Saturday, December 28, 2013

EL AÑO DE LA MENTIRA


El 2013 ha sido el año de la mentira. Una mentira que se ha esparcido por el orbe, incluídos los Estados Unidos que parecían no contaminables, dada la historia de sus orígenes y de su constante evolución en libertad por casi tres centurias. 
La gran mentira repite la utopía de que la injusticia propia de la relación humana en sociedad ha de desaparecer como por ensalmo mediante la aplicación de reglas autoritarias inapelables orientadas a la igualación de resultados.
La visión, que no es nueva, afirma que hay pobres porque hay ricos. Son éstos los que explotan a los desposeídos, para así incrementar sin límite sus alcancías. A fin de remediar la injusticia, dice la teoría, urge una mano fuerte que transfiera esa riqueza a los pobres y logre la igualdad.
Ese simplismo, que implica hurto de bienes y de libertad y que algunos califican de idealista, es el que orienta al jefe de Estado actual de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama y el que se advierte en un líder de infinita mayor trascendencia espiritual, el Papa Francisco.
Obama va por su quinto año de gobierno, con una reelección en el 2012 y su viaje se ha deslizado por un camino de mentiras. Mintió acerca del sitio de su nacimiento, de su documento de identidad (Social Security), de dónde cursó sus estudios y ha ocultado información clave sobre su vida en el extranjero y en este país.
En su doble campaña electoral jamás dijo con claridad las verdaderas intenciones de su promesa de “transformar” a esta nación. Si decía que lo que realmente se proponía era cambiar el modelo liberal capitalista por el estatista fascista/socialista, no ganaba en los comicios, inclusive frente a nulidades como John McCain y Mitt Romney.
Las mentiras han seguido multiplicándose en su administración. Juró Biblia en mano (la de Jefferson) defender la Constitución y las leyes, pero sus perjurios son incontables. Para eludir el escrutinio del Congreso nombró un enjambre de ministros “zares” que ejercen sus cargos con los mismos jugosos sueldos pero sin responsabilidad pública. 
Ofreció un gobierno de conciliación, pero ha sido el más displicente de los gobernantes de este país con la oposición. En cuatro años nunca logró un consenso para aprobar el Presupuesto y gobernó a dedo. Al quinto año al fin se logró un acuerdo, pero gracias a una audaz y eficiente maniobra de los republicanos.
Muchos norteamericanos votaron por él debido al color de su piel, en la esperanza de que seriviría de factor para consolidar la armonía entre  los negros y el resto de la comunidad. Ocurrió lo contrario pues Obama no perdió incidente racial alguno para ir a las cámaras y acusar sin fundamento a los blancos de “odio racial”, exacerbando a las partes.
Prometió reducir la inequidad de ingresos, pero no creando más empleo, sino con la transferencia de la riqueza de los creadores de empleo supuestamente hacia los pobres, pero en realidad hacia al fisco vía impuestos. Esa transferencia no se da, salvo con subsidios al desempleo que no lo solucionan, pero aumentan el gasto público y la burocracia.
Como candidato acusó a George W. Bush de inmoral por permitir que la deuda pública creciera a 11 trillones de dólares (con la guerra antiterrorista y la crisis hipotecaria) y prometió reducirla. Mintió, pues esa deuda ha subido a 17 trillones de dólares, con 6 millones “inyectados” por Obama y sin que haya ninguna previsión cierta para reducirla.
Como negro, más bien mulato (su padre de Kenya nunca fue víctima del esclavismo y su madre fue una blanca de Kansas), se pensaba que los de esa raza mejorarían en sus niveles de vida y empleo. Ha ocurrido lo contrario pues la tasa general de desempleo de anteaño de casi el 8% aumentó hasta el triple con su administración.
Como candidato e inicialmente como gobernante ocultó su pensamiento real sobre el matrimonio gay y el homosexualismo. Como senador por Illinois se opuso a que se salve la vida a los fetos que sobreviven un aborto y luego no ocultó su apoyo añ aborto, uno de los pocos temas en que siempre ha sido consistente. 
Ahora se ha convertido en el promotor en jefe de la opción gay en todas sus formas y en el derecho de la mujer a disponer de la vida de un ser humano que no le pertenece. Esta doctrina ha impactado especialmente en las Fuerzas Armadas, en las que se está imponiendo la feminización del personal.
La obesión del igualitarismo lo ha llevado a neutralizar el papel de los Estados Unidos como líder del mundo libre. Obama no le asigna a este país característica alguna que lo distinga del resto de las naciones por su defensa de la libertad y su participación en dos guerras mundiales y en otras para frenar la expansión de tiranías.
De otro lado, una de las ambiciones mayores en procura de la “transformación” de esta nación ha sido y sigue siendo el control estatal de los servicios de salud. La oposición a su proyecto de ley, llamado Obamacare, fue y continúa siendo mayoritario en la población (62%), pero logró que se aprobara en el Congreso sin un solo voto de los republicanos.
Cuando George W Bush quiso pasar una ley sensata de reformas a  la ley de inmigración, los demócratas y muchos republicanos se opusieron. Ante esta realidad, Bush retiró el proyecto. Igual ocurrió antes con Clinton y un proyecto socialista como el actual sobre la salud. Su cónyuge Hillary la promovió, pero fracasó y el proyecto se archivó.
Pero Obama no cree en el consenso, sustantivo del sistema. Cree en su agenda del igualitarismo como dogma y para imponerla no se para en remilgos legalistas o insitucionalistas. Se impuso con coimas, con mentiras y la aplicación inicial de la ley desde octubre, es un fracaso.
Si hubiese hecho campaña con los verdaderos alcances del proyecto, ni sus enceguecidos seguidores demócratas lo hubiesen respaldado. Por ejemplo, dijo que los costos de las pólizas bajarían y en promedio suben en el doble, el triple o más. Engañó afirmando que los que están contentos con sus pólizas actuales y sus médicos pueden conservarlos.
Todo resultó falso. El portal del Internet para optar por el Obamacare sigue defectuoso y los que logran ingresar, encuentran que las condiciones son mucho peores. Se esperaba una afiliación de 50 millones de personas y no más de 2 millones se han registrado. La mayoría es de adultos y viejos que se inclinan por el Medicaid, subsidiado por el fisco.
La idea de Obama era atraer a los jóvenes para que ayuden con sus aportes a subsidiar a los viejos, so pena de recibir multas de montos crecientes. Este concepto de obligatoriedad es contrario a la Constitución, pero la Corte Suprema, en fallo incomprensible, dijo que no lo era. Pero pese a la amenaza de multas, jóvenes sanos se niegan al Obamacare.
¿Qué pasa si fallan los cálculos de financiación por esa vía? Obama tiene la fórmula mágica: seguir elevando la deuda pública para llenar el vacío, imprimir más dinero sin respaldo, dar paso a la inflación y el descalabro. Al propio tiempo, conquistar el objetivo opuesto del proyecto: menos médicos, menos horas de atención, desaliento a la invención y la inversión en el sector.
Obama y el Papa Francisco parecen coincidir en sus críticas al sistema de libre mercado, cuando señalan que hay muchos errores que perjudican o dejan sin amparo a los más débiles. El Papa acaba de declarar en un documento oficial que esas debilidades del sistema son resultantes de un capitalismo desenfrenado, sin control.
Nadie podría alegar que el sistema capitalista liberal es perfecto. Adolece de errores como todo lo humano, pero para que funcione en condiciones óptimas precisa de leyes y reglas claras y fundamentalmente de un “fair play” o código moral y ético de conducta. Si hay carencia de estos valores, sobrevienen los abusos y los yerros. Mas la propuesta de arrasar con el sistema para sustituirlo con la utopía igualitaria es todavia un yerro mayor. 
Cuando los Estados Unidos se robustecían espectacularmente con el brote de las grandes corporaciones del acero, el petróleo, la electricidad y el automóvil a comienzos del siglo XX, el exceso de poder que adquirieron les condujo a abusos en el trato a los obreros y empleados y en maniobras no ética ni legales para aplastar la competencia.
Surgieron los monopolios y la necesidad de controlar los excesos. Nadie, como hoy, pensó en eliminar las fuentes de riqueza que tanta prosperidad habían traído a la nación, sino en regularlas. Lejos de sugerir redistribuir la riqueza acumulada con tanta inventiva y liderazgo, se decidió corregir lo que estaba mal y quebrar los monopolios. 
Quien lo hizo no fue un demócrata, fue el republicano Theodore Roosevelt quien prefirió enmendar y no alterar el sistema. Curiosamente, medio siglo más tarde, un pariente suyo, Franklin D Roosevelt, demócrata, inició la corriente estatista anti sistema, que se acentuó con su coideario Lyndon B. Johnson y que está alcanzando su clímax con Obama.  
Todo basado en mentiras. Mentiras para llegar al poder y llegar al objetivo manipulando el sistema, no para mejorarlo sino para transformarlo de raíz. No se necesitan revueltas militares, el nuevo estilo lo marcan los Chávez, Correas, Ortegas y Obamas. La historia no sirve para nada y las utopías vuelven a aflorar en sus diversas formas, derivadas de la de Platón.
Según esta tendencia, la homosexualidad no es aberración, es buena y honorable y hay que promoverla. Todos somos iguales, los valoes intrínsecos y complementarios entre lo femenino y  masculino hay que borrar. Competir es pernicioso, el Estado debe regularlo todo. El libre mercado debe quedar bajo control absoluto de una autoridad inapelable.
Nadie cede voluntariamente a sus libertades, salvo parcialmente cuando su ejercicio se encuadra dentro de regulaciones mutuamente aceptadas. La cesión forzada de libertades no siempre ocurre de manera violenta y abierta. Puede darse de manera ominosa, paulatina y artera, como en el caso de la administración actual. 
Al menos en los Estados Unidos no hay que aspirar a una rebelión armada para evitarlo. Todavía existe el recurso de la persuasión y el voto libre en las urnas. La esperanza se afinca una vez más en los comicios parciales del próximo noviembre para renovar el Congreso y las presidenciales del 2016. ¿Será posible frenar esta nueva fiebre utopista impulsada por una minoría ínfima de la humanidad?

