Inclusive en la hipótesis de que hubiera surgido un candidato con talento y carisma suficientes como para persuadir a las demás grupos de oposición a ceder e ir unificados a las elecciones, esa opción no hubiera sido factible.
La razón es simple. Con la asesoría del presidente venezolano Hugo Chávez (y tras de él los hermanos Castro de Cuba) Correa, que ha absorbido todos los poderes incluido el Electoral, no habría permitido que en las urnas lo derroten. Habría manipulado el conteo de los votos.
Pero las cosas le resultarán fáciles a Correa si la oposición se fragmenta con 7 candidatos, cada uno de ellos con mensajes confusos y poco o nada convincentes. La retórica del líder populista, unida al control del aparato electoral, será indetenible en los comicios.
¿Qué le resta hacer a la oposición condenada a ser aplastada una vez más por Correa? Acaso lo único viable es organizar la resistencia civil contra el caudillo, que podría comenzar con la abstención de los siete candidatos de oposición a presentarse en los comicios.
Si existiese un sistema democrático confiable, la primera opción habría sido desde luego convocar a un Congreso independiente (que no existe) para que enjuicie y descalifique al mandatario por traición a la Patria. Él mismo declaró que si alguien conocía de la existencia del campamento de terroristas de Angostura en suelo ecuatoriano y no lo denunciaba, era reo de lesa patria.
Se refería a José Chauvín, ex subsecretario de Gobierno que confesó haberse entrevistado 7 veces con Raúl Reyes, el segundo de las FARC y comandante del campamento de Angostura abatido por las fuerzas armadas colombianas el pasado 1 de marzo. El ministro de gobierno Gustavo Larrea, su jefe inmediato, ha admitido desde mucho antes que él también se entrevistó con Reyes.
Las confesiones de Chauvin, corroboradas por las informaciones grabadas en las computadoras de Reyes, ratifican lo que era obvio desde el inicio de la difusión de las noticias del campamento abatido. Que el gobierno de Correa conocía de Angostura, lo protegía y buscaba hacerle el juego a Chávez como mediador para la liberación de Ingrid Betancourt.
Los objetivos de Chávez y Correa no eran humanitarios, como alegan, sino exclusivamente propagandísticos en favor de las FARC. La táctia era igual a la que acaba de observarse con la liberación unilateral de otros cautivos: todos son apologistas de la narcoguerrilla y enemigos de Uribe y de los Estados Unidos.
Correa no puede ocultar su afinidad con el terrorismo. Aún antes del ataque de Angostura, durante su primera campaña presidencial, se negó a calificar de terroristas a los miembros de las FARC y prefirió llamarlos "luchadores por la libertad". Y ahora afirma que no es un oprobio que haya gente que admire a las FARC (como él). Otra comprobación de sus inclinaciones son sus apologías a la dictadura de Cuba, los estrechos lazos con Irán que busca fortalecerlos, los elogios a los terroristas de Hamas y su aversión por Israel.
En su táctica por actuar del lado de las FARC y al unísono con Chávez, no impidió la salida de los terroristas sobrevivientes de Angostura que hubieran podido ofrecer información clave (si hubiese habido un juicio normal de investigación) sobre las actividades terroristas en el Ecuador. Con su aliada la ALDHU (asociación de los derechos humanos de extrema izquierda, con sede en Quito), les facilitó los salvoconductos para que viajen a Nicaragua en vuelos subrepticios.
El golpe de Uribe ha sido fatal para Correa. No logra recuperarse y cada vez se ahoga más en sus propias mentiras. No puede defenderse sino recurriendo a arbitrariedades. Expulsó a la ALDHU para que sus dirigentes no lo delaten. El ex subsecretario Chauvin actuaba con el dirigente Parra de ese organismo, en el cual ahora se sabe actuaba tan campante como delegado un militante de las FARC (hay fotos en los diarios).
Cuando Chauvin fue detenido, no por traición a la Patria sino por estar vinculado con el narcotráfico de las FARC, Correa se irrita y pierde el control (igual de desconcertado y confuso estuvo, cuando al enterarse una mañana del sábado 1 de marzo del ataque de Angostura: titubeó, vaciló, antes de lanzarse en ataques contra Uribe, que no cesan hasta hoy). En un comienzo blasfema contra él, luego lo adula. A los policías y agentes que lo capturaron los remueve, al tiempo que expulsa a Parra.
