Sunday, November 30, 2008

PRIMERO VAYAN A HACER PAÍS

Frente al lamento plañidero de los delegados ecuatorianos forzados a firmar el Protocolo de Río de Janeiro el 29 de enero de 1942, el Canciller del Brasil Oswaldo Aranha les habría recomendado que para reclamar "vayan ustedes primero a hacerse país".
Bueno, esa es al menos la frase que se ha popularizado en la historia. Aranha habría dicho, en realidad según los documentos: "Vayan y digan a su país que primero sean una fortaleza. Una vez que sean fuertes, reclamen al mundo sus derechos.
En el fondo, el ministro brasileño, uno de los más brillantes de la tradicionalmente brillante diplomacia brasileña, estaba diciendo lo mismo. Al hablar de fortaleza no se refería solo al aspecto militar, sino a la fortaleza de país en su conjunto cultural, social, económico y político, indispensables para alcanzar respetabilidad.
Sin esas fortalezas no cabe pensar en una hipotética fortaleza militar. Ésta es resultante de ellas, no lo contrario. Hitler lo entendió así cuando se trazó como objetivo denunciar el Tratado de Versalles que humilló a la Alemania derrotada en la I Guerra Mundial.  
Concentró los poderes para rearmar a Alemania y fortificarla en todos los planos. Una vez que lo logró, denunció no con la retórica sino con las armas el Tratado y no solo se limitó a ello, sino que se propuso y casi lo logra, expandir su poder bélico por Europa y otros continentes. 
Ecuador no siguió los consejos de Aranha de "hacer país" primero para merecer el respeto de las naciones, sino que reinicidió en acciones absurdas como la de Velasco Ibarra de "denunciar" el Protocolo de Río sin ningún respaldo militar ni diplomático. La denuncia cayó así en el vacío y solo sirivió para alimentar una huera retórica en cuarteles, aulas y espacios periodísticos.
La retórica no siempre fue verbal y pasiva. En otras dos ocasiones se tradujo en acciones bélicas descabelladas, como la de Paquisha y el Cenepa, de las cuales el país fue librado del desastre solo por acción de la diplomacia de los mediadores. A la final la leyenda de los "sagrados derechos territoriales" concluyó con un acuerdo bilateral por el cual el Ecuador terminó por reconocer lo que ya era reconocido por todos: la validez del Protocolo de Río.
La migaja que recibió a cambio el Ecuador (¿a cambio de qué? habría que preguntar) fue una chacra en el monte, donde no se ha podido cultivar ni chochos. Lo positivo, eso si, ha sido la apertura sin restricciones de la frontera entre Ecuador y Perú, lo que ha multiplicado varias veces las transacciones comerciales mutuas y las inversiones y, con ello, la prosperidad binacional.
La eliminación de las tensiones de frontera permitió reducir gastos militares de control. Pero los dividendos de paz no han durado mucho, pues con el actual presidente colectivista Rafael Correl, el país se ha abierto unilateralmente otro frente de batalla: Colombia, pese a que siempre las relaciones con el vecino del norte fueron cordiales, acaso con la excepción de la disputa por el triángulo de Leticia.
Pero Correa ha corrompido esas relaciones y todo por una incursión militar dispuesta por el presidente colombiano Álvaro Uribe para destruir un campamento clave de narcoterroristas en territorio del Ecuador, de cuya existenciasa conocían el mandatario y su ministro de Seguridad Francisco Larrea. Éste incluso se entrevistó varias veces en ese campamento con "Raúl Reyes", el comandante del grupo y segundo a bordo de las FARC. 
Reyes y una veintena de terroristas de varias nacionalidades murieron en el bombardeo del 1 de marzo pasado. Este fue calificado como el Día de la Infamia por el poeta ministro de Defensa Javier Ponce Ribadeneira, no obstante que debió ser reconocido como el Día de la Gratitud por quienes consideran al narcoterrorismo como uno de los peores enemigos de la humanidad en los tiempos presentes.
Contrariamente al objetivo de "hacer país", Rafael Correa ha emprendido una "revolución" ciudadana que es involución o regresión a lo peor del pasado en prácticas de gobierno. En lugar de corregir los defectos propios de cualquier régimen democrático, los está agravando a pasos acelerados, destruyendo el control del poder central con las funciones legislativa y judicial (y electoral).
Éstas han sido borradas del esquema y quienes pretenden representarlas son subalternos no deliberantes de Correa. No hay Congreso, no hay Corte Suprema. Correa gobierna por edictos, o decretos leyes de emergencia (más de 47) que nadie supervisa ni controla. Entrega el control de Petroecuador a la Marina en acto dictatorial y el fracaso es rotundo. Igual sucede con la vialidad y la construcción de viviendas y escuelas en manos del Ejército. Los contratos se hacen a dedo, sin concurso ninguno.
Uno de esos contratos fue concedido así a la empresa brasileña Odebrecht para la construcción de la hidroeléctrica San Francisco, con financiamiento brasileño. Algo falló en la estructura que ningún fiscalizador detectó previo a la recepción de la obra (porque no lo hubo) y la obra se paralizó.
Correa montó en cólera, dijo que no pagaría el préstamo y expulsó a la compañía brasileña sin más trámite. La cancillería brasileña, que protege a sus compañías por principio y hasta que se prueben posibles yerros, protestó y llamó a Brasilia a su embajador en Quito. Paralelamente detuvo todo otro proceso de cooperación con el Ecuador.
El préstamo para la San Francisco fue de unos 286 millones de dólares que ahora Correa dice que no pagará, vulnerando toda ley y convenio internacional sobre la materia. También quedará en el aire un negocio de compraventa de aviones de combate Toucán y un avión presidencial con crédito brasileño por unos 261 millones de dólares.