Sunday, December 15, 2013

LA DEMOCRACIA PASÓ DE MODA


¿Está pasando de moda la democracia en el mundo? Cualquiera podría inclinarse a pensar que si, dado que se la está cercando en todas partes y que inclusive en la nación demócrata por excelencia, los Estados Unidos, su aplicación cada vez se está debilitando más.
Es un fenómeno extraño, puesto que la democracia como sistema de vida no puede ser sustituido sino con la ausencia de democracia, esto es, por una tiranía en cualquiera de sus formas, si de izquierda o de derecha  no importa: todas son iguales porque todas implican restricción o pérdida de las libertades individuales.
¿Es eso lo que quiere la mayoría de la gente, aquí y en otras partes del globo? Aparentemente si, pues tras las derrotas del nazifascismo en la II Guerra Mundial y del comunismo en 1989, la idea de que es preferible para la humanidad vivir en libertad parecería que enraizaría para siempre, pero por desgracia no es así.
En América Latina, donde ha cuajado desde la Colonia una cultura hispano árabe poco afecta a la práctica sana de una democracia, han vuelto a aflorar dictaduras ahora con el nuevo membrete de “socialismo del siglo XXI”. No son resultantes de golpes de estado militares, sino de la manipulación de precarios sistemas democráticos basados en el conteo de votos, no siempre transparente.
Las frágiles instituciones seudo democráticas han terminado por colapsar y en su lugar se han vuelto a imponer autócratas que absorben las tres funciones clásicas de división del poder. Tales son los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina, todos guiados por la Cuba de los Castros, dictadores absolutos desde hace casi 60 años.
Con la misma inspiración y enseñanza de que no es menester tomarse el poder por la fuerza para transformar una democracia, Estados Unidos ha sucumbido ante la égida de un caudillo que aunque improvisado, sigue a pie juntillas un plan preciso para desarticular la tradición institucional de este país.
En condiciones normales, hace tiempo que habría sido llamado por el Congreso para responder por sus violaciones de la Constitución, a fin de ser juzgado y destituido. Pero las condiciones no son normales. En la Casa Blanca está un individuo que desprecia a los Estados Unidos, porque lo  acusa de causar la miseria en el mundo, por cuyas razones hay que humillarlo y debilitarlo.
Lo está consiguiendo en tiempo récord. En cinco años de gobierno y tras su reelección en el 2012, Barack Hussein Obama ha asfixiado a la economía con más de 17 trillones de dólares de deuda, cifra que excede al total de la riqueza nacional. El endeudamiento y el gasto superfluo no paran y las prédicas en contrario y las amenazas de que los prestamistas corten el crédito, caen en el vacío.
La máquina de imprimir dinero no para con inequívocas síntomas de una  inflación ad portas que destruirá los ingresos y constreñirá más el ahorro, la inversión y la creación de empleo. La debilidad en economía significa debilidad no solo en lo interno sino en lo externo. Los Estados Unidos ha dejado de ser Líder del Mundo Libre gracias a Obama.
Uno de los ejemplos mayores del autoritarismo de Obama ha sido la manera cómo forzó la aprobación de la ley de reforma a los servicios de salud. Se valió de coimas y amenzas para conseguir los votos en el Congreso, cuyo Senado tiene mayoría demócrata. Ni un solo republicano lo apoyó. Fue vergonzoso ver a los demócratas renuentes rendirse ante la presión.
En su campaña anterior y posterior a la  aprobación de la ley, Obama mintió repetidamente acerca de su verdadero contenido. Cuando comenzó a aplicarse el pasado 1 de octubre, el sistema de solicitudes por Internet fue y sigue siendo un fracaso total. Las mentiras han continuado acerca de las razones del fracaso y de las promesas para restituirlo.
Pero aparte de los problemas técnicos de informática, lo impresionante es que las nuevas reglas para la provisión obligatoria de salud han dejado a por lo menos 5 millones de ciudadanos sin su póliza o sin sus médicos de preferencia, lo cual Obama juró que no sucedería. La opción para ellos  será optar por un seguro más caro y no acorde con sus preferencias. 
En iguales condiciones de desampara quedarían otras 100 millones de personas en el primer trimestre del nuevo año. A ello se agrega el despido colectivo de centenares de empleados. Las pequeñas y medianas empresas, con el nuevo estatuto, están obligadas a proveer de pólizas de salud a sus empleados cuando son 50 o más. Para evitar la quiebra, los empresarios se ven obligados a despidos definitivos o parciales para bajar de esa cifra.
También a partir del 2014 comenzará el éxodo de médicos porque las tablas de salarios y las condiciones con el nuevo sistema carecen de atractivo y estímulos. Las investigaciones en tecnología médica también se agostarán y al propio tiempo, cuando comience a cuajar la idea (si no se la detiene) de socializar la medicina en este país, la calidad de todos los servicios se deteriorará.
La meta es, como lo ha dicho la dirigencia demócrata, dejar trazado el sendero conducente a un solo proveedor de los servicios de salud: el Estado. Porque el Estado, con un Ejecutivo omnímodo que todo lo regula, autoriza y restringe, es para ellos la solución a todos los problemas e injusticias, es el tránsito hacia la utopía de las sociedades igualitarias. 
La igualación que predican (y a ellos se ha sumado el Papa Francisco), es incalcanzable sin sacrificar las libertades individuales. Si el sistema de provisión de salud hasta ahora basado en el libre mercado es sustituido por un solo proveedor, desaparecerá el libre albedrío, la inversión con fines de lucro, la inventiva para crear nuevos medicamentos, tecnologías y equipos. 
Si la democracia capitalista sigue fracturándose y se consolida un Ejecutivo controlador, los mecanismos de creación de riqueza se entraban. El Estado no genera riqueza per se, la absorbe vía impuestos y confiscaciones. Si la fuente de riqueza se agota, se agotan también los recursos fiscales y el ideal de la terminación de la pobreza no cesa: se incementa de manera exponencial.
¿La democracia está en retirada? Es posible, por la falta de conocimiento de la historia y del sentido crítico de la gente. Obama, para garantizar el respaldo a su gestión, ha elevado los subsidios por alimentos y pensiones por desempleo e incapacidad. Más de la mitad de la población no paga el impuesto a la renta y los impuestos a los “ricos” son cada vez más altos.
(Detroit y decenas de otras importantes ciudades de los Estados Unidos están en quiebra. Todas han sido gobenadas por décadas por demócratas que han aplicado la doctrina utópica de la redistribución de la riqueza, tal como la patrocinan Obama, los suyos y ahora el Papa). 
Los beneficiarios de la limosna estatal están contentos con Obama pero viven una ilusión. Con mayor endeudamiento, desempleo e inflación, ya no será posible que sobreviva ese Estado protector, porque caerán los ingresos que no dependen, como en los casos de Venezuela y Ecuador, de un petróleo que no es resultante del esfuerzo nacional.
Se ha dicho hasta la saciedad, tras la clarísima interpretación de Churchill, que la democracia puede no ser perfecta, pero es la menos imperfecta de todas las formas conocidas de convivencia humana. Sus imperfecciones, por añadidura, son perfectibles dentro del mismo sistema. Nunca los intentos por enmendar sus errores con destrucción de la democracia han dado otro resultado que tiranías en sus diversos grados y tonalidades.
El Obamacare, por antidemocrático e inconstitucional, debe ser revocado. Su autor quiere evitarlo aplicando o no la ley a su antojo, lo cual está vetado por la Constitución. Las mentiras sobre este tema, sobre los crímenes en Benghazi, la manipulación de la Agencia de Rentas Internas para dañar  a los opositores, los crímenes en la frontera con México, la guerra en Siria y tantos otros ejemplos son susceptibles todos de una  interpelación por el Congreso.
Si se llegara a dar tal paso, la destitución sería inevitable. Nada de ello se conseguirá si en las elecciones de noviembre próximo la oposición no consolida su mayoría en la Cámara de Representantes y la gana en el Senado. Hoy por hoy la lucha favorece 2 a 1 a los demócratas, que tienen bajo control a la Casa Blanca y al Senado. Con su gran aliado, claro, de la mayoría de la prensa hablada y escrita de la nación. 
Pero Obama puede deparar cualquuier sorpresa, como la dio con su reelección. Si la oposición vuelve a fracasar, el plan para transformar a este país continuará en firme. ¿Está la democracia en proceso de extinción? De ninguna manera. En la peor de las perspectivas, podría ser que demore en retoñar mas no cabe su desaparición, pues la búsqueda de la libertad es inherente a la condición humana.
Lamentablemente hay la tendencia a olvidar que el bien preciado de la libertad hay que cultivarlo a diario, con fe, convicción y sin dubitaciones. De otro modo, puede ir debilitándose paulatinamente y hasta despertar, la sola alternativa para recuperarla sea la violencia. 

