Ex-Vicepresidente de la República y ex-Embajador del Ecuador
El tremendo lío que ha provocado el descubrimiento de las tareas que cumplía en los Ministerios de Gobierno y Seguridad Interna y Externa, el conspicuo dirigente de Alianza País y funcionario de la Asociación Latinoamérica de Derechos Humanos (ALDHU) José Ignacio Chauvín, ha dificultado seriamente la normalización de las relaciones con Colombia.
Antes de que esto ocurriera, la cosa parecía relativamente fácil. Así lo dijo hace un par de meses el mismísimo doctor Gustavo Larrea, todavía en funciones de Ministro de Seguridad Interna y Externa. Para él, bastaba con que el Gobierno colombiano “dejara de vincular a los funcionarios del Gobierno nacional con las FARC”, para que, cumplida una que otra formalidad menos importante, se produjera la tan esperada “normalización de relaciones”.
Claro que esto habría implicado la necesidad de que el Gobierno de nuestro fraterno vecino del norte sepultara en el olvido los “discos duros” de los computadores del difunto Raúl Reyes, en los que se identifica al señor doctor Larrea como “alias Juan” y se habla de las aportaciones narcoterroristas para la campaña electoral del economista Rafael Correa, amén de otras informaciones sumamente incómodas sobre la construcción de la base “transitoria” de Angostura.
Pero, en todo caso, esta “cortesía” colombiana no era imposible. Ahora, empero, luego de las explícitas y emotivas confesiones del señor Chauvín, sobre la entrañable amistad que tenía con el capo número dos de las FARC, a quien admiraba sincera y profundamente como un auténtico “líder de la lucha revolucionaria de los pueblos pobres” y con el que, además de preparar la misteriosa reunión con el Ministro Larrea, se entrevistó “por lo menos siete veces”, ciertamente que la tan postergada “normalización de relaciones” parece estar más lejos y más cuesta arriba que nunca.
Y lo está, sobre todo por un pequeño-enorme detalle: el de que, por lógica elemental, se tiene que deducir que el sitio de las entrevistas del señor Chauvín y, por cierto también de su jefe directo y gran amigo, el entonces Ministro de Gobierno Gustavo Larrea Cabrera, no fue otro que la base “transitoria” esmeradamente construida por las FARC. Digo que fue “esmeradamente construida por los narcoterroristas porque además de las facilidades de albergue, disponía de locales para conferencias o festejos (el último se realizó con desfile de strip tease incluído, la víspera del bombardeo), canchas para ejercicios y prácticas militares, un criadero de aves y animales de corral y hasta plantaciones de legumbres, maíz y patatas.
De modo que localizarla aún en medio de la selva tupida no era muy difícil. Tan no lo era que las chicas mexicanas y ecuatorianas que participaron en el Congreso de la Coordinadora Bolivariana, que se realizó en la sede de la Casa de la Cultura en Quito días antes, no tuvieron dificultad alguna en llegar a la tal “Angostura” para hacerle una visita de cortesía al ahora difunto Reyes. Por todo esto digo que resulta de lógica elemental deducir que el señor Ministro “alias Juan” visitó a su amigo Raúl en ese sitio del territorio ecuatoriano y no en “un tercer país” (que se ha negado a identificar “por razones de seguridad nacional”).
Así las cosas, parece realmente imposible que “se deje de relacionar a los funcionarios del Gobierno Nacional con las FARC”. E inclusive, no faltará quien piense que el señor Presidente Uribe Vélez hizo bien en autorizar el bombardeo sin previo aviso y asumir el riesgo del estallido de soberanía que incendió Carondelet.
Así las cosas, parece realmente imposible que “se deje de relacionar a los funcionarios del Gobierno Nacional con las FARC”. E inclusive, no faltará quien piense que el señor Presidente Uribe Vélez hizo bien en autorizar el bombardeo sin previo aviso y asumir el riesgo del estallido de soberanía que incendió Carondelet.
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