Hace exactamente 26 años cayó el Muro de Berlín*. Comenzó a derruirse así la Unión Soviética que pretendió extender sus tentáculos más allá de la China Roja y los países detrás de la Cortina de Hierro, desencadenando guerras convencionales en Corea y Vietnam y la cuasi nuclear en Cuba.
Occidente no necesitó lanzar ni un solo disparo para precipitar la caída del imperio soviético. Bastó el liderazgo certero de Ronald Reagan, junto con el respaldo moral de la Primera Ministra Margaret Thatcher y del Papa Juan Pablo II para anular a la dictadura moscovita y animar a los alemanes a derrocar el muro de la infamia.
Por desgracia, si el Muro cayó y la URSS se disolvió, sigue campante por el mundo la ideología marxista/socialista que muchos creían se abolió luego de 1989. Paradógicamente, no es en la vieja órbita soviética donde reflorece la ideología sino en el campo opuesto, en el Occidente que supuestamente la derrotó.
Vladimir Putin no habla de restituir la desaparecida URSS, ni menos volver con ella a sus prácticas imperialistas. Lo que dijo es que la extinción de la URSS fue lamentable porque muchas de las repúblicas asociadas quedaron desprotegidas. Su deseo ahora es fortalecerlas unidas en una Federación Rusa, con una visión internacionalista distinta.
Eso lo dijo en una de las raras entrevistas de un periodista de Occidente a Putin, en 60 Minutes, pero ningún periodista lo ha destacado. Tampoco se ha puesto de relieve su defensa a valores típicamente occidentales, como el matrimonio tradicional, no al aborto, la libertad religiosa, la necesidad de frenar a toda costa al extremismo musulmán.
A más de un cuarto de siglo de la caída del Muro, ahora está en la Casa Blanca un presidente afín a la idología marxista, que protege al islamismo, que libera a los asesinos árabes de Guantánamo, que fomenta el aborto y el matrimonio gay y que considera a la democracia capitalista de Estados Unidos como la responsable principal de los males del globo.
Obama se negó a mantener tropas en Iraq hasta que se consolide el gobierno parlamentario/democrático y el caos sobrevino. Revivió el terrorismo islámico, se formó el ISIS pero se abstuvo de condenarlo y menos de suprimirlo. El ISIS creció, se expandió, se tomó Iraq, amenazó a Siria, hasta que intervino Putin.
El líder ruso, que sabe de los estragos del radicalismo musulmán por lo que sucedió en Chechnya, está liquidando al ISIS en operativos militares que Obama prohibió hacerlo a sus generales. Lo que si hizo es pactar con el Ayatola de Irán para permitirle seguir en sus planes de desarrollo de armas nucleares, logrando que se levanten las prohibiciones de la ONU en lo comercial, militar y financiero.
Mientras Obama está dispuesto a renunciar inclusive toda soberanía en favor de un control de Naciones Unidas a un supuesto sobrecalentamiento global por acciones del hombre, sobre todo del grupo de las naciones más ricas encabezadas por Estados Unidos, Putin se burla de esas teorías climáticas por la falta de sustento científico.
Los cambios climáticos, dice, son cíclicos y obedecen a variaciones solares y cósmicas que escapan al influjo del hombre. Pero si se avecina un ciclo de calor, añade, los rusos necesitaremos menos abrigos de pieles y las cosechas serán más ricas en granos. En todo caso, agregó, estamos muy por debajo de la cuota máxima de emisión de CO2 que pretenden aplicar.
Detrás de la muletilla del “calentamiento global” que ahora ha pasado a llamarse “cambio climático” (¿no lo hay siempre cada año, con las cuatro estaciones?), están los “liberals”, en cuyo DNA está impregnada la visión atrofiada del mundo a través del prisma marxista/socialista. Porque lo que proponen para “controlar” el cambio climático es...más impuestos.
Los impuestos se fijarían a nivel internacional, con dedicatoria a los países “más ricos y contaminantes” (otra gran falsedad, pues las tecnologías anti contaminantes se desarrollan y aplican en esos países), para que de ese modo un gobierno global en ciernes inice una más justa distribución de la riqueza en el mundo. Y se sancione a los culpables.
Es lo que quieren Obama y los socialistas/fascistas/utopistas de todas las edades y que insisten en hacerlo, pese a los repetidos fracasos. La pretensión de que un gobierno autoritario, nazi o bolchevique, teocrático o no teocrático, sea la mejor respuesta a las necesidades de un pueblo, tropieza con la realidad de la Historia.
