Mientras en los países como el Ecuador, Zambia, Venezuela, Cuba, Kenya o Nicaragua sus pueblos se empobrecen y desangran por culpa de los malos gobiernos, en los Estados Unidos se está viviendo otra jornada fascinante del proceso para elegir democráticamente a un nuevo presidente de la República.
El sistema es único en todas sus fases, confuso y complejo para muchos, pero incuestionablemente el más límpido y translúcido del mundo para seleccionar de modo riguroso a los nuevos candidatos. En estos instantes los dos partidos más fuertes, el republicano y demócrata, compiten en su interior para designar a los que disputarán las elecciones generales de noviembre venidero.
Los comentaristas y las encuestadoras ensayan pronósticos diariamente, pero muy rara vez aciertan, lo que le hace aún más atractivo al proceso. En este aspecto, mucho se parecen estos adivinos a los meteorólogos, algunos de los cuales se empecinan en predecir un calentamiento global mientras otros creen que lo que se avecina es una nueva época glacial.
En uno y otro caso, meteorólogos y encuestadores yerran porque pretenden “jugar a ser dioses”. Suponer que el clima es alterado por el hombre, sobre todo por el hombre de las naciones más desarrolladas, es pueril. Como pueril resulta intentar adelantar y peor inducir a la gente a que adopte determinada decisión sobre sus preferencias políticas.
Antes de las primarias y cocuses, eventos en los que cada partido selecciona al candidato presidencial en cada Estado, los agoreros predijeron una victoria arrolladora de Hillary Clinton por los demócratas y de Rudy Giuliani por los republicanos. A medida que el proceso avanza los resultados ofrecen sin embargo proyecciones distintas.
En el lado demócrata, la contienda se ha reducido prácticamente a dos de ellos: Hillary, cónyuge del ex presidente Clinton y Obama Hussein Barak, senador negro por Illinois, de 42 años de edad, cuya oratoria populista ha fascinado sobre todo a la gente joven.
Entre los republicanos, el hecho de que por primera vez en decenios no se ha presentado como candidato el vicepresidente del gobierno saliente, ha acentuado la incertidumbre entre los votantes partidistas. Unos críticos dicen que la razón por la cual no se ha perfilado tempranamente un puntero es porque ninguno tiene valores salientes.
Otros opinan lo contrario: que la vacilación se origina en que cualquiera de los seis o más precandidatos republicanos tiene cualidades excelentes lo que complica, al menos en los niveles iniciales del proceso, la decisión por uno u otro.
La primera gran sorpresa en las primarias fue la derrota en Iowa de la favorita de los vaticinadores del campo demócrata: Obama “barrió” a Hillary y ya hubo quienes “bailaban de gusto en su entierro”, según frase del cónyuge Bill. Pero en la siguiente elección de New Hempshire. Hillary se recuperó y volvió a ganar en Nevada.
Los devotos de la mujer de Bill recuperaron la fe pero nadie puede predecir la evolución que tendrá la contienda en las próximas semanas, sobre todo en la del “super Martes”, la del 5 de febrero, en que se registrará la votación masiva de 21 Estados. Aunque la maquinaria electoral de los Clinton es demoledora, varios factores podrían actuar en contra de Hillary y dar la victoria a Obama.
En primer lugar, aquí se detesta las dinastías. Hay cansancio por la repetición en el gobierno de los Bush/Clinton/Bush como para aceptar a otro Clinton. Además, el nuevo Clinton serían dos, pues Bill pasaría a cogobernar con Hillary. Y sobre Bill pesan muchos defectos, sobre todo el haber hollado la respetabilidad de la Oficina Oval de la Casa Blanca para tener sexo oral con una pasante y luego negarlo bajo juramento.
Adicionalmente, Obama atrae no solo por su oratoria, sino por su juventud y sus promesas vagas de cambio. Aunque diga y no lo cumpla si llega a Presidente, su condena a la intervención militar en Irak atrae a los jóvenes pacifistas, así como su deseo de que prevalezca la diplomacia sobre la guerra, inclusive con diálogos con ese remedo de Hitler que es Ahmadinejad del Irán.
Con respecto a los republicanos, los sabios de la derecha radical encabezados por Rush Limbaugh, el más influyente comentarista de radio en los Estados Unidos, se han equivocado del medio a la mitad en sus pronósticos. Dos de los precandidatos menospreciados, el senador John McCain y el gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, ocupaban los últimos puestos en sus presagios. Hoy están entre los primeros.
Huckabee, predicador bautista, escaló rápidamente pese a no contar con dinero y sorprendió al ganar en Iowa. Igual McCain, que triunfó en New Hempshire y volvió a ganar en South Carolina. El favorito Mitt Romney, gobernador mormón del Estado de Massachussets, tiene resultados mediocres hasta la fecha, pese a lo mucho que ha invertido en la campaña. La nueva votación republicana en la Florida, para el martes 29 de este mes, será clave para todos.
Previamente a las elecciones, Giuliani era el favorito de los republicanos. Pero decidió concentrar su dinero y gasto en la Florida, donde habitan muchos judíos de Nueva York y ello al parecer le resultó contraproducente. Perdió el liderato no solo a nivel nacional, sino en la Florida donde está relegado al tercero o cuarto lugar en las encuestas. Pero, hay que reiterar, las encuestas yerran.
