El Pesidente Bill Clinton denigró a la Casa Blanca manteniendo sexo oral con la joven Monica Lowinsky en la Oficina Oval y lo negó bajo juramento. El intento del Congreso por interpelarlo y destituirlo fracasó pero luego la Asociación Nacional de Abogados le despojó de su título por perjuro.
Su affaire con la muchacha, que hacía una pasantía en la Casa Blanca, era una más de una cadena de abusos sexuales de Bill, que incluían violaciones que fueron denunciadas y que en algunos casos terminaron extrajudicialmente con transacciones financieras.
En todos los casos, su cónyuge Hillary criticó a las mujeres seducidas y no al agresor, calificándolas de “bimbos”. Uno y otra, además, se han visto involucrados en escándalos financieros, fraude, manipulación y abuso en las funciones públicas cuando les ha tocado desempeñar. Pero han seguido indemnes actuando en política.
Hillary perdió la nominación presidencial demócrata frente a Obama pero éste la nombró Secretaria de Estado. Desde allí, junto con Bill, se dio modos para colectar millonarios fondos para la Fundación Clinton de parte de gobiernos y corporaciones extranjeros, mediante el chantaje. Con ese dinero, ella y Bill estaban resueltos en llegar a la Casa Blanca.
Las maniobras de esos manejos fraudulentos se registraron en miles de emails que Hillary divulgaba y recibía desde un servidor privado en su domicilio en Washington, lo que prohibe la ley. Cuando fue pillada destruyó 33.000 emails y varios smartphones. El Director del FBI en el gobierno de Obama, James Comey, que simuló investigarla, la perdonó aduciendo que no halló en ella “malas intenciones”.
El segundo intento de Hillary para ganar la Presidencia fue considerada por ella y sus partidarios, incluída la prensa, como un paseo, como un paso marginal hacia una coronación segura. Surgió un pre candidato en la primaria, Bernie Sanders, socialista no afiliado al partido demócrata, que al comienzo Hillary lo aceptó como pieza para adornar de legalidad la victoria pre fabricada.
Cuando Bernie comenzó a tomar fuerza, aplicó las tenazas de la máquina Clinton de trituración. Monopolizó todos fondos del partido para si misma y fraguó toda suerte de embustes contra el rival, para debilitarlo. Los detalles de tanta ruindad comenzaron a traslucirse con el hacking de los emails de la dirección del partido por WikiLeaks y ahora una ex dirigente del partido lo confirma.
Donna Brazile sustituyó a Debbie Wasserman Schultz como directora del DNC, cuando fue expulsada por conspirar contra Sanders. Brazile era quien iba a entrevistar a Hillary en CNN durante la campaña y previamente le entregó las preguntas, contra toda norma profesional. Hoy denuncia que el partido estaba quebrado por Obama y Hillary, pero que calló porque los comicios estabab ad portas.
Las historias de Brazile, que se reúnen en un libro próximo a publicarse, son un catálogo de nuevas infracciones a la ley de los Clinton que serían motivo de escándalo mayúsculo en los medios, si provinieran del sector republicano. La semana pasada saltó la pus de un negocio sórdido para la venta del 20% del uranio estratégico de Estados Unidos a Rusia, en el 2010.
No ha habido eco. Como tampoco que la campaña de Hillary pagó más de 10 millones de dólares para que un ex agente del MI 6 británico elabore un “dossier” con falsedades sobre Trump, supuestamente en cooperación con el Kremlin y el apoyo del FBI. Ese “dossier”, falso, ha servido para erigir una triple investigación contra el Presidente por supuesta intromisión rusa en su favor en las elecciones.
La podredumbre de Hillary, Obama y el partido demócrata se transparentó con los emails de WikiLeaks, hackeados del servidor de John Podesta, jefe de campaña de la cuasi coronada reina. Los demócratas acusaron a Trump y a los rusos del hacking. Julian Assange, jefe de WikiLeaks dijo desde Londres que no fueron los rusos y que está dispuesto a revelar la identidad a cambio de la garantía de no ser extraditado a los Estados Unidos.
Casi no hay duda de quién o quiénes filtraron los emails de Podesta a Julian Assange: fueron demócratas próximos a Hillary y a la directiva del partido, hartos del hedor de las maniobras. Así se desprende de un reportaje de diciembre pasado que publicó el diario The Washington Times, según puede leerse en este link o enlace.
Aparte de Brazile, nadie se alarma por las fechorías de los Clinton, ni siquiera los que votaron por Sanders y no por ella. Ni tampoco Sanders, el socialista no demócrata, ha querido aventurarse a decir un comentario adverso. Por lo menos Elizabeth “Pokahontas” Warren admitió que Hillary manipuló las primarias en contra de Bernie, como siempre lo había sostenido Trump.
Hay quienes especulan que Hillary, como mafiosa que es, terminó dándole dinero a Sanders para que calle. Así se explicaría que al término de la campaña electoral, el “desprendido” socialista de Vermont haya comprado su tercera residencia, esta vez frente a un lago y a un costo de 600.000 dólares, donde podrá descansar luego de sus fatigosas campañas en favor de los pobres.
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