Sunday, December 1, 2013

¿EL CAPITALISMO ES PERVERSO?


El Papa Francisco divulgó un documento oficial del Vaticano, con su firma, en el cual exhorta al mundo a mejorar las condiciones de vida de los pobres, minimizando el influjo del capitalismo y el libre mercado.
Como en anteriores ocasiones, de inmediato han surgido espontáneos de uno y otro espectro politico, clérigos y no clérigos, para tratar de dar una interpretación propia acerca de lo que creen es el verdadero alcance de las palabras del pontìfice.
¿Por qué? Porque nuevamente el pensamiento del jefe de la Iglesia ha sido ambiguo. Especialmente en su afirmación de que el capitalismo conduce al abuso y a un mayor perjuicio a los pobres, por lo cual urge controlarlo con más estrictez, inclusive a nivel internacional.
Muy estrechamente unido al capitalismo está el libre mercado, al cual el Papa también le acusa de contribuir a distorsionar la economía en contra de los pobres. Hace un llamado, por tanto, para combatir a lo que tilda de “tiranía del mercado” también en dimensiones globales.
Tales acusaciones generaron protestas por parte de quienes consideran que las economía son más dinámicas cuando precisamente rigen en las naciones sistemas de mercados abiertos, de libre competencia, porque ellos favorecen la acumulación y multiplicación del capital, para crear más empleos y reducir la pobreza.
Las críticas han provenido no solo de empresarios y políticos seculares, sino incluso de católicos muy apegados a la tradición de la Iglesia Católica y de respeto y fe en el papado vaticano, así como de cristianos no católicos y de comentaristas de las más variadas posiciones ideológicas.
En defensa del Papa hay quienes escriben que su referencia negativa a lo que en inglés se leía en el documento como “unfettered capitalism”, era en realidad una alusión al “unfettered consummerism”. En uno y otro caso, el vocablo “unfettered” ha de entenderse como “sin restricciones”.
Se intenta, así, sostener que el Papa ha condenado no al capitalismo sino al consumismo desbordado o ilimitado, como para de este modo paliar las críticas. Pero el intento es inútil ya que el capitalismo sin barreras, sin límites, sin leyes, deja de ser tal para convertirse en una corrupción del sistema. Y en cuanto al consumo desbocado, se trata de un exceso y de una distorsión del sistema que todos repudian.
El capitalismo está vinculado íntimamente con el mercado. Cuando operan en un ámbito de libertad, fomentan prosperidad y riqueza que se esparcen en la comunidad. Pero no siempre se ha dado esa simbiosis en un marco de libertad. Al contrario, es una innovación históricamente reciente ya que con anterioridad, cuando el  capital y el mercado estaban constreñidos por una autoridad absolutista, el crecimiento económico era restringido.
Sin embargo, el mercado en si no es una creación perversa del hombre. Ha existido desde siempre, pues es connatural a la condición humana. Es resultante de la necesidad de interrelación entre los seres humanos, las comunas, las naciones. Uno nace, crece y por instinto trata de relacionarse con el prójimo, dialogar, intercambiar ideas y luego bienes y servicios.
Ese mercado natural, consecuencia de la convivencia humana, por cierto que ha evolucionado desde esquemas muy primitivos hasta los más complejos de la era moderna. Desde el trueque hasta la creación de la  moneda, más tarde la banca y luego las complejas imbricaciones de las redes de intercambio comercial de bienes y servicios de hoy.
El moderno capitalismo emerge de los sistemas feudales, cuando toda actividad social se sujetaba al control incontestable del monarca y sus cortesanos. Paulatinamente la propiedad, antes exclusiva de grupos hegemónicos, comenzó a fraccionarse y con el comercio brotó una nueva clase, la empresarial, de mano del comercio, la banca y las industrias.
La economía, antes aherrojada por el absolutismo monárquico en sus distintas versiones, se libera. Y alcanza su máxima expresión de libertad en el Nuevo Mundo, con los Estados Unidos, donde por primera vez se consolida un sistema de capitalismo abierto con un mercado competitivo que sustituye al absolutismo con las tres ramas clásicas del poder compartido.
El capitalismo y el mercado libres, por cierto, no pueden subsistir sin reglas claras para evitar abusos y distorsiones. La proclividad al abuso también es propia de la condición humana y aunque lo prevalente en el sistema es la “bona fide”, no por ello desaparecen las transgresiones de buena o mala fe y para contrarrestarlas existen las leyes de prevención y sanción.
El capitalismo, el mercado, el medio de transacción que es la moneda, han adolecido y adolecerán de defectos en su aplicación, por lo mismo que de por medio están seres humanos. Pero el problema de la imprecisión del Papa es que da lugar a interpretarlo como que debido a las falencias del sistema, hay que sustituirlo en una suerte de cruzada internacional.
Ese pensamiento se asocia con las corrientes ideológicas que han cobrado fuerza en los úlimos años, en cierta medida en Europa, desde luego en América Latina y en otras regiones subdesarrolladas y que, de manera increíble, pretenden afincarse en los Estados Unidos donde la experiencia capitalista ha convertido a esta nación en la más poderosa de la historia.