En todo caso, el proceso de selección es meticuloso y quienes salgan adelante serán los mejores, por decisión y exhaustivo análisis del votante. El dinero influye, pero no es el ingrediente decisivo, como lo prueban un Huckabee o el mismo McCain, frente a un Romney atiborrado de billetes de su alcancía personal.
¿Qué ocurriría si en el Ecuador se adaptara un parecido proceso democrático para seleccionar y preseleccionar a los candidatos? ¿Se impondrían de todos modos demagogos como Rafael Correa? La respuesta es hipotética, pero aquí en los Estados Unidos si algo le perjudicó a Romney fueron sus ataques personales contra los rivales de partido. Igual le sucedió a Hillary contra Obama.
En el Ecuador Correa parece competir con Hugo Chávez en el uso de los adjetivos para humillar a quienes discrepan con él. E igual ha recurrido, como sus predecesores Bucaram y Velasco Ibarra, a manifestaciones con gente pagada para tratar de amedrentar a la oposición. Lo que acaba de registrarse en Guayaquil es elocuente: subsidió el viaje, alimentación y estada de empleados públicos de todo el país para la marcha en esa ciudad, calificada con acierto como una bufonada.
El sistema electoral de los Estados Unidos sigue las pautas fijadas por los fundadores de la república en el siglo XVIII. Los partidos eligen a sus candidatos por Estados y los candidatos ganan por voto popular y por número de delegados. Son estos delegados los que luego se reúnen en convenciones nacionales a mediados de año para sellar la nominación final de los elegidos.
Igual ocurre con la elección general. Los candidatos presidenciales tienen que ganar en cada Estado por voto directo y por delegados. En contadas ocasiones un candidato ha sido elegido Presidente por los delegados, aunque su votación popular haya sido menor. Hay quienes reprochan esta modalidad y abogan por una sola votación popular directa en los 50 Estados.
Cuando se fusionaron las 13 colonias para independizarse de Gran Bretaña surgió el dilema de cómo equilibrar las fuerzas entre las grandes colonias como Nueva York y las pequeñas como Delaware. Se optó porque cada estado elija dos senadores y tantos representantes o diputados según la población, dividida en precintos y con cuotas porcentuales de delegados.
Si la votación fuese general, como en el Ecuador, los grandes estados liberales o de izquierda como Nueva York o California definirían los resultados. Ello no es así y la pugna se establece y mantiene entre grande y pequeños estados, unos azules, otros rojos, gracias e este sistema sui generis.
En la campaña electoral actual, el tema que se vislumbraba como principal, el de la intervención militar en Irak y Afganistán en la lucha contra el terrorismo, dejó de ser tal por los resultados positivos del incremento de tropas. Ahora nadie habla de fracaso ni de equivocaciones garrafales por parte de Bush. El tema sustitutivo es ahora la situación de la economía.
La preocupación surge del mal manejo bancario para la concesión de préstamos hipotecarios. Protegidos por los bajos intereses artificiosamente inalterados por la Reserva Federal, la banca se excedió en los créditos fáciles a prestatarios no idóneos. El mercado de bienes raíces sufrió un grave quebranto y ello repercutió en otras área de la economía, de aquí y del mundo entero.
Pero no hay síntomas de recesión, como sostienen algunos. No hay causales para ello. La producción sigue en aumento, el desempleo a la baja, la productividad está entre las más altas del mundo industrial y el comercio exterior al alza por la caída del dólar. El nerviosismo es psicológico, estimulado por los analistas agoreros del desastre.
El Presidente Bush, para contrarrestar esos efectos, ha propuesto un corte de impuestos de 145.000 millones de dólares, mediante el cual los individuos y los matrimonios recibirían entre 800 y 1.600 dólares este año para dinamizar la economía. El objetivo no es una intervención estatal para contrarrestar el influjo adverso de la burbuja resultante del crédito fácil y su subsecuente estallido, lo cual es privativo del mercado. Lo que se busca es reducir los temores y falsas expectativas que ellos sí podrían afectar a la economía global.
Si los anuncios de depresión fueran reales, nadie querría invertir en USA, como nadie en su sano juicio quiere ahora invertir en el Ecuador. Pero las cifras oficiales revelan que la inversión extranjera en este país fue el año pasado de 414.000 millones de dólares en las industrias automotriz, bancaria, agrícola y demás. Es una cifra récord, inimaginable para micro naciones como el Ecuador.
Lo que se observa en el Ecuador es un arrasamiento de todo vestigio de vida y sistema en democracia. La industria petrolera ha vuelto a caer en manos de los militares, que ya manejaron FLOPEC, Petroecuador o CEPE en tiempos de una dictadura como la de hoy, pero totalmente militar. Los resultados de la gestión de los uniformados están a la vista. Pero para corregirlos, Correa reincide en el error.
El primer signo de lo desacertado de la resolución es un contrato de 20.000 millones de dólares a FLOPEC para almacenamiento. No hay estudios, no hay concurso de ofertas, no hay posibilidad de fiscalización. La corrupción y la ineficiencia serán la sola cosecha de este capricho, como igual sucederá con la refinería estatal de Montecristi, que Correa quiere construir al alimón con Hugo Chávez.