El poeta Javier Ponce desmintió que los aviones iban a ser financiados con crédito brasileño. Afirmó que la transacción sería con pago al contado. ¿Dice la verdad el poeta? A nadie con sentido común se le ocurre realizar una compra de ese volumen con pago "cash", salvo talvez en un caso de guerra declarada.
Pero ¿para qué van a o iban a servir los Toucan (son, o eran, 12 o 14)? El frente del "enemigo secular" peruano desapareció. Pues ahora hay uno nuevo: Colombia. No, las armas no van o iban a servir para cooperar con Uribe en la lucha contra el enemigo común, el terrorismo. No. Es para evitar, como lo han dicho varios funcionarios, que se repita otro Día de la Infamia. En otras palabras, ni Correa ni Ponce tolerarían nuevas acciones bélicas en territorio ecuatoriano para matar a más narcoterroristas colombianos. Para eso los Toucan.
Ojalá el distanciamiento entre Lula y Correa frustre la compra al contado de armamento inútil. Hacerlo sería una locura, en momentos en que el precio del petróleo está a la baja y continuará estándolo por mucho tiempo. Ni el mentor de Correa, Hugo Chávez de Venezuela, se siente ya dispuesto a continuar los gastos enloquecidos, pese a que la producción petrolera en ese país es unas 10 veces superior a la ecuatoriana.
Con los ingresos fiscales en crisis por los precios del crudo y la baja en las remesas de los emigrantes en Europa y Estados Unidos, amén de la crisis financiera global, la fiesta del gasto de Correa está llegando a su final. Para superarla no habla de reducir el gasto sino de aplicar más y más obstáculos al desarrollo de la producción y productividad nacionales. En lugar de propiciar la inversión la desalienta con confiscaciones de bancos, empresas y amenazas de intervenciones en la propiedad agrícola.
Puesto que no le preocupan la ley ni del Congreso, acaba de ordenar a dedo que se incrementen los aranceles a la importación de un millar de artículos "suntuarios", igual que en las peores dictaduras militares, a sabiendas que los efectos son contraproducentes, desalientan la producción y estimulan el contrabando. Paralelamente dice que si en un año todas las tierras de los "pelucones" (oligarcas) no están en plena producción, las confiscará (o pagará el precio catastral, que es lo mismo) para entregarlas en gratuidad a los "campesinos" pobres para que las cultiven. No cabe, ha dicho, que los pelucones guarden sin cultivar las tierras para especular sin compensar la inversión fiscal en caminos y riego.
Las experiencias colectivistas en esta área han fracasado sin excepción en todas las épocas y en todas partes, generando hambrunas como en la URSS. Algo de eso se observó con la repartición de los huasipungos en el decenio de 1960 en el Ecuador. La gente, sin conocimientos y sin capital, nada pudo hacer con los lotes asignados. Y la potencial unión en cooperativas o fusión para mejorar la producción no se dió debido a la prohibición de comercializar los lotes en uno u otro sentido.
Correa es un colectivista o "socialista del siglo XXI", aborrecedor de la formación de capital por el esfuerzo e iniciativa privados, la libre competencia y el libre mercado. Cree que todo debe provenir del Estado planificador, regulador y concentrador de poderes. Hacia allá va y lo está consiguiéndolo apoyado en Chávez y los 2/3 o más de la población ecuatoriana.
Cuando menciona confiscaciones, revela su repudio al principio fundamental del capitalismo (sistema dentro del cual han emergido y prosperado las naciones más ricas y libres del planeta): el derecho a la propiedad. Sin ese derecho básico se frustran los estímulos para crear y ahorrar y sin él, la libertad de competencia es inconcebible. En cambio el talento y el sentido empresarial ebullen cuando hay ganancia en compensación, paso previo a la formación del ahorro y el capital.
La distribución, o redistribución, de la riqueza no crea riqueza. Es confiscatoria por parte del fisco y reduce la capacidad de crecimiento e inversión. Si las amenazas confiscatorias de tierras o a través de más aumentos tributarios a los "ricos" se cumplen, el inversionista buscará otros lares para guardar sus recursos o invertirlos en ambientes más propicios. Eso puede ocurrir no solo en el Ecuador sino inclusive en los Estados Unidos si Obama cumple sus promesas de campaña en parecida dirección.
En decenas de países se está aplicando un estímulo real para evitar la emigración, fomentar la inversión e incrementar la riqueza. Muy lejos de confiscaciones y elevaciones tributarias, lo que se está experimentando es lo opuesto, mediante el llamado flat-tax o fair-tax, o sea impuesto único o impuesto justo. Con variantes, en suma la idea es eliminar la maraña del impuesto a la renta por uno general del 19%. En USA puede llegar al 38%. Los impuestos a las ganancias de capital bajarían al 15%, del casi 38% que rige en Estados Unidos.
La filosofía liberal y democrática es aumentar, no reducir el número de ricos y dar oportunidad al mayor número de personas a que prospere. Por cierto el libre mercado deja de ser tal cuando los agentes involucrados en él dejan de cumplir las leyes y regulaciones para chantajear, eludir impuestos o vulnerar la competencia mediante ardides fraudulentos como monopolios y carteles. 
Es propio de la condición humana ceder a las tentaciones. Cuando ocurren, hay que detectarlas y castigar a los responsables, no castigar a la sociedad corrompiendo el sistema de producción. Cuando se obstruye la libre producción y competencia, como lo quiere Correa, los perjudicados son los más débiles de la sociedad. Y el Estado interventor termina por sucumbir ante la corrupción y la ineficiencia. 
Correa y sus incondicionales van por ese camino. Sus peroratas y bravuconadas contra todos y contra todo lo que se opone a su modo de pensar y actuar, aún tiene amplio respaldo popular. Pero irá decayendo. Es inevitable: lo demuestra la historia. Sobrevendrán algún momento el caos,  el desconcierto y por enésima vez brotará la esperanza de que por fin llegue alguien con dotes de líder para hacer realidad lo que Aranha aconsejaba al Ecuador: que algún día termine por "hacerse país".

