Divierte observar el desconcierto de los “sabios” analistas de radio, TV y más medios, así como de los políticos, cuando tratan de explicarse por qué el republicano Donald Trump continúa en la campaña electoral presidencial si ellos ya habían decretado hace tiempo su defunción.
Y no solo que sigue en la campaña, sino que mantiene un fuerte liderazgo luego del debate de los diez pre candidatos del jueves pasado, cuando los tres entrevistadores de FoxNews le tendieron una emboscada a Trump para que tropiece, caiga al fondo de la fosa y renuncie a sus aspiraciones.
La principal atacante fue Megyn Kelly, que ha descollado en su programa de las 9 de la noche, superando en audiencia incluso a Bill O´Really, la estrella del mismo canal Fox, que aparece una hora antes que ella. Irritó sobre todo su pregunta sobre la mujer.
Fue traída de los cabellos y recordó la que le planteó el demócrata George Stephanopoulos, moderador del Canal ABC en el 2012 a Mitt Romney, el entonces candidato presidencial republicano. Sin que mediara precedente alguno, le inquirió sobre su postura acerca del uso y distribución de los anti conceptivos, asunto que es libre y no admitía discusión.
George, que fue vocero oficial en el gobierno de Bill Clinton, buscaba sumergir a Romney en el debate sobre los derechos de la mujer a definir su sexualidad, incluído el del aborto, con ánimo de hacerle aparecer a él a y a los republicanos en general, como integrantes de un partido que está en guerra contra la mujer.
El caso de Stephanopoulos se explica por su su posición política. Pero cuando Magyn le dijo a Trump que ha insultado a la mujer (citando algunos calificativos) y que ello lo descalificaba como candidato presidencial, estaba adoptando una actitud y un lenguaje propios de un demócrata. Y ella y Fox se han auto ubicado como independientes e incluso como pro conservadores.
La acusación contra Trump era y es falsa. El billonario dijo que los adjetivos citados por Megyn los lanzó en respuesta a los insultos de una comentarista de TV y que no pueden generalizarse. Al contrario, alabó la fascinante capacidad ejecutiva de las mujeres, muchas de las cuales tienen altos puestos ejecutivos en sus empresas.
En una entrevista de CNN, posterior al debate, Trump se lamentó de lo agresiva que estuvo Megyn y dijo que “brotaba sangre” de sus ojos y más. De inmediato, los que malquieren a Trump explicaron que ese “más” era una referencia despectiva al supuesto período menstrual de la entrevistadora, que pudo haberla indispuesto.
El aludido comentó que solo un depravado podía imaginar algo semejante. La revista People publica un artículo y una foto de una cantante pop que quizás lo explique: mientras canta, fluye sangre por sus piernas y ella dice que lo hace a propósito para mosrar “solidaridad con sus hermanas” que no están en capacidad de adquirir tampones...
En todo caso, si Megyn Kelly pretendía asumir el papel de campeona de los derechos por la dignidad de la mujer, sus propósitos se derrumbaron con la revelación de un audio clip de una entrevista que ella había concedido en el 2010 a Howard Stern, que tiene una radiodifusora caracterizada por la emisión de programas de la mayor obscenidad sexual.
Megyn, casada, con hijos, acepta discutir públicamente con Stern de su vida sexual, de la dimensión del pene de su marido, de la periodicidad y la intensidad de sus encuentros sexuales y otros detalles que solo un estrella porno no tendría empacho en contar. ¿Es esta la dama que defienden las feministas frente al supuesto “machismo” de Trump? Si ella no se respeta a si misma, ni a su marido, mal podría defender a la “mujer” en general.
Michael Savage, escritor y comentarista radial, la compara con Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde que prolonga su belleza física por años gracias a un pacto diabólico mientras se corroe moralmente en lo interior, hasta llegar a un límite mortal. Trump dice que no debe excusas a nadie. Es más bien a él, dice, a quien le deben excusas Kelly y los de mente podrida que mal interpretaron su frases.
La gente que le respalda a Trump así parece entenderlo, pues el apoyo no baja sino que sube. Quizás al personaje le falte la fluidez académica para expresarse que tiene un Ted Cruz, o un Marco Rubio, pero se nota y siente en él la enorme energía que demandaban los fundadores de la República para quien estuviese encargado de dirigir la rama ejecutiva.
Y sinceridad y convicción. De ahí que no haya tenido que retractarse de ninguna de sus afirmaciones, como ha sido el caso especialmente del vacilante Jeb Bush. Ninguna de sus declaraciones sobre la presencia no deseada de inmigrantes ilegales ha sido refutada y más bien se confirmaron con crímenes de indocumentados. Ni, a la postre, lo que dijo de John McCain.
De Hillary Clinton afirmó que no entendía como continuaba en la contienda si tiene cargos criminales que responder por ocultamiento de emails oficiales y uso indebido de servidores en casa. Si hubiese un Fiscal independiente, dijo, ella debería estar en la cárcel. Sus predicciones parece que se cumplirán, al menos aquello de que Hillary se retire de la campaña, no él.
De modo directo ha condenado a Obama por exonerar de culpa a Irán y permitirle que se nuclearice y fortalezca económicamente con la entrega de 150.000 millones de dólares retenidos para evitarlo. Como si le respondiera, Obama acaba de declarar que a quienes se opongan a su alianza con el Ayatola, demócratas o republicanos, los considerará sus enemigos, no la teocracia iraní que es la mayor impulsora del terrorismo en el mundo.
Evidentemente, el estilo de Trump es diferente y se aparta de las reglas del “establishment” del GOP y de los gurus. Su retórica deja de lado lo “políticamente correcto” y dice al pan pan y al vino vino. Eso le gusta a la gente y por eso le respalda. Sus atacantes los encuentran bufonesco lo cual no es verdad. De otro modo no habría erigido un imperio económico de más de 10.000 millones de dólares con raíces en todo el mundo.
Ciertamente que en un debate como el del jueves pasado hubo vacíos en sus respuestas. Aparte de lo inoportunas de las preguntas, Trump advirtió que no se prepararía para el debate porque él no era debatiente sino ejecutor. Sería él mismo y eso es lo que ocurrió y eso lo que atrajo a la mayoría de sus seguidores.
Tiempo habrá para pulimientos, para precisión de mensajes y peropósitos. Por el momento, tiene que luchar contra el embate del “establishment” frente al cual otros con menos recursos intelectuales y económicos que él ya habrían sucumbido. La camapaña apenas ha arrancado, las primarias de realizarán a comienzos del próximo año y las elecciones en noviembre del 2016.
Es muy decidor, aparte de la confirmación del liderazgo de Trump, que las últimas encuestas eleven al segundo lugar a Ted Cruz, el único que no vaciló en solidarizarse con Trump desde un principio y que comparte sus propuestas de gobierno. En tercer lugar figura el neurocirujano Carson, negro, quien al igual que Trump nunco ejerció un cargo político. Jeb Bush, del establishment, cayó al séptimo lugar.
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