Mientras tanto, entre bufonadas, la Asamblea Constituyente sigue resonando al toque de Correa en todo lo que a éste se le venga en gana. Le escuchó con la cerviz gacha su Informe a la Nación y sigue a sus órdenes para introducir cualquier nueva ley, reforma o nombramiento que le plazca. (El indulto a los narcotraficantes, por ejemplo, trágica forma suya de “honrar” a su padre que fue apresado por ese delito en los Estados Unidos)
La asamblea va a tornarse itinerante. ¿Lo hará en caravanas circenses, para así imitar la tónica de su jefe? Pero sería un error. La que debían hacer es ubicar a los asambleístas de manera permanente en cualquier cuartucho del ministerio de Gobierno en Quito, con Alberto Acosta como mensajero entre ese reducto y Carondelet.
Con ese ahorro, Correa y Patiño podrían continuar organizando otras bufonadas de respaldo al gobierno en los demás confines de la Patria, que “ya es de todos”, hasta que todos se cansen y decidan frenarlos para siempre.
Monday, January 21, 2008
Friday, January 11, 2008
EL MIEDO A CORREA
Da la impresión, al observar lo que ocurre en el Ecuador, de que quienes están en desacuerdo con el presidente Rafael Correa se abstienen de tomar decisiones para frenarlo simplemente porque le tienen miedo.
No está claro miedo a qué. Pero esa actitud es visible en los empresarios, en algunos políticos, en los periodistas. Si bien razonan muchas veces con brillantez para denunciar los abusos del caudillo, no dan el paso adelante hacia las acciones.
Dirigentes de algunos gremios empresariales, por ejemplo, sostuvieron con acierto que la reforma tributaria era inaplicable por injusta y porque fue aprobada por una asamblea no autorizada para hacerlo. Anunciaron un boicot, pero a última hora se arrepintieron.
En Guayaquil dijeron que pagarían los nuevos impuestos “bajo protesta” y que iniciarían un proceso para que se declare ilegal a la reforma. Todos saben que ese proceso no llegaría a ninguna parte, pues todos los organismos de reclamo están bajo control de Correa.
En Quito, el dirigente gremial respectivo llegó a la extrema ingenuidad de decir que si bien acatarán la ley tributaria, la denunciarán por violatoria de los derechos humanos ante…la OEA. Este organismo, ahora dirigido por un inepto, si llega la demanda la descartará con una sonrisa, por no ser tema de su competencia.
El caos político, jurídico e institucional que se acrecienta en el Ecuador solo podrá ser evitado por los ecuatorianos. Ni siquiera cabría pedir la ayuda al mediador de moda, el presidente venezolano Hugo Chávez, porque él y Correa son clones ideológicos, junto a Ortega de Nicaragua y Tiro Fijo de las FARC.
En cuanto a los periodistas, hay que admitir y elogiar los excelentes análisis que muchos de ellos han vertido en sus columnas sobre las contradicciones y excesos de Correa. Pero es lamentable que, enfrentados con él en una entrevista, se acoquinen y eviten hacerle pregunta sobre tantas vaguedades que da como respuestas.
Correa repite sin tregua que la “prensa” es mediocre. ¿Cuál es su definición de mediocre? En días recientes ha dicho que los medios de comunicación han sustituido a los partidos políticos que él pulverizó. Se escuda en frases como “algunos medios” o “con algunas excepciones”. Nadie le exige que tenga la entereza de especificarlos.
La asociación de dueños de medios, AEDP, se ha silenciado. Como ningún portavoz ha dado ninguna explicación, es deducible que lo han hecho por temor. ¿Tienen rabo de paja algunos de ellos, todos, ninguno? Y si lo tienen en cualquier grado ¿creen que la viperina lanza fuegos de Correa llegue a quemarles dicha paja?
Esa misma organización ha enmudecido ante las incontables acusaciones sin pruebas que el gobernante ha esparcido contra varios (o todos) de sus miembros en torno a la supuesta complicidad con los bancos y demás empresarios para distorsionar los objetivos, hechos y declaraciones del gobierno. La oligarquía (con la prensa como su portavoz), ha dicho, ha reemplazado de facto a la partidocracia.
Un canal de TV, que por excepción fue identificado por Correa, tardó días en desmentir acusaciones de que no paga impuestos por fraude. Demostró que no los pagó porque experimentó pérdidas. El mandatario no les cree y a esa canal y a otros empresarios les aplicará un impuesto presuntivo a las ganancias, aunque no las logren.
Algunos asambleístas no oficialistas también están en “denial”, esto es, en actitud de negar los hechos y la verdad de los hechos. Se contentan con decir que han influido para que el proyecto tributario original sea aprobado con algunos cambios “importantes” como bajar el impuesto a las herencias del 70% propuesto, a “solo” 35%.
Si esa sensación de complacencia es sincera, entonces el bloque asambleísta no oficialista ha caído en la trampa de Correa y se ha convertido en cómplice de sus actos dictatoriales que aplica a través de la asamblea, como si ésta fuese una oficina lateral del ministerio de gobierno para el trámite de sus caprichos.
