La retórica que está aplicando el presidente Barack Hussein Obama para ganar la reelección en noviembre próximo está probando ser efectiva, pues se sustenta en la premisa de que sus partidarios están blindados a cualquier información que contradiga sus convicciones.
Con los demócratas, que lo siguen como jumentos prohibidos de lanzar miradas en otra dirección que la apuntada por su líder, todo razonamiento que se les plantee acerca de la realidad de la economía en quiebra, el prestigio del país en ruinas o el aumento horrífico de la deuda, cae en oídos sordos.
Esa actitud se observa no solo entre los desempleados que usufructúan de la beneficencia del régimen o los menos educados de la raza negra o hispana, sino entre los más preparados que escriben o comentan en los medios audiovisuales o los dirigentes políticos entrevistados por esos medios.
Obama tuvo el control absoluto de las dos cámaras del Congreso Federal en los dos primeros años de su administración, pero fue incapaz, hasta ahora, de presentar una proforma presupuestaria que guíe el gasto público, como manda la Constitución. No solo los republicanos, sino los demócratas las negaron porque adolecían de errores de forma y fondo. La tercera, que acaba de presentarse hace pocas semanas, fue rechazada con cero votos de respaldo.
El gasto sin el control que emana de ese documento, se ha disparado en estos tres años a 4 trillones de dólares, que excede al de todos los presidentes que le han precedido, juntos. La deuda pública se ha remontado a l6 trillones de dólares, cifra delirante que supera el conjunto de la riqueza nacional o PNB. Es una situación comparable a la de Grecia o España, Europa en general.
Se trata de una realidad innegable que no necesita más demostración que la lectura diaria de las noticias llegadas de ese continente. Allí se relatan los esfuerzos por rehacer las políticas que originaron la crisis, que son las que está aplicando Obama y su equipo de fascistas convencidos de que solo los gobiernos fuertes y autoritarios son la respuesta para administrar la felicidad a la gente que por si misma es incapaz de encontrarla.
Puesto que Obama y su corte están incapacitados de hacer campaña basados en los logros del gobierno en tres años, siguen prometiendo esa felicidad para el segundo término, "cuando se supere el obstruccionismo de la oposición republicana", según dicen. Si algún reportero les recuerda que no tuvieron oposición en los dos primeros años (en noviembre del 2010 los republicanos volvieron a controlar la Cámara de Representantes), los entrevistados desvían (sin reclamo) la respuesta a otro tema.
Si arguyen que la mala situación actual se debe al gobierno del predecesor George W Bush, nadie les refresca la memoria de que en sus dos últimos años los demócratas se tomaron las dos cámaras del Congreso, mayoría que prevaleció hasta el 2010. La política fiscal y tributaria, como es sabido, la decide el Congreso, no el Ejecutivo.
A menos que se actúe como Obama, quien ha acrecentado el presupuesto de gastos contra toda ley y lógica mediante decretos ejecutivos y la ayuda de 37 zares o superministros, que no tienen que pasar por el escrutinio de los legisladores para legalizar sus nombramientos. El gasto público ha crecido astronómicamente, incluyendo un aumento en la burocracia con nómina privilegiada, ahora más numerosa que la del sector privado.
La sola victoria de Obama ha sido la aprobación del Obamacare o sistema público de salud, que al aplicarse en su integridad elevará en unos 3 trillones la deuda pública, con más burocracia, eliminación de los sistemas privados, deterioro de los servicios y de la investigación científica privada. La medicina en USA, pionera en el mundo, podría a pasar a un segundo plano si la ley no es vetada por la Corte Suprema de Justicia, que estudia su inconstitucionalidad.
La aprobación de la ley fue precaria y fue forzada con todo el peso de la maquinaria mafiosa de Chicago, que apoyó y apoya a Obama. Hubo desde chantaje hasta coimas indirectas y a la postre se impuso sin leerla, con apenas uno o dos votos de desertores republicanos. Obama dijo que los costos de los servicios de salud bajarían automáticamenrte, pero lo único automático han sido los incrementos.
Según se ha analizado, está en juego no el cuidado de la salud, sino el poder. Si la ley sobrevive el examen de la Corte Suprema y si Obama es reelecto, la dependencia de los ciudadanos al gobierno encontrará otro canal poderoso de sumisión. Las proveedoras privadas, sin posibilidad de competir con el gobierno, serán eliminadas del mercado y no habrá otra alternativa que la única estatal impuesta por la fuerza.
La socialización, que es concentración del poder en los gobiernos, ha sido negativa donde se la aplica. En la antigua Unión Soviética, en Cuba, en la Europa de posguerra. La evidencia, que los demócratas no quieren verla, está obligando en estos momentos a países europeos como Suecia a deshacer las fantasías y enfrentar la realidad. Los suecos, que lucían como un modelo del estado de bienestar, dieron su voto por el candidato que proponía una solución a la crisis diversa al socialismo y los resultados fueron tan brillantes en política fiscal y demás, que recinetemente decidieron reelegirlo. La noticia no se ha leído en los principales medios de este país.
