siglo XXI no fomentará la lucha de clases. Si así fuere, su socialismo no sería socialismo sino cualquier otra cosa. Pero en realidad Correa incesantemente estimula la lucha de clases al pretender que “pueblo” es solo el pueblo correista y no los “pelucones” y en general los de clase media alta y alta, a los que quiere despojar de su dinero para dar a los pobres.
Correa detesta a la clase de los “ricos”, pero no deja de hacer todo lo que esté a su alcance para acaparar la mayor suma de ingresos para el Estado. De ahí su arremetida contra las petroleras, contra los municipios de Quito y Guayaquil, contra los bancos, los medios de comunicación fuertes, todos los que detentan algún poder económico.
Su idea como economista de despojar a los ricos para dar a los pobres es falsa, pues esa doctrina “robin hood” no funciona. El Estado puede engrosar sus arcas, pero ello no generará riqueza, sino despilfarro y corrupción. El ejemplo está cercano geográfica e históricamente en Venezuela. El Estado existe para garantizar la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley, no para interferir en la vida de los ciudadanos y obstruirla. Eso conduce a la miseria económica y política, como se observa en Cuba o Corea del Norte.
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El déficit presupuestario suma ahora 484 millones de dólares y se proyecta a 855 millones de dólares para el año próximo, según estadísticas y proyecciones oficiales. El déficit comercial se duplicó de 1.775 millones de dólares en el 2004 a 2.842 millones de dólares en el 2007, también según cifras oficiales. Huelgan comentarios.
En Chile Correa confesó con orgullo propio de un discípulo aprovechado frente a su maestro que fue él quien convenció a Hugo Chávez para que disuelva el Banco Central. Dijo que ese organismo es una patraña del imperialismo yanqui que hay que acabar en los dos países. El maestro aceptó el consejo y el Central desaparecerá en Venezuela. La abolición en el Ecuador del Banco es un retroceso al caos que prevalecía en el con anterioridad a la visita al país de la Misión Kemerer, a comienzos del siglo XX. El objetivo es claro: acumulación de poder y dinero por parte del Estado, sin control alguno.
La “revolución ciudadana” de Correa ya deshizo también las relaciones con el Banco Mundial. Ahora amenaza con demandar a esta institución por supuestos daños y perjuicios contra el Ecuador en el campo de la minería. ¿Las razones? No que mineros embozados, con cascos BM, hayan venido subrepticiamente a llevarse oro y petróleo de las entrañas del subsuelo ecuatoriano, sino por una ley. Supuestamente el Banco ha “obligado” al Ecuador, acaso metralleta en mano, a que apruebe una ley minera que a Correa no le ha gustado para nada.
Sunday, November 4, 2007
EL ECUADOR ESTÁ ENFERMO
Algo grave está ocurriendo en el Ecuador. Su alma está enferma. Ello explicaría el nivel ínfimo al que ha llegado su sentido de autoestima. No hay reacción notable, se acepta sumisamente cualquier imposición, cualquier ruta a seguir. Sin protestas, sin cuestionamientos, sin energía palpable.
El artífice de este milagro negativo es, por cierto, el actual presidente Rafael Correa. Marcha desafiante e impune por cualquier camino que quiera seguir y todos lo secundan como rebaño, dócilmente, sin contrariar sus decisiones ni afirmaciones, por absurdas e incoherentes que fueren.
Desde los días en que actuaba como ministro de Finanzas, en su primera función pública, se declaró abierto enemigo de los Estados Unidos en los planos: político, económico y cultural. Durante la campaña que lo llevó a la presidencia, tan solo omitió revelar de modo claro sus convicciones sobre el tema por cálculo electoral.
Pero una vez posesionado, su hostilidad hacia los Estados Unidos ha sido abierta. Junto con Chávez, el invitado de honor a la ceremonia de posesión fue Mahmud Ahmadinejad, quien está en guerra declarada contra Occidente, principalmente los Estados Unidos. Luego anunció que establecería relaciones comerciales con Irán lo cual se concretará con la apertura de oficinas en Quito y Teherán.
Nadie ha objetado en el Ecuador la decisión del gobernante ecuatoriano de alinearse con quienes están en guerra con los Estados Unidos, que es el caso de Irán y Venezuela. ¿Los ecuatorianos están de acuerdo con ese giro en la política externa? Se diría que si, pues las votaciones últimas respaldan al gobernante en un 80%.
No solo no hay protestas, hay nuevas muestras de respaldo. Como preludio a la apertura de oficinas comerciales, Correa y Ahmadinejad han promovido la visita de 25 empresarios ecuatorianos a Teherán y la comitiva viajará en estos días. Que Correa ignore que Irán es un país vetado por las Naciones Unidas se podría entender, por su postura antinorteamericana.