El bloque de oposición debería renunciar. De otro modo pasarán a la historia como lo que aparece que son: parte activa de una Asamblea espuria. Dos asambleístas ya dimitieron por razones de este tipo. Se anuncia que Álvaro Noboa y su mujer serán destituidos por negarse al pago de una multa impuesta por otra agencia dócil al gobierno, el Tribunal Electoral.
¿Qué esperan los de la oposición? Es evidente que carecen de fuerza ante a la mayoría, como lo demuestran la aprobación de la ley tributaria o el fiasco de Dayuma o la más reciente afrenta antidemocrática de Correa de prohibir el tránsito de los alcaldes hacia la ciudad de Montecristi.
Una demanda de inconstitucionalidad por los “plenos poderes” que asumió la Asamblea fue negada por el Tribunal de Garantías Constitucionales, sin necesidad de consultar al Gobierno. Ahora la Asamblea estudia el proyecto para “blindar” a esta entidad y al Ejecutivo frente a futuros reclamos por sus acciones y resoluciones. ¿Qué papel pretenden jugar los oposicionistas en esta zarzuela?
En un discurso ante periodistas titulados y agremiados, el presidente Correa presentó un cuento de hadas sobre la economía en el primer año de su administración. Manipuló cifras, distorsionó conceptos, pidió disculpas por usar por momentos lenguaje técnico o “kikuyesco” y tuvo la desfachatez de sostener que en el 2007 el crecimiento económico en el Ecuador no fue del 2.6%, de los más bajos en Latinoamérica, sino del 4.4%. Claro, no explicó nada.
Ningún periodista le planteó preguntas o no se las incluyó en las reseñas. Por tanto, nadie le hizo notar que lo único que creció en el 2007 fue la burocracia y el gasto fiscal. El número de burócratas pasó de 310.412 a 321.196. Este año el pago de sueldos será de 3.477 millones de dólares, equivalente al 34% del Presupuesto General.
Por allí se añade el dato de que el repetitivo uso de los Decretos Leyes de Emergencia por parte de Correa le significó al fisco un gasto fuera de Presupuesto de 675 millones de dólares, que nadie fiscalizará. ¿O querrán hacerlo los asambleístas de oposición? Pero ¿dónde? ¿Ante la OEA?
El presidente Chávez logró de su coideario Tiro Fijo la liberación de dos rehenes. Todo el mundo está feliz de que esos pobres seres humanos hayan alcanzado la libertad. Pero todo el mundo reflexiona, también, que aún hay 3.000 ciudadanos más detenidos por la FARC como rehenes en espera de rescate pecuniario o político.
Chávez, con su ego multiplicado ad infinitum por sus fans de dentro y fuera de Venezuela ha sugerido hoy que a las FARC y FLN se les retire el calificativo de terroristas y se los cambie, como quiere Rafael Correa, por el de luchadores por la libertad o insurgentes. La respuesta está implícita en la lectura del relato hecho por una de las rehenes liberadas a Radio Caracol y que transcribe el diario El Universo.
¿Dónde están los “defensores de los derechos humanos” que tantas lágrimas de protesta derramaron cuando se divulgaron las fotografías del maltrato a los terroristas apresados en la cárcel de Abu Ghraib el Irak? No dirán nada, porque las FARC, Chávez y Correa están unidos con ellos en la "lucha bolivariana" contra el imperialismo yanqui… (A propósito, todos los jefes militares acusados de abuso en la prisión iraquí, acaban de ser exculpados oficialmente por los tribunales respectivos, tras 4 años de juicios)
No está claro miedo a qué. Pero esa actitud es visible en los empresarios, en algunos políticos, en los periodistas. Si bien razonan muchas veces con brillantez para denunciar los abusos del caudillo, no dan el paso adelante hacia las acciones.
Dirigentes de algunos gremios empresariales, por ejemplo, sostuvieron con acierto que la reforma tributaria era inaplicable por injusta y porque fue aprobada por una asamblea no autorizada para hacerlo. Anunciaron un boicot, pero a última hora se arrepintieron.
En Guayaquil dijeron que pagarían los nuevos impuestos “bajo protesta” y que iniciarían un proceso para que se declare ilegal a la reforma. Todos saben que ese proceso no llegaría a ninguna parte, pues todos los organismos de reclamo están bajo control de Correa.
En Quito, el dirigente gremial respectivo llegó a la extrema ingenuidad de decir que si bien acatarán la ley tributaria, la denunciarán por violatoria de los derechos humanos ante…la OEA. Este organismo, ahora dirigido por un inepto, si llega la demanda la descartará con una sonrisa, por no ser tema de su competencia.
El caos político, jurídico e institucional que se acrecienta en el Ecuador solo podrá ser evitado por los ecuatorianos. Ni siquiera cabría pedir la ayuda al mediador de moda, el presidente venezolano Hugo Chávez, porque él y Correa son clones ideológicos, junto a Ortega de Nicaragua y Tiro Fijo de las FARC.
