La expresión del título, por su lenguaje, parece acomodarse al léxico vulgar del presidente ecuatoriano Rafael Correa. Pero está bien aplicada a las ilusiones de este personaje y su sicótico empeño por alinearse con jerarcas de la talla de Hugo Chávez, Fidel Castro y Mahmud Ahmadinejad para humillar al “imperio”, decadente según ellos, de los Estados Unidos.
Martín Pallares, editor político del diario El Comercio, publicó un análisis que explicaría porqué el Ecuador de Correa va a adherirse nuevamente a la OPEP, previo el pago de 5.7 millones de dólares de la deuda por cuotas no satisfechas, más el compromiso de la cuota anual de 1 millón de dólares anuales a futuro.
Según la nota, que cita informaciones de respaldo, el principal interesado en el retorno del Ecuador a la OPEP es el venezolano Chávez, quien además ha extendido una invitación a que se integren a Bolivia y a Angola, que ya está admitida. Quiere con ellos reforzar sus propuestas para endurecer el mercado petrolero mundial, a lo que se opone Arabia Saudita.
El precio del petróleo, por efectos reales de déficit en el abastecimiento de derivados y/o por especulación se aproxima a los 100 dólares por barril y podría llegar a más, como quisiera Chávez. Arabia Saudita es el socio fundador de mayor importancia en la organización, con una producción contenida de casi 10 millones de barriles por día (el Ecuador tiene menos de ½ millón de b/d).
Los árabes, encabezados por Arabia Saudita, lanzan al mercado la mayor parte del crudo de la OPEP, que en total alcanza los 30 millones de barriles diarios. El Irán produce 3.8 millones y Venezuela 6.7. El resto es producción árabe. ¿Qué papel puede jugar el Ecuador en ese exclusivo club fundado en 1960 para fijar los precios del crudo en el mercado, con manipulación de oferta que condena la Organización Mundial del Comercio?
Pallares dice que el propósito de Chávez con Correa es formar un frente de oposición a Arabia Saudita y su grupo, en sus políticas para controlar dentro de ciertos parámetros de pragmatismo la fijación de los precios reduciendo las cuotas de producción de los Estados miembros. De otro modo se agudizaría la especulación y podría generar impactos de impredecibles consecuencias en el mercado mundial, que perjudicaría a todos sin discrimen.
Chávez, “asesorado” por los economistas Correa y Castro, aparentemente eso es lo que busca, en el tonto pensamiento de que así ocasionará el descalabro del “imperio” norteamericano. Es pueril. Primero, porque Arabia Saudita no tolerará la verborrea anti norteamericana de Chávez, aún con el apoyo de su discípulo Correa. Y no la va a tolerar porque los intereses del mundo árabe petrolero están íntimamente vinculados a la economía global capitalista que encabeza USA.
Es impensable suponer que la campaña Chávez/Correa logre tener eco en la OPEC. Una escalada sin freno en los precios del crudo, si se produce, no tardaría en revertirse por presión no de la fuerza de las armas sino de las fuerzas del mercado. De ese mercado que Correa quiere erradicar de la conducta humana, al menos en el Ecuador.
En el peor de los casos, si Chávez no declina en su posición, es probable que se vea obligado a retirarse del organismo para formar algún grupo inofensivo con Irán y Ecuador, cuyo impacto en el mercado mundial pasaría desapercibido. La imaginaria salida de los 3 socios, sin embargo, sería edificante porque marcaría un nuevo debilitamiento de ese organismo en la economía mundial.
En 1960, cuando la OPEP fue creada, controlaba la oferta de crudo en un 65%. Ahora es de apenas el 40% y si desapareciera, los beneficiarios serían todos los consumidores del mundo. Sin el freno a la producción que ejerce este organismo, al que se adhieren otras naciones no socias como Noruega y México, la oferta mayor generaría una inmediato baja en el costo del producto en el mercado.
El influjo de la OPE, de todos modos va camino de disminuir por la presión principalmente en los Estados Unidos de reducir la dependencia del crudo de Medio Oriente y Venezuela mediante el desarrollo de fuentes energéticas alternativas como la eólica, los biocombustibles y, principalmente la nuclear, que cubre ya más del 50% del total de la demanda en países como Francia.
El alza de los precios del crudo en esta época se explica también por la demora en la construcción de refinerías en los Estados Unidos y otros lugares. En USA los ambientalistas, acogidos al nuevo credo de la izquierda (al cual se ha incorporado Correa), frenaron no solo la construcción de plantas nucleares sino también las refinadoras y las exploraciones en áreas “santuario”. La constatación de los nocivos efectos de esta oposición, ha liberado los esfuerzos empresariales en todos aquellos sectores.
La hipótesis de que el proceso se acelere y que, por alguna razón no predecible, se produjese ahora y ya un declive aparatoso y sostenido de los precios del petróleo en el mercado mundial, obraría milagros. Venezuela y su cantinflesca “revolución bolivariana” para implantar en ese país y en América Latina el socialismo del siglo XXI se escurrirían por el sifón de la historia. Chávez, sin los petrodólares que le han desquiciado la mente, se desplomaría como una muñeca de trapo. Y con él Ahmadinejad, Correa, Fidel.
