Sunday, October 16, 2011

¿SUBLEVACIÓN GLOBALIZADA?

Quedaron resonando las advertencias de Glenn Beck, un controvertido animador de radio y TV de este país. Dijo tener pruebas de que los motines que comenzaron en Wall Street y que se han extendido a otras ciudades y continentes, son promovidos y financiados por grupos de extrema izquierda empeñados en disminuir el potencial e influjo de USA.

Beck tiene ahora su propio canal de TV y en la entrevista en el O’Reilly Factor de Fox News no dio detalles sobre los documentos que posee. Pero la sincronización de los movimientos y la similitud en los mensajes contra el sistema capitalista identificado por Wall Street, siembran dudas e inducen a pensar que, en efecto, hay una coordinación internacional en las revueltas.

Lo penoso es que el presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, ha sido el primero en respaldar a los rebeldes “occupiers” de un parque privado adyacente al distrito bancario y financiero de Wall Street, en la ciudad de Nueva York. A él se han sumado, por cierto, los principales líderes del partido demócrata que lo llevó a la Casa Blanca en el 2008.

Hay coherencia en esa decisión de los demoliberals. Obama, al momento de posesionarse, prometió no cambiar ni mejorar a los Estados Unidos y su sistema, sino transformarlo. Se transforma solo algo que está mal, que no funciona, para sustituirlo por algo mejor. Y es éso lo que dicen a gritos y con carteles los hacinados en el parque de Wall Street.

Los ataques se enfilan contra la banca de Wall Street, culpándola del mal estado de la economía nacional y el alto desempleo, oficialmente del 9.1% pero que realmente asciende al 16%. Los amotinados que se defecan, orinan, emborrachan, se drogan y fornican a vista y paciencia del alcalde Bloomberg, pasan por alto que Wall Street dio más de 70 millones de dólares a Obama en su campaña, más que a todos los 4 o 5 candidatos presidenciales (sumados) que le precedieron.

Tampoco analizan que el multimillonario subsidio o bailout de billones de dólares para la banca quebrada por operaciones fraudulentas, fue dada por Obama, sin beneficio alguno para la economía y la falta de empleo. De ahí que el diario The Miami Herald, demócrata, publica hoy una caricatura sobre los “occupiers” en la que dice que los verdaderos “occupiers” de Wall Street son Obama y sus áulicos.

Muchos interpretan el surgimiento de los “occupiers” como una respuesta de los estrategas demócratas pro reelección de Obama para el 2012 como una respuesta al Tea Party del lado republicano, que barrió en las elecciones de medio tiempo de noviembre del 2010 y con cuyo apoyo se busca derrotar a Obama en los comicios presidenciales que se avecinan.

Pero hay diferencias sustanciales de fondo y forma entre los dos movimientos. Para comenzar, los del Tea Party no apestan. Ha habido convocatorias de hasta 300.000 personas (en Washington D.C.), siempre con autorización policial. Terminados los encuentros, los participantes se retiran en paz, sin dejar tras de si ni una colilla o un vaso plástico de basura.

El contraste con los “occupiers” es fétido. El alcalde Bloomberg rogó a los manifestantes que se retiren temporalmente para limpiar e higienizar el campo ocupado, pero dio marcha atrás con la resistencia. Y les pidió disculpas si algún agente del orden fue violento. Los amotinados percibieron la debilidad y, con más coraje, planearon para la noche del sábado una “toma” de Times Square. Fueron dispersados y hay unos 70 presos.

El Tea Party no quiere la muerte del capitalismo, ni la prisión para los banqueros de Wall Street, ni la transferencia de la riqueza de unos para los que no la tienen. Su prédica es la no alza o creación de mas impuestos y la supresión de las corrupciones para no debilitar más al sistema democrático, capitalista, liberal. La corrupción se origina en gran parte en las interferencias inconsultas y contraproducentes del gobierno en el sector privado.

La banca privada y la economía en general entraron en crisis al término de la administración del republicano George W Bush, como resultado de la presión demócrata para que conceda préstamos de vivienda a todos los que lo solicitaren, aún sin probar su capacidad de pago. Como muchos préstamistas no quisieron correr el riesgo de conceder créditos hipotecarios incobrables, el Estado les garantizó la recuperación.

Bush, al comprender que se cernía una hecatombe, quiso frenar esta práctica anti mercado pero un Congreso de mayoría demócrata le obstruyó. Al término de su gestión y en acuerdo con su sucesor Obama, se acordó crear un fondo de 850.000 millones de dólares de subsidio para la banca y corporaciones en quiebra. Obama lo puso en práctica a su antojo y los resultados ahondaron la crisis.