En cuanto a los periodistas, hay que admitir y elogiar los excelentes análisis que muchos de ellos han vertido en sus columnas sobre las contradicciones y excesos de Correa. Pero es lamentable que, enfrentados con él en una entrevista, se acoquinen y eviten hacerle pregunta sobre tantas vaguedades que da como respuestas.
Correa repite sin tregua que la “prensa” es mediocre. ¿Cuál es su definición de mediocre? En días recientes ha dicho que los medios de comunicación han sustituido a los partidos políticos que él pulverizó. Se escuda en frases como “algunos medios” o “con algunas excepciones”. Nadie le exige que tenga la entereza de especificarlos.
La asociación de dueños de medios, AEDP, se ha silenciado. Como ningún portavoz ha dado ninguna explicación, es deducible que lo han hecho por temor. ¿Tienen rabo de paja algunos de ellos, todos, ninguno? Y si lo tienen en cualquier grado ¿creen que la viperina lanza fuegos de Correa llegue a quemarles dicha paja?
Esa misma organización ha enmudecido ante las incontables acusaciones sin pruebas que el gobernante ha esparcido contra varios (o todos) de sus miembros en torno a la supuesta complicidad con los bancos y demás empresarios para distorsionar los objetivos, hechos y declaraciones del gobierno. La oligarquía (con la prensa como su portavoz), ha dicho, ha reemplazado de facto a la partidocracia.
Un canal de TV, que por excepción fue identificado por Correa, tardó días en desmentir acusaciones de que no paga impuestos por fraude. Demostró que no los pagó porque experimentó pérdidas. El mandatario no les cree y a esa canal y a otros empresarios les aplicará un impuesto presuntivo a las ganancias, aunque no las logren.
Algunos asambleístas no oficialistas también están en “denial”, esto es, en actitud de negar los hechos y la verdad de los hechos. Se contentan con decir que han influido para que el proyecto tributario original sea aprobado con algunos cambios “importantes” como bajar el impuesto a las herencias del 70% propuesto, a “solo” 35%.
Si esa sensación de complacencia es sincera, entonces el bloque asambleísta no oficialista ha caído en la trampa de Correa y se ha convertido en cómplice de sus actos dictatoriales que aplica a través de la asamblea, como si ésta fuese una oficina lateral del ministerio de gobierno para el trámite de sus caprichos.
El bloque de oposición debería renunciar. De otro modo pasarán a la historia como lo que aparece que son: parte activa de una Asamblea espuria. Dos asambleístas ya dimitieron por razones de este tipo. Se anuncia que Álvaro Noboa y su mujer serán destituidos por negarse al pago de una multa impuesta por otra agencia dócil al gobierno, el Tribunal Electoral.
¿Qué esperan los de la oposición? Es evidente que carecen de fuerza ante a la mayoría, como lo demuestran la aprobación de la ley tributaria o el fiasco de Dayuma o la más reciente afrenta antidemocrática de Correa de prohibir el tránsito de los alcaldes hacia la ciudad de Montecristi.
Una demanda de inconstitucionalidad por los “plenos poderes” que asumió la Asamblea fue negada por el Tribunal de Garantías Constitucionales, sin necesidad de consultar al Gobierno. Ahora la Asamblea estudia el proyecto para “blindar” a esta entidad y al Ejecutivo frente a futuros reclamos por sus acciones y resoluciones. ¿Qué papel pretenden jugar los oposicionistas en esta zarzuela?
En un discurso ante periodistas titulados y agremiados, el presidente Correa presentó un cuento de hadas sobre la economía en el primer año de su administración. Manipuló cifras, distorsionó conceptos, pidió disculpas por usar por momentos lenguaje técnico o “kikuyesco” y tuvo la desfachatez de sostener que en el 2007 el crecimiento económico en el Ecuador no fue del 2.6%, de los más bajos en Latinoamérica, sino del 4.4%. Claro, no explicó nada.
Ningún periodista le planteó preguntas o no se las incluyó en las reseñas. Por tanto, nadie le hizo notar que lo único que creció en el 2007 fue la burocracia y el gasto fiscal. El número de burócratas pasó de 310.412 a 321.196. Este año el pago de sueldos será de 3.477 millones de dólares, equivalente al 34% del Presupuesto General.
Por allí se añade el dato de que el repetitivo uso de los Decretos Leyes de Emergencia por parte de Correa le significó al fisco un gasto fuera de Presupuesto de 675 millones de dólares, que nadie fiscalizará. ¿O querrán hacerlo los asambleístas de oposición? Pero ¿dónde? ¿Ante la OEA?
El presidente Chávez logró de su coideario Tiro Fijo la liberación de dos rehenes. Todo el mundo está feliz de que esos pobres seres humanos hayan alcanzado la libertad. Pero todo el mundo reflexiona, también, que aún hay 3.000 ciudadanos más detenidos por la FARC como rehenes en espera de rescate pecuniario o político.
Chávez, con su ego multiplicado ad infinitum por sus fans de dentro y fuera de Venezuela ha sugerido hoy que a las FARC y FLN se les retire el calificativo de terroristas y se los cambie, como quiere Rafael Correa, por el de luchadores por la libertad o insurgentes. La respuesta está implícita en la lectura del relato hecho por una de las rehenes liberadas a Radio Caracol y que transcribe el diario El Universo.
