Sunday, February 10, 2013

LÓGICA Y SENTIDO COMÚN


Dos de los elementos que usualmente contribuyen a mitigar las fricciones en las relaciones humanas, la lógica y el sentido común, han sufrido en los último años un descalabro, que si persiste podría tener consecuencias impredecibles para la humanidad.
Una de las normas de lógica y sentido común más elementales en lo que se refiere a la vida de todos los días, tanto en referencia a los individuos como a familias, asociaciones, corporaciones y a naciones, es no gastar más allá de los fondos disponibles.
Las sociedades primitivas evolucionaron paultainamente del sistema del trueque al uso de la moneda como instrumento de transacción. Mientras unos producían más de un determinado alimento pero carecían de otro, para satisfacer sus necesidades utilizaba el trueque para suplir sus necesidades.
Las transacciones se facilitaron con el uso de una moneda que representaba el valor del intercambio de bienes y servicios, con variada calidad del metal según el mayor o menor valor del objeto de comercialización.
Desde tiempos remotos ha sido la moneda de oro la escogida debido a la brillantez y a su resistencia a la oxidación. La moneda fue universalmente aceptada para comerciar y desde la creación de los bancos en la concepción moderna en Florencia, el oro se acumuló en las bóvedas como respaldo a las monedas emitidas, ya no solo en metal sino en papel.
Por cierto que el proceso es una ficción, ya que la riqueza de las naciones no está dada por una suma de lingotes de oro, sino por su capacidad productiva. Pero esa capacidad tiene que reflejarse y medirse con algún parámetro y no se ha inventado otro mejor que el del oro.
Con las reservas oro, celosamente guardadas en las bóvedas de los bancos centrales o en sitios como Fort Knox en los Estados Unidos, el gasto de los gobiernos tenía un límite físico, muy lógico: el oro de respaldo. No podía ni debía gastarse más allá de la reserva y cuando ello ocurría, se imprimía moneda sin respaldo o inorgánica, lo que acarreaba devaluación e inflación.
Momentáneamente la devaluación podía abaratar los costos de los bienes exportables, pero a la postre era signo de debilitamiento de las economías y el resultado final era el empobrecimiento. La inflación es considerada el impuesto injusto de mayor impacto sobre la población de recursos fijos y reducidos.
El patrón oro operó bien desde la terminación de la II Guerra Mundial, tras el descalabro monetario que siguió al cese de la guerra precedente, con la inflación desorbitada en la Alemania vencida y el surgimiento de la pesadilla nazi fascista. Pero se truncó en 1971, con la malhadada suspensión “temporaria” de Nixon.
Por razones políticas la guerra en Vietnam se prolongaba más de lo previsto y la victoria militar la bloqueó el Congreso. Los gastos de guerra se desbordaron, el dólar se debilitó y De Gaulle comenzó a retirar oro para incrementar sus reservas, afectando aún más la credibilidad y poder de la moneda norteamericana.
La suspensión del patrón oro no fue temporal. Subsiste hasta la fecha y ello explica cómo los gobiernos, en su afán ilógico de mantener un gasto excesivo para proteger un artificioso mundo de “bienestar social”, imprimen moneda como hojas volantes, sin sustento alguno de valor.
Obama, en los Estados Unidos, ha llegado a extremos de locura en este sentido, pese a que Europa está en quiebra por los mismos motivos. La deuda pública llegó a 16.5 trillones de dólares, con los últimos 5 trillones como aporte exclusivo del actual presidente. En solo cuatro años de gobernar, ha superado largamenre en gasto y deuda a todos sus predecesores. 
El Dr. Benjamin Carson, negro, Director de Neurocirugía Pediátrica del Hospital Johns Hopkins y eminencia mundial con 69 títulos académicos honoríficos de las más renombradas universidades, le acaba de decir a Obama que seguir con ese endeudamiento es irresponsable. Si alguien decidiera contar 16.5 trillones un número cada segundo tardaría más de 500 años en hacerlo.
