Parece no querer entenderse que Putin estaba mofándose de Barack Hussein Obama, quien a inicios de su mandato en la Casa Blanca y aún en la campaña electoral, se autoproclamó príncipe de la paz y campeón de los pueblos oprimidos, a los cuales prometió redimir de los imperialismos, incluído el de los Estados Unidos.
Putin, en su artículo, censura a Obama precisamente por pretender hacer lo contrario de lo que prometió: lanzar una guerra contra Siria donde se libra una fiera guerra civil que ha ocasionado la muerte de más de 100 mil ciudadanos. Pero ese genocidio, perpetrado durante dos años de guerra, no fue lo que motivó la decisión de Obama.
Lo que le conmovió fue la muerte de 1.500 personas, entre ellas unos 400 niños, por uso de gases químicos no se sabe si por Assad o por los rebeldes que buscan derrocarlo. Obama había dicho que si las muertes con armas convencionales seguían, respetaría el estatus quo. Pero que si las víctimas caían por gases y no por balas, las perspectivas cambiarían.
Obama, hasta la fecha, ha intentado hacer equilibrios entre su imagen de paz y de pacificador (incluso le dieron el Nobel de la Paz tan pronto se posesionó) y la del antimilitarista que aprendió a serlo en su adolescencia adoctrinado por mentores marxistas. Atacaré, dijo, pero solo por horas, quizás un par de días y no pondré soldados en tierra.
La propuesta era ridícula, pero amenazante. En un comienzo dijo que actuaría solo, sin autorización del Congreso. El Presidentre podría hacerlo, pero solo en casos de urgencia que afecten a la seguridad nacional y sujeto a la ulterior aprobación de la Legislatura: lo de Siria no era ni es un caso de inminente amenaza contra la seguridad nacional. Fue entonces que Obama dijo no, el Congreso tiene que darme el visto bueno.
Ni todos los demócratas lo respaldaron. En cuanto a las encuestas, casi tres cuartas partes rechazan la intervención militar. Los acérrimos obamistas censuraron a los republicanos, diciendo que en el caso de Afganistán e Irak, no vacilaron en apoyar a Bush. Claro, las evidencia eran claras: los musulmanes habían declarado la guerra con sus ataques del 9/11.
Bush tuvo el respaldo de 50 países para su guerra y 34 de ellos enviaron contingentes militares al frente de batalla. Obama no ha tenido un solo aliado que lo secunde, ni siquiera Francia. David Cameron, el premier biritánico, quiso alinearse con Obama como antes Tony Blair lo hizo con Bush, pero fracasó: el Parlamento le negó el voto, algo sin antecedentes en la historia de esa nación.
El panorama se tornó turbio para Obama. No había respaldo internacional ni nacional para su aventura, entre las múltiples razones por la de no contar con un plan de victoria que lo justifique. Con una andanada de mísiles ¿qué es lo que podría conseguirse, aparte de más muertes? ¿Deponer a Assad o disuadirlo a usar armas bioquímicas, si es que él las usó? ¿Fortalecer a los rebeldes de Al Qaeda o debilitarlos?
Cuando parecía que la única solución para librarse de una histórica derrota política habría sido ordenar a los demócratas del Congreso bloquear la votación por cualquier razón y preparar alguno de sus discursos retóricos para decir, seguramente, que él optaba por no atacar “porque es el ungido príncipe de la paz” o algo por el estilo.
Fue entonces que Putin salió en su rescate. Mira, Obama, pareció decirle, estás en un aprieto y aquí tengo la solución: le pediré a mi protegido Assad que renuncie al uso de las armas químicas (Putin dice que no fue él quien las usó) y las entregue a los expertos de Naciones Unidos. Pero eso si, amigo, le habría dicho, tienes que jurar no atacar a Siria.
Obama respiró aliviado y aceptó las condiciones de Putin sin chistar. Ahora el canciller John Kerry, que dijo horrores de los soldados norteamericanos que peleaban en Vietnam para evitar el avance imperial del eje imperial Pekín-Moscú, inició los diálogos para el acuerdo con Siria. En un inicio dijo que las armas deberían ser entregadas en dos semanas, pero ahora se allana a un plazo mayor: un año.
Un diario libanés dijo que se observó el paso de enormes camiones desde Siria a Irak, sin inspección. Despierta la sospecha de que allí iban de regreso armas químicas y equipos que originalmente fueron enviados a Damasco por Hussein de Irak. Con ellas mató a 100.000 conciudadanos kurdos, sin la protesta de Obama ni de los demócratas de entonces.