¿Dónde están los “defensores de los derechos humanos” que tantas lágrimas de protesta derramaron cuando se divulgaron las fotografías del maltrato a los terroristas apresados en la cárcel de Abu Ghraib el Irak? No dirán nada, porque las FARC, Chávez y Correa están unidos con ellos en la "lucha bolivariana" contra el imperialismo yanqui… (A propósito, todos los jefes militares acusados de abuso en la prisión iraquí, acaban de ser exculpados oficialmente por los tribunales respectivos, tras 4 años de juicios)
Sunday, January 6, 2008
CORREA Y LOS ASESINOS DE LA FARC
Asombra la propaganda con que se rodeó al fallido intento de las FARC para liberar a 3 de los 3.143 rehenes que mantiene desde hace muchos años en algún sitio o sitios de la jungla colombiana.
La propaganda fue promovida, por supuesto, por el presidente venezolano Hugo Chávez y sus seguidores, entre ellos Rafael Correa de Ecuador. Chávez quería aparecer como el gran humanista y líder del socialismo del siglo XXI, que intercedió con éxito para liberar a los secuestrados.
El presidente Álvaro Uribe se ha mostrado siempre renuente a negociar con los narcoterroristas (que asesinaron a su padre), en la convicción de que hacerlo sería subyugarse ante un grupo fuera de la ley. Pero tuvo que ceder debido a la presión internacional y de los familiares de las víctimas.
Aceptó que Chávez, con ideología afín a la de la FARC (que busca, como él, implantar en América Latina su socialismo siglo XXI), mantenga un diálogo con los jefes de la entidad terrorista para obtener la libertad de algunos rehenes clave.
Uribe fijó reglas soberanas. Entre ellas, que las consultas sobre el avance del diálogo de Chávez se hicieran exclusivamente con él y no con terceros. Chávez incumplió al hablar directamente no con él sino con jefes militares de Colombia.
Ante ello, Uribe dio por terminado el intento. La maquinaria propagandística acusó al mandatario colombiano de haber buscado deliberadamente el fracaso. Se lo calificó de inhumano, de siervo del imperialismo yanqui y demás epítetos izquierdistas.
Nuevamente hubo presión y Uribe aceptó que se reanude el diálogo liderado por Chávez. Esta vez, la maquinaria propagandística cantó victoria y para solemnizar la ceremonia de entrega de los 3 secuestrados en algún lugar de la selva colombiana, se invitó a devotos del caudillo venezolano, inclusive el ex presidente de Argentina, aún en el poder a través de su mujer.
Y, por cierto, a delegados de los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Por este país concurrió Gustavo Larrea, el ministro de gobierno al que Correa canceló por inepto en el manejo de las protestas en la zona oriental de Dayuma, que culminó con el aplastamiento militar ordenado dictatorialmente por el gobernante ecuatoriano.
Pero toda la tragicomedia se frustró a última hora, justo cuando los apologistas de Chávez se aprestaban a abordar los helicópteros para asistir a gran ceremonia final de la entrega de rehenes. ¿La causa? Una mentira más de la FARC, esta vez motivada por un niño, el ahora célebre Emanuel.
El niño era uno de los 3 rehenes a ser liberados por el acuerdo con Chávez. Pero resulta que el niño, nacido de Clara Rojas y un terrorista, había sido devuelto por la guerrilla tiempo atrás debido a que las FARC no quieren tener a los niños fruto de las relaciones voluntarias o no de su gente.
Los niños incomodan. La FARC no los quiere, a menos que sean rehenes y puedan rendir ganancias pingües con los pagos por sus rescates. Para evitar nacimientos, exigen la toma de anticonceptivos a niñas tan tiernas como de 12 años. Si el embarazo se produce, la madre debe abortar o morir. Si de todos modos hay el nacimiento de una criatura, un consejo decide si mantenerlo con vida o no. Si sobrevive, es expulsado. Tal fue el caso de Emanuel. Si el niño regresa a ver a sus padres, se lo ejecuta.
La intentona de Chávez ha fracasado, una vez que las autoridades colombianos probaron con exámenes DNA que el niño era realmente Emanuel. La FARC admitió el hecho, aún cuando ha declarado que Emanuel no fue liberado sino “secuestrado” por el gobierno de Uribe.
Si la mediación de Chávez culminaba con la liberación de los rehenes, la propaganda chavista la habría magnificado como otra gran conquista del filósofo del socialismo del siglo XXI y como una derrota para el gobierno pro yanqui de Uribe. Pero ¿de qué tenían o hubieran tenido que ufanarse Chávez y sus “fans”?
Según datos oficiales que publica el diario The Miami Herald, las FARC han apresado solo desde 1996 a 23.401 personas. De éstas, 12.981 han quedado libres previo el pago del rescate y otras 3.143 aún permanecen detenidas. El 79.7% es masculino, con edades entre 30 y 65 años.
Hay otras cifras: aunque se desconoce la ocupación del 28%, se sabe que el 11.8% tenía pequeños negocios o tiendas, el 10.9% es de niños y el 6.4$ es de gente que vivía de salarios. Además, hay un 4.5% de empleados públicos y 4.1% de hacendados.