Un principio fundamental del sistema democrático capitalista es el riesgo. Cada individuo o empresa privada están en libertad de escoger la inversión que deseen y manejarla como mejor lo juzguen, siempre dentro de la ética y regulaciones vigentes. Si el proyecto marcha positivamente, los inversores tienen todo el derecho para gozar del lucro, ahorrar, gastar o reinvertir.

Pero puede darse el caso contrario. Por mala gestión o por vicisitudes imprevisibles del mercado, que la inversión fracase. Los perdedores son los que arriesgaron su capital y nadie más. El sistema de libre mercado, por si mismo, les castiga. Ninguna inversión, por mínima o gigantesca que fuere, debe quedar exonerado de esta alternativa.

Fue en este punto que erraron Bush y Obama, al decidir subsidiar a institucionens “demasiado grandes para quebrar”. Pero Bush dejó el poder y quien manipuló el gasto del subsidio fue Obama. La responsabilidad es, por tanto, exclusivamente de él. Ahora quiere corregir los errores y las frustraciones de la medida con un nuevo error que conduciría a más frustración: otros 450.000 millones de dólares de bailout, que el Senado con mayoría demócrata ya negó.

Los “occupiers”, cuando son presionados a responder con qué sustituirían al capitalismo, divagan. Son impermeables al diálogo, a la información, a la controversia. Repiten los mismos esquemas mentales aprendidos en las universidades dominadas por gente de izquierda extrema que adoctrina a los jóvenes como Obama a su tiempo (y Correa, en el caso de Ecuador).

No dicen en concreto qué tipo de gobierno, si comunista, socialista o de otra índole. Pero se intuye cuál es su posición, que es la de Obama: el capitalismo es malo, injusto, inmoral, hay que reemplazarlo por un gobierno fuerte que redistribuya la riqueza, mediante altos tributos a los ricos y más regulaciones obstructivas a los empresarios.

En el fondo, los que así piensan repiten las utopías que afloran de tiempo en tiempo a lo largo de la historia: con igualdad hay prosperidad para todos y desaparecen la injusticia y la explotación de unos a otros. La misma historia y el sentido común, que con ellos se eclipsa, prueban exactamente lo contrario. Mientras más intrusivo y autoritario es un gobierno, hay más miseria con la pérdida de libertad.

Porque la útopica igualdad no se da sino con un régimen escaladamente autoritatorio que restrinja y elimine las libertades de los “desiguales”. Pero la igualdad no es opcional ni imponible: está en la naturaleza. Ni la pareja familiar crea hijos iguales, ni lo son los siameses. Las diferencias entre individuos comienzan en el momento mismo de la concepción y si el feto no es abortado, se transparentan y frortalecen al nacer y crecer.

No hay nada condenable en ello, sino lo contrario. No todos nacemos hombres y no todos los hombres y mujeres son iguales entre si. La diversidad acaso pueda crear conflictos, pero tambien crea felicidad, competitivid positiva, estímulos, goces. Tratar de borrar las diferencias por métodos artificiales, culturales o de otra índole, produce resultados degenerativos y castrantes. Hay la tendencia en las escuelas, por ejemplo, de eliminar calificaciones según las aptitudes en estudios y deportes, para así no ofender a los menos aptos.

Eliminar la competencia es matar la creatividad. Es un mercado abierto al intercambio de ideas el que motiva ingenios asombrosos que ahora todos alaban, como el de Steve Jobs y sus fabulosos productos Apple. Si el mercado es aherrojado y controlado férreamente, como lo quieren Obama y sus coidearios Castro, Chávez, Correa y Kim Jong, habrá miseria y los potenciales Steve Jobs no brillarán jamás.

(La única igualdad tolerable y deseable es la igualdad de oportunidades, a fin de que todos la tengan para desarrollar en libertad sus potencialidades).

Algunos comparan a los “occupiers” con los que promovieron la “primavera árabe” en Medio Oriente. Falso. Allí, en Egipto y otros países, las revueltas se organizaron contra gobiernos como el de Mubarack, a quien terminaron por deponer. Aquí, en USA, los revoltosos están con el presidente Obama, unidos ambos contra el sistema que libremente lo llevó al poder.

Por lo visto, lo que identifica a los rebeldes de éste y otros países no es algo concreto como “menos gobierno, menos impuestos” que proclama el Tea Party, sino amenazas como “muera el capitalismo, mueran los millonarios” y algo obsceno como “F--- USA”. En definitiva abogan por un gobierno global comunista y autoritario al estilo URSS o nazifascista.

Para lograrlo Obama y sus seguidores demócratas y los del parque de Wall Street tendrán que forjar alguna estratagema distinta a la del proceso normal de las elecciones. Porque si la situación sigue como ahora, o peor, (que es lo más probable), cualquier republicano nominado candidato presidencial lo arrollará en los comcios de noviembre del 2012.

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