Si la aplicación de la libertad en el sistema capitalista y de mercado genera problemas como persistencia de la pobreza o desigual distribución de la riqueza, la solución no es destruír el sistema para reemplazarlo por otro, que no se menciona. La solución es perfeccionar el sistema que ha probado ser la opción más eficiente.
El capitalismo no genera pobreza, sino todo lo contrario. El mercado competitivo estimula la inventiva, el ahorro, diversifica la inversión. Así se forman nuevas fuentes de riqueza y empleo y la multiplicidad de las oportunidades para que la gente acrezca sus ingresos, ahorre y eventualmente se sume al ciclo evolutivo de creación de la riqueza.
La redistribución de la riqueza para anidar en una sociedad igualitaria es una utopía que cada vez que se la ha tratado de imponer, ha fracasado. ¿Cuál la razón? La pérdida de libertad. La redistribución no cabe sino por la fuerza. Quienes la imponen tienen el poder, que debe ser absoluto para perdurar. Platón quería asignar ese papel a los más sabios.
En realidad, todas las experiencias de igualación utópica han caído en manos no de sabios, sino de déspotas. A la postre las rebeliones populares han terminado con ellos en el cadalso, la horca o el arrastre. Y la igualación de los ingresos, con sacrificio de las libertades individuales en pos de la felicidad colectiva, se ha esfumado en quimera inalcanzable.
Al mercado hay que regularlo, pero no estrangularlo. Cada vez, en tiempos pasados y recientes, que los dictócratas bloquean el libre flujo de la competencia en el mercado, sobreviene el estancamiento de la evolución natural de la economía y en ocasiones la catástrofe. Cuando los demócratas obligaron a los bancos de los Estados Unidos a que otorguen préstamos hipotecarios sin respaldo, sobrevino la debacle cuyas consecuencias aún se sienten en la economía mundial. No cabe que un banco preste a quien no demuestre tener capacidad de pago. La argucia de contar con el respaldo financiero del gobierno fue una falacia.
¿Qué movió a los demócratas a intervenir en el mercado contraviniendo las reglas y la lógica de las transacciones? El deseo de que “todos” tengan acceso a una casa propia. ¿Cuáles los resultados? Mucha gente que tenía su casa la perdió debido al descalabro del mercado hipotecario y la que buscó engañada con un préstamo fácil, se quedó sin su dinero y sin casa.
Es lo que ocurre cuando las buenas intenciones no concuerdan con los procedimientos. No se necesita tener un alma blanca para desear que los desamparados dejen de serlo, que los enfermos se curen, que los que carecen de abrigo y refugio lo tengan, que los pobres sean menos pobres. El desafío está en cómo lograrlo.  La caridad impuesta por la fuerza, deja de ser caridad.  Es lo que ocurre al redistribuir la riqueza mediante confiscaciones, impuestos y otros arbitrios de los regímenes autocráticos. La generación de la riqueza se congela y la “intención” de disminuír la pobreza concluye con el resultado exactamente opuesto.
Obama y los demócratas, así como el Papa y los obispos de este país están preocupados porque los seguros de salud no protejan a todos o porque en algunos casos son discriminatorios o muy caros. Quieren que los servicios de salud cubran a todos. Muy loable pero ¿cómo? Obama busca abolir el sistema vigente de libre mercado y sustituirlo con un solo proveedor universal, el gobierno.
Su ley, aprobada con engaños, se ha descarrillado por razones no solo técnicas sino de fondo. Los primeros resultados son millones de personas ya aseguradas que  han perdido sus seguros y muchos millones más que lo perderán en el futuro. Igual que en el caso de las casas de vivienda, en el de los servicios de salud las “intenciones” se estrellaron con la realidad.
En los países de capitalismo precario como Venezuela o Ecuador, los ejemplos se multiplican. El intervencionismo estatal ha empobrecido al  país bolivariano, la inversión privada es nula, la inflación del 50%. En el caso ecuatoriano, Correa (PhD en Economía) dijo no a la regla elemental de la economía de mercado de pagar las deudas y la que tenía el país la declaró ilícita y no pagable.
El crédito internacional para el Ecuador se cerró. Salvo el que abrió China, con la mirada puesta en la pequeña producción petrolera de menos de medio millón de barriles diarios. Ahora toda esa producción la adquiere China a cambio de préstamos que nadie sabe en qué condiciones las aceptó el autócrata, pero que con seguridad son más onerosas que las que pudo conseguir en fuentes tradicionales del mercado mundial.
(En contraste, cuando empresas y corporaciones privadas vulneran el principio de libre competencia y forman bloques monopólicos o carteles, la propia ley manda fraccionarlos. Tal el caso a comienzos del siglo XX con los monopolios del petróleo y los ferrocarriles y la intervención del presidente republicano Theodore Roosevelt para destruirlos. Pero el cartel OPEC sigue intocado)
Ha sido penosa la coincidencia del aparecimiento del documento papal sobre asuntos económicos, sobre todo para los Estados Unidos en momentos en que desde la Casa Blanca se están dando pasos firmes para desprestigiar al sistema y así debilitar la posición preponderante que esta nación ha tenido a la vanguardia del Mundo Libre.
El daño está hecho y poco podrán lograr las tareas de salvataje de mucha gente notable que ha salido en favor de una intepretación más feliz de lo que el Papa dijo en su documento oficial “Evangelii Guadium” (La Alegría del Evangelio).  

