Friday, February 1, 2013

UNA AVALANCHA RUINOSA

Por todo lado se observa una tendencia colectiva cada vez más notoria de ir por propia voluntad hacia el despeñadero de la regresión en la historia y del rechazo al sentido común y a la ley natural.
Ello se evidencia no solo en naciones de débil consistencia democrática como muchas de América Latina, el África o Medio Oriente, sino en los mismos Estados Unidos donde se acunó hace más de doscientos años la democracia más sólida, jamás torcida con una interrupción dictatorial.
En el 2008 la mayoría de norteamericanos eligió como presidente al más radical de los demócratas, Barack Hussein Obama. Y volvió a  reelegirlo el pasado año, pese a que su desempeño ha sido negativo en todos los frentes, tanto interno como exerno.
El desempleo sigue bordeando 8%, con más de 12 millones sin un trabajo aunque fuese temporal. Empero los más de estos desempleados dieron su voto por él, ahora no por el solo atractivo de que era el primer negro en la Casa Blanca, sino por sus políticas.
Estas políticas se sustentan en la teoría de que el gobierno es el mejor adjudicador de alternativas de prosperidad y felicidad ciudadanas, mediante el gasto público alimentado con impuestos. El gasto subió en 5 trillones de dólares en el cuatrenio, para dispararse la deuda pública a 16.4 trillones de dólares superior al PNB.
Mas el aumento del desempleo, de los impuestos y la inflación no influyeron para que los votantes rechazaran a Obama. Claro que el republicano Mitt Romney, como antes John McCain, fue un candidato muy débil, pero ello no es suficiente para explicar la victoria obamista.
Lo que parece suceder en este país y en gran parte del orbe es que la cultura socialista (fascista, comunista, estatista) está imponiéndose frente a la cultura democrática. Aún cuando las fuerzas democráticas al mando de Estados Unidos derrotaron al fascismo/comunismo en dos guerras mundiales el siglo pasado, la ideología vencida está hoy captando el poder sin guerras ni revoluciones.
Los líderes socialistas como Obama están adoptando tácticas similares para corroer al sistema democrático y destruir a sus líderes. Si no promueven revueltas tipo Che Guevara, en cambio divulgan y aplican medidas y una retórica populista que retuercen la ley, aprovechando las coyunturas de libre acción y pensamiento que esa ley ampara.
Hay variados ejemplos. Obama no cree en la Constitución de 1776 (que se ha enmendado 23 veces) pero que nunca se ha quebrado. Sin embargo la viola constantemente. El Obamacare se aprobó pese a que la Constitución prohibe la obligatoriedad de sus mandatos. Al llegar la protesta a la Corte Suprema, ésta la descartó con una pirueta jurídica deplorable.
Obama gobierna con más de una treintena de ministros, llamados “zares”, que no han pasado por el escrutinio del Senado y que no son responsables ante nadie. En igual caso están otros altos funcionarios y las protestas que se vierten en el Congreso cada vez son más tenues y se desvanecen en el espacio.
La Constitución ordena, como en toda democracia e incluso en las que no lo son, que el gobierno discipline sus gastos con un presupuesto anual por él diseñado y aprobado por el Congreso. En cuatro años del régimen de Obama, ese mandato constitucional no se ha cumplido ni una sola vez. Por esa y otras causas, el gasto fiscal es desorbitado pero el pueblo lo ha reelegido sin remilgos.
El mismo documento, que Obama y sus seguidores dicen es obsoleto y hay que actualizarlo y adecuarlo a las exigencias modernas (¿en qué ha cambiado el hombre?), afirma que la obligación prioritaria que el pueblo le asigna al gobernante es velar por la seguridad nacional y de sus ciudadanos.
Máxime si esos ciudadanos representan la soberanía nacional, como es el caso de los diplomáticos en el exterior. Cuando el embajador en Libia y otros tres altos funcionarios clamaron protección a Obama frente al ataque de terroristas de Al Qaida en Bengazi, éste les negó y el resultado fué el sacrificio de su vidas.
La responsable indirecta, Hillary Clinton, quedó libre de culpa y ahora los demócratas la quieren premiar candidatizándola a la presidencia para los comicios del 2016. O a la vicepresidencia, si se pasa un proyecto de enmienda constitucional que permitiría a Obama reelegirse cuantas veces quiera, como Chávez en Venezuela o Correa en Ecuador.
