Se ha pospuesto para dentro de por lo menos diez días el anuncio del ganador del concurso “Fake News” o “La Noticia Mentirosa” destacada del año 2017, promovido por el Presidente Donald J. Trump. El motivo de la dilación, ha dicho, obedece al enorme número de aspirantes.
Han sido tantos los reporteros de diarios, radio y televisión, así como de columnistas, que han dejado de lado las normas básicas del periodismo profesional, que acaso el mandatario opte por otorgar un premio colectivo a todos los medios generadores de “fake news,” que son la mayoría, salvo pocas excepciones.
Otrora respetables del periodismo como The New York Times, The Washington Post, CNN, MSNBC y otros de cobertura nacional han olvidado su papel de ser solo intermediarios entre personajes y hechos que generan noticias, para mutarse en intérpretes insertando la particular visión política del partido demócrata progresista.
La tradicional separación entre lo que es noticia y lo que es opinión se ha esfumado. Los hechos o se ignoran o se distorsionan, por lo cual quienes no se allanan a esta situación están obligados a recurrir a fuentes alternativas como FoxNews, ciertos comentaristas de radio, las redes sociales o las eventuales declaraciones “en vivo” de los protagonistas de los hechos.
La batalla contra Trump, republicano, por parte de los medios demócratas ha sido implacable e incesante desde que anunciara su candidatura en junio del 2015, hasta su victoria en noviembre del 2017 y luego durante la transicición hasta posesionarse el 20 de enero del 2017 y hasta último minuto en plenas funciones.
Otro líder sin la fortaleza de Trump no habría llegado ni siquiera a terciar en las elecciones primarias del GOP, menos a las finales de noviembre, tal ha sido la campaña anti Trump de los medios. Hasta último momento todos los agoreros demócratas, encabezados por el NYT, predecían que Hillary Clinton vencería con un margen no menor al 83%.
No fue así y el billonario de Manhattan se impuso en la mayoría de los 50 Estados con 304 votos electorales, realidad que se resisten a aceptar los demócratas y su red altoparlante de medios. Aún buscan descalificarlo y destituirlo con pretendidas farsas de colusión con los rusos, de acoso sexual y, últimamente, de inestabilidad mental o abiertamente de locura.
Para apoyar esta última estratagema se ingeniaron publicar un libro lleno de testimonios falsos supuestamente emitidos a un reportero canallesco que deambuló libremente dentro de la Casa Blanca. Más de un millón de ejemplares vendió a las pocas horas de entrar en circulación, dada la publicidad escandalosa que recibió en los medios afines.
Pero ese libro y las demás calumnias terminarán en el sifón del olvido. O, como en el caso de la colusión, se revertirán en contra de Hillary, según se está descubriendo en el curso de la investigación. En cuanto a la supuesta incapacidad para ejercer el cargo de Trump, la acusación se vaporizó esta tarde cuando el gobernante accedió a que los medios transmitieron en vivo y en directo el curso de una importante sesión de Gabinete.
Se trataba de una reunión convocada por él a líderes bicamerales de uno y otro partido para debatir temas relativos a la inmigración, incluídos el de los “dreamers” y la construcción del muro fronterizo con México. Durante 45 minutos el pueblo pudo observar directamente la conducción de tan delicados temas por quien lucía todo menos torpe, loco o desequilibrado.
Fueron 45 minutos de formidable exhibición de lo que es la democracia en los Estados Unidos. De lo que es un líder con cabal concepción de cómo opera dicha democracia y su división de poderes, contrariamente al mito que lo describe como autoritario, fascista, hitleriano. No cabe duda, ante la muralla de silencio y distorsión de los medios, Trump deberá seguir recurriendo al contacto directo por estas vías, Twitter y los “rallies” por todo el país.
Anoche asistió a la final de fútbol americano entre las universiades de Alabama y Georgia. Bajó al campo de juego y ante 71.000 espectadores en el estadio más lujoso del país (1.500 millones de dólares) se unió al canto del Himno Nacional junto a una gigantesca bandera de los Estados Unidos desplegada en el césped. La ovación fue sostenida y atronadora.
Los demócratas progresistas están más desconcertados que nunca. Ahora posan su mirada en Oprah, una comediante que ha hecho una fortuna de 3.000 millones de dólares en programas de TV y promoción de ventas de artículos, algunos espurios. Quieren que se postule a la Presidencia para competir con Trump “de igual a igual” en el 2020, dicen.
Siguen creyendo que Trump es eso, un comediante no calificado para Presidente. Aunque en menos de un año, haya comenzado a transformar al país con solo revertir los errores de su predecesor demócrata Obama.
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