Sunday, March 10, 2013

NOTAS DISPERSAS: HOMOSEXUALISMO


Cuando la economía trepida en todo el mundo capitalista, debido a las mañosas interferencias en su sistema, la atención generalizada parece estar concentrándose intencionalmente o no en un tema al que se le quiere dar dimensiones e importancia que no tiene: la homosexualidad.
El presidente Barack Hussein Obama, que tiene ahogada a la nación con una deuda que sobrepasa los 16 trillones de dólares, ha dirigido una nota a la Corte Suprema de Justicia para exigirle que declare nula la decisión del pueblo de California (adoptada por votación popular) de anular el matrimonio gay.
La Reina Isabel II de Inglaterra, que como tal preside la Iglesia Anglicana, está a punto de anunciar que se une a la presión universal en favor de los derechos gay, aunque aún no está claro si esa presión incluye otorgar a los matrimonios gay los mismos  derechos que a los tradicionales entre un hombre y una mujer.
Este fin de semana se dio gran publicidad a una encuesta realizada entre los católicos jóvenes de los Estados Unidos, los cuales se pronuncian en un 64% en pro del matrimonio gay, lo cual sobrepasa el 53% computado sobre este tema en la población general del país. La Iglesia Católica se ha pronunciado en forma inalterable en contra del matrimonio homosexual.

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La población homosexual en los Estados Unidos, igual que en el resto del planeta, es insignificante en relaciones porcentuales, como lo ha sido en todos los tiempos. No hay estadísticas precisas, que además son difíciles de estructurar por la imprecisión de los parámetros, pero en todo caso no es mayor del 3% o el 5% del total.
Sin embargo de su reducido número, en los últimos años han ejercido una presión impresionante para que la opinión pública los acepte en igualdad de condiciones que los heterosexuales, lo cual resulta un imposible desde el punto de vista no solo moral, ético y religioso, sino natural y biológico.
La minoría homosexual ha sido perseguida y vituperada en las culturas judeocristianas, con casos extremos de lapidación, cárcel y muerte en piras públicas. Esas prácticas bárbaras ya no se dan en las culturas occidentales, pero perseveran en las islámicas donde las sanciones son severísimas también para las mujeres adúlteras.

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No se jusrtifica que las desviaciones homosexuales reciban el castigo de la comunidad, como ha sido usual hasta hace poco tiempo, tal el caso de la condena a prisión por sodomía de Oscar Wilde, el excelso novelista y dramaturgo birtánico. Pero ahora la tendencia es a tratar no solo de evitar el oprobio al homosexual por su tendencia, en lo cual hay consenso, sino en exaltar a esa tendencia.
Se habla de los derechos gay como si fueran derechos civiles iguales a los derechos de expresión, sufragio y similares, sin discrimen racial, político o de género. Y se va más allá: en los pensum de escuelas y colegios, controlados por el Estado, se ha incluído la enseñanza en pro del homosexualismo, equiparándolo en todo con el heterosexualismo.
En esa campaña juegan desde luego papel preponderante los medios de comunicación audivisuales y escritos, casi todos “progresistas”, es decir  “liberals”, al igual que Hollywood. Ser gay, según ellos, no solo no es malo ni condenable, sino que es “in”, es elegante, es de avanzada y se apoyan para ello en la memoria de célebres gay como Wilde.

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Nadie, en sus cabales, podría oponerse a que se respete al individuo que por cualquier razón se inclina por una vida homosexual sin dañar a terceros. Es su preferencia, es su decisión y hay que respetarla, excepto si sus acciones involucran raptos, violaciones o seducción a menores, delitos que por lo demás están sancionados para todos los casos.
Pero de allí a pretender que el matrimonio entre dos seres del mismo sexo es igual que el matrimonio entre un hombre y una mujer, hay un abismo insalvable. Los derechos que la sociedad confiere a la paeja heterosexual tienen una explicación y una justificación: es una unión para procrear.
Desde tiempos remotos (y hasta hoy en tribus primitivas y aisladas) se han celebrado ritos de fiesta y alegría cuando una pareja joven ha resuelto dejar la casa paterna e independizarse para formar su propio hogar y crear y criar hijos. Es una exaltación festiva de apoyo a la prolongación de la vida, milagro que se consumará con cada nuevo matrimonio.

