Sunday, July 17, 2011

LA PRENSA SE ARRODILLA ANTE CORREA

El Diario El Universo de Guayaquil le había arrebatado al Diario El Comercio de Quito el liderazgo en la defensa de la libertad de expresión, frente a los constantes ataques del presidente Rafael Correa contra el periodismo independiente en general y contra los medios y periodistas que lo defienden.


Uno de sus columnistas, Emilio Palacio, quien era además director de la página de Opinión del Diario, había escrito un artículo crítico a los sucesos ocurridos el 30 de septiembre pasado en el hospital de la Policía de Quito, tras la incursión irresponsable del Presidente que terminó con la muerte de uno o más ciudadanos, debido a un asalto militar por él ordenado.


Palacio opinó, con todo el derecho que en una sociedad libre existe para opinar, que la acción presidencial fue imprudente e innecesaria, que ningún policía secuestró a Correa como él falsamente ha alegado y que, en consecuencia, la responsabilidad por las muertes evitables recaía exclusivamente sobre el mandatario.


A Correa no le gustó la visión de Palacio, como no le gusta el criterio de nadie que con él discrepe y dispuso que se le siga un juicio al periodista y al medio que lo publicó, demandando una multa de 80 millones de dólares y la prisión para el periodista y los tres más altos dirigentes y propietarios de El Universo, los hermanos Pérez.


En un comienzo, el diario porteño se mantuvo firme y solidario. Negó los cargos y estuvo dispuesto a litigar y contradecir la absurda demanda multimillonaria. Emilio Palacio continuó escribiendo artículos de condena al autoritarismo de Correa y todo parecía que el caudillo se enfrentaría, por fin, a un hueso duro de roer, a un diario difícil de doblegar.


Pero hace un par de días, Palacio renunció sorpresiva e irrevocablemente a su cargo en el diario y a mantener su columna, dizque para evitar así que el juicio de Correa continúe y para que él y sus patronos salgan indemnes del conflicto. El Universo aceptó la renuncia, en señal de debilidad que ni siquiera le reportará el beneficio de la suspensión del litigio: Correa ordenó a sus jueces súbditos que continúen con la demanda.


La actitud del diario guayaquileño deshace la impresión de que mantendría con vigor la defensa del principio de libre expresión. No es verdad que el medio que publica o divulga una información u opinión de alguno de sus reporteros o columnistas esté exento de responsabilidad, cuando surge una querella planteada por alguien que se sienta afectado.


La opinión del columnista es de su sola responsabilidad, siempre que implique injuria o calumnia. En ese caso le toca a él responder en los tribunales sobre los cargos y acatar las sanciones contempladas en la ley si resultare culpable. Y si se tratara de una información, es el medio el que tiene que rectificar si fuere falsa la noticia y someterse a la sanción legal en caso culposo.


El caso de Rupert Murdoch y su imperio noticioso News Corp., es evidente. Uno de sus medios cometió crímenes prohibidos para extraer informaciones y no son los reporteros sino los dueños y altos ejecutivos del imperio los principales responsable por los gravísimos cargos. Los ejecutivos, por cierto, han renunciado de inmediato.


Lo ocurrido con Palacio y El Universo es diferente. Palacio pudo haberse equivocado u ofendido al Presidente Correa, pero para enderezar la situación si estuviere torcida, hay leyes anti libelo claras en su contenido y procedimiento que el régimen autócrata ha ignorado. La demanda por 80 millones de dólares de multa y los pedidos de encarcercelamiento para ejecutivos y periodista rebasa toda ley, toda cordura y sentido común.


Dentro de este enfoque, la posición de El Universo era loable. Ante los excesos del mandatario, había que defender no solo a la institución sino al periodista al que empleaba y al cual autorizó que continúe escribiendo. Era el mínimo gesto de protección para una víctima injusta de un enemigo declarado de la libre expresión del pensamiento.


Ahora Palacio queda solo, como han quedado solos otros periodistas de opinión que osaron cuestionar a Correa: Jorge Ortiz, Carlos Vera y Juan Carlos Calderón. Sus casos y personalidades son distintas pero tienen todos algo en común: han sido brutalmente vejados y expulsados de sus medios por quien no cree en algo fundamental para el sistema democrático: el derecho a discrepar sin la amenaza de ser silenciado por la fuerza.