La lógica y el sentido común, evidentes en Carson, están ausentes de Obama. El martes próximo pronunciará el discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso Federal y allí reiterará su exigencia autoritaria de que hay que continuar con el gasto fiscal,  para financiarlo con más  y más impuestos. (Hasta que estalle una crisis como en Europa o la Alemania pre nazi)
Uno de los mecanismos de mayor exacción tributaria es el Obamacare en proceso de plena vigencia hasta el 2014. Pretende universalizar los servicios de salud preventiva y curativa, eliminando la competencia privada y centralizándola en el gobierno. El servicio se deteriorará, habrá las dilaciones propias de este sistema y se racionará el gasto según criterio no médico, sino de un comité de burócratas.
Carson habló el viernes pasado en la ceremonia anual por el Día de la Oración, a la que tradicionalmente asisten los jefes de Estado. Allí dijo que la solución a los problemas de atención de la salud sería dotar a cada niño recién nacido de su partida de nacimiento, junto con su ficha médica electrónica y una cuenta de ahorros de salud.
Esta cuenta se alimentaría con ahorros libre de impuestos, de por vida, en forma como ocurre en Chile. Los trillones de Medicare y Medicaid, que se despilfarran en fraude y burocracia, alimentarían esas cuentas y contribuirían a financiar los casos de los desprotegidos. Esas cuentas serían manejadas por sus dueños, sin manipulación del gobierno.
Para aceptar estas ideas es preciso despojarse de ideologías y prejuicios, algo imposible para Obama y los que creen en él. La lógica y el sentido común han sido sustituídos por la idea de que el gobierno es el benefactor supremo, encargado de regularlo y administrarlo todo. No importa si a la ideología se la tilda de fascista, comunista o socialista: todas piensan igual.
Otra obsesión de moda, que va contra la lógica y el sentido común, es la de no solo equiparar sino exaltar al homosexualismo frente a las relaciones normales heterosexuales. El homosexualismo no es normal, pero existe y ha existido siempre. No es normal porque las parejas heterosexuales se atraen por amor y para procrear. Lesbianas y gays no procrean.
El atractivo entre homosexuales obedece a un desvío sexual que explica su promiscuidad, la pedofilia y más excesos. Es posible que una pareja finalmente estabilice sus relaciones, quizás por amistad amorosa, pero ello no justifica que puedan unirse en matrimonio con iguales ritos y derechos que las parejas heterosexuales. 
Para forzar la figura matrimonial, algunas parejas homosexuales adoptan niños o procrean con terceras personas por encargo. En uno y otro caso la aberración se acentúa y las víctimas en este caso son los niños que se crían en un ambiente antinatural, sin las figuras clave de padre y madre, presentes en toda especie.
Obama ha prometido impulsar la legalización del matrimonio gay y quiere extender gratis los anticonceptivos para antes y después del acto sexual. Y se opone a todo intento por suprimir la legalización del aborto, vigente desde 1973, que ha ocasionado la muerte de 55.5 millones de seres humanos, 37% de los cuales eran negros.
¿No es de lógica y sentido común, no es algo natural el impulso hacia la preservación de la vida? Es, en verdad, un precepto no solo moral y religioso, sino un mandato constitucional. Pero Obama y los suyos juzgan que la Constitución de 1776 es obsoleta y hay que modificarla para acomodarla a su ideología. Si así se actuara, le dijo Carson a Obama, se estaría dando un primer paso hacia la tiranía.
Mas ni Carson ni nadie van a lograr que Obama y sus fanáticos cambien de criterio y entren en el campo de la lógica y el sentido común. Lo peligroso sería que su mensaje siga corrompiendo la mente de los norteamericanos que lo eligieron una vez y lo reeligieron para cuatro años más, imitando a naciones tercermundistas como Ecuador, Venezuela  y otras que han sucumbido a tiranuelos de tercer orden. 
Acaso la multiplicación de prédicas como la de Carson logren el milagro de frenar tamaña insensatez, a fin de que se pueda volver a colocar en la Casa Blanca a un líder digno de la grandeza de este país. Como lo sería un Benjamin Carson.  

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