Sunday, November 23, 2008

EL MITO IRÁ DISIPÁNDOSE

La euforia que precedió a la elección presidencial en los Estados Unidos ha comenzado a declinar y así ocurrirá paulatinamente más con la mitificación del elegido, el mulato demócrata Barack Hussein Obama.
Mucho se lo venera, casi adora todavía, no solo dentro de este país sino sobre todo fuera de él. En Europa, América Latina y otras regiones la selección de Obama parece como que ha reducido el repudio al "imperio" y ahora los gringos son recibidos en tierra extraña "como buena gente".
El columnista argentino residente en Miami, Andrés Oppenheimer, que él dice es leído en no menos de 40 diarios importantes de América Latina aparte del The Miami Herald, luce feliz con Obama y con un informe del Departamento de Estado según el cual el poderío norteamericano ha comenzado a declinar en los últimos años y ocurrirá peor en los próximos.
Según relata el columnista del informe, el dólar se debilitará y la globalización de la economía, si bien seguirá consolidándose ya no seguirá el "modelo" yanqui. De otro lado, según el informe, el terrorismo y Al Qaeda seguirán declinando por lo cual ya no se justificará tratar de perseguirlos "por todas partes".
En otras palabras, a medida que se debilita el "imperio" Andrés cree que el cariño por Estados Unidos aumentará. Es tesis cuestionable. Primeramente porque especular sobre la declinación del "imperio" no pasa de ser especulación y segundo que las economías del mundo no crecerán si no se expande la iniciativa privada y el libre comercio por todo el orbe, con leyes a las cuales sujetarse y cumplir.
Si ese modelo basado en la lógica y el sentido común quiere ser atribuído casi en exclusividad al modelo norteamericano, pues bievenido, ya que la alternativa, esto es, una mayor restricción al esfuerzo privado y una mayor ingerencia de los gobiernos en la conducta de la gente no conduce sino a la miseria y pérdida de la libertad.
Cuando Oppenheimer menciona que el terrorismo debilitado dará paso más bien a una discusión de ideas, yerra. Si a él y a los autores del informe les parece que fuerzas terroristas han decrecido, las informaciones y los últimos hechos desalmados en varios puntos del orbe prueban lo contrario. Lo que si ocurre es que en Irak y ahora en Afganistán las fuerzas militares occidentales los han acorralado y puesto en fuga (lo que sucederá pronto en el segundo país).
La lucha contra el terrorismo, de otro lado, es una lucha ideológica, es una lucha de ideas. El extremismo musulmán busca exterminar a Israel y a las potencias del mundo occidental nacidas y formadas en la cultura judeo cristiana. Con ellos, los terroristas, no hay posible diálogo: todos los intentos han fracasado. La sola opción es doblegarlos por la fuerza de las armas.
La economía de los Estados Unidos atrviesa por un grave quebranto, pero no por la falla de sus principios sino porque fueron ellos vulnerados por tendencias y prácticas izquierdizantes que creen que más intervención estatal es mejor para alcanzar una supuesta justicia social con redistribución de la riqueza.
El campeón de la tendencia es precisamente Barack Hussein, el uncido, como lo demuestra su récord de votaciones en su corto lapso por el Senado . Es probable que por sus ideas extremas sobre el papel de los gobiernos en las sociedades -lo que ideológicamente le coloca muy cerca a los regímens fascistas de izquierda o de derecha- su candidatura no habría emergido de las primarias demócratas.
Pero triunfó de manera espectacular, primeramente sobre Hillary Clinton, que parecía imbatible y sobre el republicano John McCain, que fracasó por su inconsistente defensa de los principios medulares de esta nación que su opositor cuestiona.
Obama, de oratoria fluida frente a un teleprompter pero vacilante fuera de ellos, ha tenido la carrera más rápida hacia la Casa Blanca de toda la historia política de este país. Algunos enamorados de él pretenden retratarlo como un ser pobre, de origen muy modesto, hijo de un inmigrante de Kenya, de duro batallar para alcanzar notoriedad. Nada de eso es cierto.
Su padre lo abandonó cuando era muy tierno, pero no fue inmigrante. Llegó a los Estados Unidos legalmente como estudiante universitario, conoció a la joven madre cuando ella era menor de edad, la abandonó y luego volvió a su país de origen donde tuvo un final miserable, como alcohólico. La madre, originalmente de Kansas y una típica hippy, volvió a casarse con un indonesio y por un tiempo vivió allí con su hijo Obama, quien asistió a una escuela musulmana, la religión de su padre y su padrastro.
Pero la educación del presidente electo corrió a cargo de su abuela blanca (hacia quien se refirió en tono despectivo en la campaña), quien le permitió estudiar en las mejores escuelas y colegios. Luego accedió a la elitista universidad de Harvard, se conectó con la "mafia" política  "eterna" de Chicago y fue promovido a legislador estatal y luego federal. 
Casó con Michelle, procreó dos hijas, tiene una residencia en Chicago de casi dos millones de dólares y junto son su mujer, que es abogada de Princeton, recibían un salario anual de 7 cifras. Todo lo cual es admirable y encomiable, excepto si no se tratara de ocultar la verdad para hacerlo aparecer como si proviniese de los negritos de los ghettos de Chicago o Alabama, descendientes de esclavos. (El padre de Obama nunca lo fue, por cierto. Siempre fue ciudadano libre de Kenya).
Pese a que Obama y Michelle constituyen el mejor ejemplo de la amplitud de oportunidades que la sociedad norteamericana ha logrado desarollar a favor de la gente de color (y de otras minorías étnicas), otrora esclavizada y discriminada de facto y por ley, la pareja ha mantenido un tono agrio y resentido contra los fundamentos de este país que les ha permitido surgir y contra los "opresores", es decir, los blancos con fortuna.
