Newt Gingrich, Phd en Historia y ex presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, ha pasado a encabezar la lista de aspirantes a la candidatura presidencial republicana que busca derrotar a Barack Hussein Obama en las elecciones del próximo noviembre.
Newt puede tener todos los defectos que se le señalan en su vida conyugal, veleidades con temas y figuras de la oposición o cabildeos no muy transparentes con coroporaciones y organismos de gobierno, pero nadie podrá dudar que dio en el clavo anoche al referirse a la inmigración, con un enfoque que radicales de la derecha repudian.
En el debate promovido por la conservadora Heritage Foundation y la liberal CNN, el locuaz candidato dijo ser partidario de que se promueva alguna medida legal para facilitar la nacionalización de las familias que viven en este país desde hace una veintena o más años, indocumentadas.
Apeló al sentido humanitario y a los principios de defensa de la familia del partido republicano al exponer su tesis. No cabe, dijo, que por aplicar con rigidez la vigente ley, se pretenda quebrar el núcleo familiar en el cual unos son ciudadanos por nacimiento y otros permanecen como ilegales.
Según la Constitución, cualquier individuo nacido en territorio de los Estados Unidos es considerado automáticamente como ciudadano norteamericano por nacimiento. Mientras no se altere esta norma, seguirá rigiendo inexorable. Muchos inmigrantes, latinos y no latinos que han llegado sin documentos, vienen con niños de corta edad y aumentan la familia con hijos nacidos aquí.
Quienes se oponen a la inmigración ilegal sugieren que todo ilegal sea expulsado. Si la medida se aplicara, la expulsión no podria extenderse a los hijos de cualquier edad nacidos aquí. Gingrich se refería al hipotético caso de que, de esa forma, el núcleo familiar se quebraría con repercusiones graves para esa familia y la sociedad en general.
Las críticas a Newt fueron inmediatas y se centraron en acusarlo de proponer una amnistía para los 12 o más millones de inmigrantes que viven en los Estados Unidos al margen de la ley. A ello contestó que no se trata de una amnistía, sino de idear una vía para que toda esa gente adquiera alguna protección legal, previa a la tramitación de la ciudadanía plena.
Recordó que el presidente Reagan (1981-1989), convertido ahora en ídolo republicano, concedió la amnistía a los inmigrantes indocumentados de entonces, que sumaban unos cuatro o cinco millones, pero con la condición de que, a futuro, todo potencial inmigrante se sujete con estrictez al proceso legal de nacionalización.
Esa aspiración no funcionó y la inmigración ilegal continuó en ascenso, hasta llegar a la cifra de 12 o más millones. ¿Qué hacer con ellos? No se los puede expulsar en masa, como quisieran los más radicales, ni menos crear prisiones o campos de concentración. Es impracticable y en ello hay que convenir, cualquiera que fuere la ideología.
Tampoco cabe volver a errar con otra amnistía general, ni observar con impavidez cómo los ilegales continuan burlando las fronteras porosas. El doble problema de la enorme masa de ilegales dentro del territorio y de la vigilancia de fronteras tiene que ser resuelto de manera simultánea. Lo entendió así George W Bush, pero su propuesta fue bloqueada inclusive por los propios republicanos.
Bush, en suma, planteó un proceso similar al de Newt para facilitar el tránsito de la ilegalidad a la legalidad para los inmigrantes indocumentados radicados ya en este país por algún tiempo. A los que no hubieren echado raíces aún, porque su llegada data de un par de años o menos (y peor si han cometido delitos), habría que deportarlos sin más opciones.
Las fronteras deberían ser vigiladas con tropas y avanzada tecnología, pero a los que quieren ingresar por la vía legal, hay que igualmente ofrecerles con claridad un modus operandi. Si anhelan inmigrar por tiempo corto, en época de cosechas, por ejemplo, optarían por visas de trabajador huésped.
De otro lado, se estimularía el ingreso de gente capacitada a todo nivel. Steve Jobs, el creador de Apple y los iPhones y iPods y iPads, se quejó ante Obama que no podía reunir 30.000 ingenieros de calidad aquí para expandir sus empresas, por lo cual le pedía agilitar el trámite para la inmigración de gente altamente capacitada.
El partido republicano, si no cambia de actitud frente al problema de la inmigración como lo plantea Gingrich (y antes Bush), tendrá serios tropiezos para ganar la batalla presidencial en el 2012 dado que el voto hispano está adquiriendo un influjo de decisión cada vez mayor en las elecciones.
Por cierto, el inmigrante no tiene derecho al voto. Pero si sus familiares e independientes que concuerdan con una visión pragmática para solucionar el problema de la inmigración. Otro agravante se suma contra el partido republicano: si la obstinación persiste, se acentuará la imagen, falsa, de que los republicanos están en contra de los inmigrantes, no en contra de la inmigración ilegal exclusivamente.
El problema de la migración en general y en especial a los Estados Unidos se explica porque éste es el país más próspero y aún el más pleno de oportunidades para que progrese quien tenga talento y voluntad para lograrlo. Y porque al otro lado de la frontera sur (y en otras latitudes) los gobiernos y las estructuras políticas opresivas han impedido que florezcan los mercados de libre competencia de ideas, comercio y producción.
Estados Unidos se ha fortalecido hasta covertirse en primera potencia mundial por las oleadas de inmigrantes que encontraron aquí ese ambiente de libertad para arriesgar, construir y progresar, o para fracasar y volver a empezar. Todo en un marco del respeto a la ley y la tolerancia de ideas y religiones, elementos invisibles en las naciones empobrecidas que exportan emigrantes.
El respeto a la ley es, pues, consustancial a la sociedad norteamericana. Y cuando un inmigrante ingresa sin papeles y viola la ley, debe ser sancionado. Ha habido negligencia en aplicar esa norma de parte de gobiernos demócratas y republicanos por igual, pero ello no es excusa para premiar a los infractores de la ley con el perdón y la amnistía.
La presencia de 12 o más millones de inmigrantes latinos, chinos, árabes o europeos sin documentos, es una realidad factual, así como lo es la existencia de fronteras porosas en aire, mar y tierra. Por tanto se requiere de una visión frontal y de sentido común para terminar con esta realidad negativa, para beneficio común.
La idea Newt/Bush se encuadra dentro de ese objetivo. Hay que aceptarla, discutirla, perfeccionarla. De otro modo la propuesta demócrata de la amnistía general ganará adeptos. A los demócratas no les interesa el lado humano de los inmigrantes, sino sus votos. Con esos votos quieren fortalecer el Estado/benefactor que ha quebrado a Europa, no propiciar el acceso de los inmigrantes a la prosperidad por sus propios medios, que ha sido y es la tradición cultural de esta nación.
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