A Hillary la reemplazará John Kerry, ex combatiente de Vietnam. Cuando se separó del servicio  militar se dedicó a tiempo completo a luchar contra la intervención militar en la península, acusando a los soldados, sus colegas, de violadores y asesinos. Así lo declaró ante una comisión indagadora del Senado en 1971 e igual acusación la hizo en el 2005 para sabotear las acciones militares en Irak.
Kerry se entrevistó secretamente en 1971 con representantes del Vietcong en París, para impuslar la derrota de los Estados Unidos, en acto inequívoco de traición a la Patria. Ahora será el máximo líder civil de esas Fuerzas Armadas que denostó y su aprobación para el cargo no tuvo objeción en el Senado. Jane Fonda, actriz coetánea, desplegaba igual sabotaje contra los soldados norteamericanos: es célebre su fotografía tomada en su visita a Hanoi con oficiales del Vietcong junto a cañones antiaéreos dirigidos contra los aviones atacantes “del imperialismo yanqui”. 
La guerra en Vietnam se organizó para impedir el avance de las tropas comunistas del Vietcong, apoyadas por China y la URSS.  Esta realidad se la ocultó con proganda comunista y con aliados como Kerry, Fonda y los medios de comunicación escritos y audiovisuales de USA, con Walter Cronkite de la CBS a la cabeza. 
Los jóvenes se resistieron a la reclutación obligatoria, se lanzaron a las calles a protestar y a la postre la presión fue tal que el Congreso suspendió los fondos para las acciones en Vietnam y la guerra se perdió. No militarmente, sino políticamente. Historias similares se aplican a las guerras de Afganistán a Irak, surgidas como reacción al ataque 9/11.
Obama no quiere unos Estados Unidos fuertes en defensa, pese al mandato constitucional. Propone el desarme nuclear unilteral y el retiro de tropas de Irak y Afganistán, inclusive sin garantías de que el extremismo islámico no se robustezca. En Libia peleó “a la retaguardia” para derrocar a Gadafi y ahora el islamismo extremo ha crecido, como lo prueba Bengazi.
Tampoco le gustaba Mubarak en Egipto, amigo de Israel y los Estados Unidos. Contribuyó a su derrocamiento y ahora quien gobierna ese país es Morsi, líder de la Hermandad Musulmana que forjó los grupos terroristas de Hamas y otros para atacar a Occidente e Israel. En una maniobra similar a la de Obama, Morsi “mandó” aprobar una nueva Constitución, sin un solo voto de oposición.
Dicha Carta obliga a imponer la ley medieval Sharia, que subyuga a la mujer, que denigra a Israel y busca su desaparición. Es a este Morsi a quien Obama acaba de donar 20 cazabombarderos M16 de última tecnología, junto con 200 tanques Ambers. ¿Contra quién los va a utilizar? Sus únicos enemigos son Israel y la oposición pro democracia.
En lo interno, otro de los mandatos de la Constitución que tanto irrita a Obama y sus coideólogos es preservar y garantizar la vida de sus ciudadanos. Él es ferviente partidario de forzar la muerte de los seres más indefensos, los que se están formando en el vientre materno. Incluso votó contra una ley que prohibía matar a los fetos que sobrevivan un aborto, por una u otra causa.
Y es entusiasta defensor de los gays y del matrimonio entre éstos, que biológicamente es anti vida por anti natural. El arzobispo de San Francisco, una de las comunidades más infestadas de gays, acaba de decir que defender al matrimonio homosexual es como si se concediera al hombre el derecho a dar de lactar. Si se aprueba algo tan antinatural como el matrimonio gay, decía otro prelado, es como si se aprobara la terminación de la ley de la gravedad. 
Con el Obamacare, cuya aplicación debe “perfeccionarse” hasta el 2014, será mandatorio aprobar el derecho de la mujer a recibir anticonceptivos y abortos gratis, que es otra maniobra anti natural. Ese derecho se lo quiere camuflar como incluído en “preventive care” o medicina preventiva. El embarazo, así, es para Obama y los suyos una enfermedad, no un don o milagro de la naturaleza (hay anticonceptivos “para el día después”, que realmente son abortivos).
¿Qué pasa con los votantes norteamericanos? ¿Realmente la mayoría apoya a este individuo y su clan pese a pensamientos y acciones tan contrarios a la esencia de la cultura y cosmovisión de esta nación, la más generosa y libre de la historia? 
Las contradicciones podrán continuar y ocasionar daños profundos. Pero será dentro de estas mismas contradicciones de la democracia que tan perversamente han sido manipuladas por este grupo antihistórico que brotarán nuevas fuentes humanas y morales para recuperar la dignidad, el derecho a la vida, la libertad y la felicidad que se están perdiendo.  



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