Durante la campaña ha prometido el "cambio". Aunque impreciso, se supone que es un cambio para alterar el sistema liberal de la economía y la política, para sustituirlo por otro estatista que grave a los ricos con la supuesta intención de favorecer a los desposeídos.
Ayer anunció las primeras medidas que aplicará en esa dirección. Confirma que reducirá los impuestos al 95% de la población que gana menos de 250.000 o 200.000 dólares (no está claro cuál es el tope), lo que implicaría que el 40% que no paga ningún impuesto por su reducida renta, recibirá un bono de 600 o más dólares. 
Lo cual está bien. Esto es, que el fisco renuncie al menos a esa franja de impuestos y los devuelva al contribuyente, aún cuando haya el peso del gasto fiscal por el subsidio al citado 40%. Pero esa medida no crea ni riqueza ni empleo. Lo que si afectaría y negativamente a la economía es su oferta no solo de no prorrogar el corte general de impuestos de Bush más allá del 2010 autorizado por el Congreso, sino suspenderlo ya y crear más tributos a la renta por ganancias de capital y otras operaciones.
Si ocurren simultáneamente las dos medidas, esta última será desastrosa, como ya lo está siendo aún antes de aplicarla. La Bolsa de Nueva York no reacciona pese a los estímulos, precisamente por el temor a las amenazas tributarias de Obama y su clan. Ello se comprobó con el rumor del nombramiento como Secretario del Tesoro a Timothy F. Geithner, alguien más confiable por su expriencia en la Bolsa de Nueva York.
Pero ¿que es lo que anuncia para estimular la economía? Es un remedo de lo que hizo Franklin D. Roosevelt para agravar la Gran Depresión de 1929: quiere crear en dos años 2.5 millones de nuevos empleos. ¿Cómo? Invirtiendo dinero fiscal en carreteras, puentes, reparación de escuelas y obras parecidas. Claro que habrá empleo, pero temporal y con dineros fiscales. Las carreteras y las escuelas están bien, pero no crean riqueza por si mismas e implican mayor gasto fiscal.
En lo energético, asunto clave en cualquier economía, dice que va a reducir el consumo de petróleo para reemplazarlo con fuentes energéticas como molinos de viento, energía solar y plantas nucleares. No cita la opción etanol, que es loable, como es también su aceptación (por fin, tras tanta oposición demócrata) a las centrales nucleares de las que ahora se abastece primordialmente Francia. Pero es ingenuo suponer que con viento y sol se reemplazará al petróleo.
Si no libera la exploración y refinación en suelo norteamericano, la dependencia del crudo árabe o venezolano aumentará. La industria y el nivel de vida basada en el petróleo no puede ni debe ser arrancada de tajo por capricho de boberías relativas a la preservación del medio ambiente. 
Distinto sería que, paralelamente al hallazgo y explotación de nuevas fuentes de petróleo propias, se estimule el desarrollo de fuentes alternas como plantas nucleares, eólicas y solares. Así se destinarán menos dólares a regímenes poco amigos o enemigos y al propio tiempo se preservará la calidad de la vidad de los norteamericanos. Es obvio que sería preferible que por calles y carreteras circulen vehículos no contaminantes impusaldos por hidrógeno. Pero ello es un ideal que desarrollará por propia iniciativa la empresa privada y tomará tiempo. Mientras tanto, no hay que descuidar que el hecho adicional de que el petróleo y la petroquímica probablemente jamás dejarán de utilizarse para tantas maravillosas invenciones que han hecho la vida diaria más fácil y placentera, con los plásticos y derivados solo como ejemplo.
Si Barack Hussein Obama insiste en obligar a las fábricas de automotores a producir modelos basura que nadie compra (frente a modeles japoneses o euroreos y muy pronto chinos o hindúes), la industria irá a un descalabro mayor.
La Ford, Chrysler y General Motors están en virtual quiebra por esa razón y porque los sindicatos han impuestos beneficios cuya carga hacen imposible la competencia con las rivales de dentro y fuera de los Estados Unidos. Si aspiran a una ayuda fiscal, deberían estar condicionados a una bancarrota que facilite la reestructuración de las empresas, para hacerlas así más productivas y por ende más competitivas.
Ello ocurrió con el presidente Ronald Reagan a quien los famosos CEOs o ejecutivos de las automotoras acudieron para pedir similar subsidio para seguir sufragando iguales gastos "obscenos". Reagan negó el pedido de prohibir la importación de vehículos japoneses para subsidiarlos (en esa época no había filiales en los Estados Unidos) y les pidió que compitan o sucumban. Se reestructuraron, tuvieron un auge impresionante, pero han caído otra vez, algunas de ellas, no todas, en la virtual quiebra por falta de calidad gerencial.
La quiebra bancaria, teóricamente, debió superarse por fuerzas del propio mercado, corrigiendo los errores de prestar a quienes no podían pagar, con la garantía absurda de dos empresas estatales. Se dice que la magnitud del daño hacía imposible esa opción. Se convino por ello en ofrecer un subsidio de rescate de 700 mil millones de dólares, pero la medida aún no surte efecto, hay algo que anda mal. ¿Qué? No precisamente la aplicación justa y clara del sistema de libre mercado que ha hecho grande a esta nación, sino todo lo contrario.
La disipación del mito Obama acaso se concrete más temprano que tarde si de entrada aplica las ofertas estatistas que no crean riqueza, que no crean empleo sino lo opuesto. A menos, claro está, que inesperdamente se torne juicioso, pragmático y con sentido común y haga lo que debe hacerse aquí y en cualquier otra parte del mundo que anhela crear riqueza a corto, mediano y largo plazo: fortalecer, no disminuir, una auténtica economía de libre mercado, sustentada en leyes acatadas y cumplidas por todos.