Sunday, November 24, 2013

SON CAPACES DE TODO


Con el fracaso catastrófico del Obamacare, la popularidad del presidente Barack Hussein Obama se ha desplomado al 37% según las encuestas. La gente se pregunta, no por qué ha caído tanto, sino por qué porcentaje aún tan alto de ciudadanos lo sigue respaldando.
El Obamacare, que busca abolir el sistema privado de administración de la salud, el mejor del mundo, para reemplazarlo con un control absoluto del Estado, debió comenzar a regir el 1 de octubre. Pero se estancó entre otras razones porque el website para iniciar los cambios no funcionó jamás.  
El problema no es solo técnico. La obstrucción electrónica se debió sobre todo a la complejidad para enlazar aceptablemente todos los datos requeridos a los solicitantes del Obamacare con los proporcionados por las agencias de salud privadas. Se trata de una maraña impenetrable.
El Obamacare era el mayor logro del ideario radical de Obama y los demócratas que lo secundan. Y aún aspira a serlo, pues resume en si las intenciones de agigantar el influjo del Estado sobre los individuos, que ya se había expandido con otras medidas demócratas para acentuar las leyes, regulaciones y controles oficiales.
El colapso del Obamacare ha hecho más evidentes los demás yerros de Obama en su administración de cinco años, hasta entonces soslayados o encubiertos por los principales medios de comunicación colectiva. La deuda pública, con la que se paga la protección social vía subsidios para alimentos y desempleo, ha llegado a la cifra de 17 trillones de dólares, cifra superior a la riqueza nacional.
Junto con los subsidios que drenan las arcas fiscales para beneficiar no solo a los necesitados sino a los que no los necesitan, está el desempleo que no baja en todo el período de su gobierno del 7% y más. La inversión y el ahorro se han debilitado y la tasa de crecimiento económico es la más baja desde la Gran Depresión, menor al 3% anual.
En el frente externo, el respeto a los Estados Unidos se ha esfumado como nunca antes en su historia. Obama pierde los amigos tradicionales de Europa y Medio Oriente, al tiempo que corteja al Irán (Kerry en Ginebra hoy recuerda al Chamberlain del Berlín de 1939). En Irak y Afganistán, donde se invirtió tanto en vidas humanas y capital, el repliegue de fuerzas está generando una involución hacia el radical terrorismo que se pretendió erradicar.
Todos estos factores negativos harían pensar que Obama y su gobierno están perdidos políticamente y que las próximas elecciones parciales de noviembre venidero y las presidenciales del 2016, implicarán una derrota aplastantes del radicalismo demócrata y la recuperación del poder en el Congreso y la Casa Blanca por parte de los republicanos. 
Pero la lógica no siempre es aplicable en política y menos en los tiempos actuales en los que Obama y la mafia de Chicago que lo encumbró y respalda están en el poder. No obstante los tropiezos del Obamacare y los indicadores tan elocuentemente adversos, los demos están dispuestos a seguir utilizando cualquier arma lícita o no para anular a su rival.
La última prueba la acaban de dar en el Senado del Congreso con la reforma a la regulación del “filibusterismo”. Según este esquema, que ha regido desde los incios de la República, ninguna ley o nombramiento de alta significación e importancia podía aprobarse sin los votos de por lo menos 60 de los 100 senadores.
Los demócratas tienen 53 senadores, los republicanos 45 a lo que se agregan 2 independientes. Muchos de los nombramientos a puestos clave del gobierno, como jueces y otras autoridades, han sido bloqueados por la oposición republicana, como ha ocurrido en otra dirección en ocasiones en que la mayoría ha sido demócrata.
En ambos casos, de regímenes de uno u otro partido, el bloqueo a ciertos nombramientos ha generado frustración y deseos de encontrar alguna fórmula para que la mayoría del momento salga triunfante. Pero nunca nadie se atrevió a acabar con el filibusterismo, que es una garantía que previeron los autores de la Constitución para garantizar la protección de la minoría frente a la mayoría en el poder.
El propósito es propiciar que las grandes decisiones sean adoptadas por consenso, atributo esencial de la democracia. Si la oposición de uno y otro partido veta un proyecto o nombramiento, en el fondo es porque conlleva una intención repelente por dictatorial. Lo democrático es pesionar al régimen porponente a negociar con la minoría a fin de arribar a un  consenso que armonice y no fracture la tolerancia.
Pero Obama ha dicho claramente que no le interesa negociar. No lo ha hecho en cinco años. Desprecia y se mofa de la oposición. Para forzar a la aprobación del Obamacare, por ejemplo, fraguó un fraude para que se elija al senador Frankel en Minnesota, pues su voto era clave para pasar la ley sin un solo voto republicano.
A los senadores demócratas rehacios a ceder, los coimó. Y cuando el caso de inconstitucionalidad de la ley fue examinado por la Corte Suprema de Justicia, el juez John Roberts, republicano, traicionó a sus principios e inclinó el fallo en favor de la ley. La gente se pregunta hasta ahora qué presión ejerció Obama sobre él.
Ahora el Senado puede aprobar cualquier ley o nombramiento que desee Obama, con la simple mayoría de 50 más 1. Si el Obamacare en su versión actual termina por archivarse por inaplicable, cualquier decreto de Obama puede ser aceptado por los senadores para sustituir a esa ley. Ya el presidente ha roto la Constitiución al aplicar a su antojo partes de esa ley, pese a que su misión es exclusivamente aplicarla en su texto final.
En cada instancia de oposición de la Cámara de Representantes, en la cual hay pedominio republicano, un Obama indignado ha dicho que gobernará por decreto para superar los obstáculos constitucionales del Congreso. En igual forma en que lo hacen los tiranuelos de Ecuador, Venezuela, Nicaragua o Argentina. 
Igual desprecio por el orden constituído lo ha evidenciado con las falsías sobre el caso de Benghazi, Libia, donde el embajador y otros cuatro altos funcionarios fueron masacrados por terroristas del Al Qaida, sin recibir ningún auxilio militar. O sobre el escándalo en la frontera con México, cuando el gobierno cedió armas de alto poder a los narcotraficantes y un guardia norteamericano murió asesinado con esas armas.
Otro ejemplo de autoritarismo fue el nombramiento de los denominados “zares” de la administración, que son ministros de Estado  sin autorización constitucional del Senado. La lista de gestos y acciones alejados de la ley se multiplica y nunca ha sido objeto de análisis y críticas por parte de los mayores medios de comunicación audivisual y escrita.
Pero ese bloqueo, tan determinante en la visión que el pueblo tiene de la realidad, ha comenzado a debilitarse y fraccionarse con el desastre del Obamacare. Hasta los más enceguecidos defensores de Obama parecen de pronto ver la luz, pues se les ha hecho difícil defender lo indefendible. Mas tal situación no garantiza aún avizorar victoria alguna de la sensatez sobre el abuso.
Puesto que Obama y su clan pondrán en juego cualquier estratagema para no perder el poder. Recuérdese que en los comicios del 2012 todo parecía presagiar que el republicano Mitt Romney, pese a sus flaquezas como candidato, se haría de la victoria frente a un Obama acosado por su ineptitud para manejar el Estado, incluído el Obamacare.
Pero Obama y su maquinaria de Chicago manipularon cifras para simular que el desempleo había disminuído y ordenó a la Oficina de Rentas que se lance a atacar y acosar al ala triunfante del GOP, el Tea Party, para silenciarla y anularla. Paralelamente, maniobró con los sindicatos y con los centros de recolección de votos para amedrentar y cometer fraudes.
Obama fue reelecto, frente al estupor e incredulidad incluso de sus mismos partidarios. Nadie puede imaginar qué proyectan los demos para “resucitar” a un Obama casi moribundo por la hecatombe del Obamacare. Pero con seguridad no faltarán más actos antidemocráticos y autárquicos como la muerte del derecho de la minorías que se acaba de perpetrar en el Senado. 
Con Obama y los demos que lo siguen cualquier exabrupto reñido con la tradición democrática y cultural de esta nación no es descartable. De pronto surge en cualquier instante, en cualquier área y sin el menor escrúpulo, pues lo único que les guía es una obsesión desbordada por el poder. Poder no para servir, sino para dominar y controlar a los demás.

