Sunday, December 26, 2010

¿OBAMA EL GRAN GANADOR?

La caricatura aparecida en un diario norteamericano describe muy bien la pérdida del sentido de la realidad de la izquierda liberal de este país, con la cual se identifica la mayoría de los medios audivisuales y escritos de los Estados Unidos.

Se ve un ring de boxeo. A un lado el presidente George W Bush, apoyado en las cuerdas. En la lona está su rival, el presidente Barack Hussein Obama, de espaldas y exhausto pero con un brazo en alto, que sostiene el árbitro para declararlo vencedor de la contienda.

En la camiseta del árbitro se lee “Press”, o Prensa, diarios y demás medios que han proclamado a Obama el gran triunfador de las elecciones de noviembre pasado. En las que sufrió la mayor derrota de los últimos tiempos de pugna entre los dos mayores partidos de esta nación, el demócrata al que se pertenece y el republicano.

¿Se trata de alguna contradicción? Si, pero ello se ha vuelto costumbre en los análisis de los demócratas y sus aliados escribidores de los medios de este país. Obama fue apabullado en los comicios del 2 de noviembre en los que perdió la hegemonía dictatorial en las dos cámaras del Congreso, en la de Representantes casi totalmente, en la del Senado de modo parcial.

Pero el nuevo Congreso se reunirá solo en enero y en ese período tan estrecho de tiempo, la mayoría demócrata decidió complacer a su líder y contra toda tradición y respeto a la oposición triunfadora, aprobó algunas leyes radicales pendientes que el nuevo Congreso jamás habría aprobado.

Una de ellas fue la de aceptar a los abiertamente homosexuales en las fuerzas armadas. Era una de las promesas favoritas de Obama en la campaña. Los homosexuales, pese a ser irrisoria minoría en la sociedad, han pugnado y siguen pugnando por ser catalogados como iguales a los heterodoxos para toda opción: matrimonio, empleo, aceptación en las fuerzas armadas.

Los militares se han opuesto y rechazado que el caso se compare a la discriminación ya superada contra los negros. En este caso se trataba de una discriminación de derechos humanos, el otro de conducta humana, no del color de la piel. Con el presidente Bill Clinton se convino en admitir a los homosexuales siempre que no lo confiesen para lo cual se decidió no preguntar sobre preferencias sexuales (“don’t ask, don’t tell”).

Si bien era una fórmula hipócrita, preservaba el prinicipio sustantivo de las fuerzas armadas de impedir el acoso homosexual entre los reclutas de ambos sexos y funcionaba bien. Ahora esa fórmula acaba de fenecer y se teme que habrá deserciones y una cada vez mayor declinación en el poder de combate de esta nación.

La finalización de la fórmula contó con el respaldo de varios republicanos, cuya posición ha sido ambigua. Pero se la entiende quizás como una aparente concesión a Obama frente al logro de profundo impacto para la economía nacional: su anuencia a extender por dos años la exención tributaria para todos decretada por Bush.

Obama, desde su posesión, se ha demostrado como populista radical que detesta a la gente triunfadora en lo económico, individualmente o como parte de las corporaciones. Al igual que en la campaña, ha impuslado reformas para redistribuir entre los pobres los excedentes de los ricos. Para ello forzó una de sus más impopulares leyes, la de los servicios médicos y juró suspender las exenciones tributarias generales de Bush.

Bush las puso en vigencia por 10 años a comienzos de su régimen y este 1 de enero vencía el plazo. El objetivo fue estimular la economía que se desinfló antes de que su predecesor Clinton le transfiriera el mando y se agravó con la tragedia del 9/11. La exención era para todos y los resultados fueron visiblemente positivos.

Pero Obama detesta a los ricos y los involucra en una supuesta casta que conspira para explotar a los pobres de dentro y fuera de los Estados Unidos, por lo cual recorre el mundo para pedir perdón. Consecuentemente, en campaña y ya como presidente, ha presionado para prolongar el no pago de impuestos a todos cuyos ingresos estén por debajo de 250 mil dólares pero no para los que ganen más, o sea los voraces y explotadores “ricos”.

Quiso hacerlo en el lapso “lame duck” del Congreso, pero fracasó, incluso con su mayoría demócrata intacta. Sus propios seguidores dijeron que ello sería fatal en época de crisis, con un desempleo de casi el 10% y con la perspectiva de desalentar aún más las inversiones si la exención de los tributos finalizaba en enero.

Vino entonces un acuerdo: se aprobaba la prolongación general por dos años y se negaba la proforma de gastos fiscales desbocada que elevaba en tres trillones la deuda, en desafío a la advertencia de los votantes de noviembre. En su lugar, se aprobó un acuerdo de dos páginas (y el archivo de las casi 2.000 de la proforma) para gastos de emergencia hasta febrero próximo y un “tax-cut” de Obama en el pago a la seguridad social.

Si bien se le permitió a Obama que triunfe con los gays, fue batido en los demás terrrenos, sobre todo en el económico que tiene directa influencia en la vida diaria no solo de los Estados Unidos sino del mundo entero. No obstante sus partidarios, como el NYTimes y cadenas nacionales de TV, no cesan en exaltar su habilidad para mediar.

Lo llaman el nuevo “Come Back Kid” (héroe de una celebrada película del Oeste), que resurge y triunfa tras una derrota. El primer “Come Back Kid” fue, por supuesto, Bill Clinton, que en su primer mandato intentó pasar la reforma socialista a los servicios de salud con su esposa Hillary como vendedora del proyecto y fracasó. En las elecciones de medio término de entonces (1993) sufrió una derrota parecida pero menor que Obama. El proyecto se archivó, giró al centro y en el siguiente período (1995) fue reelecto.

Mas Clinton giró al centro porque admitió que ello era bueno para el país y allí se mantuvo. Obama no cree igual, sostiene que la prolongación de la exención tributaria es inmoral y promete revocarla en su segundo mandato. No fue un giro al centro, fue una tregua de compromiso. Con la ley médica ha comenzado a emitir decretos para aplicarla en todos los puntos más radicales, como apoyo al aborto y la eutanasia.

En cuanto a seguridad nacional, logró que el Congreso apruebe a última hora el tratado START con Rusia, respaldado por algunos republicanos que recibieron la promesa de Obama de no frenar la modernización de las armas nucleares obsoletas. ¿Las cumplirá? Rusos, norcoereanos e iraníes se sonríen ante esta nueva muestra de voluntario debilitamiento de la primera potencia militar del orbe.

No habrá más elecciones hasta las presidenciales del 2012. Si Obama maniobra para seguir con su plan de quebrar a los Estados Unidos en lo militar, económico y político, no quedaría sino la esperanza del nuevo Congreso renovado para impedirlo. Los republicanos tendrán que dejar su actitud de complacencia y adoptar una de ganadores, sin en verdad quieren acatar el mandato popular del 2 de noviembre.

El Nuevo Año comienza, pues, con expectativas, ilusiones, dudas y esperanzas. La prórroga del no pago de impuestos a un régimen dilapidador es un buen signo, aunque temporal, para los inversionistas y ello podría significar más empleo y creación de riqueza. Pero si Obama no imita a Clinton y continúa radical y el Congreso rehuye el mandato popular, las perspectivas podrían ser lúgubres.

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