 

Friday, November 14, 2008

EL TURNO DE LOS UTOPISTAS

El miércoles pasado circuló en las calles de Manhattan y en las estaciones del subterráneo una edición falsificada del diario The New York Times. La tipografía y el diseño eran idénticos y solo la fecha era distinta: decía Julio 4, 2009.
No se han difundido mayores detalles del contenido pero en esencia los autores, que dicen haber consumido mucho tiempo y dinero para elaborar el ejemplar, anuncian en él los supuestos y luminosos logros del presidente Barack Hussein Obama a sus 6 primeros meses de gestión.
La guerra en Irak habría terminado en el tiempo originalmente promedito por  Obama y todo sería paz y sonrisas en el Medio Oriente. Probablemente el diario informará que para esa fecha ya todos  los conflictos en la región serían cosa del pasado, tras la salida de las tropas yanquis de Irak y Afganistán.
Es probable una crónica ficticia acerca de cómo Maliki y Ahamdinejad, los líderes de Irak e Irán, se confunden en un cálido abrazo para sellar una alianza que nunca permitirá más incursiones de tropas infieles en sus territorios. Esa atmósfera beatífica se habría esparcido también a Siria y el Líbano, aunque no se sabe qué dirán sobre Israel.
En cuanto a la política interna de los Estados Unidos, la edición afirma que se ha instaurado un juicio para condenar los crímenes del presidente George W Bush. Esos crímenes tienen que ver con la audacia del mandatario de tratar de garantizar la seguridad nacional del país por todos los medios lelgales a su alcance.
No se reseñan otros logros de Barack Hussein Obama en 6 meses, pero quizás se mencione que, al fin, todos los norteamericanos gozan de protección gratuita de salud y todos pueden acceder a las universidades también gratis y sin el escollo de la barrerra del mérito. Se supone que el gasto para financiar tales medidas provendrá del "justo" incremento de impuestos a los ricos.
Lo que han hecho los autores con la edición ficticia es resumir en poco espacio el utopismo de la mayoría de norteamericanos que eligió a B. Hussein Obama, individuo mulato, poco conocido, críptico en sus respuestas a las pocas preguntas que se la han podido hacer en la campaña y brumoso en sus promesas de "cambio".
Con el "cambio" dijo que terminará la guerra en Irak en 6 meses (aunque luego amplió el plazo a 16 meses), que bombardeará a Pakistán si es preciso para capturar en alguna cueva de ese país a su casi homónimo Osama Bin Laden y que el grueso de las tropas de Irak lo trasladará a Afganistán, con o sin la venia de la OTAN para triturar a los talibanes.
Ha prometido, además, sacar de la pobreza no solo a los de su raza, sino a todos los pobres que ganen al año menos de 250.000 dólares (luego bajó el tope a 200.000 dólares y su Vicepresidente ahora electo Joe Biden lo redujo  a 150.000 dólares), a todos los cuales les eximirá del pago total de impuestos.
Ese segmento de población, como él mismo lo dice, comprende al 95% de los contribuyentes. Pero ocurre que al menos el 45% de ese segmento gana por debajo del mínimo tributable, por lo que en compensación recibirán una limosna de 600 dólares a 1.500 dólares. Pero ocurre, también, que el 5% restante de contribuyentes, a los que ha prometido castigar con más impuestos, genera ya el 75% del total de los ingresos fiscales.
Desafortunadamente, la repartición de la riqueza por esa vía tributaria u otras no genera riqueza: la disminuye. Si la gente con más capital empresarial es amenazada con más tributos a sus ganancias, a sus ingresos, a sus inversiones, dejará de ahorrar e invertir. Y así habrá menos empleo y menos inversión, catástrofe que jamás podrá ser compensada con las dádivas del reparto de mini dólares, sobre todo en la actual crisis. 
Barack  Obama y quienes piensan como él, creen que más intervención del Estado en la economía es beneficioso para la comunidad. Es todo lo contrario. La historia así lo demuestra. Desde tiempo inmemorial ha existido la lucha eterna de la comunidad para idearse mecanismos que frenen el abuso del poder en manos del monarca, el emperador o presidentes/autócratas.
Los peregrinos que arribaron a Norteamérica en el Mayflower huían del régimen feudal de Europa, que les hostigaba, explotaba e impedía laborar, pensar, movilizarse y ejercer su religión sin trabas. A la postre ellos y sus sucesores se unieron para formar una república en la que imperase no un monarca autócrata sino un ciudadano líder elegido por voto popular, responsable de sus actos ante ellos y regido por leyes popularmente dictadas, aceptadas y acatadas. 
Ello se plasmó a fines del siglo XVIII. Desde entonces hasta la fecha y como antes a lo largo y ancho de la historia, no han cesado los intentos urbi et orbi de los gobernantes por abusar del poder. En algunos casos porque accedieron al poder mediante revoluciones de corte fascista, inclinados a la izquierda o a la derecha, pero siempre identificados en su estilo de gobernanr por sobre las leyes.
La Revolución de Octubre prometió la utopía de la felicidad colectiva con Lenín/Stalin. El zar fue sustituido por los zares "del pueblo" que impusieron su estilo colectivista a sangre y fuego, con el asesinato, este si colecitvo, de más de 20 millones de seres humanos. Al otro lado del espectro llegó la utopía nazi que segó la vida a 60 millones de individuos. 
Obama y los Chávez y Correa del mundo entero creen que el capitalismo y el libre mercado están en decadencia y que la estabilidad de la economía mundial se alcanzará con más regulaciones y más intervención estatal. Se insiste en ello pese a quedar demostrado que la economía entró en crisis en USA precisamente porque los gobiernos de Jimmy Carter y Bill Clinton intervinieron en el mercado para forzar la concesión de préstamos hipotecarios a quienes no podían pagarlos. 
