Sunday, November 13, 2011

¿Y SI HERMAN CAIN ES EL NOMINADO?

Los demócratas que quieren reelegir a Obama en noviembre del 2012 y los republicanos acomodaticios al estatus quo de Washington D.C, pugnan porque el candidato republicano desafiante sea Mitt Romney y no cualquiera de las otras opciones.

Pero si el partido republicano rechaza a Romney, por su ambigüedad en defender los principios básicos contra el aborto, el matrimonio homosexual y el cuidado privado de la salud, entonces las dos facciones preferirían a Newt Gingrich como el seleccionado o, en último caso, a Rick Perry.

Ni siquiera aceptarían la opción de Herman Cain y si se les plantea una pregunta al respecto, responden con sorna. Es un negro simpático que solo ha entrado en la contienda por publicidad de si mismo y de su reciente libro autobiográfico, responden.

Igual actitud han adoptado desde un principio los principales comentaristas de diarios, radio y TV (con excepciones) aunque algunos de ellos se han mostrado más cautos a medida que las encuestas revelan que Cain gana adeptos y ha pasado a liderar la lista de los ocho precandidatos, pese a algunas de sus respuestas imprecisas o erróneas y las acusaciones infundadas de acoso sexual a mujeres blancas.

Porque Cain es negro pero, como dirían los racistas, un negro más puro que Obama, quien es mulato de padre kenyano y madre blanca de Kansas. Las raíces de Cain, sureño de Georgia, se remontan a la época de los plantaciones de los esclavistas demócratas del siglo XIX que prefirieron la secesión y la guerra a terminar con la esclavitud.

Obama, de lo poco que se sabe, tuvo una vida cómoda desde la niñez a la juventud. Jamás se ha llegado a conocer su certificado de nacimiento que probaría que no es “a natural born citizen” o sea nacido en los Estados Unidos de padre y madre norteamericanos. La Constitución descalifica al candidato que no reúna estos requisitos.

A Obama le sería más fácil competir con Romney y derrotarlo. Una de las leyes que más rechazo ha generado es la del Obamacare, que apunta a la destrucción del sistema privado de provisión de la salud con más de 1.500 corporaciones que compiten entre si, para sustituirlo con un sistema estatal único controlado por burócratas.

Romney instituyó un sistema así en el estado de Michigan, cuando fue gobernador y Obama se inspiró en ese esquema y contrató a sus asesores para elaborar el proyecto que presentó al Congreso de mayoría demócrata. Fue aprobado sin un solo voto republicano y con el repudio de la mayoría de la población encuestada. Uno de los puntos, el mandato obligatorio de afiliación, se considera inconstitucional y la Corte Suprema de Justicia podría entrar a conocer el caso esta semana.

Los servicios de salud en los Estados Unidos son los mejores del mundo. No perfectos, pero si perfectibles sobre todo en cuanto a los altos costos y una mayor accesibilidad. Pero la estatificación, a la europea o al estilo socialista o populista, limitaría la accesibilidad, aumentaría los costos y la falta de libertad y competitividad arruinarían su calidad.

En la contienda Obama obviamente agradecería a Romney si es el nominado por su aporte al Obamacare y ello le restaría votos entre los republicanos y los independientes, que preferirían no ir a las urnas que votar por él. También la vitriólica retórica obamista demolería al rival al hacer mofa de sus vacilaciones de trapecista en cuanto a principios.

La campaña pro reelección, dirigida por la mafia demócrata de Chicago, no se detendría tampoco en explotar el asunto religioso. Romney es mormón y eso causa escozor entre los cristianos. Los mormones, como los musulmanes, dicen que Jesucristo es un simple profeta y no Dios, algo inaceptable para la cristiandad.