Mientras tal no ocurra, países como el Ecuador deberían reflexionar mejor acerca de la industria petrolera y no adoptar poses histriónicas ni desafiantes contra las empresas que desarrollan esa industria. El gesto de Correa de modificar unilateralmente los contratos petroleros en el país, fue y es inaceptable. Repite que lo hizo porque el Ecuador es soberano y los recursos minerales son del Estado, con lo que insinúa que por esas razones puede rehacer los contratos en cualquier instante y cuando le venga en gana.
Nadie discute que el petróleo del subsuelo es y será de propiedad del Estado. Eso ocurría en Arabia desde tiempos inmemoriales, hasta cuando los descubrió la tecnología y el sentido empresarial de Occidente. Hasta esa fecha, los yacimientos estaban bajo tierra y en las arenas había nómadas o buscadores de perlas en las playas aledañas de Dubai, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita.
En el Ecuador sucedía lo mismo. Los ecuatorianos eran y son dueños de los yacimientos. Sospechaban de su existencia por las manchas de petróleo en Santa Elena y por las exploraciones iniciales en el Oriente de la Shell. Únicamente a partir de las inversiones en exploración y ulterior explotación el petróleo fluyó en Lago Agrio con la Texaco &Gulf y solo así los petrodólares comenzar a llenar las arcas fiscales.
Esta extracción fue exclusivamente fruto del esfuerzo del inversionista extranjero. Las ganancias que le significaron al fisco no sirvieron para cambiar la estructura productiva del país, como en Noruega, sino que hicieron a la economía más dependiente del Estado, dueño de esos recursos petroleros. El esquema no ha variado y los esfuerzos por transformarlo con fórmulas de apertura del mercado para alcanzar diversidad y competencia en la producción, no se aplicaron o se aplicaron viciosamente.
Correa acusa sin fundamento a un “neoliberalismo” que nunca se aplicó en el Ecuador, como la causa de todas las desgracias presentes, inclusive la de la emigración. Y ha prometido, en lugar de “la noche oscura del neoliberalismo”, la “luminosa esperanza” del socialismo del siglo XXI. Este socialismo no es sino un agravamiento del intervencionismo estatal en las actividades de la sociedad ecuatoriana y no solo en lo económico, sino en la educación, las comunicaciones, las costumbres, la manera de pensar.
Pero Correa sin petróleo, sería 0 a la izquierda. Se mofa de las petroleras que no quieran quedarse en el país, deseándoles “que les vaya lindo”. Las empresas llegan a Arabia, al Ecuador, a Angola no en plan de filantropía sino de negocio. Para ello acuerdan contratos con los gobiernos. Contratos libremente suscritos pero respetables por las partes. Las modificaciones tienen que ser aceptadas por las partes. Lo unilateral es quebrantamiento de la palabra y de la ley.
La asamblea constituyente, a estas alturas, se la ve más innecesaria que cuando fue propuesta por Correa en la campaña presidencial. Ahora gobierna dictatorialmente a través de los decretos leyes de emergencia, que se multiplican casi a diario. El último fue para el área de la educación. Ya lo hizo en vialidad, electricidad, salud, puertos. Tales decretos le facultan a actuar sin control ni freno para usar fondos fiscales. Los subsidios afloran sin ninguna contención y todos convienen en que no tienen ya ni siquiera justificativo político, pues todos los poderes han pasado ya bajo su control absoluto.
Correa se halla de visita en Italia. El Papa no lo ha recibido en Nápoles, como él planeaba. No debía recibirlo. Quien se alía con Ahmadinejad, no debería buscar al Papa, ni éste acepta su saludo. Ahmadinejad ha dicho repetidamente que exterminará al Estado de Israel. Y promueve, financia y arma a terroristas en Irak, Palestina, Líbano para que ataquen a judíos, civiles, niños, mujeres, ancianos. Dime con quién te alías, te diré quién eres. La Cristiandad no existiría sin el Judaísmo.
Y aunque no habló con el Papa, le extendió el consejo de que condene a los “terroristas ambientalistas” que causan el calentamiento global, que a juicio suyo constituye “el mayor peligro para la humanidad”. Obvio, se refiere a “terroristas” del primer mundo y fundamentalmente a los Estados Unidos. No a la China, India y otras naciones del tercer mundo como el Ecuador o México, que son los mayores contaminadores del planeta. ¿Qué país fue pionero en la defensa del medio ambiente y las zonas de reserva?: USA.
Correa contribuyó con la broma de que América Latina es la mayor proveedora de oxígeno en el mundo “y por ello no nos están dando nada (de dinero)”. Como experto economista podría diseñar con Chávez alguna fórmula de mercado para que los “gringos” y demás “explotadores” paguen unos dólares cada vez que llevan a sus pulmones el aire latinoamericano no contaminado…Aunque ello le acarrearía críticas por aludir al mercado.
En suma, imposible vaticinar hacia dónde va Correa con sus disparates. No ciertamente a la prosperidad para los ecuatorianos. Ni tampoco a la destrucción del “imperio” ni a la subyugación de la OPEP. Lo más probable es que conduzca al Ecuador a un muy temprano colapso fiscal que implique inflación, derrumbe de la dolarización en la que tanto sueña y una crisis de la que acaso no se salga sin un enorme y penoso sacrificio social.
No comments:
Post a Comment