En cambio este mismo team elogiaba hasta hace poco a Assad de Siria y tanto que el mismo Kerry, Hillary Clinton y la líder demócrata de la época en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, hicieron viaje expreso a la capital Siria para palmotear a Assad por su logros y reformas políticas. Todos ellos, si bien apoyaron a Bush en la guerra, luego lo repudiaron en el peor de los tonos.
Putin hace referencia a esa duplicidad de Obama y los suyos en el artículo del NYT. Antes pacifistas que condenaban las acciones militares de los Estados Unidos, ahora son los belicistas que quieren castigar al amigo antes admirado. Estados Unidos, país con el cual combatimos juntos contra el eje nazifascista, le recuerda Putin, ahora ha adquirido la postura de querer imponer su criterio solo a través de la fuerza.
Pero acaso lo que más ha irritado a los patriotas de esta nación es el último párrafo de Putin en el cual pone en duda el “excepcionalismo” de los Estados Unidos. Tras invocar a Dios, dice que éste creó a todos iguales, sin conceder cualidades excepcionales a ninguno. Es una verdad a medias pero ninguno menos indicado que Obama para explicar y defender ese concepto.
Porque fué él quien primero puso en duda el excepcionalismo de los Estados Unidos en los albores de su presidencia, cuando en Estrasburgo, Francia, un periodista británico le preguntó en el 2009 al respecto y contestó: USA es tan excepcional como excepcional es el Reino Unido o es Grecia. La pregunta aludía al discurso de Obama en El Cairo, cuando pidió perdón por los errores inferidos al mundo por los USA desde su formación.
Putin tiene razón al sostener que todas las naciones (y los humanos) son creados iguales, como reza la Declaración de Independencia de USA. Pero pocas naciones y pocos seres humanos han tenido el privilegio de desarrollar sus cualidades en libertad como en los Estados Unidos, por la rara coincidencia histórica que aglutinó a fines del siglo XVIII a seres de expecional talento que crearon una nación de excepcionales atributos para forjar una sociedad en libertad, que es hoy la más potente del mundo.
Ese marco ideológico, inalterado en su esencia desde 1776, es lo que hace excepcional a los Estados Unidos. Pero Obama no comparte esa opinión, pese a que últimamente haya querido disimular su opinión con frases sin resonancia. Frente a la pregunta lanzada por su áulico George Stephanopulus sobre el tema hoy en la cadena ABC de TV, Obama se limitó a comentar: Obama no comparte “nuestros” principios.
¿Nuestros de él o de los Estados Unidos? Si fueran los de él, obviamente que Putin piensa diferente: es contrario al aborto, mientras Obama es uno de sus principales promotores. E igual ocurre con el homosexualismo, el matrimonio gay, el uso de anticonceptivos y más ingredientes propios de la “cultura de la muerte” a la que se refería el Papa Juan Paulo VI y que ardientemente respalda Putin.
Pero las críticas de Putín han sido analizadas aquí no como destinadas a ridiculizar a Obama sino a los Estados Unidos. Y han hecho coro para defender a la nación supuestamente ultrajada, sin reflexionar que los ultrajes no vienen de afuera, sino desde dentro por el grupo encaramado en el poder para “transformar” a este país y convertirlo en la antípoda para lo cual fue fundado hace casi dos siglos y medio.
(Ese patriotismo huele a patrioterismo y recuerda algo similar ocurrido en el Ecuador con el presidente José María Velasco Ibarra, cuando aspiraba en 1960 a la presidencia de la República y en agosto lanzara su amenaza de “nulidad” del Protocolo de Río de Janeiro. Los ecuatorianos, casi sin excepción, apoyaron la tesis, pese a que era falsa desde su nacimiento. El Protocolo fue aceptado por Ecuador y Perú y su ejecución se suspendió por errores en la fijación de accidentes geográficos. Velasco lo consideró injusto y lo denunció unilateralmente, sin recibir ningún apoyo externo. Más tarde y tras dos enfrentamientos militares sin repercusión, Ecuador aceptó la realidad y la frontera se cerró tal como se pactó en el Protocolo de1942).
Quienes hubiesen censurado a Velasco Ibarra por la nulidad habrían sido tildados de traidores. Parece que la misma tontería se teme aquí si se admite que Putin, en su artículo ya histórico en el NYT, no insulta a los Estados Unidos sino que pone en claro las inexactitudes y contradicciones de quien es hoy Presidente de los Estados Unidos.
Pues Obama no es los Estados Unidos ni mucho menos representa los valores de este país.
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