Friday, November 8, 2013

UNA ALIANZA QUE REPUGNA


Los demócratas, que con Obama están en el proceso de transformar a los Estados Unidos en una nación socialista en la cual todo lo controla el Estado, se han asociado con los republicanos del establishment del partido para tratar de pulverizar al Tea Party. 
El Tea Party, nombre tomado del movimiento inicial de la rebelión contra el colonialismo británico del siglo XVIII, surgió dentro del GOP en el año 2010 en señal de protesta contra los “dueños” del partido republicano que habían adoptado y continúan adoptando una actitud complaciente frente al  radicalismo del partido demócrata.
Se robusteció esa tendencia con los fracasos de los candidatos John McCain y Mitt Romney en las elecciones presidenciales del 2009 y luego en el 2012, cuando fue reelecto el demócrata Barack Hussein Obama pese al fracaso de su gestión gubernamental en lo interno e internacional. 
El Tea Party debutó con éxito sensacional en las elecciones de medio tiempo del 2010, al recuperar para el partido la Cámara de Representantes y reducir a 55 la mayoría demócrata en el Senado. En la elección del 2012, la mafia de Obama manipuló todos los mecanismos a su alance para anular al Tea Party: la derrota se selló con la cobardía de Romney para enrrostrarle a Obama sus defectos.
El establishment del GOP, junto con los demócratas y los principales medios de comunicación alineados con Obama, están dando poco menos que por muerto al Tea Party tras los resultados de los comicios del martes pasado, especialmente en New Jersey y Virginia. 
En New Jersey fue reelecto gobernador el republicano Chris Christie, al derrotar por amplio margen a la candidata demócrata Barbara Buono. Se afirma que el ganador logró los votos de independientes, moderados, latinos y de otras minorías y que sería brillante candidato “unificador” del GOP para el 2016.
Pero Christie, aunque se autotitule republicano, es más un demócrata. No vaciló en abrazar y adular a Obama cuando le pidió ayuda tras el huracán Sandy. No ha cesado en alabarlo, pese a que Obama es la cabeza de la minoría radical apoderada de la Casa Blanca para orquestar la transformación de la sociedad libre que se fundó en 1776.
El obeso líder político tiene un pasado mafioso como lobbyist o cabildero y su retórica y relación con el prójimo es arrogante y grosera. Es el típico líder autoritario que venera al Estado como la suprema solución a los problemas de la comunidad. En lo fiscal, NJ solo está por detrás de New York como el Estado con más impuestos y en lo social apoya tolerancia a lo gay y pro choice o pro aborto.
En Virginia triunfó el demócrata Terry McAuliffe, por sobre el candidato del Tea Party Ken Cuccinelli. En este caso también hubo celebración por el  aparente fracaso del Tea Party. No se analiza que el establishment del GOP le negó toda ayuda a Cuccinelli y qué éste, pese a que el demócrata le aventajaba con más de dos dígitos, logró descontar la cuenta y perdió a la postre por solo tres puntos.
Y pudo ganar, no solo si el GOP hubiese aportado para reducir los 15 millones de dólares de ventaja que tenía su rival para bombardearlo con avisos negativos en todos los medios y, sobre todo, si no mediaba como tercer candidatro el libertarian Robert Sarvis, que obtuvo el 7% de los votos. Para obstruir a Cuccinelli, los demócratas gastaron millones para sostener a Sarvis, con el beneplácito del establishment del GOP.
¿Qué permitió al candidato del Tea Party avanzar en las dos últimas semanas, hasta casi alcanzar a McAuliffe y superarlo si no existía Sarvis? Pues simplemente hacer énfasis en los principios sustantivos del partido republicano, que están siendo dejados de lado por el establishment y que motivaron y motivan la existencia del Tea Party.
Desde que el actual gobierno propuso el Obamacare, el GOP se opuso y no dio un solo voto para su forzada aprobación por el Congreso, que lo hizo sin siquiera leer y menos discutir el texto como manda la Constitución. La ley, que pese a las violaciones constitucionales, recibió el visto bueno de la Corte Suprema de Justicia.
Debió entrar en vigencia el 1 de octubre. Para impedirlo, el senador republicano por Texas Ted Cruz inició una cruzada para bloquear fondos a la ley. Argüía, como el Tea Party, que aplicarla destruiría el sistema de salud vigente, encarecería costos y fijaría inconstitucionalmente multas a quienes no aceptan el seguro oblitatorio de salud e incrementando en 7 trillones de dólares la deuda pública. 
Pero además las regulaciones, aplicadas o no por antojo de Obama, han comenzado a reducir el empleo debido a que las empresas medianas se han visto obligadas a reducir a menos de 50 sus empleados o a reducir el tiempo de empleo a la mitad, para eludir los altos costos del mandato del nuevo sistema.
Obama y los suyos habían invertido como 600 millones de dólares desde hace tres años para construir un webside para la nueva ley, que arrancó el 1 de octubre. No más de 6 personas lograron el paso inicial de enrolamiento ese día y el portal ha tenido que cerrarse para reparación, se dice que hasta fines de este mes. Pero se han filtrado  noticias de que la sitiuación tecnológica no solo que no mejorará, sino que empeorará.
El asunto es complejo. Se calcula que 15 millones de personas que tenían una póliza que la seleccionaron individualmente, la han perdido porque el Obamacare las considera insuficientes. Esas pólizas deben incluír protección a la anticoncepción, el aborto, la matermidad, la odontología infantil, inclusive si los asegurados son ancianos o repudian por cualquier razón esas opciones.
Cuccinelli y el Tea Party no quieren, como el establishment, amoldarse a los deseos de Obama para “mejorar” al Obamacare. Lo que quieren es que se la archive. El sistema vigente de salud, basada en la libre competencia de mercado entre los proveedores, es el mejor del mundo y no necesita ser borrado ni sustituido por el único proveedor, el Estado (como ocurre en Europa o la dictadura castrista) para mejorarlo.
Muchos ciudadanos (los demócratas calculan que 50 millones), no están asegurados. Algunos, sobre todo los jóvenes, creen que no necesitan de un seguro porque son sanos y se creen inmortales. Otros, por indigencia o por cualquier otra razón. También es verdad que las aseguradoras rechazan o ponen trabas a pacientes con condiciones previas de mala salud.
También han subido los costos. Porque se limita la competencia entre compañías de diferentes Estados y porque las penas por mala práctica son tan altas que obligan al alza de las tarifas. Todos y muchos males similares pueden y deben ser solucionables dentro del sistema, no susituyéndolo con otro bajo control del Estado, siempre susceptible al fraude y la dilación y deterioro en los servicios.
El supuesto “extremismo” del Tea Party, que condenan los demócratas y el establishment del GOP, busca defender los principios consustanciales de la nación norteamericana como el derecho a la vida (no al aborto), a defender al núcleo familiar y los derechos inviduales y a limitar el influjo del Estado no más allá de la defensa y la seguridad nacionales.
Mientras más crece el poder del Estado, más se restringen las libertades individuales. Eso lo entendieron los que fundaron al país en 1776 y para ello fueron concluyentes en dispersar el poder gubernamental en tres fracciones para que se controlen y limiten entre si. Con Obama, el poder de una de las tres ramas, la ejecutiva, se ha extralimitado. 
No cabe transar con esa actitud. Lo que el establishment del GOP propone como en el caso de Christie, no es gobernar con los demócratas, sino gobernar como los demócratas quieren gobernar. Los “moderados” a los que aluden con tanto entusiasmo los demócratas y medios de comunicación para fortalecer al GOP, en el fondo solo son demócratas encubiertos.
Si el propósito del partido republicano es solidificar la mayoría en la Cámara de Representantes y retomar el Senado en las elecciones del 2014, como paso previo para llegar a la Casa Blanca, deben inspirarse en la propuesta del Tea Party: no más vacilantes como McCain y Romney y si candidatos con clara e inflexible convicción de principios.
Al Congreso y a la Casa Blanca hay que ir, pero no para abdicar frente al rival demócrata y allanarse a sus propósitos, sino para derrotarlos y frenar solo así el avance de destrucción o “transformación” (como la llama Obama) de esta nación. La alternativa del establishment es la receta para acelerar el deterioro del país.