El odio a los medios de comunicación discrepantes ha sido una constante en los discursos de Correa, prácticamente desde los inicios de su ya prolongado gobierno. Su tribuna favorita son los enlaces radiales de los sábados, en los cuales sus monólogos son diatriba permanente contra personas y diarios o radios y televisoras que divulgan críticas a su adminstración.


Lo ha hecho con los epítetos más canallescos y sus amenazas no son tácitas sino explícitas: hay que acabar con los medios corruptos y mediocres. ¿Cómo? Confiscándolos, en unos casos. Amedrentándolos en otros. Ordenando leyes cada vez más restrictivas sobre la propiedad de medios. O atacando directamente a los periodistas y amenzándolos con juicios y prisión, hasta ser obligados a renunciar a los medios, por falta de respaldo.


Frente a las acciones y amenazas explícitas contra los medios y el principio de la libre expresión, la reacción de los medios no ha sido lo suficientemente frontal y resuelta. Algunos columnistas son críticos de las gestiones gubernamentales, pero en cambio el caudillo no ha tenido la respuesta que debió tener para frenar sus amenzas.


El Comercio siempre mantuvo un liderazgo en esta materia. Cuando autócratas como José María Velasco Ibarra pretendieron imponer la publicación de un escrito que afectaba a otro medio, La Nación de Guayaquil, el Director de entonces se negó y prefirió ir a la cárcel antes que claudicar. En esta ocasión, frente a Correa, la actitud ha sido pusilánime y ello explica que el caudillo siga conquistando victoria tras victoria en su empeño de silenciar a quienes no piensan como él.


Cuando Jorge Mantilla Ortega estaba al frente del Diario ya se exploraba la idea de reunir a los propietarios de los principales medios para expresar eventualmente y de forma conjunto la opinión de los medios frente a problemas conflictivos de interés nacional o que afectaran específicamente al derecho a la libre expresión.


La idea no era aceptable para Jorge Mantilla Ortega. El Comercio, decía, expresa y expresará su criterio de modo inpendiente cada vez que fuere necesario. No en conjunto, no en rebaño. Si alguien quisiera sumarse a la posición de El Comercio, bienvenido. Pero jamás la institución comprometerá su pensamiento al de otros, por respetables que sean.


Los resultados están a la vista. Correa está orgulloso de haber doblegado y seguir doblegando a la “prensa corrupta” y a su juicio ése será uno de sus mejores legados de su paso por el gobierno. El consejo que dió al presidente electo del Perú, Humala, fue coincidente: comience por demoler a la prensa corrupta de su país. señor! le dijo cuando lo visitó en Quito. Y la AEDEP hizo mutis.


Los judíos fueron complacientes con Hitler en las elecciones de 1933 y votaron por él. El pago de ese gesto fue el Holocausto. Ahmadinejad, el amigo de Correa y de Chávez, ha prometido una y otra vez borrar del mapa a Israel y liquidar el imperio yanqui, para lo cual se está armando nuclearmente. La respuesta de Obama ha sido: hay que dialogar con él...


Correa es enemigo abierto y confeso de los medios indpendientes. No se trata de un plan oculto: es una misión suya si no diaria, al menos de todos los sábados. Y se traduce en actos concretos: ha lanzado fuera de borda a cuatro periodistas y no ha salido nadie a rescatarlos. Probablemente no haya más bajas, porque Correa se ha impuesto con el miedo.


Un columnista de El Comercio publicó hace poco un comentario sobre un proyecto de infraestructura que parcialmente sería financiado por el Estado. Se le observó que no había alusión al modo de financiamiento, inexistente, poco claro o fraudulento. Aclaró que deliberadamente se abstuvo, pues un artículo crítico suyo anterior a Correa le significó un rastreo en su historia de impuestos y una sanción por alguna omisión de pago, que le costó mucho dinero.


Este señor es muy malo, dijo, no quiero arriesgarme otra vez. Esa parece ser la tónica general que prevalecerá en el periodismo ecuatoriano para el resto del mandato de Correa, que a este ritmo podría prolongarse igual o más que el de Chávez. Silencio, acomodo, complicidad. Hasta que algo grave ocurra con las empresas independientes que hasta ahora sobreviven.


Otra victoria de Correa: Lay ley reguladora de medios, que Correa ha ordenado a la Asamblea que la apruebe sin chistar . El axioma universal de que la mejor ley de medios es la que no existe, como defendía Jorge Mantilla Ortega en su tiempo, también será sepultado por la falta de entereza del gremio empresarial periodístico.

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