Si el proyecto modelo de Obama, el obamacare, es un desastre y lo demás también, el grupo maneja como armas de campaña la lucha racial y la lucha de clases. Pese a que Obama fue elegido en el 2008 con una mayoría blanca, siguen insistiendo que las críticas a su gestión tienen orígenes raciales, porque él es negro (más bien mulato).
Y afirman que para salir de la crisis económica, hay que gravar más a los ricos que han levantado sus fortunas con la explotación de los débiles, esto es, de los obreros o proletarios según la jerga marxista. Con ese propósito, piden no prolongar la exención tributaria de Bush, que la puso en práctica para estimular la inversión. Los resultados fueron claros y se evitó la recesión post 9/11, la economía creció al 4,7% y el desempleo bajó al 5%.
Si Obama suspende el estímulo a la inversión, ésta irá a mercados más favorables. La economía, cuyo ritmo ha bajado a menos del 3% y el desempleo ha subido al 8,2% o más, se deteriorará peor, en tanto que la deuda pública, impagable, acelerará la destrucción del sistema. Quizás es eso lo que que quieren Obama y su grupo pues repetidamentre han proclamado dentro y fuera de USA que el capitalismo no ha funcionado ni aquí ni en ninguna parte, por lo cual hay que transformarlo.
¿Con qué? Con alguna versión del socialismo/fascismo en que no cuente la opción individual de libre volición y selección. Afirma que lo que se busca es robustecer a la clase media, lo cual es risible pues lo que está ocurriendo es precisamente lo contrario. El nivel de los más ricos, los de la gran banca y la gran industria ligada al gobierno, ha recibido subsidios inmensos para evitar la bancarrota por malos manejos.
En suma, como se está registrando en Estados como California donde las políticas demócratas en esa dirección han asfixiado las economías, los reales beneficiarios han sido la capa multibillonaria, la burocracia sobreprotegida y la creciente masa de gente empobrecida a la que se le contenta con subsidios como al desempleo y los foodstamps. La perseguida clase media ha fugado a Utah y otros Estados menos hostiles.
La popularidad de Obama se fortalece a medida que el candidato rival por los republicanos aparentemente será Mitt Romney. El establishment de los dos partidos y todos los medios de comunicación, sin excepción, cierran filas en su favor. Éste, sin carisma, critica sin descanso a Obama, pero su estilo no cala en la mayoría que prefiere oir que son los ricos, de la raza blanca, los causantes de la pobreza y que la sola fórmula de redención es el castigo a los ricos, con más impuestos o confiscación.
Si a todos los ricos, cuyos ingresos superan por ejemplo el un millón de dólares anuales, se les impusiera un impuesto del 100% como propuso uno de los candidatos presidenciales en Francia, lo recaudado no tendría ningún impacto en la deuda pública ni la crisis fiscal. Representaría menos de 4 mil millones de dólares en 10 años, frente a los 16 trillones de deuda. Lo recaudado no iría a los bolsillos de los pobres, como creen algunos, sino que pasaría a aumentar el gasto fiscal superfluo en burocracia o en inversiones como en la planta de energía solar Solyndra, que quebró sin opción de recuperación del dinero (2.500 millones de dólares) de los contribuyentes.
Pero estos argumentos, vale repetirlo, resbalan por la mente de los obamistas (y correistas, chavistas, fidelistas). Acaso la única arma que pudiera malherir y frenar a Obama en los próximo comicios sería una que actúe como bala de plata: que lo desnude en su personalidad, que pruebe que es una marioneta del grupo radical amamantado en Woodrow Wilson, Marx, FDR y similares y que, para colmo, ni siquiera ha podido documentar el sitio de su nacimiento, cómo obtuvo su identidad del Seguro Social y cómo logró una beca como estudiante extranjero.
Pero Romney, puntero en las primarias republicanas, ha prometido una y otra vez que no aludirá jamás a los asuntos personales de Obama. Y eso le conviene, pues según la Constitución, tampoco él podría ser elegible Presidente, como Obama, pues su padre es extranjero por nacimiento al haber nacido en México a donde huyeron sus abuelos mormones en las postrimerías del siglo XIX. Los padres de los candidatos presidenciales deben ser “natural born citizens”, es decir nacidos los dos en territorio norteamericano.
¿Que la disposición constitucional es objetable? Quizás. Pero mientras no se la enmienda, sigue vigente. En todo caso si la persona Obama no es cuestionada a profundidad como lo han sido los candidatos presidenciales en toda la historia de este país, el misterioso Obama seguirá en la Casa Blanca por cuatro años más.
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