El presidente demócrata Barack Hussein Obama ha cometido tantos actos de corrupción, violación de la Constitución y dicho tantas mentiras que si hubiese sido un presidente republicano como su antecesor George W Bush, hace tiempo que el Congreso lo habría ya interpelado y depuesto.
Lejos de ello, sigue campante en su puesto de la Casa Blanca que lo ocupa desde hace cinco años. Y sigue mintiendo y eludiendo respuestas a las preguntas de los pocos periodistas que se atreven a cuestionarlo en las raras ocasiones en que pueden hacerlo.
La última gran mentira es la que se sigue debatiendo en estos días sobre la aplicación de la ley de control estatal de los servicios de salud, llamada Obamacare. Siempre dijo, desde el 2009, que los ciudadanos que ya tienen una póliza privada podrían conservarla, si estaban conformes con ella.
La realidad es otra, pero Obama y su séquito se niegan a aceptarla y menos pedir excusas. Millones de individuos que hasta la fecha tenían pólizas de salud que las escogieron a su arbitrio entre las múltiples opciones del mercado, recibieron estos días notificación de las aseguradoras sobre la cancelación, forzadas por el Obamacare.
Esta ley, que fue aprobada sin un solo voto republicano, estipula de manera obligatoria ciertos servicios de salud para todos los usuarios, con prescindencia de la voluntad de los beneficiarios. Infinidad de individuos han quedado sin pólizas y con la única alternativa de seleccionar una nueva póliza entre las señaladas por el gobierno, con más altos costos.
Si no lo hacen y prefieren no asegurarse, se verán sujetos a multas de valor creciente conforme pasen los años. Esto implica una imposición inconstitucional del régimen Obama de adquirir un servicio, son pena de sanción, lo que está reñido con el sistema democrático de esta nación, sustentada desde su fundación en la libertad de escoger.
La aprobación del Obamacare fue tortuosa, siniestra y en nada sujeta a la tradición de este país para aprobar las leyes. Siempre ha prevalecido el diálogo entre las dos facciones políticas tradicionales, la del partido republicano y la del partido demócrata y entre el Ejecutivo y el Congreso. Jamás se ha dado el caso de la aprobación de una ley y peor de la trascendencia del Obamacare, sin consenso entre las partes.
Bill Clinton, presidente demócrata, intentó con su mujer Hillary promover la aprobación de una ley de salud, pero fue tal el rechazo que desistió. Algo igual ocurrió con GWBush y su proyecto de reforma a la Ley de Inmigración. Pero la arrogancia de Obama le llevó a valerse de intrigas, amenazas y coimas para sumar votos de republicanos inconsistentes para aprobar una ley que ni siquiera fue leída en su integridad antes de la votación.
La mayoría de la población encuestada, por sobre el 60%, se oponía y aún se opone a la ley. Se presentó inclusive un recurso de anulación ante la Corte Suprema de Justicia, por inconstitucional. El argumento básico era el mandato obligatorio a optar por un servicio, cualquiera que fuere, que expresamente prohibe la bicentenaria “carta magna”.
Muchos confiaban en que la Corte cortaría de un tajo los excesos de poder del presidente Obama. Pero cayó como una bomba la defección de uno de los jueces, John Roberts, nombrado por GWBush por su aparente trayectoria opuesta a la posición “liberal” o estatista del partido demócrata. En manejo sofístico, decidió a la mayoría para ratificar el Obamacare con la argucia de que el “mandato” de la ley no era tal, sino un “impuesto”.
¿Desde cuándo rige en esta nación la posibilidad de que la negativa a adquirir un servicio o un bien o producto por exigencia del gobierno, sea penalizada con una multa o “impuesto”? ¿Desde cuándo está facultado el gobierno a presionar a los ciudadanos para que adquieran tal o cual bien o servicio, con amenazas de castigo si se niegan? (Comparar la obligación de comprar un seguro para automotores con este mandato no sirve: la compra de un auto no es obligatoria).
Desde el punto de vista tributario, los impuestos nacen exclusivamente de la voluntad de la Cámara de Representantes. ¿En qué momento la Cámara estudió y creó dentro del Obamacare el “impuesto” al que alude John Roberts? No hubo tal. La maniobra de convertir la multa en impuesto solo se explica por la inexplicable traición de principios por complacer a Obama.
John Roberts es tan culpable o más que Obama y su clan de la situación de caos que ahora confronta la nación. A rajatabla la ley comenzó a imponerse a los ciudadanos el 1 de octubre, sobre todo a los jóvenes no asegurados. Pero el website para ellos no funcionó ni funciona hasta ahora. La excusa inicial del Ejecutivo era el exceso de visitantes al web pero se ha revelado que en el primer día hubo solo 6 enrolados.
El problema técnico del Internet es el menor de los problemas. Es probable que los expertos habiliten el web hacia fines de este mes. Pero hay asuntos de fondo, como el conflicto constitucional que no ha desaparecido con el voto de John Roberts y que ha enfurecido a los ciudadanos de todas las tendencias.
Pero además, existe la barrera de la realidad. El ciudadano que accede a la red, cuando lo logre, tiene que hacer una exploración en el mercado de servicios de más de 1.500 aseguradoras, sin la garantía de que su solicitud sea aprobada, ni menos que los costos sean susceptibles de subsidio del Estado.