De ahí que repugne que Bill Gates, el hombre más rico de la tierra, que ha hecho su fortuna con Microsoft, diga el disparate de que la solución al “cambio climático” no la tiene el capitalismo, “que es egoista”, sino el socialismo, “que es altruista”. Con fortuna tan descomunal ¿por qué no contrata a un mediano profesor de Historia para que le desasne?
Aceptar la teoría del cambio climático como un axioma es síntoma de decrepitud mental. En Francia han condenado a un académico por atreverse a cuestionarla. Los “liberals” son intolerantes, aborrecen del diálogo y la controversia. Son reencarnaciones de Torquemada, pero con esteroides.
¿Acaso Bill Gates prefiere la libertad académica, de inventiva e inversión que aún existe en los Estados Unidos, al socialismo de Cuba, de Corea del Norte o al que regía en la URSS? ¿Le gusta el sistema de China, acaso por el sistema obligatorio de natalidad, dado que él financia el aborto en todas sus formas, especialmente en el tercer mundo?
Una rápida mirada a las naciones prósperas de hoy revela que en todas la razón del progreso es un mayor grado de libertad y una menor intrusión del gobierno en las actividades de la gente. Lo opuesto, esto es, más y más regulaciones y restricciones gubernamentales y más y más impuestos, se resuelven en el estancamiento y pobreza de las naciones.
En Europa la situación es obvia como fruto de la socialización, agravada con la impotencia frente a la invasión árabe. Dentro de los Estados Unidos, los estados en virtual o potencial bancarrota son aquellos en los cuales los demócratas han gobernado: California, Michigan, Nueva York y ahora el estado asociado, Puerto Rico.
Obama, con la complicidad del Congreso, ha elevado la deuda pública a 20 trillones de dólares, que aumentará cuando las tasas de interés lleguen a los niveles reales contenidos artificialmente por la Reserva Federal. Hay 95 millones de desempleados, 46 millones con food stamps y en el frente externo, la iniciativa militar la ha cedido a Vladimir Putin.
Si Obama no es reemplazado en la Casa Blanca el próximo noviembre por alguien con la personalidad de un Donald Trump, la declinación del mundo libre se acelerará con impredecibles consecuencias. La idea del socialismo como fórmula salvadora solo pueden propiciarla quienes deliran o quienes traman asumir controles de un gobierno global para autómatas. Hace exactamente 26 años cayó el Muro de Berlín. Comenzó a derruirse así la Unión Soviética que pretendió extender sus tentáculos más allá de la China Roja y los países detrás de la Cortina de Hierro, desencadenando guerras convencionales en Corea y Vietnam y la cuasi nuclear en Cuba.
Occidente no necesitó lanzar ni un solo disparo para precipitar la caída del imperio soviético. Bastó el liderazgo certero de Ronald Reagan, junto con el respaldo moral de la Primera Ministra Margaret Thatcher y del Papa Juan Pablo II para anular a la dictadura moscovita y animar a los alemanes a derrocar el muro de la infamia.
Por desgracia, si el Muro cayó y la URSS se disolvió, sigue campante por el mundo la ideología marxista/socialista que muchos creían se abolió luego de 1989. Paradógicamente, no es en la vieja órbita soviética donde reflorece la ideología sino en el campo opuesto, en el Occidente que supuestamente la derrotó.
Vladimir Putin no habla de restituir la desaparecida URSS, ni menos volver con ella a sus prácticas imperialistas. Lo que dijo es que la extinción de la URSS fue lamentable porque muchas de las repúblicas asociadas quedaron desprotegidas. Su deseo ahora es fortalecerlas unidas en una Federación Rusa, con una visión internacionalista distinta.
Eso lo dijo en una de las raras entrevistas de un periodista de Occidente a Putin, en 60 Minutes, pero ningún periodista lo ha destacado. Tampoco se ha puesto de relieve su defensa a valores típicamente occidentales, como el matrimonio tradicional, no al aborto, la libertad religiosa, la necesidad de frenar a toda costa al extremismo musulmán.
A más de un cuarto de siglo de la caída del Muro, ahora está en la Casa Blanca un presidente afín a la idología marxista, que protege al islamismo, que libera a los asesinos árabes de Guantánamo, que fomenta el aborto y el matrimonio gay y que considera a la democracia capitalista de Estados Unidos como la responsable principal de los males del globo.
Obama se negó a mantener tropas en Iraq hasta que se consolide el gobierno parlamentario/democrático y el caos sobrevino. Revivió el terrorismo islámico, se formó el ISIS pero se abstuvo de condenarlo y menos de suprimirlo. El ISIS creció, se expandió, se tomó Iraq, amenazó a Siria, hasta que intervino Putin.
