Wednesday, July 18, 2018

LA SOLUCIÓN ES DESCLASIFICAR

LA SOLUCIÓN ES DESCLASIFICAR

La única solución constitucional que tiene el Presidente Donald Trump para acallar la alharaca de los demócrata/progresistas devenidos en iracundos anti Rusia es desclasificar los documentos de la CIA y el FBI, que explicarían sin duda el por qué de la farsa conspiratoria contra el mandatario.
Hasta el momento los altos dirigentes de esas centrales de inteligencia se han negado a entregar esos documentos sin censura, pese a que los han manejado desde hace año y medio para tratar de justificar que hubo colusión entre Rusia y Trump para derrotar a Hillary Clinton y llegar a la Casa Blanca.
Se han gastado más de veinte millones de dólares en una comisión especial para investigar el caso, nombrada no sobre la base de un crimen, sino para la búsqueda y hallazgo de un crimen de colusión (que ni siquiera legalmente  existe). Pero hasta la fecha no hay prueba alguna de ello.
Rusia se puso de moda entre los demócratas tan pronto Hillary perdió en los comicios del 8 de noviembre del 2016, contra todos los pronósticos. Fue un golpe del que no se reponen los progresistas, que soñaban con Hillary como continuadora de Obama en la transformación de este país hacia el socialismo por la via de ignorar la Constitución.
Se afanaron por buscar fraude en las votaciones, pero no les dio resultado. Luego pusieron en marcha la fantasía imprecisada de que Vladimir Putin interfirió en las elecciones para persuadir a millones de norteamericanos a que no voten por la favorita de los progresistas, Hillary, sino por el magnate de Manhattan Donald Trump.
A poco de finalizar la campaña presidencial, WikiLeaks divulgó los emails del jefe de campaña de Hillary en los que se revelaba cómo Hillary manipulaba para que su rival del partido, Bernie Sanders (no Donald Trump) fuera desprestigiado para impedir que lo incomode en las primarias. 
Ahora los oposicionistas dicen que esos emails fueron hackeados por los rusos, pero Putin lo niega y Trump le cree y pide que la acusación sobre los l2 funcionarios rusos, conocida el viernes pasado, sea debidamente comprobada. Julian Assange, director de WikiLeaks y refugiado en la embajada del Ecuador en Londres, niega que los hackeadores sean rusos.
Assange no puede hablar. El gobierno ecuatoriano lo tiene silenciado, pero la organización que dirige está dispersa por otras ciudades euoropeas. Si hablara Assange por algún conducto o delegado sobre la verdadera fuente, las acusaciones del FBI se desvanecerían y podría confirmarse que la fuente del hacking provino de la CIA o del FBI.
Si Trump se decidiese a desclasificar los documentos hasta ahora secretos de los confabulados, no sorprendería que en alguno de ellos ya se descubra al agente que filtró los emails de Podesta, por inconformidad con la política de Hillary. Eso explicaría también porqué la dirigencia demócrata se niega a entregar al FBI el servidor hackeado en la campaña.
Todos los políticos y medios de prensa, incluídos los no hostiles a Trump, han sido extremadamente severos con él porque en una conferencia dada a los periodistas en Helsinki junto con Putin, denotó incredulidad sobre el listado de los 12 hackeadores rusos y dijo que las elecciones las ganó limpiamente sin necesidad de apoyo fraudulento.
Dada la batahola que armaron los medios y los políticos se vió forzado a reiterar lo que ha dicho en incontables ocasiones durante la campaña electoral y una vez posesionado del cargo: que respeta "the Rule of Law" en este país y que respalda incondicionalmente a los encargados de hacer cumplir las leyes a todo nivel, militar y policial.
Es precisamente por ese respeto a la Constitución y las leyes que Trump está en la obligación de ordenar que se desclasifiquen los documentos que el país debe comocer y que son fuente de la maraña de mentiras sobre la supuesta colusión, encubridora de una sola realidad: la conspiración venida desde las alturas del Palacio Pesidencial de Obama para boicotear a Trump.



























Hasta el momento los altos dirigentes de esas centrales de inteligencia se han negado a entregar esos documentos sin censura, pese a que los han manejado desde hace año y medio para tratar de justificar que hubo colusión entre Rusia y Trump para derrotar a Hillary Clinton y llegar a la Casa Blanca.
Se han gastado más de veinte millones de dólares en una comisión especial para investigar el caso, nombrada no sobre la base de un crimen, sino para la búsqueda y hallazgo de un crimen de colusión (que ni siquiera legalmente  existe). Pero hasta la fecha no hay prueba alguna de ello.
Rusia se puso de moda entre los demócratas tan pronto Hillary perdió en los comicios del 8 de noviembre del 2016, contra todos los pronósticos. Fue un golpe del que no se reponen los progresistas, que soñaban con Hillary como continuadora de Obama en la transformación de este país hacia el socialismo por la via de ignorar la Constitución.
Se afanaron por buscar fraude en las votaciones, pero no les dio resultado. Luego pusieron en marcha la fantasía imprecisada de que Vladimir Putin interfirió en las elecciones para persuadir a millones 








de norteamericanos a que no voten por la favorita de los progresistas, Hillary, sino por el magnate de Manhattan Donald Trump.
A poco de finalizar la campaña presidencial, WikiLeaks divulgó los emails del jefe de campaña de Hillary en los que se revelaba cómo Hillary manipulaba para que su rival del partido, Bernie Sanders (no Donald Trump) fuera desprestigiado para impedir que lo incomode en las primarias. 
Ahora los oposicionistas dicen que esos emails fueron hackeados por los rusos, pero Putin lo niega y Trump le cree y pide que la acusación sobre los l2 funcionarios rusos, conocida el viernes pasado, sea debidamente comprobada. Julian Assange, director de WikiLeaks y refugiado en la embajada del Ecuador en Londres, niega que los hackeadores sean rusos.
Assange no puede hablar. El gobierno ecuatoriano lo tiene silenciado, pero la organización que dirige está dispersa por otras ciudades euoropeas. Si hablara Assange por algún conducto o delegado sobre la verdadera fuente, las acusaciones del FBI se desvanecerían y podría confirmarse que la fuente del hacking 





























 de la CIA o del FBI.
Si Trump se decidiese a desclasificar los documentos hasta ahora secretos de los confabulados, no sorprendería que en alguno de ellos ya se descubra al agente que filtró los emails de Podesta, por inconformidad con la política de Hillary. Eso explicaría también porqué la dirigencia demócrata se niega a entregar al FBI el servidor hackeado en la campaña.
Todos los políticos y medios de prensa, incluídos los no hostiles a Trump, han sido extremadamente severos con él porque en una conferencia dada a los periodistas en Helsinki junto con Putin, denotó incredulidad sobre el listado de los 12 hackeadores rusos y dijo que las elecciones las ganó limpiamente sin necesidad de apoyo fraudulento.
Dada la batahola que armaron los medios y los políticos se vió forzado a reiterar lo que ha dicho en incontables ocasiones durante la campaña electoral y una vez posesionado del cargo: que respeta "the Rule of Law" en este país y que respalda incondicionalmente a los encargados de hacer cumplir las leyes a todo nivel, militar y policial.
Es precisamente por ese respeto a la Constitución y las leyes que Trump está en la obligación de ordenar que se desclasifiquen los documentos que el país debe comocer y que son fuente de la maraña de mentiras sobre la supuesta colusión, encubridora de una sola realidad: la conspiración venida desde las alturas del Palacio Pesidencial de Obama para boicotear a Trump. 

























































































































































































































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