El Presidente Donald D.Trump pronunció su primer discurso esta mañana ante la Asamblea General de las Naciones Unidas luciendo como lo que realmente es: un líder transparente, que dice la verdad sin rodeos ni velos que maticen su impacto.
Advirtió al dictador comunista de Corea del Norte que si no renuncia a sus sueños de alcanzar un demencial poderío nuclear, no habrá otra opción que pulverizar a su país. El “hombre cohete”, dijo, está empeñado en una misión suicida que no se puede tolerar.
También sin circunloquios reiteró que el acuerdo de Obama con Irán debe ser anulado, pues permite a la dictadura teocrática de esa nación exportar la violencia y el terror en desmedro del bienestar de su pueblo, al tiempo que avanza el desarrollo de armas nucleares.
Singularizó igualmente a Venezuela como otro ejemplo del daño causado por la ideología socialista/comunista, que arrasa con las economías y las libertades donde quiera que se ha intentado imponerla. "El problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido pobremente aplicado, sino que haya sido aplicado con tanta fé", afirmó.
Recordó que las Naciones Unidas se crearon hace setenta años tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial, secuela de la Primera, con el fin de instaurar una paz y prosperidad duraderas en el planeta y que fueron los Estados Unidos el principal país promotor, albergue de su sede y el mayor contribuyente con más del 22% del presupuesto.
Pero se lamentó que los logros no han respondido a los postulados y que la abultada burocracia absorbe la mayor parte de los recursos. Exhortó, por tanto, a reformas administrativas y estratégicas inmediatas, a fin de trabajar en favor de la paz y el bienestar de los pueblos y no de unas ideologías en particular.
Aprovechó su discurso para recordar el 230 aniversario de la vigencia de la Constitución de los Estados Unidos, el documento político más coherente y estable en la historia de la humanidad. Sus principios sustantivos, dijo, son ejemplares en cuanto establecen que el poder y la soberanía de las naciones residen en sus pueblos.
Las Naciones Unidas deben guiarse por la misma norma, sugirió. Garantizar que en el mundo prevalezca la ley, el respeto a la soberanía popular, la libertad y la independencia, únicas vías conducentes a la prosperidad. La ideología que lo olvida e instaura en su lugar regímenes autocráticos, conlleva la ruina.
Consecuentemente, Trump anunció que no alteraría las restricciones comerciales con Cuba si no cambia la dictadura comunista y que estudia más sanciones a Venezuela, cuyo gobierno silenció al Congreso legal de oposición para convocar a una constituyente ad-hoc que endureciera más la dictadura.
Mientras el Presidente descuella en lo interno y externo, la oposición de los demócratas “progresistas” y sus medios de amplificación, los diarios y las televisoras afines, continúan en su infructuosa campaña por morder y zaherir a Trump como si fueran ratas hambrientas salidas en tropel de una cloaca.
La acusación de que ganó la Presidencia en noviembre con la ayuda de Putin languidece, aún cuando el encargado de la investigación sigue en su tarea de sabueso nombrando más y más abogados con sueldos altísimos. Pero hasta la fecha no lanza a publicidad ningún resultado. Para alentar a la ratas, surgió otro pretexto: el supuesto nazismo y supremacismo de Trump.
Stephen Colbert es un comediante de TV que animó el programa de entrega de premios Emmy. Se centró no en los artistas y sus méritos sino en Trump. Como en sus propios shows, lo volvió a tildar de nazi. Hace algunos años alguien propuso que se enviara al espacio una placa con la imagen y descripción de Colbert como el especimen humano más inteligente, para que algún día los ultraterrestres lo estudien.
Si en verdad es tanta la inteligencia de Colbert, de seguro que habrá leído y entendido la Constitución de los Estados Unidos. Y con seguridad sabrá que lo que Trump dijo hoy en las Naciones Unidos del documento, es algo que lo viene de decir constantemente desde que comenzó la campaña electoral en el 2015: que su principal propósito será vigilar que se restaure el cumplimiento de la Constitución.
¿Hay algo más distante en la concepción de gobierno que la que tiene un nazi, con la que tiene un defensor de la Constitución Americana? Para el nazi, el Estado lo es todo. Para el constitucionalista, el gobierno existe para garantizar las libertades individuales. ¿Si saben Colbert y quienes piensan como él que el nazi fascismo es secuencia del comunismo?
Hitler tenía en su escritorio la estatuilla de Mussolini. Mussolini fue comunista y Lenin lo tenía en alta estima. El partido de Hitler se llama en realidad nacional socialismo e igual “ismo” utiliiza el fascismo. Surgieron en Italia y Alemania cuando el comunismo de Lenin en Rusia se desvió por cauces según ellos no ortodoxos.
Comunistas, socialistas, progresistas, nazi fascistas tienen en común la creencia (la fé, que dijo Trump esta mañana) de que los problemas del hombre se solucionan con su subyugación a un Estado autocrático que no admite réplica, porque solo el Estado posee la verdad de lo que es bueno y malo para la comunidad.
Lo están demostrando los movimientos destructivos de hoy como el Antifa, Blacks Lives Matter y similares, que se oponen al diálogo y la discusión con quienes no piensan como ellos. ¿Trump fascista, Trump nazi, Trump supremacista? ¿Cómo ligar a ese Trump con el Trump constitucionalista?
Cuando esta estupidez también languidezca ¿qué otra surgirá para los de la oposición progresista, “luchadora por la libertad”, como alguien calificó al Antifa en Charlottville, cuando sus militantes embozados atacaban a palos a quienes se oponían a la demolición de una estatua del general Robert E. Lee?
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