El líder ruso, que sabe de los estragos del radicalismo musulmán por lo que sucedió en Chechnya, está liquidando al ISIS en operativos militares que Obama prohibió hacerlo a sus generales. Lo que si hizo es pactar con el Ayatola de Irán para permitirle seguir en sus planes de desarrollo de armas nucleares, logrando que se levanten las prohibiciones de la ONU en lo comercial, militar y financiero.
Mientras Obama está dispuesto a renunciar inclusive toda soberanía en favor de un control de Naciones Unidas a un supuesto sobrecalentamiento global por acciones del hombre, sobre todo del grupo de las naciones más ricas encabezadas por Estados Unidos, Putin se burla de esas teorías climáticas por la falta de sustento científico.
Los cambios climáticos, dice, son cíclicos y obedecen a variaciones solares y cósmicas que escapan al influjo del hombre. Pero si se avecina un ciclo de calor, añade, los rusos necesitaremos menos abrigos de pieles y las cosechas serán más ricas en granos. En todo caso, agregó, estamos muy por debajo de la cuota máxima de emisión de CO2 que pretenden aplicar.
Detrás de la muletilla del “calentamiento global” que ahora ha pasado a llamarse “cambio climático” (¿no lo hay siempre cada año, con las cuatro estaciones?), están los “liberals”, en cuyo DNA está impregnada la visión atrofiada del mundo a través del prisma marxista/socialista. Porque lo que proponen para “controlar” el cambio climático es...más impuestos.
Los impuestos se fijarían a nivel internacional, con dedicatoria a los países “más ricos y contaminantes” (otra gran falsedad, pues las tecnologías anti contaminantes se desarrollan y aplican en esos países), para que de ese modo un gobierno global en ciernes inice una más justa distribución de la riqueza en el mundo. Y se sancione a los culpables.
Es lo que quieren Obama y los socialistas/fascistas/utopistas de todas las edades y que insisten en hacerlo, pese a los repetidos fracasos. La pretensión de que un gobierno autoritario, nazi o bolchevique, teocrático o no teocrático, sea la mejor respuesta a las necesidades de un pueblo, tropieza con la realidad de la Historia.
De ahí que repugne que Bill Gates, el hombre más rico de la tierra, que ha hecho su fortuna con Microsoft, diga el disparate de que la solución al “cambio climático” no la tiene el capitalismo, “que es egoista”, sino el socialismo, “que es altruista”. Con fortuna tan descomunal ¿por qué no contrata a un mediano profesor de Historia para que le desasne?
Aceptar la teoría del cambio climático como un axioma es síntoma de decrepitud mental. En Francia han condenado a un académico por atreverse a cuestionarla. Los “liberals” son intolerantes, aborrecen del diálogo y la controversia. Son reencarnaciones de Torquemada, pero con esteroides.
¿Acaso Bill Gates prefiere la libertad académica, de inventiva e inversión que aún existe en los Estados Unidos, al socialismo de Cuba, de Corea del Norte o al que regía en la URSS? ¿Le gusta el sistema de China, acaso por el sistema obligatorio de natalidad, dado que él financia el aborto en todas sus formas, especialmente en el tercer mundo?
Una rápida mirada a las naciones prósperas de hoy revela que en todas la razón del progreso es un mayor grado de libertad y una menor intrusión del gobierno en las actividades de la gente. Lo opuesto, esto es, más y más regulaciones y restricciones gubernamentales y más y más impuestos, se resuelven en el estancamiento y pobreza de las naciones.
En Europa la situación es obvia como fruto de la socialización, agravada con la impotencia frente a la invasión árabe. Dentro de los Estados Unidos, los estados en virtual o potencial bancarrota son aquellos en los cuales los demócratas han gobernado: California, Michigan, Nueva York y ahora el estado asociado, Puerto Rico.
Obama, con la complicidad del Congreso, ha elevado la deuda pública a 20 trillones de dólares, que aumentará cuando las tasas de interés lleguen a los niveles reales contenidos artificialmente por la Reserva Federal. Hay 95 millones de desempleados, 46 millones con food stamps y en el frente externo, la iniciativa militar la ha cedido a Vladimir Putin.
Si Obama no es reemplazado en la Casa Blanca el próximo noviembre por alguien con la personalidad de un Donald Trump, la declinación del mundo libre se acelerará con impredecibles consecuencias. La idea del socialismo como fórmula salvadora solo pueden propiciarla quienes deliran o quienes traman asumir controles de un gobierno global para autómatas.
* El Muro de Berlín fue demolido el 9 de noviembre de 1989
* El Muro de Berlín fue demolido el 9 de noviembre de 1989
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