Pero ¿acaso los empresarios piensan también como él que no hay conflicto moral ni ético en intentar hacer negocios con un régimen que el Consejo de Seguridad ha sancionado por sus violaciones a los derechos humanos dentro de Irán y por su desembozado apoyo financiero, táctico y militar a organismos terroristas internacionales como Al Qaida, Hezbolla y otros, que asesinan a diario a seres inocentes en cualquier país en cualquier instante?
Irán está sancionado, además, por negarse a suspender el desarrollo de armas nucleares, que las usaría para aniquilar a Israel, como así amenaza su líder en toda oportunidad propicia. Si ahora la amenaza del terrorismo internacional patrocinado por Irán causa destrucción inenarrable ¿cuál sería el nivel de daño y muerte que ocasionaría con armas nucleares?
Correa hace ostensible su repudio a los Estados Unidos al negarse a entrevistarse con el Presidente Bush. En Nueva York devolvió la invitación al banquete que el mandatario ofrece todos los años en esa ciudad con motivo de la reunión de la Asamblea General. Y, desde luego, cuenta los días para expulsar a la misión militar norteamericana en Manta, lo que ocurrirá en el 2009 cuando expire el contrato para sus operaciones antinarcóticos.
A juicio suyo la base militar en Manta equivale a una ocupación militar. Sarcásticamente ha dicho que renovaría el contrato si los Estados Unidos permiten al Ecuador instalar una base similar en la Florida. Nadie en el Ecuador, ningún periodista en entrevistas con el mandatario (¿las hay o son todas amañadas? Es la impresión que se tiene pues nadie osa preguntar ni re preguntar a Correa sobre este o cualquier otro tema) ha planteado que esta comparación es inaceptable por absurda.
Algunos columnistas continúan firmes en sus objeciones al comportamiento dictatorial de Correa, pero muchos creen ingenuamente que esa tendencia a acumular todos los poderes amaine con la Asamblea. Ocurrirá lo contrario, pues en la Asamblea se hará lo que Correa ordene y todo será ratificado luego en un referéndum por el 80% o más de los votantes.
Se creía que otros periodistas permanecerían si no abiertamente objetores de Correa, al menos conservando una áurea de independencia. Tal el caso de Walter Spurrier. En su artículo de hoy en El Universo alaba la resolución de Correa de reingresar a la OPEP y exalta su “liderazgo, su conocimiento e ideas”. Se complace del retorno al ente petrolero y confía en que con Correa el país sacará “amplio provecho” de la decisión.
No explica los provechos que podría obtener el país de la OPEP. Cita su cobertura periodística de la salida del Ecuador en 1992, en Viena y recuerda que entonces vaticinó que el país no tardaría mucho en regresar a la organización. Acertó pero, como él mismo lo señala, el retorno se hizo muy tardíamente, lo que lamenta.
Spurrier, asistió a otras conferencias de la OPEP y a una triministerial. Quien esto escribe laboró casi seis meses en el organismo en Viena. Y constató que la sola razón de la existencia del organismo es calibrar las fluctuaciones de la oferta y la demanda del crudo en el mercado internacional para fijar conjuntamente las cuotas de producción para mantener los precios establemente altos.
Esa misión le era más fácil años atrás, cuando al OPEP controlaba más del 60% de la oferta. En la actualidad ese porcentaje ha bajado al 40% pero su influjo en el mercado es mucho menor debido también a otros factores como el alza en la demanda mundial y la restricción en la capacidad de refinación en el mundo.
Los mismos jeques de la OPEP acaban de declarar que los precios del crudo, que se aproximan a los 100 dólares por barril, no van a frenarse ni reducirse aún si las cuotas de producción del organismo se ampliaran. La fractura en el mercado está en la refinación. En los Estados Unidos muchas refinerías proyectadas no se construyeron, por oposición de los ambientalistas, que también boicotearon la creación de fuentes alternas de energía, principalmente la nuclear.
Esas obstrucciones obligadamente tienen que desaparecer. Se multiplicarán las refinerías y las plantas nucleares, de contaminación 0 y se emplearán otras fuentes alternas de energía con lo cual los precios comenzarán paulatinamente a declinar al igual que la dependencia de los proveedores árabes, iraníes, venezolanos o del liliputense Ecuador. Por cierto que el proceso será lento y siempre se necesitará de los derivados para la petroquímica.