Esa ley elemental del mercado (no prestes a nadie que no te pueda pagar) siguió su marcha por la presión de los demócratas y conivencia de los republicanos. El gobierno culpable ahora ha salido a coregir sus yerros con la más incomprensible y hasta la fecha inaplicable operación de rescate en toda la historia de éste y cualquier otro país.
Teóricamente la quiebra bancaria debió seguir su curso, hasta que el propio mercado lo auto corrija, pese a los sacrificios que implique. Pero se ha preferido el salvataje fiscal, con el agravante de que Obama no niega que tras posesionarse elevará a no se sabe qué nivel el impuesto al 5% de ricos de este país. 
No se necesita ser una graduado de las universidades de la Ivy League para comprender que en una época de crisis, más impuestos agravan la situación. Eso hizo el presidente Hoover, un republicano y lo agudizó el demócrata Franklin Roosevelt en el decenio de 1930 y la consecuencia fue la Gran Depresión. Obama, como sus antecesores, también habla de restringir el comercio externo y revisar los tratados con México y Canadá y de oponerse al TLC con Colombia.
Si persiste en esas maniobras económicas, a la actual depresión sobrevendrá una nueva recesión como la anunciada en Alemania. Las bolsas de Nueva York, por la incertidumbre, no reaccionan y no buscan ni dan créditos, aunque tienen dinero. Están a la expectativa. Cuando Bush salió en defensa del capitalismo y el libre mercado, hacia las 2pm del jueves, la Bolsa cerró al alza.
En cambio si Obama cesa su amenaza de suspender el recorte de impuestos de Bush, que el Congreso lo prorrogó hasta el 2010 y deja en el olvido la demagogia el recorte para el 95 % de la población, es probable que la bolsa y el mercado reaccionen, deteniendo la ola de pedigüeños que aguarda en fila el auxilio fiscal por las pérdidas derivadas de malos manejos empresariales.
B. Hussein Obama, más aún, exige en estos días que el fisco regale a las compañías que fabrican automóviles no solo los 25.000 millones de dólares previamente aprobados sino 50.000 millones de dólares mas para rescatarlas de la bancarrota. Lo hace para halagar a los poderesos sindicatos que le dieron el voto y que son factor clave en la quiebra por el exceso de beneficios que reciben. (Hay obreros que ganaban 78 dólares por hora antes de la llegada de los robots. No se reubicaron pero siguen ganando esa cifra sin hacer nada...Muchas otras fábricas, sobre todo de origen europeo asentados en USA, están boyantes).
Los liberals de Obama ven como ideal el sistema de gobierno que rige en Europa. Allí se ha optado por preferir la sobreprotección social a la productividad: dos meses de vacaciones, 7 horas diarias de trabajo, medicina gratuita, estabilidad de por vida en el empleo por sobre el mérito, educación gratuita hasta la universidad. Los resultados están a la vista: las finanzas en rojo. La crisis en USA está acabando por hundir a sus quebradas economías.
En el campo exterior, un retiro abrupto de tropas de Irak volverá a fortalecer a las fuerzas de Al Qaeda y el proceso de estabilización del país en marcha con sus tres facciones se irá al tacho de basura. Ahjmadinejad inundará al país y lo "satelizará". Igual destino tendrán otras naciones árabes del área, en donde se predica como ideal religioso borrar del mapa a Israel e intensificar la guerra santa contra Occidentey y su líder, los Estados Unidos.
El objetivo del extremismo musulmán tiene ahora nuevos aliados: Rusia, embozadamente China y últimamente Venezuela y Cuba. Nada sorpresiva que pronto se sume el Ecuador, cuyo líder no oculta su simpatía por Ahjmadenejad y su antipatía por los Estados Unidos. ¿Es éste el "cambio" al que se refiere B. Hussein Obama y que se saluda y apoya con tanto frenesí por el mundo entero?

  

Sunday, November 9, 2008

QUÉ EMOCIÓN, GANÓ OBAMA!!!

Es la expresión más frecuentemente escuchada dentro y fuera de los Estados Unidos. Oh! Qué emoción: por fin llegará a la Casa Blanca un negro. Un negro será Presidente en el país más racista del mundo, qué emoción. No ha sido tan perversa la democracia del imperio: un negro se ha impuesto finalmente en elecciones libres...
Muchas personas, dentro y fuera de este país, han llorado de la emoción al constatar esta realidad. Han bailado en las calles y muchos han dicho que el mundo será diferente a partir del 20 de enero próximo, cuando se posesione del cargo este joven negro tan simpático de 47 años de edad, cuya oratoria le hace cosquillas en la entrepierna al director de noticias de la cadena MSNBC, Chris Matthews.
El paroxismo es casi orgiástico entre negras y negros, que creen que les ha llegado un nuevo Mesías que les vengará de las atrocidades cometidas por los blancos en tiempos de la esclavitud. Algunos inclusive han dejado de pagar sus hipotecas convencidos de que las deudas serán redimidas por el Magnánimo. Otro, desempleado, dijo que dejará de buscar trabajo pues con Obama ya no lo necesitará pues él le proveerá de dinero para cuidar de su hogar sin necesidad de emplearse.
El problema sustantivo de las reacciones post eleccionarias es que se basa en la emoción, de idéntico modo como se observó en las votaciones. El voto fue emotivo, no reflexivo. No se eligió a Obama por sus cualidades sino primordialmente por el color de su piel, lo que contradice la prédica de ese gran hombre negro que fue Martin Luther King, Jr.
Howard Stern, un popular radiodifusor con inclinaciones de extrema izquierda y la pornografía, se lanzó a las calles días antes de las elecciones para preguntar a los negros y negras por quién y por qué iban a votar. Todos estaban por Obama. El animador jugó con varias preguntas. ¿Votará por Obama pese a que escogió a una mujer, Sarah Palin, como candidata a la vicepresidencia? (Palin estaba con McCain) Si, lo haré, no me importa. A otro: ¿no le preocupa que Obama quiera prolongar la guerra en el Irak indefinidamente y que esté contra el aborto? (Obama quiere retirar las tropas de Irak lo antes posible y es abierta y reiteradamente pro aborto, al contrario de McCain) La respuesta, siempre la misma: votaré por Obama como sea...
