Está bien que se registre una notable reacción nacional e internacional en contra de la decisión del juez al servicio del presidente Correa del Ecuador, de sancionar al Diario El Universo de Guayaquil con 42 millones de dólares y prisión de tres años para un columnista y tres ejecutivos.
La sentencia es absurda e injustificada y realmente no merece comentario. Lo que si es lamentable es que se haya producido por la debilidad de los medios de comunicación, incluído El Universo, que prefirieron adoptar una actitud esquiva frente a los constantes ataques matoniles contra la prensa proferidos casi a diario por el mandatario.
El diario porteño por algún tiempo respaldó a su columnista Emilio Palacio, Director de la página de Opinión, que en un escrito acusó a Correa de ser el responsable de muertos y heridos durante un incidente en el hospital de la Policía de Quito, al cual el Presidente acudió en actitud de matón de barrio para sofocar un supuesto motín policial pro alza salarial.
Correa dijo que Palacio lo insultó y que si no había rectificación del Diario le plantearía un juicio por 80 millones de dólares y prisión para el periodista y tres ejecutivos condueños de la corporación. Éstos no se rectificaron y, al contrario, mantuvieron en su cargo y con su columna a Palacio.
A última hora, el Diario claudicó. Aceptó la renuncia del columnista y al iniciarse el juicio ofreció a Correa publicarle una rectificación como a él se le antojase, en el tono, el espacio y el despliegue que a él le complaciera. Frente a esta oferta extemporánea y servil ¿qué podía esperarse de Correa? ¿La suspensión del juicio? Eso quería Palacio al renunciar y así lo creían y querían los directivos. A ello el gobernante dijo no. Y no también a la humillante promesa de publicar tardíamente la rectificación.
Correa más bien prefirió viajar a Cuba para celebrar la sentencia con su clon Chávez, enfermo de cáncer y con su mentor inmortal, Fidel Castro. Tras esa minivacación en la isla es probable que Correa disfrute por algún tiempo más la humillación (auto infligida) del diario El Universo y que en su “maganimidad infinita” y ante la presión internacional, decida reducir la severidad de la sentencia por propia voluntad.
El Comercio se ha sumado a la protesta en su edición de hoy, dejando los espacias de sus columnistas en blanco, salvo una frase en defensa de la libertad de expresión. Cuando se entere de ello, Correa si no lanza otro vituperio contra los periódicos y los periodistas, al menos se sonreirá burlonamente.
Sería la sonrisa del vencedor. Primero fueron dos periodistas de TV y otros dos autores de un libro los que más desagradaron al líder. Terminó arrasándolos y Jorge Ortiz y Carlos Vera se vieron forzados a renunciar a los canales en que trabajaban. Luego vino Palacio y ahora le toca a El Universo. Nada difícil que allí termine la lista.
Pero no porque Correa súbitamente se vuelva demócrata y tolerante, sino porque los medios callarán por miedo, atreviéndose máximo a dejar espacios en blanco como ahora lo ha hecho El Comercio. No es así como se gana una batalla desatada contra los medios por un inescrupuloso que ve en ellos un obstáculo a su forma dictatorial de gobernar.
¿Qué tal si los medios, individual o colectivamente, frenaban los insultos y amenazas que contra ellos profirió Correa desde el inicio mismo de su gestión, mediante boicots similares pero más enérgicos que las columnas en blanco divulgadas hoy por El Comercio?
La mayoría de lectores y tele y radio oyentes habría respaldado esa actitud. La gente admira y gusta de liderazgos firmes y desprecia acciones pusilánimes, complacientes y serviles ante los autócratas. ¿Han ganado algo los medios con su falta “estratégica” de firmeza? Todo lo contrario: la respuesta la acaba de dar la infructuosa humillación de última hora de El Universo.
La decisión este momento ya no depende de los medios, que fallaron. Ahora todo queda en manos del mandatario quien seguirá en Cuba festejando su victoria con Raúl y Fidel Castro, más su carnal Chávez. Tras sumarse al cántico de La Llanera, uno se imagina a un satisfecho y alborozado Correa gritar a voz en cuello a sus compinches: “Misión Cumplida”, maestros.
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