Pero la OPEP, contrariamente a la idea insinuada por Correa y de la que se hace eco Spurrier, de ninguna manera es una institución ni filantrópica de mutua ayuda financiera o técnica. Es una burocracia dorada dominada por árabes, que se agita y trabaja únicamente cuando se produce una conferencia de jeques. El resto de días y horas el pensamiento de los burócratas se concentra en cómo pasarla bien en Viena y en cómo ahorrar de la copiosa suma de chelines que reciben como jornal. Los funcionarios de la OPEP pueden acceder a una cómoda jubilación a los 8 años de asociación.
Cuando los productores de un bien o un servicio se confabulan para fijar los precios, en violación con las leyes del libre comercio y competencia, hay sanciones internas e internacionales. En el caso de la OPEP, clara muestra de cartel condenada por la Organización Mundial del Comercio, nada pasa porque nadie pretendería agitar el cotarro debido a la inmensa dependencia que tiene la economía en el petróleo.
Resta, pues, un segundo artículo de Spurrier para que explique a sus lectores el provecho que el Ecuador va a sacar con su vuelta a la OPEP. Él mismo cita que el país deberá pagar anualmente 1.7 millones de dólares por membresía y 5.7 millones de dólares adicionales por cuotas atrasadas. Excelente negocio pero no para el Ecuador, sino para un organismo que se ahoga en dólares. ¿Quiere el Ecuador acceder a nuevas tecnologías de la industria petrolera o a mejor información sobre el mercado internacional del crudo? Puede lograrlo por otras vías, sin ese despilfarro.
En algún análisis se trataba de explicar la decisión de Correa sosteniendo que Chávez quiere amigos dentro de la OPEP para cercarle a Arabia Saudita, el mayor productor aliado a los Estados Unidos en el combate al terrorismo internacional que fomentan Irán y Siria. El objetivo de debilitar a Arabia es remoto, acaso imposible. Pero en el extremo de la hipótesis, si Arabia no pudiese evitar el boicot, abandonaría la OPEP y ese sería el fin del organismo para bien del comercio internacional.
(Cuando Benjamín Ortiz renunció a la independencia como periodista profesional y comenzó a alabar al presidente de entonces, Jamil Mahuad, al poco tiempo se supo la causa: fue nombrado Canciller. Igual ocurrió con Javier Ponce. Súbitamente sus artículos se volvieron elogiosos de Correa. Ahora es su asesor personal en Carondelet. ¿Spurrier tiene preparada una sorpresa parecida?)
No se ha leído en los medios del Ecuador reparo a otro rompimiento de las costumbres: Correa ignora por completo a su mujer, de origen belga. Tradicionalmente, los cónyuges acompañan a los jefes de Estado o de gobierno en actos oficiales y no oficiales, protocolarios y no protocolarios. A la señora de Correa no se la ve, no se la conoce, no se la siente. Se diría que el Ecuador de pronto se volvió árabe. ¿Es una muestra más de su machismo, que brota a dentelladas en sus ofensivos discursos? La “primera dama” tiene que salir a la luz y ello no vulnera necesariamente su privacidad.
El partido comunista de Chile ha organizado una cumbre paralela de presidentes en Santiago. Se realiza al mismo tiempo que la tradicional Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (la XVII) y se la llama Cumbre de los Pueblos. El objetivo es exaltar a Cuba y condenar a los Estados Unidos. Lula de Brasil, Kichner de Argentina y Vásquez de Uruguay han rechazado la invitación. Pero estarán presentes Correa de Ecuador, Chávez de Venezuela, Morales de Bolivia, Ortega de Nicaragua y, claro, el Carlos Lage Vicepresidente de Cuba.
Nada sorprendente que la Cumbre de los Pueblos culmine con una declaratoria de condena a GW Bush y de exaltación idolátrica a Salvador Allende y Fidel Castro. ¿Los ecuatorianos están también de acuerdo con esto?
El artífice de este milagro negativo es, por cierto, el actual presidente Rafael Correa. Marcha desafiante e impune por cualquier camino que quiera seguir y todos lo secundan como rebaño, dócilmente, sin contrariar sus decisiones ni afirmaciones, por absurdas e incoherentes que fueren.
Desde los días en que actuaba como ministro de Finanzas, en su primera función pública, se declaró abierto enemigo de los Estados Unidos en los planos: político, económico y cultural. Durante la campaña que lo llevó a la presidencia, tan solo omitió revelar de modo claro sus convicciones sobre el tema por cálculo electoral.