Esa visión emocional perdura tras la victoria de Obama. Creen que ahora todos los males achacados al presidente saliente George W Bush se solucionarán como por ensalmo. Las tropas norteamericanas y de la coalición saldrán de Irak y así se vendrá la paz en el Medio Oriente. Los gastos militares se reduciarán y serán reasignados al "gasto social", esto es, a más beneficios por desempleo, más cobertura médica gratuita y otros.
La gente que ha votado con ese sentimiento de por medio, pronto se estrellará contra la realidad. Pero hubo muchos otros que votaron con la plena consciencia de respaldar sus tendencias izquierdistas, entre ellos blancos y judíos que han sostenido que este país está mal conducido en lo interno y externo, por lo que urge un "cambio", el cambio prometido por Obama.
El "cambio" que propone es comparable al "socialismo del siglo XXI" que proponen Chávez y Correa y Morales en Sudamérica. Ninguno de ellos lo puede definir y alguno ideólogos se justifican diciendo que es una doctrina "en formación". Pero es fácil explicar esa posición con ayuda de la hisotria: lo que buscan el trío y Obama es cada vez una mayor ingerencia del Estado en el mercado y en las decisiones individuales, para así incrementar su poder.
Los negros en los Estados Unidos piensan que con Obama ha llegado un nuevo Lincoln que terminará por liberarlos. Pero la fórmula en la que están pensando es la de mayores dádivas protectivas del Estado, no en mayores oportunidades para forjarse su propio destino con su propio esfuerzo, que es lo típico de las sociedades democráticas abiertas y liberales como la de los Estados Unidos, gracias a lo cual esta nación es la más poderosa del orbe y de la historia.
La esclavitud fue y es, donde todavía existe, bochornosa y condenable. Ha existido desde tiempos remotos, subsiste en el África. Hacia los siglos XVII y sucesivos prosperó el tráfico de esclavos con la participación no solo de los mercaderes blancos sino de los negros cazadores de sus congéneres más débiles. Grandes líderes en la Unión Americana como John Adams condenaron desde un principio la esclavitud y pidieron abolirla, . Otros fueron ambiguos, como Jefferson e inclusive el mismo Washington. El problema detrás de estos conflictos de apreciación era la vinculación del esclavismo con la economía.
En el sur de la Unión, las grandes plantaciones de algodón y las grandes fortunas se basaron en el trabajo de los esclavos. Cuando surgió otro líder visionario como Abraham Lincoln con la misión de iniciar un proceso para terminar con el mal moral de la esclavitud, los esclavistas sureños se opusieron. Al tiempo de las elecciones presidenciales en 1960, amenazaron con la Secesión si Lincoln era el victorioso.
Lincoln ganó y la amenaza secesionista se concretó. Para evitarla sobrevino una cruenta guerra civil entre el Norte camino de la industrialización y el Sur con plantaciones de esclavos. Triunfó el Norte y sobrevivió la Unión, quedando abolida la esclavitud. Pero la guerra quedó inconclusa en lo referente a los negros. Lioncoln fue asesinado y sus sucesores no pudieron conceceder a los negros todos los derechos civiles inherentes al resto de ciudadanos norteamericanos.
La segregación contra los negros se impuso en toda actividad: en restaurantes, escuelas y colegios, ómnibus, servicios higiénicos, oportunidades de empleo. Esa segregación fue abono para que surgiese el calificativo de afroamericanos para diferenciar a un respetable grupo humano cuya piel es negra u obscura. La segregación fue furiosamente defendida por los demócratas, sobre todo del Sur, que no habían logrado sobreponerse de la derrota en la Guerra Civil. La fobia racial alcanzó niveles de horror con el Ku Klux Klan y los linchamientos, hasta bien entrado el siglo pasado.
La situación comenzó a variar con la defensa de los derechos civiles para todos, gracias a líderes de la calidad excepcional como MLK, asesinado como lo fue Lincoln por la furza del contenido moral de sus discursos. Los líderes demócratas cedieron a la presión y, finalmente en la presidencia demócrata de Lyndon Johnson se aprobó un cuadro de derechos civiles mandatorio en favor de los negros, que eliminaba por completo toda forma de discriminación.
Pero quedó en el subconsciente de los autores de la ley la convicción de que el negro, como decía Jefferson, es un ser humano de calidad inferior, al que había que ayudar, aconsejar y guiar como a un niño, como si fuere un ciudadano de segunda clase. Fruto de ese enfoque fueron leyes protectivas (y humillantes), como la de obligar a universidades y empleadores a aceptar una cuota mínima de negros y de otras minorías, sin importar sus niveles de mérito para ello.
La crisis económica actual, que terminó por hundir al mediocre candidato republicano John McCain, tiene también su origen en ese criterio despectivo hacia el negro. El presidente demócrata Jimmy Carter y luego su coideario Bill Clinton reformaron la ley para obligar a los bancos a otorgar préstamos hipotecarios a todos los que no tuvieran casa propia, especialmente a las minorías negras. Se trataba de una decisión emocionalmente válida, pero ¿quién iba a proteger a los bancos de los créditos riesgosos que tenían que ofrecer por obligación? Se inventaron para ello organismos con respaldo estatal como Fannie Mae y Freddie Mac.
