La mayoría de ciudadanos norteamericanos, según demuestran las encuestas, está insatisfecha con el desempeño de Barack Hussein Obama como presidente de los Estados Unidos. Pero aún no ha surgido el líder que logre enrumbar ese descontento hacia su derrota en las urnas.
John McCain, el republicano que lo desafió en el 2008, fue incapaz de oponerse con tesis e ideas a la oratoria demagógica de su oponente, por temor a ser tildado de racista y el candidato sucesor para la reelección del 2010, Mitt Romney, adoleció del mismo defecto: un pavor reverencial a Obama, debido al color de su piel.
Cuando las esperanzas desfallecían, ha aparecido un político joven que quizás logre frenar la depresión de tanta gente republicana y demócrata por igual, que ve cómo Obama y su círculo de demócratas siguen cumpliendo con el propósito central de las dos campañas presidenciales: transformar radicalmenre a este país.
El cambio sustantivo es reducir las libertades individuales y sustituirlas por un control cada vez mayor por parte del gobierno. El nombre del sistema no importa y podría llamarse socialista o comunista, pero en ningún caso sería identificable con el régimen democrático y de competencia libre de ideas y empresas con el cual nació USA en 1776.
El calificativo aplicable a este tipo de gobernar es fascismo, que en sus variadas formas monárquica, zarista, imperial o dictatorial, siempre ha fracasado en la historia, pese a efímeras etapas de esplendor. La única forma perdurable de gobierno y que ha conllevado prosperidad en donde se ha aplicado, es la democracia liberal.
Ted Cruz, senador por Texas, de padre cubano, es el joven político que se ha lanzado en la “cruzada” de persuadir a los ciudadanos de que la causa no está perdida ni mucho menos y que la experiencia socializante de Obama se detendrá cuando se plasme un frente popular sólido y unido y convencido de que la idea original con la que surgió esta nación jamás se extinguirá.
Cruz ha demostrado tener el talento del auténtico líder. Está firmemente convencido de sus ideales y no se arredra frente a los insultos personales. Los pasa por alto y demanda a sus atacantes discutir sobre principios, sustentándolos en hechos y en la lógica. No tiene turbiedad alguna en su pasado personal ni político, que si lo es en el caso de Obama.
Podría perfilarse como candidato presidencial para el 2016, pero no es esa su ambición inmediata. Lo que quiere es movilizar a los norteamericanos hacia el rechazo de la ley de salud conocida como Obamacare, que busca la apropiación de los servicios por parte del Estado, con el ulterior cierre de la competencia privada en ese campo.
La calidad de la medicina en los Estados Unidos no tiene rival. Con la socialización o estatización, esa calidad declinará en todas las áreas, como ha ocurrido en los países donde se la ha aplicado. El supuesto móvil del Obamacare de ampliar la cobertura de salud a todos, no se cumplirá como no se han cumplido tantas otras utopías socialistas.
Cruz pregona la abolición de la ley que aprobada sin un solo voto republicano, contraviene la práctica legislativa de esta nacion basada en el consenso. Cuando George W Bush quizo someter al Congreso una reforma sensata a la ley de inmigración y fue evidente la oposición demócrata y parte de gente de su propio partido republicano, no insistió y retiró el proyecto.
Obama, como cualquier autócrata del tercer mundo, presionó por todos los medios lícitos y sobre todo ilícitos (sobornos mediante subsidios) para que la ley se aprobara, no obstante que adicionalmente las encuestas indicaban que la mayoría de la población era adversa al proyecto. Inclusive ya aprobada la ley, sigue reformándola y enmendándolo a su anotojo, sin consultas con la legislatura.
La ley viola la Constitución porque impone un mandato obligatorio para optar por los servicios de salud. La Corte Supema de Justicia, cuando aceptó una demanda por inconstitucionalidad, la rechazó aduciendo que la nueva ley lo que establecía es una multa a los que se negaran a optar por el servicio, en cuyo caso se trataba tan solo de un impuesto.
Con conclusión tan cantinflesca, Obama siguió campante. Pero la ley es tan confusa e impracticable, que resolvió excluir su aplicación a partidarios suyos de la gran empresa, a los empleados federales, a los congresistas y pronto lo hará con los poderosos sindicatos que la rechazan. Mas a los no exentos les aplicaría una carga impositiva de 1.7 trillones de dólares, con una deuda pública que ya llega a 17 trillones con su gobierno.
Las instituciones no exentas se han visto obligadas a reajustar sus presupuestos despidiendo a empleados o reduciendo sus horarios a jornadas de medio tiempo para atenuar la nueva carga impositiva. Ello acentuará el desempleo que no ha bajado del 7,3%, cifra que incluye a nuevos empleados a tiempo medio y a los que han desistido de emplearse para acogerse a los subsidios estatales.
Mi principal motivo, ha dicho Cruz, es combatir al Obamacare porque es el principal instrumento de liquidación de empleo. Y el mandato de la hora es, añade, revitalizar la economía para mejorar el empleo pues con más y mejores empleos habrá más acceso ciudadano al mejor de los servicios médicos del mundo.
En el Senado propuso suprimir los fondos del Obamacare y aprobar el presupuesto del Gobierno. Fue negado, incluso con la traición de 25 republicanos, entre los que descolló McCain. Ahora el asunto pasó a manos de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, que ha votado 40 veces para abolir la ley. El intento se estrelló con la valla de mayoría demócrata del Senado.
Anoche la Cámara hizo un nuevo esfuerzo por superar el impasse. Que el gobierno continúe operando con su presupuesto, condicionado a que se aplace por un año la aplicación de la ley para todos, no solo para los prvilegiados que Obama seleccionó violando la Constitución. Obama y los suyos han adelantado que no cederán, que no negociarán.
Tal como ocurrió cuando se debatía la ley. Pero si el Senado (por orden del gobierno) no acepta el aplazamiento, la Cámara (proveedora de los fondos fiscales) no asignará fondos al Presupuesto y se produciría “un cierre” del gobierno, que nadie quiere. Cuando el Senado niegue la propuesta de aplazamiento, el último recurso será la llamada “conferencia” con líderes de los comités de ambas cámaras para llegar a una conciliación.
Sin conciliación, el cierre sería inevitable y el pronóstico del fin del coflicto es incierto. Lo único que queda en claro, por el momento, es que ha surgido un líder, Ted Cruz, demonizado por los demócratas y republicanos endebles, pero aplaudido y respaldado por millones de norteamericanos inconformes con la declinación de esta nación, que si ha llegado a los niveles de superpotencia ha sido no por las virtudes de una raza sino por la aplicación de un ideal sustentado en la libertad.