Pero una vez posesionado, su hostilidad hacia los Estados Unidos ha sido abierta. Junto con Chávez, el invitado de honor a la ceremonia de posesión fue Mahmud Ahmadinejad, quien está en guerra declarada contra Occidente, principalmente los Estados Unidos. Luego anunció que establecería relaciones comerciales con Irán lo cual se concretará con la apertura de oficinas en Quito y Teherán.
Nadie ha objetado en el Ecuador la decisión del gobernante ecuatoriano de alinearse con quienes están en guerra con los Estados Unidos, que es el caso de Irán y Venezuela. ¿Los ecuatorianos están de acuerdo con ese giro en la política externa? Se diría que si, pues las votaciones últimas respaldan al gobernante en un 80%.
No solo no hay protestas, hay nuevas muestras de respaldo. Como preludio a la apertura de oficinas comerciales, Correa y Ahmadinejad han promovido la visita de 25 empresarios ecuatorianos a Teherán y la comitiva viajará en estos días. Que Correa ignore que Irán es un país vetado por las Naciones Unidas se podría entender, por su postura antinorteamericana.
Pero ¿acaso los empresarios piensan también como él que no hay conflicto moral ni ético en intentar hacer negocios con un régimen que el Consejo de Seguridad ha sancionado por sus violaciones a los derechos humanos dentro de Irán y por su desembozado apoyo financiero, táctico y militar a organismos terroristas internacionales como Al Qaida, Hezbolla y otros, que asesinan a diario a seres inocentes en cualquier país en cualquier instante?
Irán está sancionado, además, por negarse a suspender el desarrollo de armas nucleares, que las usaría para aniquilar a Israel, como así amenaza su líder en toda oportunidad propicia. Si ahora la amenaza del terrorismo internacional patrocinado por Irán causa destrucción inenarrable ¿cuál sería el nivel de daño y muerte que ocasionaría con armas nucleares?
Correa hace ostensible su repudio a los Estados Unidos al negarse a entrevistarse con el Presidente Bush. En Nueva York devolvió la invitación al banquete que el mandatario ofrece todos los años en esa ciudad con motivo de la reunión de la Asamblea General. Y, desde luego, cuenta los días para expulsar a la misión militar norteamericana en Manta, lo que ocurrirá en el 2009 cuando expire el contrato para sus operaciones antinarcóticos.
A juicio suyo la base militar en Manta equivale a una ocupación militar. Sarcásticamente ha dicho que renovaría el contrato si los Estados Unidos permiten al Ecuador instalar una base similar en la Florida. Nadie en el Ecuador, ningún periodista en entrevistas con el mandatario (¿las hay o son todas amañadas? Es la impresión que se tiene pues nadie osa preguntar ni re preguntar a Correa sobre este o cualquier otro tema) ha planteado que esta comparación es inaceptable por absurda.
Algunos columnistas continúan firmes en sus objeciones al comportamiento dictatorial de Correa, pero muchos creen ingenuamente que esa tendencia a acumular todos los poderes amaine con la Asamblea. Ocurrirá lo contrario, pues en la Asamblea se hará lo que Correa ordene y todo será ratificado luego en un referéndum por el 80% o más de los votantes.
Se creía que otros periodistas permanecerían si no abiertamente objetores de Correa, al menos conservando una áurea de independencia. Tal el caso de Walter Spurrier. En su artículo de hoy en El Universo alaba la resolución de Correa de reingresar a la OPEP y exalta su “liderazgo, su conocimiento e ideas”. Se complace del retorno al ente petrolero y confía en que con Correa el país sacará “amplio provecho” de la decisión.
No explica los provechos que podría obtener el país de la OPEP. Cita su cobertura periodística de la salida del Ecuador en 1992, en Viena y recuerda que entonces vaticinó que el país no tardaría mucho en regresar a la organización. Acertó pero, como él mismo lo señala, el retorno se hizo muy tardíamente, lo que lamenta.
Spurrier, asistió a otras conferencias de la OPEP y a una triministerial. Quien esto escribe laboró casi seis meses en el organismo en Viena. Y constató que la sola razón de la existencia del organismo es calibrar las fluctuaciones de la oferta y la demanda del crudo en el mercado internacional para fijar conjuntamente las cuotas de producción para mantener los precios establemente altos.
Esa misión le era más fácil años atrás, cuando al OPEP controlaba más del 60% de la oferta. En la actualidad ese porcentaje ha bajado al 40% pero su influjo en el mercado es mucho menor debido también a otros factores como el alza en la demanda mundial y la restricción en la capacidad de refinación en el mundo.