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El móvil primario de la pareja homosexual  no es perpetuar la especie, porque no pueden: es la mutua atracción sexual desviada. Es probable que tras los primeros acoplamiento sexuales la relación prospere a amistad y luego a un tipo de amistad amorosa y en última instancia a amor. Pero esa amistad y ese amor llegaron no para formar una familia, sino para lograr una satisfacción sexual distinta.
Es explicable que las sociedades de todos los tiempos hayan acordado rodear de protecciones especiales al matrimonio que se inicia. Los seres humanos, al nacer, son impotente para valerse por si mismos. Los potrillos nacen de pie, los cachorros y lobeznos y más crías animales, al poco tiempo de ser paridos se lanzan a luchar solos por su subsistencia.
Los infantes, en contraste, necesitan del cuidado directo de sus padres por lo menos, en situaciones normales, hasta culminar la adolescencia. ¿Por qué gays y lesbianas que han encontrado placer en convivir juntos para goce de sus preferencias sexuales, han de tener los mismos derechos que las parejas heterosexuales que se acoplan para procrear?
Muchos argüirán que las parejas gay pueden o adoptar o crear sus propios hijos vía vitro o alquiler de úteros. Aparte de lo repulsivo de esta práctica, la objeción principal es en defensa de la criatura llegada a esos “hogares” por cualquier conducto. Aunque haya “sicólogos” acomodaticios que sostengan lo contrario, la pareja integrada por un hombre y una mujer es la única garantía de buena formación para el infante.

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La fórmula binaria es universal. En todo componente hay lo positivo y lo negativo, como en lo moral hay lo bueno y lo malo. Sin la conjunción de los dos factores, la armonía no se da o es imperfecta. El niño o niña necesita de la educación e influjo tanto del padre como de la madre para recibir una formación integral que le permita una mejor concepción del mundo y de la vida. 
La ausencia del padre ha producido efectos desastrosos en los Estados Unidos, donde la “liberación” sexual de la mujer por efecto del feminismo y el uso de anticonceptivos y el aborto, ha reducido drásticamente el número de matriomnios. El hombre, que tiene sexo sin compromiso en todo momento, prefiere deambular como perpetuo inseminador sin el peso del matrimonio. 
La cifra de madres solteras se ha multiplicado, pues la de matrimonios ha bajado en casi un 50%. Los hijos sin padre tienen el agravante de que la madre se ve forzada a optar por uno o más trabajos para mantener un hogar en el que no hay el aporte masculino de ingreso. Le queda poco tiempo para educar y vigilar a sus vástagos.
Éstos llenan ese vacío en la calle y muchos suplen la falta de padre con el líder de un gang o pandilla de delincuentes, por lo general drogadictos. En la pareja homosexual masculina que adopta ¿cuál tiene la ternura maternal, cuál la autoridad masculina? ¿cuál da de lactar al crío para reforzar los nexos madre/hijo? Similares incógnitas valen para las parejas lesbianas.                        
En suma, si dos homosexuales deciden vivir juntos, que lo hagan sin recibir penalidad. Pero que no aspiren a que esa unión se la considere como un matrimonio, que entre los cristianos es un sacramento indisoluble. Si el influjo y la presión de los homosxuales persiste y triunfa, podría llegarse a extremos.
Se arguye que los gays tienen derecho al matrimonio “porque se quieren” como cualquier pareja hetrerosexual por lo que la sociedad no puede negarles esa opción. ¿No podría entonces hacerse extensivo por iguales motivos el matrimonio entre un hombre (o una mujer) con un perro, “porque se quieren¨? ¿O los matrimonio polígamos, sean o no heterosexuales, o con o sin animales?

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Mientras se debate este “importantísimo” tema de los homosexuales, Hugo Chávez ha hecho mutis por el foro, tras meses de agonía y engaños. Su “doctrina”, el chavismo del siglo XXI, perduará con Maduro, un chofer de ómnibus inepto para el cargo, que arrasará en las elecciones apresuradas del 14 de abril próximo. Venezuela, pues, tendrá para largo no solo al chavizmo sino a Chávez, pues su cadáver será embalsamado.
La gente que lo adora, sobre todo los pobres que se dice fueron sus beneficiarios, podrá contemplarlo eternamente en una urna de cristal. Ojalá en sus plegarias reflexionen sobre el último regalo que les hizo Chávez: 50% de devaluación monetaria por los malos manejos fiscales y el despilfarro de la riqueza petrolera. La devaluación/inflación es el más directo y penoso impuesto a los pobres.
En el Ecuador, Argentina, Nicaragua y Bolivia hay otros adoradores de Chávez, adictos a su “doctrina”. Si sus pueblos reflexionaran también acerca de los estragos de tal doctrina, pudieran ingeniarse alguna forma de  embalsamar sus líderes (Correa, Fernández, Ortega, Morales), pero ya para evitar que sigan causando tanto daño a sus países.

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