En otras palabras, estos bandoleros que dicen luchar por mejorar la condición de la vida de los colombianos, en realidad los atormentan: apresan, matan y extorsionan a gente común. Para aumentar sus ingresos se han aliado a los narcotraficantes y juntos cometen crímenes de terror desde hace ya 50 años, casi tantos como los que tiene Fidel Castro en Cuba.
Rafael Correa jamás ha condenado a las FARC. Inclusive anunció que no los llamaría por su nombre, narcoterroristas, sino como luchadores por la libertad. Hubo una sola y breve discrepancia, cuando acusó a la FARC por los disturbios de Dayuma. Pero fue efímera, pues no vaciló en enviar a Larrea para que se sume al coro apologético de Chávez en Colombia.
Las fuerzas armadas en el Ecuador nada han dicho sobre el tema. Están sometidas en todo a Correa y sus no ocultos propósitos de conducir al país al socialismo del siglo XXI. ¿Estarán preparados para cuando llegue el socialismo y se conviertan en el nuevo Ejército Rojo como instrumento clave para la Revolución?
Correa sigue arrasando con toda oposición. De modo muy sagaz, adula a los militares con la entrega de las obras públicas viales y el control de Petroecuador. Iguales acciones de adulo se observan con la Policía. El Congreso ya dejó de existir y en su lugar tiene una asamblea por completo dócil a sus deseos.
Ahora se propone el imposible ir más allá y eliminar el libre mercado en el comercio, la industria, la banca y la agricultura. Quiere que los precios no se auto regulen por efecto de la oferta y la demanda, sino por decreto. La inflación queda prohibida. Pero cuando el imposible se haga evidente, recurrirá a la represión para frenar el descontento y para ello cree que la fuerza pública lo ayudará sin chistar.
Pero pretender matar al mercado o ceñirlo a regulaciones fijas del Ejecutivo es un disparate. Pronto crecerán los precios como consecuencia de la falta de abastecimiento y la represión no conseguirá evitarlo. Pero si azuzará el malestar y la rebelión populares. No es especular con hipótesis, es una previsión basada en la historia.
Como pronosticando esta fatalidad, Correa ya habla de una conspiración contra él para desestabilizar al régimen. ¿Será una conspiración de los Estados Unidos, concretamente de GW Bush, como en Venezuela lo dice Chávez? Porque si él lo controla todo ¿quién conspira contra él? Ya liquidó a los partidos políticos. Desparecidos los partidos, ahora dice que la prensa es la que buscará sustituirlos para hacerle la oposición. Es otra de sus majaderías que no resiste el menor análisis.
Correa y su pandilla (¿no es de pandilleros colocar en uno y otro sitio a los protegidos, como lo ha hecho con Patiño, Larrea y otros ministros?) se verán pronto acorralados por los errores de sus acciones revanchistas contrarias al sentido común. Sobrevendrá más tarde o más temprano la crisis, el caos, la violencia y se repetirá la triste historia tantas veces vivida en Ecuador y otros países de la América Lastina que no logran madurar políticamente.
La propaganda fue promovida, por supuesto, por el presidente venezolano Hugo Chávez y sus seguidores, entre ellos Rafael Correa de Ecuador. Chávez quería aparecer como el gran humanista y líder del socialismo del siglo XXI, que intercedió con éxito para liberar a los secuestrados.
El presidente Álvaro Uribe se ha mostrado siempre renuente a negociar con los narcoterroristas (que asesinaron a su padre), en la convicción de que hacerlo sería subyugarse ante un grupo fuera de la ley. Pero tuvo que ceder debido a la presión internacional y de los familiares de las víctimas.
Aceptó que Chávez, con ideología afín a la de la FARC (que busca, como él, implantar en América Latina su socialismo siglo XXI), mantenga un diálogo con los jefes de la entidad terrorista para obtener la libertad de algunos rehenes clave.
Uribe fijó reglas soberanas. Entre ellas, que las consultas sobre el avance del diálogo de Chávez se hicieran exclusivamente con él y no con terceros. Chávez incumplió al hablar directamente no con él sino con jefes militares de Colombia.
Ante ello, Uribe dio por terminado el intento. La maquinaria propagandística acusó al mandatario colombiano de haber buscado deliberadamente el fracaso. Se lo calificó de inhumano, de siervo del imperialismo yanqui y demás epítetos izquierdistas.
Nuevamente hubo presión y Uribe aceptó que se reanude el diálogo liderado por Chávez. Esta vez, la maquinaria propagandística cantó victoria y para solemnizar la ceremonia de entrega de los 3 secuestrados en algún lugar de la selva colombiana, se invitó a devotos del caudillo venezolano, inclusive el ex presidente de Argentina, aún en el poder a través de su mujer.
Y, por cierto, a delegados de los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Por este país concurrió Gustavo Larrea, el ministro de gobierno al que Correa canceló por inepto en el manejo de las protestas en la zona oriental de Dayuma, que culminó con el aplastamiento militar ordenado dictatorialmente por el gobernante ecuatoriano.
Pero toda la tragicomedia se frustró a última hora, justo cuando los apologistas de Chávez se aprestaban a abordar los helicópteros para asistir a gran ceremonia final de la entrega de rehenes. ¿La causa? Una mentira más de la FARC, esta vez motivada por un niño, el ahora célebre Emanuel.