Saturday, November 2, 2013

SI OBAMA FUERA GEORGE W BUSH


El presidente demócrata Barack Hussein Obama ha cometido tantos actos de corrupción, violación de la Constitución y dicho tantas mentiras que si hubiese sido un presidente republicano como su antecesor George W Bush, hace tiempo que el Congreso lo habría ya interpelado y depuesto. 
Lejos de ello, sigue campante en su puesto de la Casa Blanca que lo ocupa desde hace cinco años. Y sigue mintiendo y eludiendo respuestas a las preguntas de los pocos periodistas que se atreven a cuestionarlo en las raras ocasiones en que pueden hacerlo.
La última gran mentira es la que se sigue debatiendo en estos días sobre la aplicación de la ley de control estatal de los servicios de salud, llamada Obamacare. Siempre dijo, desde el 2009, que los ciudadanos que ya tienen una póliza privada podrían conservarla, si estaban conformes con ella. 
La realidad es otra, pero Obama y su séquito se niegan a aceptarla y menos pedir excusas. Millones de individuos que hasta la fecha tenían pólizas de salud que las escogieron a su arbitrio entre las múltiples opciones del mercado, recibieron estos días notificación de las aseguradoras sobre la cancelación, forzadas por el Obamacare.
Esta ley, que fue aprobada sin un solo voto republicano, estipula de manera obligatoria ciertos servicios de salud para todos los usuarios, con prescindencia de la voluntad de los beneficiarios. Infinidad de individuos han quedado sin pólizas y con la única alternativa de seleccionar una nueva póliza entre las señaladas por el gobierno, con más altos costos.
Si no lo hacen y prefieren no asegurarse, se verán sujetos a multas de valor creciente conforme pasen los años. Esto implica una imposición inconstitucional del régimen Obama de adquirir un servicio, son pena de sanción, lo que está reñido con el sistema democrático de esta nación, sustentada desde su fundación en la libertad de escoger.
La aprobación del Obamacare fue tortuosa, siniestra y en nada sujeta a la tradición de este país para aprobar las leyes. Siempre ha prevalecido el diálogo entre las dos facciones políticas tradicionales, la del partido republicano y la del partido demócrata y entre el Ejecutivo y el Congreso. Jamás se ha dado el caso de la aprobación de una ley y peor de la trascendencia del Obamacare, sin consenso entre las partes.
Bill Clinton, presidente demócrata, intentó con su mujer Hillary promover la aprobación de una ley de salud, pero fue tal el rechazo que desistió. Algo igual ocurrió con GWBush y su proyecto de reforma a la Ley de Inmigración. Pero la arrogancia de Obama le llevó a valerse de intrigas, amenazas y coimas para sumar votos de republicanos inconsistentes para aprobar una ley que ni siquiera fue leída en su integridad antes de la votación.
La mayoría de la población encuestada, por sobre el 60%, se oponía y aún se opone a la ley. Se presentó inclusive un recurso de anulación ante la Corte Suprema de Justicia, por inconstitucional. El argumento básico era el mandato obligatorio a optar por un servicio, cualquiera que fuere, que expresamente prohibe la bicentenaria “carta magna”.
Muchos confiaban en que la Corte cortaría de un tajo los excesos de poder del presidente Obama. Pero cayó como una bomba la defección de uno de los jueces, John Roberts, nombrado por GWBush por su aparente trayectoria opuesta a la posición “liberal” o estatista del partido demócrata. En manejo sofístico, decidió a la mayoría para ratificar el Obamacare con la argucia de que el “mandato” de la ley no era tal, sino un “impuesto”. 
¿Desde cuándo rige en esta nación la posibilidad de que la negativa a adquirir un servicio o un bien o producto por exigencia del gobierno, sea penalizada con una multa o “impuesto”? ¿Desde cuándo está facultado el gobierno a presionar a los ciudadanos para que adquieran tal o cual bien  o servicio, con amenazas de castigo si se niegan? (Comparar la obligación de comprar un seguro para automotores con este mandato no sirve: la compra de un auto no es obligatoria). 
Desde el punto de vista tributario, los impuestos nacen exclusivamente de la voluntad de la Cámara de Representantes. ¿En qué momento la Cámara estudió y creó dentro del Obamacare el “impuesto” al que alude John Roberts? No hubo tal. La maniobra de convertir la multa en impuesto solo se explica por la inexplicable traición de principios por complacer a Obama.
John Roberts es tan culpable o más que Obama y su clan de la situación de caos que ahora confronta la nación. A rajatabla la ley comenzó a imponerse a los ciudadanos el 1 de octubre, sobre todo a los jóvenes no asegurados. Pero el website para ellos no funcionó ni funciona hasta ahora. La excusa inicial del Ejecutivo era el exceso de visitantes al web pero se ha revelado que en el primer día hubo solo 6 enrolados.
El problema técnico del Internet es el menor de los problemas. Es probable que los expertos habiliten el web hacia fines de este mes. Pero hay asuntos de fondo, como el conflicto constitucional que no ha desaparecido con el voto de John Roberts y que ha enfurecido a los ciudadanos de todas las tendencias.
Pero además, existe la barrera de la realidad. El ciudadano que accede a la red, cuando lo logre, tiene que hacer una exploración en el mercado de servicios de más de 1.500 aseguradoras, sin la garantía de que su solicitud sea aprobada, ni menos que los costos sean susceptibles de subsidio del Estado.
Paralelamente, continúan los despidos de empleados en las empresas de mediano tamaño (Obama eximió de esta exigencia a las grandes corporaciones, violando la Constitución). Debido al Obamacare no les conviene tener 50 empleados o más, ni tampoco trabajadores a tiempo completo. En suma, o hay despidos o hay reducción de horas de trabajo y beneficios. 
Obama no quiere admitir errores. Cuando los hay, la culpa la remite a terceros. Ahora no tiene escapatoria y de allí que su popularidad ha caído al 42%. El responsable de la hecatombe del Obamacare es Obama y nadie más. Su más preciado proyecto para transformar a los Estados Unidos en una nación centralmente controlada se ha hecho trizas.
Los medios de comunicacoón colectiva, en su mayoría “liberals” y pro Obama, comienzan a cuestionar el mito Obama. Por primera vez en cinco años publican en los distintos medios reportajes sobre los orígenes de la crisis, con planteamientos objetivos y profesionalmente periodísticos. Ojalá esa tendencia se extienda a otros tópicos deliberadamente ocultos durante el último quinquenio.
Obama mintió en torno a la tragedia de Benghazi, Libia, en que murieron el embajador y tres altos funcionarios diplomáticos. El presidente ordenó a su embajadora en Naciones Unidas (¿?) a divulgar por todos los medios la falsía de que el incidente fue respuesta a un video ofensivo contra el Islam, que nadie vió en el Internet. Luego se supo que todo fue planeado con anticipación por Al Qaeda y que Hillary Clinton, Canciller, prohibió toda acción de defensa y rescate.
Mintió también en el manejo de la crisis de Siria, cuando intentó favorecer a Al Qaeda en su lucha contra el presidente sirio. La Rusia de Putin y Arabia Saudita frustraron el ataque militar de Obama a Siria, en otra derrota para los Estados Unidos en política internacional. Como lo fue su respaldo al gobernante de Egipcio derrocado por los militares por su extremismo musulmán.
Las mentiras se multiplican en cuanto a politicas económicas. El resultado de ello es frustrante: alto desempleo que no baja del 7% oficial, alza de la deuda a 17 trillones de dólares, con 5 trillones solo en este régimen, la impresión de billetes sin respaldo con una inflación ad portas de dos dígitos, la continuación del ataque y bloqueo a la inversión privada.
Alguien analizaba que las encuestas coinciden en señalar que tan solo un 20% de la población es partidaria de un régimen “liberal”, cuyo objetivo es el control absoluto del mercado y del poder por parte del Ejecutivo y que al menos el 40% desprecia esa alternativa y prefiere el sistema de libertad individual, comercial y de libre competitividad.
Si esa es la ecuación ¿por qué ese 20% ha llegado al poder, se mantiene en él y pese a sus fracasos, su líder fue reelecto en el 2012? Él mismo se responde: por la mentira y porque esa mentira va dirigida a los que tienen poca información sobre la realidad.
Esa mentira es la utopía comunista/socialista/fascista, en boga no solo aquí sino en otros lares de variadas culturas. Todos los problemas, según esa visión, son solucionables con la intervención fuerte del Ejecutivo y la redistribución gradual de la riqueza. En cinco años, la entrega de food stamps se ha duplicado, mas de la mitad de la población no paga impuestos a la renta y se multiplican las viviendas públicas gratuitas. 
Ese método no termina la pobreza ni refleja compasión. Acentúa la pobreza y disminuye la dignidad individual de las personas dependientes. Pero además genera una reducción generalizada de la riqueza, ya que ésta no la crean los gobiernos sino el sector privado al que se le exprime con impuestos para financiar el “estado de bienestar”. El ahorro y la inversión y por ende la creación de empleos, se estancan. 
Con el Obamacare, el proceso de socialización se iba a acelerar pues su meta es destruir el mercado libre de oferta de los servicios de salud, para sustituirlo con el control total del Estado como en la antigua URSS, como en Cuba, como en cierta medida en Europa y otras regiones. Para su aplicación, hay que imponer el mandato inconstitucional de optar por el servicio estatal único.
Con cada hora que transcurre, se conoce de más y más médicos y hospitales privados que anuncian su retiro del mercado si el Obamacare se impone finalmente. Los servicios empeorarán, las listas de espera serán más dilatadas y a la postre los “comités de la muerte” conformadas por burócratas decidirán quién recibe tal o cual complejo servicio médico. Si se lo niegan por razones de costos o edad, la eutanasia de Estado será la nueva regla.
Pero si se levanta el bloqueo de los medios de comunicación la protesta popular puede alcanzar niveles extraordinarios, suficientes como para evitar que la desastrosa ley del Obamacare, tan deshonestamente aprobada por el Congreso y tan vergonzosamene ratificada por la Corte Suprema, sea frenada a tiempo. 
Si por alguna otra maniobra artera de Obama y su equipo ello no ocurre de inmediato, habrá que esperar a las elecciones de medio término dentro de un año y luego a las presidenciales del 2016 para decirles no a los socialistas, mediante la recuperación del Congreso en sus dos cámaras primero y, finalmente, la Casa Blanca.