Promueve un escándalo contra los Estados Unidos con la expulsión de dos funcionarios de la embajada en Quito, en violación de toda norma de la diplomacia de los convenios de Viena. La acusación es ridícula: que los dichos funcionarios son responsables del "robo" de información secreta del Ecuador, contenida en unas computadoras devueltas a la embajada.
Esas computadoras eran parte de un acuerdo de cooperación entre USA y el gobierno ecuatoriano, para modernizar y perfeccionar los programas de control del tráfico de narcóticos. Como en todas partes donde se aplican estos convenios, el personal debía ser escogido, removido o reemplazado con la anuencia de las partes contratantes.
Ecuador removió unilateralmente al personal ecuatoriano y no aceptó que los reemplazos fueran escrutados y aceptados por la embajada. Esta, en todo su derecho, declaró terminado el contrato y pidió la devolución de las computadoras y otros enseres. Las computadoras tenían información que era compartida por las partes.
Ante la ira de Correa, la embajada devolvió en regalo las computadoras. No fue suficiente, a la expulsión de un primer funcionario (que ya había concluído su misión en enero), Correa agregó la expulsión de otro de mayor rango. La disputa se agravó. Pero ¿acaso hay gobiernos imbéciles que suscriban convenio para mejor colectar información sensitiva con un gobierno enemigo?
Porque Correa acusa a funcionarios de la policía ecuatoriana de traición a la Patria por entregar las computadoras con información "secreta" del Ecuador. ¿Acaso no era información colectada y analizada conjuntamente por las partes contratantes? El problema es que Correa considera a los Estados Unidos como una potencia no amiga sino enemiga (de su doctrina populista socialista, habría que aclarar).
Rafael Correa debería ser enjuiciado por traición a la Patria. Las pruebas son su alianza con las FARC y su protección al narcoterrorismo al tolerar y proteger el asentamiento guerrillero de Angostura. Y debería también ser procesado por tratar quebrar o minimizar la alianza que tradicionalmenrte ha existido entre el Ecuador y los Estados Unidos, portaestandarte de la democracia occidental judeocristiana.
En sustitución Correa ahonda sus relaciones con los estados terroristas de Irán y Cuba y juntamente con Venezuela, Nicaragua y Bolivia aplaude todo gesto o acción que impliquen supuestos deterioros o debilitamientos de los sistemas que se sustentan en las libertades individuales y la economía de mercado.
¿Es éso realmente lo que querían y esperaban de él en el Ecuador los que lo eligieron y los que lo van a reelegir en abril? Según últimas encuestas y pese a las denuncias recientes que confirman su apoyo a las FARC, la popularidad de Correa no declina y se mantiene entre el 65% y el 70%. ¿Quién osaría, en tales circunstancias, suponer que la oposición no será arrasada en abril?
Pero su alta popularidad no justifica a Correa. Está equivocado en todas las áreas de manejo gubernamental. Es lamentable tan alto respaldo popular, pero hay antecedentes históricos. Hitler, por ejemplo, ganó las elecciones populares en 1933 con gran respaldo judío. Fidel Castro, cuando ordenaba elecciones o referendos, se imponía con casi el 100%...(o más, si hubiese hecho falta).
Correa deshizo al Congreso y convocó a una Constituyente. En lugar de oponerse a ello, la oposición aceptó la imposición. Y siguió aceptando las órdenes de Correa para hacer, deshacer o rehacer leyes, nombrar y destituir funcionarios y crear una Constitución infame. La oposición fue cómplice con el semi arrepentido Alberto Acosta de tales monstruosidades.
¿Repetirá la oposición igual equivocación de complicidad? Si les queda pudor, los 7 candidatos deberían reunirse y expedir un comunicado para anunciar el retiro conjunto de sus candidaturas, en protesta por la farsa caudillesca del mandatario y su delito impune de traición a la Patria.
El efecto sería saludable y esperanzador tanto dentro como fuera del país. Correa saldría victorioso pero quedaría disminuído por la falta de contendores que le ayuden a endosar esta tragicomedia.
(Seguidamente, un link con información de última hora que confirma que el régimen de Correa miente sobre sus relaciones con las FARC)
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