Paralelamente, continúan los despidos de empleados en las empresas de mediano tamaño (Obama eximió de esta exigencia a las grandes corporaciones, violando la Constitución). Debido al Obamacare no les conviene tener 50 empleados o más, ni tampoco trabajadores a tiempo completo. En suma, o hay despidos o hay reducción de horas de trabajo y beneficios.
Obama no quiere admitir errores. Cuando los hay, la culpa la remite a terceros. Ahora no tiene escapatoria y de allí que su popularidad ha caído al 42%. El responsable de la hecatombe del Obamacare es Obama y nadie más. Su más preciado proyecto para transformar a los Estados Unidos en una nación centralmente controlada se ha hecho trizas.
Los medios de comunicacoón colectiva, en su mayoría “liberals” y pro Obama, comienzan a cuestionar el mito Obama. Por primera vez en cinco años publican en los distintos medios reportajes sobre los orígenes de la crisis, con planteamientos objetivos y profesionalmente periodísticos. Ojalá esa tendencia se extienda a otros tópicos deliberadamente ocultos durante el último quinquenio.
Obama mintió en torno a la tragedia de Benghazi, Libia, en que murieron el embajador y tres altos funcionarios diplomáticos. El presidente ordenó a su embajadora en Naciones Unidas (¿?) a divulgar por todos los medios la falsía de que el incidente fue respuesta a un video ofensivo contra el Islam, que nadie vió en el Internet. Luego se supo que todo fue planeado con anticipación por Al Qaeda y que Hillary Clinton, Canciller, prohibió toda acción de defensa y rescate.
Mintió también en el manejo de la crisis de Siria, cuando intentó favorecer a Al Qaeda en su lucha contra el presidente sirio. La Rusia de Putin y Arabia Saudita frustraron el ataque militar de Obama a Siria, en otra derrota para los Estados Unidos en política internacional. Como lo fue su respaldo al gobernante de Egipcio derrocado por los militares por su extremismo musulmán.
Las mentiras se multiplican en cuanto a politicas económicas. El resultado de ello es frustrante: alto desempleo que no baja del 7% oficial, alza de la deuda a 17 trillones de dólares, con 5 trillones solo en este régimen, la impresión de billetes sin respaldo con una inflación ad portas de dos dígitos, la continuación del ataque y bloqueo a la inversión privada.
Alguien analizaba que las encuestas coinciden en señalar que tan solo un 20% de la población es partidaria de un régimen “liberal”, cuyo objetivo es el control absoluto del mercado y del poder por parte del Ejecutivo y que al menos el 40% desprecia esa alternativa y prefiere el sistema de libertad individual, comercial y de libre competitividad.
Si esa es la ecuación ¿por qué ese 20% ha llegado al poder, se mantiene en él y pese a sus fracasos, su líder fue reelecto en el 2012? Él mismo se responde: por la mentira y porque esa mentira va dirigida a los que tienen poca información sobre la realidad.
Esa mentira es la utopía comunista/socialista/fascista, en boga no solo aquí sino en otros lares de variadas culturas. Todos los problemas, según esa visión, son solucionables con la intervención fuerte del Ejecutivo y la redistribución gradual de la riqueza. En cinco años, la entrega de food stamps se ha duplicado, mas de la mitad de la población no paga impuestos a la renta y se multiplican las viviendas públicas gratuitas.
Ese método no termina la pobreza ni refleja compasión. Acentúa la pobreza y disminuye la dignidad individual de las personas dependientes. Pero además genera una reducción generalizada de la riqueza, ya que ésta no la crean los gobiernos sino el sector privado al que se le exprime con impuestos para financiar el “estado de bienestar”. El ahorro y la inversión y por ende la creación de empleos, se estancan.
Con el Obamacare, el proceso de socialización se iba a acelerar pues su meta es destruir el mercado libre de oferta de los servicios de salud, para sustituirlo con el control total del Estado como en la antigua URSS, como en Cuba, como en cierta medida en Europa y otras regiones. Para su aplicación, hay que imponer el mandato inconstitucional de optar por el servicio estatal único.
Con cada hora que transcurre, se conoce de más y más médicos y hospitales privados que anuncian su retiro del mercado si el Obamacare se impone finalmente. Los servicios empeorarán, las listas de espera serán más dilatadas y a la postre los “comités de la muerte” conformadas por burócratas decidirán quién recibe tal o cual complejo servicio médico. Si se lo niegan por razones de costos o edad, la eutanasia de Estado será la nueva regla.
Pero si se levanta el bloqueo de los medios de comunicación la protesta popular puede alcanzar niveles extraordinarios, suficientes como para evitar que la desastrosa ley del Obamacare, tan deshonestamente aprobada por el Congreso y tan vergonzosamene ratificada por la Corte Suprema, sea frenada a tiempo.
Si por alguna otra maniobra artera de Obama y su equipo ello no ocurre de inmediato, habrá que esperar a las elecciones de medio término dentro de un año y luego a las presidenciales del 2016 para decirles no a los socialistas, mediante la recuperación del Congreso en sus dos cámaras primero y, finalmente, la Casa Blanca.
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