El niño era uno de los 3 rehenes a ser liberados por el acuerdo con Chávez. Pero resulta que el niño, nacido de Clara Rojas y un terrorista, había sido devuelto por la guerrilla tiempo atrás debido a que las FARC no quieren tener a los niños fruto de las relaciones voluntarias o no de su gente.
Los niños incomodan. La FARC no los quiere, a menos que sean rehenes y puedan rendir ganancias pingües con los pagos por sus rescates. Para evitar nacimientos, exigen la toma de anticonceptivos a niñas tan tiernas como de 12 años. Si el embarazo se produce, la madre debe abortar o morir. Si de todos modos hay el nacimiento de una criatura, un consejo decide si mantenerlo con vida o no. Si sobrevive, es expulsado. Tal fue el caso de Emanuel. Si el niño regresa a ver a sus padres, se lo ejecuta.
La intentona de Chávez ha fracasado, una vez que las autoridades colombianos probaron con exámenes DNA que el niño era realmente Emanuel. La FARC admitió el hecho, aún cuando ha declarado que Emanuel no fue liberado sino “secuestrado” por el gobierno de Uribe.
Si la mediación de Chávez culminaba con la liberación de los rehenes, la propaganda chavista la habría magnificado como otra gran conquista del filósofo del socialismo del siglo XXI y como una derrota para el gobierno pro yanqui de Uribe. Pero ¿de qué tenían o hubieran tenido que ufanarse Chávez y sus “fans”?
Según datos oficiales que publica el diario The Miami Herald, las FARC han apresado solo desde 1996 a 23.401 personas. De éstas, 12.981 han quedado libres previo el pago del rescate y otras 3.143 aún permanecen detenidas. El 79.7% es masculino, con edades entre 30 y 65 años.
Hay otras cifras: aunque se desconoce la ocupación del 28%, se sabe que el 11.8% tenía pequeños negocios o tiendas, el 10.9% es de niños y el 6.4$ es de gente que vivía de salarios. Además, hay un 4.5% de empleados públicos y 4.1% de hacendados.
En otras palabras, estos bandoleros que dicen luchar por mejorar la condición de la vida de los colombianos, en realidad los atormentan: apresan, matan y extorsionan a gente común. Para aumentar sus ingresos se han aliado a los narcotraficantes y juntos cometen crímenes de terror desde hace ya 50 años, casi tantos como los que tiene Fidel Castro en Cuba.
Rafael Correa jamás ha condenado a las FARC. Inclusive anunció que no los llamaría por su nombre, narcoterroristas, sino como luchadores por la libertad. Hubo una sola y breve discrepancia, cuando acusó a la FARC por los disturbios de Dayuma. Pero fue efímera, pues no vaciló en enviar a Larrea para que se sume al coro apologético de Chávez en Colombia.
Las fuerzas armadas en el Ecuador nada han dicho sobre el tema. Están sometidas en todo a Correa y sus no ocultos propósitos de conducir al país al socialismo del siglo XXI. ¿Estarán preparados para cuando llegue el socialismo y se conviertan en el nuevo Ejército Rojo como instrumento clave para la Revolución?
Correa sigue arrasando con toda oposición. De modo muy sagaz, adula a los militares con la entrega de las obras públicas viales y el control de Petroecuador. Iguales acciones de adulo se observan con la Policía. El Congreso ya dejó de existir y en su lugar tiene una asamblea por completo dócil a sus deseos.
Ahora se propone el imposible ir más allá y eliminar el libre mercado en el comercio, la industria, la banca y la agricultura. Quiere que los precios no se auto regulen por efecto de la oferta y la demanda, sino por decreto. La inflación queda prohibida. Pero cuando el imposible se haga evidente, recurrirá a la represión para frenar el descontento y para ello cree que la fuerza pública lo ayudará sin chistar.
Pero pretender matar al mercado o ceñirlo a regulaciones fijas del Ejecutivo es un disparate. Pronto crecerán los precios como consecuencia de la falta de abastecimiento y la represión no conseguirá evitarlo. Pero si azuzará el malestar y la rebelión populares. No es especular con hipótesis, es una previsión basada en la historia.
Como pronosticando esta fatalidad, Correa ya habla de una conspiración contra él para desestabilizar al régimen. ¿Será una conspiración de los Estados Unidos, concretamente de GW Bush, como en Venezuela lo dice Chávez? Porque si él lo controla todo ¿quién conspira contra él? Ya liquidó a los partidos políticos. Desparecidos los partidos, ahora dice que la prensa es la que buscará sustituirlos para hacerle la oposición. Es otra de sus majaderías que no resiste el menor análisis.
Correa y su pandilla (¿no es de pandilleros colocar en uno y otro sitio a los protegidos, como lo ha hecho con Patiño, Larrea y otros ministros?) se verán pronto acorralados por los errores de sus acciones revanchistas contrarias al sentido común. Sobrevendrá más tarde o más temprano la crisis, el caos, la violencia y se repetirá la triste historia tantas veces vivida en Ecuador y otros países de la América Lastina que no logran madurar políticamente.
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