Además de millonario, Romney es blanco y empresario multimillonario. Está incluído, pues, en el 1% de la sociedad que odian los llamados Ocupantes de Wall Street y cuyo criterio es compartido y respaldado por Obama y los suyos (la mayoría de los cuales por cierto es dueña de grandes fortunas). La acción de los ocupantes le ha venido como anillo al dedo a Obama en su lucha de clases contra los ricos, los empresarios y el capitalismo en general.

Puesto que Obama no tiene cómo armar su campaña basada en logros de su gobierno (9.1% de desempleo, 15 trillones de dólares de deuda, frustración en el 80% de la población) sus baterías tiene que dirigirlas contra los que él considera culpables del desastre: los ricos “protegidos” por los republicanos.

El Congreso de mayoría demócrata dejó de ser tal en noviembre pasado con la votación aplastante de la oposición republicana. Obama no ha podido continuar aprobando leyes que acentúen la “europeización” de los Estados Unidos. Como el proyecto para gravar con más impuestos a los ricos, en tiempos de recesión.

El Congreso le dijo no, que el problema del déficit y el desempleo no es de falta de ingresos, sino de exceso de gasto. Que si se confiscara toda la riqueza en manos del 1% más rico de la sociedad, el déficit no bajaría un ápice. Que si sigue el aumento del gasto y de impuestos, los Estados Unidos podrían entrar en crisis como en Grecia, Italia y Europa en general.

Obama es obtuso. No cedió ante el aviso de las elecciones del año pasado para que cambie de rumbo. Ha resuelto gobernar por decreto, sin consultar al Congreso y la explicación que da al rechazo de sus pedidos es el mismo de siempre: se oponen a él porque es negro y porque los republicanos odian a los negros y explotan a los pobres.

Si es Gingrich el nominado, la contienda electoral sería mucho más entretenida por la versatilidad del profesor de historia y ex presidente de la Cámara de Representantes. En los debates, su posición en las encuestas ha ido en crecimiento por su facilidad de palabra, vastos conocimientos en historia y su actitud de consejero de sus compañeros de tribuna.

Pero sus virtudes podrían verse anuladas por detalles de su vida personal (tres matrimonios), su papel como cabildero de compañías controvertidas como las del etanol y ciertas posiciones políticas poco ortodoxas para las bases republicanas. La maquinaria de Chicago actuaría demoledora para explotar esas falencias.

Aunque el gobernado de Texas, Rick Perry, pasó a liderar las encuestas al presentarse finalmente como pre candidato presidencial, pronto descendió precipitadamente en la escala debido a su impericia como debatiente. En el debate de anoche estuvo mucho mejor y podría recuperar posiciones hasta las primarias de enero.

Pero también sería débil frente a Obama, si es Perry el escojido. Carece de gracia, de carisma: es muy rígido, no tiene el don de la comunicación que es requisito sine qua non de todo líder. Es, además, muy provinciano al limitarse demasiado a hablar de su Texas, sin el contexto nacional. El hecho de que el odiado George W Bush es también texano sería manipulado también negativamente por la maquinaria de Chicago.

Y si el nominado es Herman Cain ¿cuales los argumentos de Obama y su mafia para disminuirlo? La primera suposición podría ser la de que el factor racial de la negritud quedaría descartado porque ambos son negros. Error. Desde ya los demócratas, negros y no negros, han entrado en una campaña racista contra Cain, ante la eventualidad de que su candidatura siga afianzándose.

Según ellos, Cain ha traicionado a su raza al volverse un conservador republicano que fustiga al gobierno y reclama su menor intrusión en la vida de los ciudadanos y del sector privado. Porque ellos, los demócratas negros y no negros, dicen que un negro no debe hablar mal del gobierno, porque es el gobierno (¿demócrata?) el que los ha liberado de la esclavitud.

Cain es para ellos un tío Tom sumiso al patronazgo de los blancos. Lo cual es exactamente lo contrario. Fueron demócratas los que, según la historia, lanzaron a la guerra a la nación en 1861 para impedir la abolición de la esclavitud, con el sacrificio de 600.000 vidas humanas. Y fueron ellos los que mantuvieron la segregación hasta un siglo más tarde.