Los mismos jeques de la OPEP acaban de declarar que los precios del crudo, que se aproximan a los 100 dólares por barril, no van a frenarse ni reducirse aún si las cuotas de producción del organismo se ampliaran. La fractura en el mercado está en la refinación. En los Estados Unidos muchas refinerías proyectadas no se construyeron, por oposición de los ambientalistas, que también boicotearon la creación de fuentes alternas de energía, principalmente la nuclear.
Esas obstrucciones obligadamente tienen que desaparecer. Se multiplicarán las refinerías y las plantas nucleares, de contaminación 0 y se emplearán otras fuentes alternas de energía con lo cual los precios comenzarán paulatinamente a declinar al igual que la dependencia de los proveedores árabes, iraníes, venezolanos o del liliputense Ecuador. Por cierto que el proceso será lento y siempre se necesitará de los derivados para la petroquímica.
Pero la OPEP, contrariamente a la idea insinuada por Correa y de la que se hace eco Spurrier, de ninguna manera es una institución ni filantrópica de mutua ayuda financiera o técnica. Es una burocracia dorada dominada por árabes, que se agita y trabaja únicamente cuando se produce una conferencia de jeques. El resto de días y horas el pensamiento de los burócratas se concentra en cómo pasarla bien en Viena y en cómo ahorrar de la copiosa suma de chelines que reciben como jornal. Los funcionarios de la OPEP pueden acceder a una cómoda jubilación a los 8 años de asociación.
Cuando los productores de un bien o un servicio se confabulan para fijar los precios, en violación con las leyes del libre comercio y competencia, hay sanciones internas e internacionales. En el caso de la OPEP, clara muestra de cartel condenada por la Organización Mundial del Comercio, nada pasa porque nadie pretendería agitar el cotarro debido a la inmensa dependencia que tiene la economía en el petróleo.
Resta, pues, un segundo artículo de Spurrier para que explique a sus lectores el provecho que el Ecuador va a sacar con su vuelta a la OPEP. Él mismo cita que el país deberá pagar anualmente 1.7 millones de dólares por membresía y 5.7 millones de dólares adicionales por cuotas atrasadas. Excelente negocio pero no para el Ecuador, sino para un organismo que se ahoga en dólares. ¿Quiere el Ecuador acceder a nuevas tecnologías de la industria petrolera o a mejor información sobre el mercado internacional del crudo? Puede lograrlo por otras vías, sin ese despilfarro.
En algún análisis se trataba de explicar la decisión de Correa sosteniendo que Chávez quiere amigos dentro de la OPEP para cercarle a Arabia Saudita, el mayor productor aliado a los Estados Unidos en el combate al terrorismo internacional que fomentan Irán y Siria. El objetivo de debilitar a Arabia es remoto, acaso imposible. Pero en el extremo de la hipótesis, si Arabia no pudiese evitar el boicot, abandonaría la OPEP y ese sería el fin del organismo para bien del comercio internacional.
(Cuando Benjamín Ortiz renunció a la independencia como periodista profesional y comenzó a alabar al presidente de entonces, Jamil Mahuad, al poco tiempo se supo la causa: fue nombrado Canciller. Igual ocurrió con Javier Ponce. Súbitamente sus artículos se volvieron elogiosos de Correa. Ahora es su asesor personal en Carondelet. ¿Spurrier tiene preparada una sorpresa parecida?)
No se ha leído en los medios del Ecuador reparo a otro rompimiento de las costumbres: Correa ignora por completo a su mujer, de origen belga. Tradicionalmente, los cónyuges acompañan a los jefes de Estado o de gobierno en actos oficiales y no oficiales, protocolarios y no protocolarios. A la señora de Correa no se la ve, no se la conoce, no se la siente. Se diría que el Ecuador de pronto se volvió árabe. ¿Es una muestra más de su machismo, que brota a dentelladas en sus ofensivos discursos? La “primera dama” tiene que salir a la luz y ello no vulnera necesariamente su privacidad.
El partido comunista de Chile ha organizado una cumbre paralela de presidentes en Santiago. Se realiza al mismo tiempo que la tradicional Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (la XVII) y se la llama Cumbre de los Pueblos. El objetivo es exaltar a Cuba y condenar a los Estados Unidos. Lula de Brasil, Kichner de Argentina y Vásquez de Uruguay han rechazado la invitación. Pero estarán presentes Correa de Ecuador, Chávez de Venezuela, Morales de Bolivia, Ortega de Nicaragua y, claro, el Carlos Lage Vicepresidente de Cuba.
Nada sorprendente que la Cumbre de los Pueblos culmine con una declaratoria de condena a GW Bush y de exaltación idolátrica a Salvador Allende y Fidel Castro. ¿Los ecuatorianos están también de acuerdo con esto?
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