Los préstamos de riesgo comenzaron a multiplicarse como esporas, pues era buen negocio para los bancos y para los especuladores. Hubo casos en que se obligaba a la gente en vías de adquirir una casa en condiciones normales, a que lo hicieran por sumas mucho más altas, por mansiones fuera del alcance de sus ingresos. ¿A quién le tocaba llenar el vacío de las hipotecas dolosamente concedidas, cuyos beneficiarios poco a poco dejaron de pagar las altas cuotas? La burbuja estalló y a quienes va a tocar pagar esta infamia política y financiera es a los contribuyentes.
Uno de los altos dirigentes de una de las organizaciones estatales responsables de la debacle económica es Rahm Emanuel, un judío que acaba de ser nombrado jefe de Gabinete por Obama. Si hubiera sido republicano, el Congreso lo habría investigado y sometido a juicio. Estaría ahora tras de rejas, no en la alta posición para la cual ha sido seleccionado. John McCain, el fracasado candidato republicano, pidió por escrito en el Senado que se frene el abuso de las políticas de concesión de préstamos en el 2005, pero la mayoría demócrata se opuso.
La gente pro Obama confía en que uno de los inmediatos actos de su gobierno será superar la crisis de la economía. Pero las recetas que aplicará son las que anunció en la campaña. Cortará los impuestos a los que ganen menos de 250.000 dólares, o sea al 95% de la población, e incrementará los que ganen más de esa suma. Del 95% indicado, el 45% no paga impuestos, por lo que recibirán un bono de 1.000 o 1.500 dólares, tomados de los fondos fiscales. Mas ocurre que el 5% de contribuyentes que va a ser castigado con más impuestos paga en la actualidad más del 75% del total de los ingresos fiscales por impuestos.
Si a los "ricos" se les castiga con más impuestos invertirán menos, reducirán empleos, tributarán menos, al tiempo que el gasto fiscal sigue en ascenso. Cuando George W. Bush se posesionó en el 2001, heredó una recesión de Clinton. Para contrarrestarla, redujo los impuestos a todos sin excepción y ello género un boom de la economía sin precedentes y un aumento impresionante en la recaudación tributaria. Fue por ello que el impacto del 9/11 fue soportable.
Obama siempre ha pensado que el régimen capitalista es injusto y que hay que sustituirlo por una especie de estado socialista al estilo europeo, al menos. Lo dice en sus libros, lo ha dicho en incontables ocasiones en sus discursos y es evidente por la clase de amistades de su vida adulta, entre ellos terroristas domésticos como Ayerst o pastores antinorteamericanos como Jeremiah Wright. No se registra entre sus amistades a nadie de importancia que piense distinto. De ahí que suponer que Obama haga un gobierno moderado, centrista, es probablemente una utopía.
Obama tiene entre sus héroes de esta tendencia a Franklin D. Roosevelt. Accedió al poder en una recesión provocada por su antecesor republicano Hoover (que al igual que GWBush aceleró desbocadamente el gasto fiscal y aisló al país del comercio mundial). En lugar de rectificar esos errores, FDR los acentuó aumentando el gasto fiscal con obras públicas y "gasto social" con las cuales no creó riqueza, sino que limitó y prolongó la recesión. Fue la II Guerra Mundial la que lo salvó del caos, con la movilización general para la industria de guerra.
Obama quiere aumentar el empleo con obra pública, como FDR, para construir caminos y puentes. Ello significa tomar dinero de las arcas fiscales para gastarlas en nuevas inversiones que no generan riqueza por si mismas. Si va a elevar el gasto social y va a aumentar los impuestos al capital ¿cómo cubrirá el déficit? La inflación probablemente superrá el récord del 13% con Carter lo cual, si se añade la pérdida del empleo, repercutirá negativamente no en los ricos, sino en los negros que ahora lo adoran y en los liberales y, en general en toda la economía nacional y mundial.
La economía se ha convertido en la primera prioridad, relegando a segundo plano el tema de la seguridad nacional. Es irónico analizar que el candidato republicano perdió las elecciones debido a esos dos temas. La seguridad nacional no preocupó tanto como la economía, porque la guerra en el Irak cambió de giro con el general Patreaus (a insistencia de McCain) y terminó por inmponerse al terrorismo de Al Qaeda favorecido por Irán. Antes de la debacle económica, la delantera de McCain sobre Obama era notoria y el tema prevalente era la seguridad, en lo cual el candidato negro tenia las de perder. Pero lo económico prevaleció y, pese a que fue provocada por los demócratas, aparece como culpa de Bush. McCain fue incapaz de aclarar la verdad en éste y tantos otros temas concomitantes y, por ello, mereció perder.
Obama quiere retirar las tropas de Irak en 16 meses o antes, sin esperar al plazo hasta el 2011 que se está negociando en Bagdad. Quiere arremeter en Afghanistan y en Pakistán, capturar a Bin Laden y pulverizar a los talibanes. Pero allí es la OTAN la que comanda las operaciones y Pakistán es aliado al cual no se puede bombardear como lo ha prometido.
Hace pocas horas, Obama conversó con el presidente de Polonia Lech Kaczynski y le aseguró que la decisión de instalar en su territorio bases anti misiles para bloquear probables ataques de Irán a Europa, continuará sin cambio. Así lo anunció el líder polaco, pero a poco un subalterno de Obama lo rectificó, para aclarar que Obama no ofreció nada, que la instalación estará condicionada a estudios posteriores.
Rusia y su jerarca mayor, Vladimir Putin dijeron complacidos a través del presidente títere Dmitri Medvedev que no instalarán bases de cohetería dirigidos contra Polonia, hasta que Obama concluya que no instalará bases antimisiles en ese país. Si así comienza el manejo de la política exterior ¿cómo será a partir de enero próximo? Si salen las tropas de Irak, Al Qaeda regresará al país y Ahjmadinejad se sentirá libre para extender su influjo sin cortapisas en esa nación, vía armas, municiones y dinero. ¿Es eso lo que quieren Obama y su corte? La respuesta es afirmativa, si se revisan sus ofertas de campaña.