Tras el martirio de Martin Luther King Jr. (Republicano), el fin de la segregación y el goce pleno de los derechos civiles advino con Lyndon Johnson, el demócrata que sucedió a John F. Kennedy en 1963. El proyecto contó con el apoyo mayoritario republicano, pero a partir de entonces brotó la leyenda de que son los demócratas los protectores de los negros.

Otra es la realidad si se hurga un poco en las biografías de los demos que ahora pretenden figurar como campeones de la negritud. Ahí está, por ejemplo, la figura de Robert Byrd, el ya fallecido noneganario senador demócrata, confeso miembro del Ku Klux Klan creado para linchar públicamente a los negros (y hostigar a católicos y judíos). Byrd cambió en sus últimos años y Bill Clinton, en la oración fúnebre, justificó a Byrd indicando que tenía que aparecer como del Ku Klux Klan en su nativa Virginia, “para ganar votos...”

(En Virginia acaban de celebrarse elecciones parciales el viernes pasado. Por primera vez desde la Guerra Civil los republicanos toman control total del Congreso estatal y otras nominaciones).

Pero la mentalidad esclavista no ha desaparecido en los demócratas. Se la observa en sus calificativos contra Cain. Y está presente en leyes como la Affirmative Action, que es un reconocimiento tácito de la supuesta inferioridad negra para optar empleos e ingresos a las universidades frente a los blancos, por lo cual se les concede cuotas de acceso con gradaciones de nivel menor.

(Obama es uno de los beneficiarios de esa cuota en Harvard y antes en California, con una beca Fulbright para estranjeros -él como indonesio, nacionalidad de su padre adoptivo-. Pero nadie puede acceder a los documentos de su vida educativa, están sellados por orden superior...)

Cain ha dicho que es republicano porque hace tiempo que abandonó la plantación demócrata. Él, cuyo padre fue chofer y su madre empleada doméstica, surgió en plena segregación por sus propios méritos, sin la caridad humillante de la Affirmative Action. Su campaña no hace alusión a su etnia, sino a sus principios y a su convicción de que este es el mejor país por sus libertades y por la igualdad de oportunidades para emerger ( si, y para volverse ricos y prósperos como él, sin ayuda del gobierno).

Contrista observar en los enfoques de las cámaras de TV en eventos en los que Cain está presente. Casi no hay negros, la mayoría es blanca. Los negros, que casi todos votaron por Obama, parecen “lavados el cerebro”, como dijo Cain, por los demócratas falseadores de la realidad y de la historia. Pero estoy convencido, aclaró , que cada vez más los de mi raza encontrarán la verdad.

¿Debatiría usted con Obama? le preguntaron en una ocasión a Herman Cain. Claro, dijo, pero casi no habría debate... ¿Qué validez tendrían de parte de Obama y su club las armas racistas, el odio de clases, la crítica a la cultura y grandeza de esta nación, el denuesto a los ricos, frente a un Cain que es el reflejo de todo lo bueno que esta sociedad puede ofecer a los ciudadanos con talento, voluntad y patriotismo?

Surgió un intento por enterrar a Herman Cain con supuestos acosos sexuales a mujeres blancas hace 15 años. En ninguno de los casos hay pruebas. Cain jamás ha tenido manchas de ese tipo en su carrera de más de 40 años y asi lo testifican quienes lo han conocido. Con esa evidencia, lo critican ahora porque ha manejado mal el problema, a lo cual él contesta: ¿cómo me defiendo de anónimos sin pruebas?

La campaña por la nominación durará todavía más de un mes y medio y resulta arriesgado pronosticar. Pero tres siguen firmes en la punta: Cain, Romney y Gingrich y atrás Perry. Si Cain es a la final el elegido, se vivirá una de las campañas presidenciales más atractivas y significativas en la historia de éste y de cualquier otro país.

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