Aún hay analistas de medios de comunicación y partidos políticos que no entienden al candidato presidencial republicano Donald Trump y que, por tanto, les es imposible aceptar que su popularidad se acrecienta y va a ser elegido Presidente en los comicios del 8 de noviembre próximo.
Algunos atribuyen su buen éxito al estilo de su retórica, que no cuida de irse por los vericuetos de lo políticamente correcto y que inclusive emplea en ocasiones adjetivos no usuales en los oradores “bien formados”. Afirman, sin embargo, que esa retórica es hueca, carente de contenido y sustancia.
Pretenden comparar a Trump con Bernie Sanders, el marxista que disputó y aparentemente venció a Hillary Clinton en las primarias demócratas. Pero la analogía es falsa pues si bien Sanders se distinguió de Hillary en decir las cosas de una manera directo, su mensaje era diamentralmente opuesto al de Trump.
El candidato republicano, desde el instante en que anunció su candidatura en junio del año pasado dijo que su objetivo sería restaurar en el país la vigencia y el respeto a la ley, The Rule of Law and Law and Order. El orden basado en la ley. En Estados Unidos The Rule of Law vigente se originó hace 240 años con la Declaración de la Independencia, que inspiró a un gobierno modelado según la Constitución de 1778.
El propósito de Sanders, alineado con el “progresismo” de Obama y de la Hillary, era continuar el proceso de vaporización de la Constitución para concentrar los poderes en la Presidencia, en desmedro de la facultades para legislar del Congreso y de solo juzgar de la Corte Suprema. Trump opina que la forma de gobierno dada por la Constitución es la óptima pues la división de poderes aleja el peligro de las tiranías.
El mensaje de Trump no es vacío ni se compara al de Sanders. Obama, él y Hillary buscan la igualación de resultados, no la igualación de las oportunidades como estipula la Constitución. La utopía de la igualdad conlleva sacrificio de las libertades y el gobierno, según lo decidieron los fundadores de esta nación, se organizó para defender las libertades de los ciudadanos, no para constreñirlas ni regularlas.
El progresismo es en realidad “regresismo” (si existe el término), ya que busca debilitar, rehacer o sustituir la Constitución de hace 240 años para retroceder a los tiempos del Rey Jorge III, contra cuya tiranía se libró la Guerra Americana. O imitar las modernas autarquías marxistas, fascistas y variantes, causantes de genocidios y retraso.
Hillary Clinton quiere volver a la Casa Blanca como Presidenta pero no lo podrá porque ha quebrantado la ley junto con su marido, el ex presidente Bill Clinton. Hay pruebas contundentes exhibidas por la propia FBI que trató de protegerla por orden de Obama por el caso de emails que revelan cómo manipuló su cargo de Secretaria de Estado para acrecentar con coimas la fortuna personal suya y de su cónyuge.
Trump quiere que la ley se aplique en su caso y se la castigue. Cuando se refiere a la inmigración, Trump no quiere algo escandaloso, hiperbólico, ni loco ni cruel. Quiere que se aplique la ley. Es lo mismo que proclamaba Bill Clinton hace 20 años, según se ve y escucha en este videoclip, solo que él y sus sucesores no cumplieron con la promesa.
La ley mexicana sobre inmigración es tanto o más severa que la de los Estados Unidos, con la diferencia de que allí se la cumple con más rigor. De ahí que el encuentro de Trump con Peña Nieto en México fue fructífero, porque ambos compartían la preocupación de vigilar las fronteras y expulsar a ilegales, delincuentes y narcotraficantes
Cuando Trump habla sobre la necesidad de derrotar al ISIS, que ha declarado la guerra a los Estados Unidos y Occidente y para ello pide robustecer y no debilitar a las fuerzas armadas como lo ha hecho Obama, se limita a sujetarse a la ley. La Constitución manda que el principal deber del gobierno es garantizar la seguridad nacional.
La seguridad nacional no puede existir sin fuerzas armadas vigorosas, que vuelvan a derrotar al enemigo como en 1945, no a resignarse a armisticios como en Corea ni peor a derrotas como en Vietnam y ahora en el Medio Oriente frente al terrorismo. Pero un frente militar fuerte no puede lograrse sin un frente interno armónico y económicamente robusto.
Estados Unidos está hoy dividido, la economía debilitada con una deuda de 20 trillones de dólares, con un déficit comercial y desempleo increíbles y una inflación artificialmente contenida. Todo ello como consecuencia de una interferencia en el mercado y en la formación de leyes y regulaciones no contempladas en la Constitución de este país.
Trump no quiere permitir que esa tendencia aniquiladora continúe. Ése es el mensaje que millones entienden sin necesidad de intérpretes de opinión.
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