Sunday, October 20, 2013

UNA SALIDA VERGONZOSA


El presidente Obama, sus incondicionales demócratas y los republicanos que claudicaron en el Congreso deberían cubrirse sus rostros avergonzados por el acuerdo que dio fin al cierre temporal del gobierno de pasados días.
Lejos de ello, hablan de una victoria del régimen sobre la oposición. Pero ¿en qué consiste esa supuesta victoria? Nada menos que en autorizar a Obama a que siga en su desenfrenado endeudamiento que ha agudizado el desempleo y que nos está conduciendo a una galopante inflación.
Los republicanos, responsables del reto y bajo el liderazgo del senador por Texas Ted Cruz, intentaron detener ese delirio de endeudamiento que ya suma 17 trillones de dólares, proponiendo no asignar fondos para el Obamacare, cuya aplicación por si sola elevaría la deuda en 1.7 trillones de dólares. 
El esfuerzo fracasó, inclusive la alternativa de por lo menos aplazar por un año el mandato individual para optar por el Obamacare, como ya lo decidió el mandatario en favor de las grandes corporaciones, sin tener derecho legal alguno para hacerlo. El Congreso, a la postre, dio luz verde para que permanezca inalterada la voluntad presidencial.
Es absurdo que los demócratas hablen de victoria. ¿Ganan ellos y el país con permitir que la deuda pública siga rebasando el valor total de la economía nacional? Si el Obamacare y las demás decisiones de la Casa Blanca continúan desalentando la inversión y creación de riqueza ¿cómo se va a superar la brecha entre el debe y  el haber?
En una economía personal o de empresa privada, la solución para evitar las cuentas en rojo y cuando ya el crédito se cierra, es obvia: restringir el gasto con firmeza y aplicar estrategias para el ahorro y aumento de la producción y productividad. Pero la solución para el caso de ideólogos como Obama, es imprimir más dinero sin respaldo.
Gente que así piensa cree que el gasto público estimula la economía al aumentar la demanda. Pero esas teorías keynesianas han fracasado, pues la base de la creación y crecimiento de la riqueza radica no en el gasto del gobierno, sino en el esfuerzo del sector privado, del cual se nutren los gobiernos a través de los impuestos.
Hasta hace algunos decenios, el peligro de un endeudamiento exorbitante por parte de los gobiernos se bloqueaba con la obligatoriedad de emitir dinero no más allá de su valor equivalente en oro. Cuando este freno, que había sido efectivo, fue suprimido por presión del Presidente Richard Nixon, el sistema monetario y financiero mundial se resquebrajó y debilitó.
Sin el patrón oro, las naciones comenzaron a emitir dinero sin ese respaldo y ello desemboca, cuando alcanza niveles fuera de control, en una inflación que castiga singularmente a las personas de medianos y bajos recursos. La principal causa inflacionaria, aparte del gasto bélico, ha sido la tendencia multinacional de crear los estados de bienestar social.
En Europa, como ahora en Estados Unidos con Obama, se ha inflado el gasto público de beneficencia. Cada vez han sido mayores los gastos por pensiones jubilares, atención médica gratuita, alimentación también gratuita y educación a todos los niveles financiado con fondos fiscales. En esas condiciones, los fondos públicos se han agotado.
Puede existir la intención más loable en proteger a determinados sectores de la población, pero si no hay un adecuado financiamiento la intención fracasa. Cuando tal ocurre, lo lógico sería que se rectifiquen las políticas para evitar jubilaciones tempranas o concesión de beneficios para quienes no lo necesiten.
Europa Occidental, con la excepción de Alemania, está en quiebra por la doctrina socialista de excesivo proteccionismo y control estatal. Aún no sale de la crisis porque mucha gente se opone con iracundia a las propuestas de austeridad. Quieren que se supere el déficit, pero sin austeridad.
Esa actitud es irracional. Como ha sido irracional ceder ante la obcecación de Obama por eliminar cualquier barrera al aumento del gasto y la deuda. Los republicanos de Cruz no buscaban el cierre del gobierno, querían solo que Obama acepte dialogar para convenir en estrategias para reducir el gasto y la deuda.
El Obamacare era y es un problema inmerso en el general de los defectos de concepción y acción de la economía de este régimen. El siguiente paso, de haberse conseguido la no asignación de fondos para el Obamacare, habría sido no elevar el techo de endeudamiento para así forzar al régimen a negociar formas para reducir el gasto y la deuda.
Los críticos de Cruz y de quienes lo respaldan afirman que ellos se limitaron a boicotear al Obamacare, sin plantear alternativas. Es falso. El Obamacare es una alternativa al sistema de salud vigente basado en el libre mercado y la libre competencia, para sustituirlo por uno bajo control absoluto del Estado.
Los republicanos no buscan una alternativa ni al sistema actual, que ha probado ser el más eficiente del mundo en los campos de la investigación, la prevención y la recuperación, ni al Obamacare, que lo destruye todo. En lo que si están de acuerdo es en que el sistema vigente adolece de fallas, pero están convencidos de que son remediables dentro del sistema, no con su abolición.
El mismo republicano John McCain, furioso opositor de Ted Cruz, cuando era candidato a la presidencia propuso una enmienda simple a la ley de pago del impuesto a la renta para facilitar un mayor acceso a los seguros médicos privados por parte de quienes no lo tienen: 5.000 dólares de deducción para el pago del impuesto.
El encarecimiento de las pólizas, otro defecto, sería solucionable si se eliminan las prohibiciones de competencia entre los 50 estados, sin vulnerar el sistema. Otra manera de perfeccionarlo es revisar los excesos  de demandas no justificables por mala práctica médica que contribuyen a aumentar significativamente los costos.
La opción Obama en algo quizás sea bien intencionada, pero si  se la llega a aplicar destruirá la libre competencia entre las más de 1.500 aseguradoras de salud y la competencia para crear nuevos medicamentos, equipos y técnicas para combatir las enfermedades. Cuando el libre mercado se elimina en ésta y demás actividades y pasa a ser regulado y administrado por el Estado, los resultados de ineficiencia y corrupción son inevitables.
Ello se observa a diario con el Medicare y el Medicaid, a juzgar por las denuncias de casos de extrema corrupción y fraudes. Cuando el solo proveedor de salud sea el Estado, no hay ninguna razón para pensar que la corrupción y el fraude desaparezcan, al tiempo que se reduzca el número de médicos por la deserción de muchos y como resultado decline y escasee la atención a los pacientes.
Ted Cruz es el enemigo número uno de Obama y sus demócratas y  del establishment republicano. Lo consideran un extremista alocado al cual hay que eliminar. Pero su actitud, calmada y sustentada en hechos, sigue logrando cada vez mayor respaldo no solo entre los dizque “extremistas” del Tea Party sino entre la gente común que ve en él a un auténtico portavoz de lo que piensa el pueblo. 
El republicano Ronald Reagan, a su tiempo, fue hostigado de manera similar por el establishment. A la postre el pueblo lo favoreció y ahora la gente de todas las tendencias políticas lo exalta como uno de los mejores presidentes de la era moderna. ¿Será Cruz ahora el nuevo Reagan?