Frente a la crisis económica que afecta no solo a los Estados Unidos y a Europa sino al mundo entero, no se está poniendo énfasis suficiente en el hecho de que dicha crisis es, por sobre todo, monetaria: hay más gasto público que ingresos porque se emite dinero sin control.
Históricamente las transacciones de compra venta, el ahorro y la inversión se sustentaban en un valor invariable: el oro. Por mucho tiempo el medio de cambio fueron las monedas de oro y eventualmente de plata, al no caber el trueque generalizado de mercancías.
Las monedas metálicas más tarde fueron complementadas por otro medio de cambio más dúctil y flexible, el papel moneda. Pero este papel no fue creado en el aire, se lo respaldaba con el oro depositado en los bancos privados originalmentre creados en Florencia y que paulatinamente fueron adquiriendo mayor complejidad en las transacciones.
Mientras el patrón oro, que así llegó a llamarse, servía de horma para la emisión de papel moneda, cheques y demás papeles fiduciarios, el sistema monetario a nivel mundial se mantuvo estable. Los gobiernos de países con problemas internos optaban eventualmente por devaluar sus monedas con respecto al oro, pero con deterioro de la calidad de vida.
Hacia los años 1920 y 1930 sobrevino la depresión e Inglaterra abolió la “horma” oro con lo cual sobrevino una ola inflacionaria con el consiguiente desempleo, antesala de la II Guerra Mundial y tejida sobre los errores cometidos por quien vencieron en la I Guerra Mundial.
Concluída la guerra segunda, el caos monetario y financiero buscó una salida en la reunión de Bretton Woods. Allí se reimplantó el patrón oro marcando un acelerado crecimiento económico con estabilidad, sin precedentes en todo el orbe. Los gobiernos no podían imprimir dinero al antojo político de sus líderes sin sufrir graves consecuencias financieras.
Estados Unidos, como primera potencia económica, sustituyó a la libra esterlina como moneda de transacción internacional y de libre convertibilidad. Los países consideraron al dólar tan confiable como el oro por lo cual buscaron acerecentar las reservas, como si reservasen oro. Hasta que vino la crisis de la guerra de Vietnam y la escalada de los precios del petróleo orquestada por la OPEP.
Algunos países, especialmente Francia, comenzaron a convertir los dólares en oro y ello precipitó una merma peligrosa en las reservas auríferas de los Estados Unidos, que para 1970 mutó su papel de exportador de petróleo por el de importador neto.
El presidente de entonces, Richard Nixon, republicano, con el consejo de luminarias de la economía como Milton Friedman, decidió en 1971 eliminar la libre convertibilidad del dólar generando una crisis que reverbera aún hasta estos días. La máquina impresora de billetes en Washington, que comenzó a funcionar sin respaldo aún antes de que se abandonara el patrón oro, se desquició y ha alcanzado un ritmo de locura con el actual presidente demócrata Barack Hussein Obama.
Los bancos centrales se contagiaron por los cinco continentes. La situación se agravó con la presión de sindicatos públicos y privados, que redoblaron sus exigencias para lograr “conquistas sociales” en cuanto a aumentos salariales y de pensiones jubilares, reducción de la jornada laboral y edad de retiro y más. Los gobiernos y empresarios sucumbieron a las amenazas, acaso suponiendo que todo no era sino “imprimir más dinero”.
Eso es lo que se ha hecho en Estados Unidos y de manera superlativa en Europa. Europa está en bancarrota. ¿Cuál ha sido la “inteligente” solución a la crisis del pasado fin de semana? Imprimir dinero, comprar deudas a los quebrados como Grecia, luego será Portugal, más tarde España e Italia. La crisis no se ha solucionado, el golpe definitivo de quiebra solo se ha aplazado. ¿Hasta cuándo?
Hay quienes creen que la medida respaldada por Merkel, la líder alemana, no durará más de dos semanas. La solución de fondo tendrá que ser la declaratoria de quiebra de Grecia y similares y su separación de la Unión Europea y la utopía de unir a las desigulaes para igualarlos ¿a qué y con qué rasero?
Mientras Europa se derrumba, Obama quiere arrastrar a los Estados Unidos al mismo sifón inflacionario de quiebra y corrupción. A comienzos de su administración, en enero del 2009, botó casi 1.000 millones de dólares al mercado para impulsar la economía y el empleo. Fracasó: la economía se estancó y el desempleo trepó al 9.1% o más.
Frente a esta evidencia, Obama propuso al Congreso una nueva emisión de papel moneda sin respaldo, por 500 mil millones de dólares para seguir subsidiando a los sindicatos con beneficios onerosos y a los empleados públicos que ganan ya casi más del doble que los empleados privados. El Congreso, a pesar de contar con muchos demócratas, negó el pedido.
Puesto que para su campaña por la reelección en el 2012 no puede exhibir logros positivos, se ha dedicado a una guerra de clases contra los ricos, a los que quiere cargar con más impuestos y a blandir su condición de mulato para acusar a sus opositores de racistas. Pero la deuda llega a casi 15 trillones de dólares que ni toda la riqueza de los ricos confiscada alcanzaría a reducirla en lo más mínimo.
Como sostienen los republicanos, el problema no es de ingresos, sino de gasto. Hay que reducir los descomunales gastos fiscales magnificados en este régimen y cesar la lucha de clases al tiempo de reducir las regulaciones y facilitar la inversión, el ahorro y la creación de empleo en el sector privado.
Lo cual es lógico. Pero juntamente debería iniciarse una campaña de persuasión para que el mundo retorne al patrón oro como un vehículo probado para frenar la inflación, resultante de la irresponsable impresión de papel moneda por parte de los bancos centrales. No parece haber otra alternativa mejor. Si la hubiere, sería interesante que alguien la exponga.
(Se ha sugerido una enmienda constitucional para obligue al gobierno y al Congreso aprobar el presupuesto federal únicamente si está libre de déficit, como en Ohio. Pero ello, si bien deseable, solo sería complementario)